56. OCTAVIA

56. OCTAVIA

El nombre de Octavia evoca a una de las mujeres más admiradas en la Roma del último siglo a. C., por plegarse, en apariencia, a los deseos de sus parientes masculinos; de su último esposo Marco Antonio y más aún de su poderoso hermano Augusto. Sin duda, fue una mujer respetuosa con las tradiciones, pero capaz también de adaptarse a los nuevos modos que imponía el régimen del Principado. En el año 64 a. C. nació Octavia. Su padre, Gayo Octavio Turino fue el primer senador de su familia. Su madre Atia era hija de Julia, hermana de Julio César. 

En los acontecimientos de los últimos años de la República, Octavia desempeñó un papel notable en las alianzas entre las figuras políticas del momento, que se reforzaban o rompían a través de matrimonios y divorcios.

Roma

Octavia, siendo muy joven, se casó, en el año 54 a. C. con Gayo Claudio Marcelo, cónsul del 53 a. C. Tuvieron dos hijas, Marcela la Mayor y Marcela la Menor y un hijo, Marcelo. Su marido murió en el año 40 a. C., dejándola viuda en un momento crucial ante la creciente rivalidad entre Marco Antonio y Octavio. Esta muerte, junto con la de Fulvia acaecida en el mismo año, facilitó la unión entre Marco Antonio y Octavia, propiciando el acercamiento entre los triunviros. La nueva pareja pasó la mayor parte del tiempo en Atenas, familiarizándose con las costumbres griegas y Marco Antonio fue el padre de sus hijas Antonia la Mayor y Antonio la Menor, nacida póstuma. En estos años, concretamente en el 35 a. C., Octavia recibió privilegios extraordinarios, como su cuñada Livia, manifestación del reconocimiento a su labor. Entre estos, destacan concesión de la sacrosanctitas o inviolabilidad de los magistrados, el liberarse del tutor masculino, recibir estatuas o grabar su imagen en las monedas. Además, intentó conciliar a sus parientes masculinos. De hecho, a pesar de la relación conocida entre Marco Antonio y Cleopatra, Octavia solo abandonó la casa conyugal, cuando él pidió el divorcio, lo que motivó la última guerra civil del año 31 a. C. que acaba con la victoria de Octavio en Accio. 

La desaparición de Marco Antonio la convierte ya claramente en la aliada y gran apoyo político de su hermano, ahora ya único gobernante del Estado romano. Octavia no volvió a casarse y optó por ocuparse de su descendencia y la que tuvo su marido con Fulvia y Cleopatra. Sobre todo, le importaba el futuro de Marcelo, pieza fundamental en el sistema dinástico de Augusto. Se casó con su prima Julia, sellando una unión que garantizaría la estirpe de Augusto. Marcelo falleció prematuramente en el año 23 a. C. y Octavia nunca se recuperó de esta pérdida. Murió en el año 11 a. C., siendo enterrada en el Mausoleo de Augusto, poderoso símbolo de su poder dinástico.

Rosa María Cid López

Universidad de Oviedo

Reproducción de Busto de Octavia. Siglos I a. C. - I d. C. Museo dell'Ara Pacis, Roma.

Fuentes principales

Apiano, Historia romana, 5.64.75; 93-95. 138.

Dion Casio, Historia romana, 8.2; 44.35.4.

Plutarco, Vidas paralelas, Demetrio-Antonio, 31-87.

Suetonio, Vida de los doce césares, Julio, 27.1;  Augusto, 4.1; 29.4; 61.2; 63.1; Tiberio, 6.4.

Selección bibliográfica

Cenerini, F.,  Dive e donne. Mogli, madri, figlie e sorelle degli imperatori romani da Augusto a Commodo  (Imola 2009).

Cid López, R.M.ª, “Octavia. La noble matrona de la domus de Augusto”, en Rodríguez López, R., Bravo Bosch, M.ªJ. (eds.), Mujeres en tiempos de Augusto. Realidad social e imposición legal (Valencia 2016) 307-331.

Corbier, M., “Divorce and Adoption as Roman Familial Strategies”, en Rawson, B. (ed.) Marriage, Divorce, and Children in Ancient Rome (Oxford-New York 1991) 47-77.

García Vivas, G. A., Octavia contra Cleopatra. El papel de la mujer en la propaganda política del Triunvirato (44-30 a. C.) (Madrid 2013).

