48. ¿TURIA?

48. ¿TURIA?

Aunque su identidad permanece en el anonimato, el testimonio de la presente mujer se conoce gracias a un epígrafe funerario recompuesto a partir de siete fragmentos que se conservaron en distintas localizaciones de Roma. El texto pertenece al género de los elogios fúnebres y narra los acontecimientos más importantes de su vida desarrollados durante las guerras civiles del segundo triunvirato, cuando su marido, al que siempre le fue fiel, había huido como proscrito. 

La primera parte del epígrafe narra el asesinato de los padres de la mujer y la acción que ella y su hermana emprendieron para castigar a los asesinos de sus padres, tanto por piedad filial como para no perder su herencia. Las dos mujeres actuaron solas porque el marido de su hermana, Cayo Cluvio, estaba en África y el futuro marido de la mujer estaba en Macedonia.

Roma

El episodio, que puede situarse en el año 49 a. C., sugiere que fue capaz de administrar su patrimonio cuando su marido estaba en el exilio, al que enviaba dinero; también fue generosa con otras personas necesitadas.

El relato recoge aspectos tan destacables como la larga duración del matrimonio, 41 años, el dolor de su pérdida o las innumerables virtudes típicas de la matrona romana. Se relatan otros episodios que exaltan el valor de la mujer, por ejemplo, al dar protección a su marido y ayudarlo a escapar, o al reaccionar ante el asalto de los seguidores de Tito Anio Milón a la propiedad que había pertenecido a Milón y que la pareja había comprado. En contraposición, se mencionan los maltratos e insultos que la mujer había sufrido por parte del triunviro Marco Emilio Lépido, al que había acudido para indultar a su marido.

Su esposo dejó constancia del período de tranquilidad que compartieron sólo enturbiado por la falta de hijos. Recordó la propuesta que sólo una mujer devota podría haber planteado y que él mismo rechazó con desdén: legar su patrimonio, convivir con él como si fueran hermanos y ayudarle en la crianza de los hijos que pudiera tener con otra mujer. 

Algunos investigadores propusieron el nombre de Turia pues los acontecimientos coincidían con los vividos por la esposa de Quinto Lucrecio Véspilo. Otros, consideraron otras identificaciones para el hombre, como Acilio, mencionado por Apiano, o Durono, quien compró las propiedades de Milón, como cuenta Cicerón. Hoy en día se prefiere no dar nombres a la pareja; la única identidad segura es la del cuñado, Cayo Cluvio, que se identifica con el prefecto que acuñó monedas de bronce para César durante las guerras civiles en España. 

Marcella Chelotti

Università degli Studi di Bari

Fragmento de la estela funeraria con la laudatio Turiae. Siglo I a. C. Roma.

Fuentes principales

CIL VI, 1527; 31670; 37053. 

CIL VI/2, 41062.

ILS 8393.

Selección bibliográfica

Evangelisti, S. “Laudatio funebre per una donna”, en  Friggeri R., Granino Cecere M.G., Gregori G.L. (eds.), Terme di Diocleziano, la collezione epigrafica (Milano 2012) 238-243.

Flach, D., Die sogennante Laudatio Turiae. Einleitung, Text, Ubersetzung und Kommentar (Darmstad 1991).

Fontana, L., Laudatio Turiae e propaganda augustea: quando anche la morte è politica (CIL VI, 1527; 31670; 37053; VI 2 , 41062; ILS 8393; FIRA III, 69) (Milano 2020).

Franco, C.,”La donna e il triumviro. Sulla cosiddetta laudatio Turiae”, in Cenerini F., Rohr Vio F. (eds.), Matronae in domo et in re publica agentes. Spazi e occasioni dell’azione femminile nel mondo romano tra tarda Repubblica e primo Impero (Trieste 2016) 137-163.

Hemelrijk, E., “Masculinity and Feminity in the Laudatio Turiae”, ClassQuart 54 (2004)  185-197.

