Ortografía y pronunciación del andaluz

Las hablas andaluzas son una manera peculiar de pronunciar el español, es decir, una forma oral del idioma, así que les corresponde una escritura común a todas las formas más o menos diferenciadas de HABLARLO.

La ortografía del español no refleja la pronunciación de sus distintas variedades, peninsulares o extrapeninsulares. La norma escrita de los andaluces es la misma que usa el resto de los hispanohablantes.

Podríamos plantearnos si sería oportuno contar con una ortografía que refleje la pronunciación andaluza. Unas cuantas preguntas mostrarán lo complejo de la cuestión: ¿cómo hacer una ortografía para todos los andaluces? ¿una ortografía para los occidentales y otra para los orientales? ¿reflejaría ciertos rasgos y eliminaría otros? Habría que decidir entre las diferentes clases de ESES ¿las ceceantes, las seseantes, o ambas a la vez, para seguir marcando la distinción?), la variedad de soluciones para la -S final, las distintas pronunciaciones de la CH, de la Jota, etc. Y si por fin se forzara una ortografía para toda la región ¿habría que enseñar en la escuela dos ortografías, una para los textos andaluces y otra para los no andaluces...? ¿Qué escritores aceptarían que sus obras fueran escritas con esa ortografía excluyente?.

En primer lugar, sin entrar en otras cuestiones, la respuesta a ese planteamiento podría ser que esa ortografía diferenciada para las hablas andaluzas haría muy difícil, por no decir imposible, que murcianos, santanderinos, mexicanos y andaluces pudiéramos comunicarnos con la misma forma de escritura. Los crecientes intercambios escritos entre los países hispanohablantes (cartas, textos científicos, periodísticos, jurídicos, comerciales, etc.) facilitados actualmente por la técnica (fax, correo electrónico...) muestran, hoy más que nunca, la necesidad de unas normas de escritura comunes, como las que hay en español, que recojan la tradición escrita, reflejada en la literatura. La literatura española, una de las más ricas y admiradas, a la que contribuyen escritores de todos los países hispanohablantes, utiliza una escritura común en que todos nos reconocemos. A ella pertenecen españoles y americanos; andaluces, canarios y castellanos. Federico García Lorca y Gabriel García Márquez, el uno andaluz y el otro colombiano, escriben en español sin más.

En segundo lugar, la cuestión de la ortografía va más allá del hecho de utilizar unos signos alfabéticos más o menos cercanos a la pronunciación de los grupos de hablantes de un idioma. Los lingüistas han demostrado las profundas relaciones entre la escritura y la oralidad de un idioma, las cuales -en el caso del español- inciden en las posibilidades de intercomunicación entre hablantes geográficamente alejados, por encima de las modalidades de habla oral.

Lo escrito, incluida la ortografía, es lo que asegura y confiere la cohesión y la unidad a la lengua. Los hablantes la aceptan como pilar de un estándar subyacente que refuerza la existencia de una norma lingüística común en el ámbito hispánico. Esa norma no está basada en el prestigio de una de sus variedades (la castellana), sino en la aceptación de ese estándar recogido en la escritura. El propio sistema equilibra las modalidades diferenciadas -entre ellas la andaluza-, evita y desprestigia los rasgos más extremados, más alejados, de ese estándar.

La ortografía unificada del español (la enseñada en la escuela, desde la infancia) es lo que permite que todos los hablantes podamos usar las variedades que lo integran y al mismo tiempo sigamos entendiéndonos en un idioma común.

1. Escribir en andaluz

Aunque no se haya propuesto en serio y con fundamento una ortografía andaluza, por las razones que acabamos de exponer, sí se han recogido por escrito algunos rasgos de la pronunciación andaluza, con la intención de aludir concretamente a ella, por ejemplo, en obras teatrales o en otros diálogos literarios donde se quiere dejar constancia del carácter andaluz de algún personaje. A menudo se trata de los rasgos que responden al estereotipo del andaluz, que pueden representarse fácilmente con el alfabeto que usamos, como el seseo o el ceceo, la confusión R/L, y alguno más.

Del mismo modo que los autores teatrales del XVII (como Lope y a Tirso) incluían en los diálogos formas de hablar dialectales (de origen leonés) para los personajes rústicos, tenemos también ejemplos de obras teatrales del XVIII que incluyen alguna forma popular andaluza.

En el siglo XIX hay ya intentos más sistemáticos de reflejar en la literatura la pronunciación andaluza, por ejemplo en los escritores costumbristas y folcloristas (así, los que recogieron poesías populares, coplas flamencas, etc.). Más tarde, el ejemplo más conocido es el de los hermanos Álvarez Quintero, quienes en sus obras de tema andaluz recogen largos diálogos en que se reflejan gráficamente algunos rasgos de pronunciación.

Intentos semejantes se hallan en Pedro Muñoz Seca o en obras teatrales de los hermanos Machado (como La Lola se va a los puertos). Pero casi siempre estos rasgos se ponen en boca de personajes incultos y pueblerinos, con lo cual dan una imagen distorsionada de las hablas de la región. Hay que decir también que en todos estos casos la grafía andaluza adolece de incoherencias e incluso de contradicciones (se mezclan anárquicamente seseos y ceceos, la -s final unas veces se escribe, otras no, otras se escribe como -z, otras como -j...). [ver textos de ejemplo]

2. La transcripción fonética

La Dialectología ha necesitado establecer un alfabeto fonético, es decir, unos signos que representen el sonido que pronuncia realmente el hablante, para transcribirlos lo más fielmente posible. Así se puede estudiar el habla de un individuo o de una zona determinada. El que incluimos a continuación pertenece a las transcripciones fonéticas hechas por M. Alvar para el andaluz. [ver cuadro de lectura de signos fonéticos]