55. ESCRIBONIA

56. ESCRIBONIA

Escribonia, matrona romana del s. I a. C., era hija de Lucio Escribonio Libón y de Sencia y tenía un hermano llamado Lucio Escribonio Libón que fue cónsul en el 34 a. C. Son pocos los datos que existen de esta mujer que debió nacer alrededor del 68 a. C. Las fuentes sostienen que antes de contraer matrimonio con Octavio, Escribonia había estado ya casada en dos ocasiones con sendos cónsules, sin embargo, las identidades de ambos no están del todo claras. Los escasos testimonios epigráficos y documentales que existen parecen apuntar a Cneo Léntulo Marcelino, cónsul en el 56 a. C., y Publio Cornelio Escipión, cónsul en el 35 a. C., aunque este último ofrece más dudas. De estos matrimonios Escribonia tuvo, al menos, dos hijos con este último, Cornelio Marcelino y Cornelia. Es posible que también fuese la madre de Publio Cornelio Escipión, cónsul en el 16 a. C.

Roma

Debido a sus vínculos familiares, Escribonia se vio inmersa en la política de alianzas matrimoniales de la élite. Al ser hermana del suegro de Sexto Pompeyo, en el año 40 a. C. Octavio pidió en matrimonio a Escribonia para acercarse a aquel y evitar que se aliase con Marco Antonio. Los familiares accedieron inmediatamente al enlace que dio como fruto una niña, Julia, nacida en el 39 a. C. El mismo día en el que Escribonia daba a luz, Octavio se divorció de ella. El motivo alegado fue el carácter de ella, pero lo cierto es que Octavio tenía numerosos intereses políticos y había puesto su mirada en Livia.

No sabemos casi nada de Escribonia en los años posteriores a su divorcio, excepto que en el 16 a. C. perdió a su hija Cornelia, quien estaba casada con Paulo Emilio Lépido. Tras su fallecimiento, Propercio le dedicó a Cornelia una elegía llena de alabanzas hacia ella y su familia, incluida su madre. Escribonia, que no volvió a casarse tras su divorcio, reaparece en las fuentes a raíz del destierro de su hija Julia en el 2 a. C. decretado por su padre Augusto. En ese momento, Escribonia decidió no dejar sola a Julia y partió con ella de manera voluntaria al exilio en la isla Pandataria. Por amor a su hija, Escribonia abandonó su vida, su hogar y las comodidades de las que gozaba en Roma.

En el año 4 Augusto permitió a Julia continuar su exilio en la península, en la localidad de Regium (actual Regio de Calabria), donde estuvo hasta su muerte en el 14. Es posible que Escribonia también acompañase a su hija en este destierro peninsular. Desconocemos la fecha de la muerte de Escribonia, pero sabemos que seguía viva en el 16, ya que en ese año intentó convencer a su sobrino Druso, partícipe de una conspiración contra Tiberio, de que no se suicidase, algo que, finalmente, no consiguió.

Vanessa Puyadas

Universidad de Murcia

Epígrafe funerario dedicado a Escribonia. Siglos I a. C. Roma.

Fuentes principales

Apiano, Historia romana, 5.53. 

Dion Casio, Historia romana, 48.16.2; 48.34.3; 55.10.14.

Propercio, Elegías, 4.11.

Suetonio, Vida de los doce césares, Vida del divino Augusto 2.62.2; 2.69.1.

Selección bibliográfica

Bauman, R.A., Women and Ppolitics in Ancient Rome (London-New York 2003).

Bravo Bosch, M.ªJ., “Escribonia. ¿Perfecta matrona romana?, en Rodríguez López, R., Bravo Bosch, M.ªJ. (coords.), Mujeres en tiempos de Augusto: realidad social e imposición legal (Valencia 2016) 287-306.

Domínguez Arranz, A., “La mujer y su papel en la continuidad del poder. Iulia Augusti, ¿Una mujer incómoda al régimen?”, en Domínguez Arranz, A. (ed.), Mujeres en la antigüedad clásica: género, poder y conflicto (Madrid 2010) 153-184.

54. SEPTICIA

54. SEPTICIA

Septicia, según el relato de Valerio Máximo, fue una matrona romana que vivió entre finales del siglo I a. C. e inicios del siglo I d. C. que no siguió los estándares morales tradicionales del comportamiento femenino. El autor la presenta como un ejemplo negativo de madre y de mujer que no respeta la legislación matrimonial de Augusto. 

Esta matrona de Ariminum (actual Rímini) era madre de dos varones que compartían el mismo nombre, Trócalo. Según Valerio Máximo, fue negligente y egoísta, pues disgustada con sus hijos y con el fin de humillarlos, se casó con Publicio, hombre anciano, cuando ella misma había pasado ya la edad de concebir descendencia, y los desheredó.