47. CAYA AFRANIA

47. CAYA AFRANIA

Caya Afrania vivió durante el siglo I a. C. y parece que su muerte se produjo, según Valerio Máximo, hacia el 48-49 a. C. Apenas contamos con más datos sobre su vida e incluso su identidad real se ha puesto en duda, así como algunos detalles relacionados con ella y la actividad que la hizo célebre: intervenir asiduamente en los tribunales.  

Este no es el único caso registrado en el que una mujer se defiende a sí misma públicamente, contamos con el ejemplo de Mesia de Sentino. En las sociedades clásicas, el uso de la palabra, especialmente en público, era una actividad reservada a los hombres, mientras que el silencio era propio de las mujeres.

Roma

Esta regla que, como demuestra el caso de Mesia de Sentino, puede romperse excepcionalmente por una causa justificada, fue vulnerada repetidamente por Caya Afrania, valiéndole una nefasta reputación. Valerio Máximo incluso la denominó monstruo y compara su expresión en público con los ladridos de un perro. 

La estrategia de desprestigio y ridiculización a la que fue sometida pudo extenderse a su esposo, pues se le denomina Licinio Bucón, un sobrenombre que significa “estúpido”. Estos datos hacen dudar de la veracidad de la información disponible y apuntan a una deformación de Caya Afrania con el objeto de convertirla en la antítesis de la  matrona romana. 

Ulpiano también la menciona como responsable de un edicto del pretor por el que se prohibía a las féminas defender a otras personas en público. Abogar por otros ante un tribunal era un oficio viril, pero es posible que hasta el siglo I a. C., tras la repetida intervención de Caya Afrania ante el pretor, no existiera una prohibición expresa que impidiera ejercer a las mujeres esta actividad. En cualquier caso, sí se les permitía defenderse a sí mismas, como parece que hizo en realidad nuestra protagonista. No obstante, se ha llegado a plantear la posibilidad de que Caya Afrania realmente ejerciera como abogada y motivara por ello la prohibición que recoge este autor. 

Independientemente de la información disponible, permaneció en el recuerdo de los romanos la figura de una mujer que, a pesar de las restricciones sociales y morales, decidió tomar la palabra y defenderse públicamente. De esta forma, se atrevió a ocupar física y simbólicamente el espacio masculino al presentarse en público y romper el silencio en el que la sociedad romana pretendió sumir a las mujeres. Lejos de ser un monstruo, Caya Afrania es hoy un ejemplo de mujer rebelde, valiente y decidida.  

Lidia González Estrada

Universidad de Oviedo

Fresco que representa a una pareja pompeyana. Siglo I a. C. Pompeya, Museo Arqueológico de Nápoles, Nápoles.

Fuentes principales

Juvenal, Sátiras, 2.51-70. 

Ulpiano, Sobre el edicto, 6.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 8.3.2.

Selección bibliográfica

Benke, N., “Women in the Courts: An Old Thorn in Men’s Sides”, MJGL 3, 1 (1995) 195-256. 

Cenerini, F., Rohr Vio, F., (eds.), Matronae in domo et in re publica agentes. Spazi e occasioni dell’azione femminile nel mondo romano tra tarda repubblica e primo impero (Trieste 2016) 121-136. 

Cid López, R.M.ª, “Mujeres y actividades políticas en la República. Las matronas rebeldes y sus antecesoras en la Roma antigua”, en Domínguez Arranz, A. (ed.), Mujeres en la Antigüedad Clásica: género, poder y conflicto (Madrid 2010) 125-152.

González Estrada, L., “La mujer como exemplum. Subversión, desafío y resistencia en Valerio Máximo”, Panta Rei 8 (2018) 73-91.

Höbenreich, E., “Andróginas y monstruos. Mujeres que hablan en la antigua Roma”, Veleia 22 (2005) 173-182.