Ariminum

Estos recurrieron la decisión de su madre ante Augusto. El emperador anuló la última voluntad de esta mujer, así como su matrimonio por no cumplir éste con el fin de engendrar hijos, tal y como dictaba la ley. Además, impidió al esposo quedarse con la dote y estipuló la restitución de la herencia a los hijos. No se conocen más datos sobre su vida. Por tanto, no podemos saber las razones que llevaron a esta matrona a tomar las decisiones por las que fue tan severamente juzgada. La única fuente con la que contamos es abiertamente contraria a su actitud y solo tenemos una visión sesgada de los hechos relatados por Valerio Máximo respecto a lo acontecido con sus descendientes. No podemos oír la voz de Septicia, ni valorar sus motivaciones. 

No obstante, si los sucesos expuestos fueran ciertos, Septicia fue una mujer que, movida por la ira contra sus hijos, decidió defender su voluntad frente a los varones de su propia familia, desafiando la moral dominante en su época. No solo entró en conflicto con sus hijos por su testamento, sino que fue más allá al atreverse a desafiar incluso los fundamentos del matrimonio romano. El objetivo fundamental de éste era traer al mundo nuevos ciudadanos que perpetuasen el nombre y el patrimonio de sus padres. Así, el papel de la mujer en la unión conyugal era el de reproductora. Al haber alcanzado la edad infértil, el matrimonio perdía su razón de ser y, por tanto, Septicia fue por ello duramente juzgada. A parte del conflicto con sus descendientes, el autor proyecta una imagen sexual escabrosa de esta unión surgida en la vejez. 

Septicia, como tantas otras mujeres, fue madre. Vivió en una época convulsa y en un contexto desfavorable para las féminas, en el que desafiar la moral establecida y fijar su propio camino no era una opción. La mayoría no osaba hacerlo y las que, como ella, se atrevieron a imponerse, fueron severamente condenadas. Por tanto, Septicia es ante todo un ejemplo de mujer y madre subversiva. 

Lidia González Estrada

Universidad de Oviedo

Puente romano de Ariminum. Siglo I. actual Rímini.

Fuentes principales

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 7.7.4.

Selección bibliográfica

Casamayor Mancisidor, S., La vejez femenina en la antigua Roma: cuerpos, roles y sentimientos (Oviedo 2019). 

Dixon, S., “Exemplary Housewife or Luxuriosus Slut? Cultural Representations of Women in the Roman Economy”, en Mchardy, F., Marshall, E. (eds.), Women’s influence on Classical Civilization (London 2004) 56-74.

Evans Grubbs, J., “Parent–Child Conflict in the Roman Family: The Evidence of the Code of Justinian”, en George, M. (ed.), The Roman Family in the Empire. Rome, Italy, and Beyond (New York 2005) 93-128. 

González Estrada, L., “La mujer como exemplum. Subversión, desafío y resistencia en Valerio Máximo”, Panta Rei 8 (2018) 73-91.

53. ALIA POTESTAD

53. ALIA POTESTAD

Alia Potestad, mujer liberta procedente de Perusa murió y fue sepultada en Roma, en una necrópolis situada entre la Via Salaria y la Via Pinciana, como así muestra el epígrafe de mármol que recoge su testimonio. En la inscripción se lee el elogio dedicado por su antiguo patrono, Aulo Alio. Aunque su datación ha resultado problemática, parece que la cronología más aceptada sitúa a Alia Potestad entre finales del siglo I a. C. y la primera mitad del siglo I d. C.

Su elogio, como otros del mismo género, se encuentra dividido en tres partes: en la primera se expresa el lamento de Aulo Alio por la grave pérdida; en la segunda se exaltan las virtudes morales de la difunta, así como su belleza que, de forma inusual, aparece íntimamente descrita; finalmente, la tercera parte transmite el dolor que siente su patrono ante su muerte.

Roma

Estas alabanzas a las virtudes de Alia Potestad son insólitas para una liberta como ella, pues normalmente se dirigían a las matronas romanas. Aulo Alio utiliza en sus elogios adjetivos y recursos estilísticos que toma prestados de autores como Virgilio y Marcial e incluso de la obra de Ovidio, Tristes, cuyas referencias parecen estar recitadas de memoria por él mismo.

Se ha debatido sobre algunas partes del epígrafe que mencionan a dos jóvenes, Pilades y Orestes, que habrían tenido un vínculo con Alia Potestad y que, tras su fallecimiento, se habrían alejado. Se han barajado dos hipótesis interpretativas: una considera que Allia Potestas mantuvo una relación de concubinato con ambos varones; y la otra, en contraposición, defiende que dichos jóvenes serían los hijos de su patrono a los que ella habría cuidado.

Marcella Chelotti

Università degli Studi di Bari

Actual estado de la Porta Pinciana. Siglo I. Roma.

Fuentes principales

CLE 1988 = CIL VI, 37965.

EDR  72588.

Selección bibliográfica

Rizzelli, G., “Il dibattito sulle ll. 28-29 dell’elogio di Allia Potestas”, SDHI 61 (1995) 623-655.

Saltelli E., L’epitaffio di Allia Potestas (CIL VI 37965 = CLE 1988). Un commento (Venezia 2003).

Evangelisti, S., “Laudatio funebre per una donna”, en Friggeri, R., Granino Cecere, M.G., Gregori, G.L. (a cura di), Terme di Diocleziano. La collezione epigrafica (Milano 2012) 238-243.

Gregori G.L., Bianchini G.M., “Tradizione manoscritta e citazioni epigrafiche di Ovidio: una nota su Trist. 1, 3, 25 e Pont. 1.2, 111 alla luce di alcuni confronti epigrafici” en Grannier, O., Scafoglio, G., Demerliac, O. (eds.), Loxias-Colloques 13. Lettres d’exil. Autor des Tristes et des Pontiques d’Ovide. Enjeux poétiques et politiques des Tristes et des Pontiques (Nice 2018)  online https://revel.unice.fr/symposia/actel/index.html?id=1262

52. TEODOTE

52. TEODOTE

El recurso de amas de cría a lo largo de la historia ha sido una constante. En el mundo romano, las nutrices eran mujeres contratadas por las familias para amamantar a los hijos recién nacidos. Pese a que muchas fuentes señalan la virtud de la lactancia materna, el recurso a una nodriza no siempre respondía a la imposibilidad de que la madre diera el pecho. Muchas circunstancias favorecerían este fenómeno, como, por ejemplo, que la madre hubiera muerto, la imposibilidad de amamantar, la intención de volver a estar embarazada pronto o alguna enfermedad. 

Las nutrices podían participar en la crianza y educación de los hijos de las familias que las habían contratado. Aquellas no solo desempeñaban sus labores en el contexto de familias de un estrato social elevado, donde su presencia sería más común, también en ambientes más humildes.

Alexandria

El estudio de los papiros egipcios aporta luz sobre este fenómeno y ofrece una perspectiva diferente a la descripción de las nodrizas que encontramos en autores clásicos. Se conservan diferentes acuerdos o contratos por los cuales el ama de cría aceptaba el pago de un salario mensual a cambio de amamantar y cuidar al menor.

Procedente de Alejandría y datado en el año 13 a. C., se ha conservado un papiro en el que Marco Emilio contrataba a Teodote, nodriza, para el cuidado de una pequeña esclava abandonada, Tique. En el acuerdo se especificaba que la menor sería criada en la casa de Teodote, a la que se le pagaría por su leche y por los cuidados proporcionados a la niña durante dieciocho meses. En caso de que esta falleciera, se encargaría de la crianza de otro expósito. Entre las cláusulas establecidas se encontraban la calidad del trato, no criar a otro hijo, no quedarse embarazada o echar a perder su propia leche. Estas nos recuerdan a las recomendaciones que leemos en la literatura latina acerca de las características físicas y de personalidad que debían reunir estas mujeres: que fuera modesta, limpia, tranquila o discreta. La labor de Teodote estaría supervisada por el amo de Tique, que la visitaría tres veces al mes.

            No contamos con contratos similares para la zona occidental del Imperio, por lo que desconocemos si estos acuerdos eran más o menos asiduos fuera del ámbito egipcio. No obstante, a tenor de la prolífera cantidad de epígrafes en los que aparecen nodrizas como dedicantes, pero también como conmemoradas por aquellos a los que criaron y cuidaron, podemos confirmar que el recurso a estas mujeres sería un fenómeno común y aceptado, a pesar de la imagen negativa que a veces se desprende de algunas fuentes literarias.

Marta Álvaro Bernal

Universidad de Sevilla

Representación de mujer amamantando. Fresco procedente de Pompeya. Siglo I a. C. Museo Archeologico Nazionale di Napoli, Nápoles.

Fuentes principales

BGU 4.1106. 

Selección bibliográfica

Bradley, K.R., “Wet-nursing at Rome: A Study in Social Relations” en Bradley, K.R., (ed.), The Family in Ancient Rome: New Perspectives (London – Sydney 1986) 201-229.

Cid López, R.M.ª, “Madres sustitutas y oficios femeninos. Nodrizas y niñeras en la Roma antigua” en Delgado Hervás, A., Picazo Gurina, M. (eds.), Los trabajos de las mujeres en el mundo antiguo. Cuidado y mantenimiento de la vida (Tarragona 2016) 129-138.

Rubiera Cancelas, C., “El uso de las esclavas como nodrizas en la Roma antigua. Más allá de la figura simbólica”, DHA 45, 19 (2019) 205-220.