46. VOLUMNIA CITÉRIDE

46. VOLUMNIA CITÉRIDE

Volumnia Citéride fue una de las actrices de mimo más conocidas de finales de la República. Era liberta de Publio Volumnio Eutraperlo, de quien tomó su nombre, y después de su manumisión se dedicó al mimo con el pseudónimo de Citéride, en clara alusión a Afrodita, consiguiendo gran popularidad.

Además de por su trabajo, Volumnia tuvo una considerable repercusión pública por sus relaciones amorosas con importantes figuras de la época como Bruto, Cornelio Galo o Marco Antonio, siendo las más escandalosas con este último

Roma

Volumnia acompañó a Antonio en sus viajes por la península itálica en el 49 a. C., año en el que era tribuno, y se paseaba con él en una litera abierta escoltada por numerosos servidores como si se tratase de su esposa. Esta actitud incomodó a muchos romanos, especialmente a aquellos pertenecientes a las élites de los diferentes municipios que visitaba con Antonio y que se veían obligados a saludarla como si de una honorable matrona se tratase. No hay que olvidar, que las mimas en Roma tenían muy mala reputación, por lo que ser vistos en público con ellas ya suponía en sí un escándalo, eso sin contar con las connotaciones que se añadían en este caso. Finalmente, en torno al 47 o 46 a. C., Antonio puso fin a su relación con ella. 

Continuar leyendo

45. NEVIA CLARA

45. NEVIA CLARA

Nevia Clara vivió en Roma en el siglo I a. C. Su lápida funeraria es el único testimonio que tenemos de su existencia, y lo poco que sabemos de ella nos lo cuenta su epitafio. Su onomástica indica que nació esclava, posiblemente en la península itálica teniendo en cuenta el carácter latino de su nombre, y que a lo largo de su vida su dueño le otorgó la libertad. 

El epitafio revela asimismo que fue enterrada junto a un hombre llamado Cayo Nevio Filipo, también liberto. Desconocemos la relación que los unía, aunque es posible que hubieran sido esclavos en la misma casa y después manumitidos por el mismo dueño. Otra posibilidad es que Filipo fuera el patrono de la mujer.

Roma

Y, tanto si nos inclinamos por la primera opción como por la segunda, lo más seguro es que ambos fueran pareja. Con todo, lo más interesante es que el epitafio de Nevia constituye el testimonio más antiguo de una médica en el mundo romano, además de proporcionar una preciosa evidencia de la práctica colectiva de la medicina en Roma.

Nevia Clara era médica filóloga, un título profesional original del que no se conocen otros ejemplos. En el mundo romano, el término filólogo se usaba para hacer referencia al literato y al sabio o erudito, al amante del razonamiento y de la argumentación, de modo que debemos considerar que Nevia era una mujer experta en la parte teórica de la medicina, quizás también en el diagnóstico de la enfermedad, y seguramente se dedicó también a la redacción de textos. La formación teórica en el arte de la medicina en el caso de una mujer no debe sorprender pues, aunque pocas, son varias las féminas que las fuentes antiguas recuerdan como autoras de tratados clínicos. Su compañero, Nevio Filipo, era cirujano. La implicación de uno y otro en materia médica se complementaba perfectamente, con lo que Clara y Filipo formaban un equipo coordinado que aunaba teoría y práctica sanitaria.

Una vez libres de su condición esclava, la pareja pudo ejercer la profesión por su cuenta. El único dato que podemos extraer acerca de su bienestar económico es el tamaño de la tumba en la que fueron enterrados, un sepulcro con una superficie cercana a los 12 m2 que fue delimitado por medio de dos cipos gemelos. Esto sugiere que contaban con un patrimonio no desdeñable que pudieron obtener gracias al disfrute de una independencia laboral ajena al patrono.

En definitiva, Nevia Clara fue una esclava que, una vez manumitida, logró labrarse una autonomía laboral y económica gracias al desempeño de una actividad médica teórica e intelectual en colaboración con el que seguramente fue su compañero sentimental.