51. DERCETO

51. DERCETO

Derceto fue una esclava lectora que vivió en Roma a finales del siglo I a. C. e inicios del siguiente y falleció a los veinte años. El único testimonio que nos ha llegado de ella es una placa de mármol, procedente de un columbario de Roma ubicado entre la Vía Salaria y la Vía Pinciana, que recoge su epitafio en verso redactado en primera persona. Se ha señalado que éste bien pudiera haber sido compuesto por la sacerdotisa a quien Derceto servía.

Derceto, un nombre asociado a la diosa siria homónima, se declara lectrix de Aurelia, su señora. Ésta se ha identificado con una de las componentes del selecto y aristocrático cuerpo de las vírgenes vestales, honrada con una estatua en la Acrópolis de Atenas, la hija de Marco Aurelio Cota Máximo Mesalino, cónsul en el 20 y gobernador de la provincia de Asia.

Roma

Es posible que Derceto tuviera el privilegio de residir junto a su señora en el Atrio de Vesta. Se baraja la posibilidad también de que esta esclava no lo fuera de una virgen vestal, apuntándose que la denominación correcta de la difunta fuera Derceto Aurelia. En este caso, el término virgo estaría referido a ella y no a una sacerdotisa de Vesta.

La lectura pública en Roma era una actividad frecuente y bien difundida en lugares abiertos, donde se recitaban obras famosas y conocidas e, incluso, los propios autores lo hacían con las suyas. También estaba extendida la lectura en el seno de las grandes casas aristocráticas mediante lectores, esclavos y libertos especializados, que lo hacían en alta voz empleando el latín y el griego, tanto en ambientes de convivialidad como en otros más íntimos -en el baño, o durante las comidas-. Las fuentes literarias informan de ello en el ámbito masculino, pero no en el femenino, pues no se han conservado testimonios de lectrices. Afortunadamente, la documentación epigráfica sí permite visualizar la actividad de ciertas mujeres -también esclavas y libertas- en este campo de la expresión intelectual. Tal acción implicaba el aprendizaje y formación de las lectoras, la adecuada instrucción en la dicción y una educación especializada que no estaba al alcance de toda la población en tanto actividad de alto nivel, cultura y refinamiento. Igualmente ocurría con sus compañeros masculinos, creándose así espacios para actividades de tipo intelectual abiertos a la participación femenina.

Las lectrices se encontraban en las casas de gentes ricas o pertenecientes a los círculos culturales más altos y de claras tendencias filohelenas. Solían ser de origen griego, elegidas como compañía personal, con quienes se establecían lazos de confianza y cercanía que se reflejan en los epitafios que las recuerdan. 

Salvador Ordóñez Agulla

Universidad de Sevilla

Epígrafe funerario de Derceto. Siglo I a. C., Roma.

Fuentes principales

CIL VI, 33473 = ILS 7771 = CLE 1882 = EDR 152970. 

Selección bibliográfica

Bradley, J., The hypogeum of the Aurelii. A New Interpretation as the collegiate Tomb of Professional scribae (Oxford 2018).

Hemelrijk, E.A., Women and Society in the Roman World. A Sourcebook of Inscriptions from the Roman West (Cambridge 2020).

Rüpke, J., Fasti sacerdotum. Die Mitglieder der Priesterschaften und das sakrale Funktionspersonal römischer, griechischer, orientalischer und jüdisch-christlicher Kulte in der Stadt Rom von 300 v. Chr. bis 499 n. Chr. (Stuttgart 2005).

Segenni, S., “Donne e lavoro intellettuale”, en Buonopane, A., Cenerini, F. (eds.), Donna e lavoro nella documentaciones epigrafica (Faenza 2003) 154-161.

50. EUFRÓSINE

50. EUFRÓSINE

Eufrósine fue una joven de la que tenemos conocimiento a través de una pequeña placa de mármol procedente de una necrópolis de Roma situada entre las Vías Salaria y Pinciana, y que vivió en algún momento entre finales del siglo I a. C. y principios del siglo I d. C. En ella se recoge su epitafio de carácter métrico, un texto muy simple en el que la difunta se describe como respetuosa con los dioses y las obligaciones morales y familiares, y que muere a los veinte años.

Aparentemente Eufrósine fue una esclava, a juzgar por la raigambre griega de su nombre, muy difundido en la ciudad de Roma, aunque también pudo ser una liberta, o incluso tener ascendencia extranjera.