María de los Ángeles Alonso

Universidad Nacional de Educación a Distancia

Epígrafe funerario de Nevia Clara. Siglo I a. C. Roma, Antiquarium Comunale del Celio.

Epigraphic Databank Rome.

Fuentes principales

AE 2001, 263.

Selección bibliográfica

Alonso Alonso, M.ª A., “Medicae y obstetrices en la epigrafía latina del Imperio romano. Apuntes en torno a un análisis comparativo”, Classica & Christiana 6.2 1 (2011) 267-296.

Alonso Alonso, M.ª A., Los médicos en las inscripciones de Italia (siglos II a.C. – III d.C.). aspectos sociales y profesionales 58-59 (Santander 2018).

Buonopane, A., “Medicae nell’occidente romano: un’indagine preliminare”, en Buonopane, A., Cenerini, F. (eds.), Donna e lavoro nella documentazione epigrafica. Atti del I Seminario sulla condizione femminile nella documentazione epigrafica. Bologna, 21 novembre 2002 (Faenza 2003) 113-130.

44. ANTIOQUIS

44. ANTIOQUIS

Antioquis vivió en el siglo I a. C. en Tlos, una ciudad que se encontraba en la provincia romana de Licia y Panfilia, al sur de la actual Turquía. Lo poco que sabemos de ella, procede de un texto inscrito en una basa de estatua que ella misma se dedicó en su ciudad natal y a la información que proporciona en dos de sus libros Galeno de Pérgamo, el gran médico de la época imperial. Ambas fuentes silencian datos relativos a su vida personal, a sus pasiones o gustos, a si estaba casada o tuvo hijos, pero coinciden en transmitir la imagen de una mujer que adquirió una posición de respeto gracias al ejercicio de la medicina.

Antioquis era hija de Diodotos de Tlos, un médico que Dioscórides cita en su obra Sobre la materia medicinal. Es muy posible que fuera educada en el arte de la medicina por su padre, siguiendo la costumbre de transmitir y mantener el saber iátrico dentro del círculo familiar.

Tlos

Con el tiempo, desarrolló estas habilidades de forma independiente. El texto inscrito en la basa de su estatua indica la notoriedad pública de la que gozaba, pues había recibido del Consejo y del pueblo reconocimiento por su pericia en el arte de la medicina.

La fama que tuvo en su patria de origen se hizo extensivo a los colegas de profesión en diferentes lugares y épocas Antioquis no sólo es una de las pocas mujeres que Galeno menciona en su obra, sino que es la que cita en más ocasiones. En una de ellas lo hace para reproducir la receta de un medicamento que la mujer había inventado, y que estaba indicado para curar las enfermedades del bazo, la hidropesía, la ciática y la artritis. La utilidad de la receta queda refrendada por Asclepíades de Bitinia, un famoso médico establecido en Roma y contemporáneo de Antioquis, del que sabemos que utilizaba este remedio para curar a sus pacientes. Otro célebre facultativo de la época, el empírico Heráclides de Tarento, dedicó a Antiochis varios tratados suyos acerca de las más diversas cuestiones clínicas. Su actividad médica no estuvo limitada a las enfermedades femeninas, sino que se aplicaba a dolencias que compartían mujeres y hombres. Es un ejemplo de cómo, en época romana, las mujeres podían implicarse en la actividad sanitaria en campos ajenos a la ginecología y la obstetricia.

Antioquis fue una figura médica de reconocido prestigio, involucrada en la práctica de la medicina contemporánea a un alto nivel. Su reputación pervivió en el tiempo, pues aún era recordada por el más importante médico de la Antigüedad dos siglos después de su muerte. No sólo tuvo un rol público y destacado en su ciudad natal, sino que sus aportaciones en el campo médico le granjearon el respeto de sus compañeros de profesión, que la reconocieron y citaron como autoridad en la materia.

María de los Ángeles Alonso

Universidad Nacional de Educación a Distancia

Instrumental quirúrgico romano. Siglo I a. C. Varias colecciones. Wellcome Collection Gallery.

Public domain, CC-BY-4.0. Wellcome Collection Gallery.

Fuentes principales

Galeno de Pérgamo, Sobre la composición de los medicamentos según los lugares, 3.3; 5.3; 6.7; 6.8; 9.2; 10.2; Sobre la composición de los medicamentos, 4.7; 5.6.

TSM II, 2, n.595.

Selección bibliográfica

Dasen, V., “L’ars medica au féminin”, Eugesta, Revue sur le genre dans l’Antiquité 6 (2016) 1-40.

Parker, H. N., “Women Doctors in Greece, Rome, and the Byzantine Empire”, en Furst, L. R. (ed.), Women Physicians and Healers: Climbing a Long Hill (Lexington 1997) 131-150.

Parker, H. N., “Galen and the Girls: Sources for Women medical writers revisited”, The CQ 62, 1 (2012) 359-386.

Samama, E., Les médecins dans le monde grec. Sources épigraphiques sur la naissance d’un corpus médical, 280 (Genève 2003).

Wainwright, E., Women Healing/Healing Women: The Genderisation of Healing in Early Christianity (London 2006).

43. SULPICIA

43. SULPICIA

Apenas se conservan datos sobre la vida de Sulpicia que vivió en el siglo I a. C. Identificada como hija de Valeria y Servio Sulpicio Rufo, cónsul en el año 51 a. C., pertenecía a la aristocracia. Era sobrina de Marco Valerio Mesala Corvino, mecenas de poetas como Tibulo o Lígdamo. Precisamente, ella formaba parte del círculo literario de su tío, lo que evidencia una elevada educación.

Poco conocemos sobre mujeres escritoras en la antigua Roma, a veces solo un verso o un nombre, motivo por el cual Sulpicia adquiere una gran relevancia, puesto que de ella nos han llegado una serie de poemas preservados en el libro III del Corpus Tibuliano, cuya conformación actual es fruto de la tradición manuscrita medieval.

Roma

Al igual que les ocurrió a otras escritoras a lo largo de la historia, su figura, así como su creación, tarda en recuperarse opacada por la producción masculina. Además, durante mucho tiempo su escritura fue calificada como oscura, sus poemas como “de inferior calidad” e incluso se atribuyeron a otros autores.

Al formar parte del círculo literario de Marco Valerio Mesala Corvino, se ha planteado que se encontrase bajo la tutela de Tibulo. Su producción, al menos la que nos ha llegado, se reduce a seis breves elegías a las que se sumarían otros cinco poemas de autoría no tan clara. A través de sus textos, escritos en latín, nos llega la mirada femenina, fruto de sus experiencias, sobre aspectos cotidianos como la caza, el amor, la vida en la ciudad o en el campo. En una sociedad en la que la literatura es de autoría masculina, estas composiciones se convierten en un testimonio extremadamente valioso. La propia Sulpicia se sitúa como sujeto en sus poemas, se presenta como un “yo” femenino, por lo que se diferencia de las producciones masculinas en las que las mujeres aparecen como objetos. Desde el punto de vista temático tiene un total protagonismo el amor y la pasión que Sulpicia muestra por Cerinto, un hombre desconocido que podría identificarse con el Cornuto al que menciona Tibulo.

Nuestra protagonista es un caso excepcional, una transgresora, una mujer entregada a la poesía en una sociedad en la que los hombres dominaban la lírica. Una voz femenina que nos llega directa desde la Antigüedad y que escuchamos cada vez que nos acercamos a cada uno de sus poemas.

Carla Rubiera Cancelas

Universidad de Oviedo

Fresco que representa a dos jóvenes con díptico y punzón (Herculano). Siglo I a. C. Museo Arqueológico de Nápoles, Nápoles.

Imagen de la autora, Carla Rubiera Cancelas.

Fuentes principales

Tibulo, Elegías, 3.8-3; 18.