Roma

Sin duda pertenecía a una familia que daba gran relevancia a la formación cultural y a las artes liberales. En el epitafio se destacan las cualidades intelectuales, la cultura y sabiduría que había adquirido en su formación, mediante la alusión a su instrucción en o por las Nueve Musas, esto es, las diferentes artes (astronomía, retórica, elocuencia, epopeya, lírica, tragedia, danza, comedia, música) que representaban, respectivamente, Urania, Polimnia, Calíope, Clío, Erato, Melpómene, Terpsícore, Talía y Euterpe. Con esta expresión, un tanto hiperbólica, se hace referencia a un conjunto de cualidades intelectuales y artísticas que en el mundo clásico no es corriente destacar, pues no forman parte del modelo arquetípico de la mujer. No obstante, hay que señalar también que se trata de un elemento de elogio especialmente valorado entre personas jóvenes o que no llegaron a alcanzar la madurez.  

Además de instruida en saberes varios, Eufrósine es calificada también como filósofa. En este sentido, y siendo la filosofía un arte mayoritariamente masculino, constituye un testimonio excepcional ya que se trata de la única mención epigráfica en femenino de esta dedicación en Roma. Las fuentes literarias nos han dejado algunas menciones de mujeres ligadas a este saber, como Cerelia, recordada por Cicerón por su “ardor sorprendente por la filosofía”, u otras, como Cornelia la esposa de Pompeyo, o las mismas Livia o Plotina, mencionadas por frecuentar a los filósofos. Solo en África, en una inscripción ya cristiana, tenemos otra mención con Concordia Exuperancia, señalada en latín como unica filosofa. El término, en combinación con docta y la referencia a las nueve musas, remite claramente a una educación intelectual en sentido amplio, mayor que el de otras jóvenes y mujeres con una orientación más musical, poética o literaria.

En el caso concreto de Eufrósine se ha señalado que el vocablo podría estar encubriendo el significado de “institutriz”, o podría tratarse de una alusión a su inteligencia o agudez de pensamiento. En cualquier caso, sea como expresión del orgullo de haber sido dueña de su saber, o bien por el respeto que suscitaba entre sus seres queridos, en su epitafio fue grabada esa condición excepcional de filósofa.

Salvador Ordóñez Agulla

Universidad de Sevilla

Fuentes principales

CIL VI, 33898 = CLE 1965 = ILS 7783 = AE 1888, 129

Selección bibliográfica

Choquet, M., L’accès des femmes romaines aux Arts Libéraux. Réalités, préjugés et representations. Ier siècle av. J.-C.-Ier siècle apr. J.-C. (Grenoble 2010).

Fernández Martínez, C., Gómez Pallarés, J., “Voces de mujer en las poesías épica y epigráfica en Roma”, Veleia 16 (1999) 259-283.

Hemelrijk, E. A., Women and Society in the Roman World. A Sourcebook of Inscriptions from the Roman West (Cambridge 2020).

Malaspina, E., “La terminologia latina delle professioni femminili nel mondo antico”, Mediterraneo Antico 6.1 (2003) 347-391.    

Segenni, S., “Donne e lavoro intellettuale”, en Buonopane, A., Cenerini, F. (eds.), Donna e lavoro nella documentaciones epigrafica (Faenza 2003) 154-161.

49. SALVIA PÓSTUMA

49. SALVIA PÓSTUMA

Entre el 27 y el 10 a. C., coincidiendo con una profunda reconstrucción y remodelación de la ciudad de Pola (Pula, Croacia), Salvia Póstuma financió y mandó erigir un arco en una de las puertas de acceso, elemento que albergaba un potente significado cívico y simbólico. Salvia Póstuma fue la primera mujer conocida que financió la construcción de un arco en el Occidente romano. Este arco lo mandó construir junto a su marido para gloria y memoria de los varones de la familia, pero también para la suya propia. El monumento es conocido como arco de los Sergios, conservado in situ hoy día. 

Salvia Póstuma formaba parte de una familia de notables de Pola. Apenas tenemos información acerca de los Salvios en Pola, pero sabemos, por la documentación epigráfica, que, en otras ciudades de la región, como Aquileia, Concordia Sagittaria o Brixia figuraban entre las familias con poder económico y político.

Pola

Su marido, Lucio Sergio Lépido, ocupó magistraturas del gobierno municipal en la ciudad, e igual los dos hijos de la pareja, Lucio Sergio y Cneo Sergio. Lépido además desempeñó un tribunado militar en una legión, lo que indica que la familia consiguió promocionarse desde el rango decurional al rango ecuestre. Toda esta información se conoce gracias a los epígrafes conservados en el arco. Ella, cuya riqueza queda patente en el texto, promovió el monumento, lo coronó con estatuas de su marido y sus hijos, y con la suya propia, y lo erigió adosado a una de las puertas más transitadas de la muralla, la llamada Porta Aurea, asegurando la visibilidad de su mensaje para todos los que por allí pasaran, que verían a los Sergios como una poderosa familia, benefactores de Pola

El monumento estaba ricamente decorado siguiendo la estética de la época augustea. En la clave del arco, en el espacio interior, aparece un medallón con un águila, el emblema de Júpiter y Roma por antonomasia, cazando una serpiente, que, tal vez, representa al Egipto de Cleopatra, esposa y aliada de Marco Antonio, ambos derrotados por Augusto. Es así como Salvia Póstuma, en calidad de matrona casada y madre, se hace presente en Pola para dejar constancia en su espacio urbano un recuerdo perenne de los Sergios, y de la suya propia como miembro visible de los mismos y como instrumento necesario para la materialización espacial de este prestigio, ligando además su gloria al ascenso del nuevo “primer ciudadano”, Augusto. 

Henar Gallego

Universidad de Valladolid

Arco de los Sergios o Porta Aurea. Siglo I a. C., Pola.

Fuentes principales

CIL V, 50.

Selección bibliográfica

Traversari, G., L’arco dei Sergi (Pavia 1971).

Woddhull, M., “Matronly Patrons in the Early Roman Empire. The Case of Salvia Postuma”, en McHardy, F., Marshall, E. (eds.), Women’s Influence on Classical Civilization (London-New York 2004) 75-91.

Martínez López, C., Gallego Franco, H., Mirón Pérez, M.ª D., Oria Segura, M., Constructoras de ciudad. Mujeres y arquitectura en el occidente romano, (Colección Mujeres, Historia y Feminismos 4) (Granada 2019).

48. ¿TURIA?

48. ¿TURIA?

Aunque su identidad permanece en el anonimato, el testimonio de la presente mujer se conoce gracias a un epígrafe funerario recompuesto a partir de siete fragmentos que se conservaron en distintas localizaciones de Roma. El texto pertenece al género de los elogios fúnebres y narra los acontecimientos más importantes de su vida desarrollados durante las guerras civiles del segundo triunvirato, cuando su marido, al que siempre le fue fiel, había huido como proscrito. 

La primera parte del epígrafe narra el asesinato de los padres de la mujer y la acción que ella y su hermana emprendieron para castigar a los asesinos de sus padres, tanto por piedad filial como para no perder su herencia. Las dos mujeres actuaron solas porque el marido de su hermana, Cayo Cluvio, estaba en África y el futuro marido de la mujer estaba en Macedonia.

Roma

El episodio, que puede situarse en el año 49 a. C., sugiere que fue capaz de administrar su patrimonio cuando su marido estaba en el exilio, al que enviaba dinero; también fue generosa con otras personas necesitadas.

El relato recoge aspectos tan destacables como la larga duración del matrimonio, 41 años, el dolor de su pérdida o las innumerables virtudes típicas de la matrona romana. Se relatan otros episodios que exaltan el valor de la mujer, por ejemplo, al dar protección a su marido y ayudarlo a escapar, o al reaccionar ante el asalto de los seguidores de Tito Anio Milón a la propiedad que había pertenecido a Milón y que la pareja había comprado. En contraposición, se mencionan los maltratos e insultos que la mujer había sufrido por parte del triunviro Marco Emilio Lépido, al que había acudido para indultar a su marido.

Su esposo dejó constancia del período de tranquilidad que compartieron sólo enturbiado por la falta de hijos. Recordó la propuesta que sólo una mujer devota podría haber planteado y que él mismo rechazó con desdén: legar su patrimonio, convivir con él como si fueran hermanos y ayudarle en la crianza de los hijos que pudiera tener con otra mujer. 

Algunos investigadores propusieron el nombre de Turia pues los acontecimientos coincidían con los vividos por la esposa de Quinto Lucrecio Véspilo. Otros, consideraron otras identificaciones para el hombre, como Acilio, mencionado por Apiano, o Durono, quien compró las propiedades de Milón, como cuenta Cicerón. Hoy en día se prefiere no dar nombres a la pareja; la única identidad segura es la del cuñado, Cayo Cluvio, que se identifica con el prefecto que acuñó monedas de bronce para César durante las guerras civiles en España. 

Marcella Chelotti

Università degli Studi di Bari

Fragmento de la estela funeraria con la laudatio Turiae. Siglo I a. C. Roma.

Fuentes principales

CIL VI, 1527; 31670; 37053. 

CIL VI/2, 41062.

ILS 8393.

Selección bibliográfica

Evangelisti, S. “Laudatio funebre per una donna”, en  Friggeri R., Granino Cecere M.G., Gregori G.L. (eds.), Terme di Diocleziano, la collezione epigrafica (Milano 2012) 238-243.

Flach, D., Die sogennante Laudatio Turiae. Einleitung, Text, Ubersetzung und Kommentar (Darmstad 1991).

Fontana, L., Laudatio Turiae e propaganda augustea: quando anche la morte è politica (CIL VI, 1527; 31670; 37053; VI 2 , 41062; ILS 8393; FIRA III, 69) (Milano 2020).

Franco, C.,”La donna e il triumviro. Sulla cosiddetta laudatio Turiae”, in Cenerini F., Rohr Vio F. (eds.), Matronae in domo et in re publica agentes. Spazi e occasioni dell’azione femminile nel mondo romano tra tarda Repubblica e primo Impero (Trieste 2016) 137-163.

Hemelrijk, E., “Masculinity and Feminity in the Laudatio Turiae”, ClassQuart 54 (2004)  185-197.

47. CAYA AFRANIA

47. CAYA AFRANIA

Caya Afrania vivió durante el siglo I a. C. y parece que su muerte se produjo, según Valerio Máximo, hacia el 48-49 a. C. Apenas contamos con más datos sobre su vida e incluso su identidad real se ha puesto en duda, así como algunos detalles relacionados con ella y la actividad que la hizo célebre: intervenir asiduamente en los tribunales.  

Este no es el único caso registrado en el que una mujer se defiende a sí misma públicamente, contamos con el ejemplo de Mesia de Sentino. En las sociedades clásicas, el uso de la palabra, especialmente en público, era una actividad reservada a los hombres, mientras que el silencio era propio de las mujeres.

Roma

Esta regla que, como demuestra el caso de Mesia de Sentino, puede romperse excepcionalmente por una causa justificada, fue vulnerada repetidamente por Caya Afrania, valiéndole una nefasta reputación. Valerio Máximo incluso la denominó monstruo y compara su expresión en público con los ladridos de un perro. 

La estrategia de desprestigio y ridiculización a la que fue sometida pudo extenderse a su esposo, pues se le denomina Licinio Bucón, un sobrenombre que significa “estúpido”. Estos datos hacen dudar de la veracidad de la información disponible y apuntan a una deformación de Caya Afrania con el objeto de convertirla en la antítesis de la  matrona romana. 

Ulpiano también la menciona como responsable de un edicto del pretor por el que se prohibía a las féminas defender a otras personas en público. Abogar por otros ante un tribunal era un oficio viril, pero es posible que hasta el siglo I a. C., tras la repetida intervención de Caya Afrania ante el pretor, no existiera una prohibición expresa que impidiera ejercer a las mujeres esta actividad. En cualquier caso, sí se les permitía defenderse a sí mismas, como parece que hizo en realidad nuestra protagonista. No obstante, se ha llegado a plantear la posibilidad de que Caya Afrania realmente ejerciera como abogada y motivara por ello la prohibición que recoge este autor. 

Independientemente de la información disponible, permaneció en el recuerdo de los romanos la figura de una mujer que, a pesar de las restricciones sociales y morales, decidió tomar la palabra y defenderse públicamente. De esta forma, se atrevió a ocupar física y simbólicamente el espacio masculino al presentarse en público y romper el silencio en el que la sociedad romana pretendió sumir a las mujeres. Lejos de ser un monstruo, Caya Afrania es hoy un ejemplo de mujer rebelde, valiente y decidida.  

Lidia González Estrada

Universidad de Oviedo

Fresco que representa a una pareja pompeyana. Siglo I a. C. Pompeya, Museo Arqueológico de Nápoles, Nápoles.

Fuentes principales

Juvenal, Sátiras, 2.51-70. 

Ulpiano, Sobre el edicto, 6.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 8.3.2.

Selección bibliográfica

Benke, N., “Women in the Courts: An Old Thorn in Men’s Sides”, MJGL 3, 1 (1995) 195-256. 

Cenerini, F., Rohr Vio, F., (eds.), Matronae in domo et in re publica agentes. Spazi e occasioni dell’azione femminile nel mondo romano tra tarda repubblica e primo impero (Trieste 2016) 121-136. 

Cid López, R.M.ª, “Mujeres y actividades políticas en la República. Las matronas rebeldes y sus antecesoras en la Roma antigua”, en Domínguez Arranz, A. (ed.), Mujeres en la Antigüedad Clásica: género, poder y conflicto (Madrid 2010) 125-152.

González Estrada, L., “La mujer como exemplum. Subversión, desafío y resistencia en Valerio Máximo”, Panta Rei 8 (2018) 73-91.

Höbenreich, E., “Andróginas y monstruos. Mujeres que hablan en la antigua Roma”, Veleia 22 (2005) 173-182.