Selección bibliográfica

Alvar Ezquerra, A., Poesía de amor en Roma. Catulo, Tibulo, Lígdamo, Sulpicia, Propercio (Madrid 1993). 

Argüello Scriba, S., “Sulpicia y su visión lírica”, Káñina, Revista de Artes y Letras de la Universidad de Costa Rica 34/1 (2010) 25-38.

González Saavedra, B., “La obra de una docta puella (Tibul. Carmina III 13-18)”, Quaderns de Filologia. Estudis literaris 17 (2012) 59-64.

Milnor, K., “Sulpicia’s (Corpo) Reality: Elegy, Authorship, and the Body in [Tibullus] 3.13”, ClAnt  21/2 (2002) 259-282.

42. ÉUCARIS

42. ÉUCARIS

En la Roma del siglo I a. C. vivió una liberta llamada Éucaris, nombre que significa bella o encantadora. Para su desgracia, no disfrutó de una vida larga, pues murió a los catorce años. Conocemos la breve biografía de esta joven gracias a su epitafio encontrado en la Urbe, donde figura que fue una esclava de una mujer llamada Licinia con la que mantuvo una relación cariñosa y de favor. Ignoramos cuánto tiempo permaneció bajo condición servil, si nació en casa de Licinia o si, por el contrario, la compró en un mercado.

Roma

El padre de Éucaris, que permanece en el anonimato y, por lo tanto, desconocemos su estatus o condición, es el responsable del monumento funerario de su hija y la recuerda como una joven de grandes habilidades, las cuales le habrían dado fama y reconocimiento a pesar de su juventud. Como ocurre en otras tantas ocasiones, la difunta interpela a quien lee su epitafio y en primera persona explica que había recibido una exquisita educación. Posiblemente, la instrucción de Éucaris habría comenzado cuando era esclava, circunstancia que no ha de llamar nuestra atención, pues muchas personas serviles eran educadas o entrenadas desde momentos muy tempranos para el desarrollo de un trabajo.

Al tiempo que su padre expresa la pena por su pérdida, enfatiza las destrezas de su hija en el desarrollo del trabajo desde una temprana edad. Sabemos que entretuvo con sus bailes a grupos privilegiados, posiblemente en celebraciones privadas o en banquetes, y que actuó en obras de teatro, apareciendo en representaciones griegas llevadas al gran público. La mención a “lo griego” se ha interpretado también como que, o bien estaba especializada en obras griegas, o bien que fuese originaria de estas tierras y ya gozase de cierta reputación allí. Resulta llamativo que esta actividad profesional se señale en el texto epigráfico teniendo en cuenta la consideración peyorativa de las actrices, asociadas a la infamia. La explicación a este hecho tal vez radique en que participaba en espectáculos respetables ajenos a lo vulgar o de contenido erótico. De igual forma, podría valorarse como un ejemplo de autopercepción ajena a consideraciones sociales y normativas.  

Gracias a este testimonio conocemos a una liberta, una joven culta y educada, cuya memoria se liga al ejercicio de una profesión que la asocia al mundo del espectáculo; aspecto que alcanza una gran importancia, sobre todo si tenemos en cuenta, en comparación con los varones, el menor número de menciones a mujeres relacionadas con un oficio o trabajo. En suma, una profesional que, en la capital del Imperio, y tal y como reza su epitafio, había conseguido fama y reconocimiento, todo ello a pesar de sus orígenes humildes y su corta edad. 

Carla Rubiera Cancelas

Universidad de Oviedo

Epígrafe funerario de Éucaris. Siglo I a. C. Roma.

Fuentes principales

CIL VI, 10096.

Selección bibliográfica

Cidoncha Redondo, F., “Mujeres infames en la sociedad romana del alto Imperio”, Habis 50 (2019) 167-182.

Kleijwegt, M., “Deciphering Freewomen in the Roman Empire”, en Bell, S., Ramsby, T. (eds.), Free at Last! The Impact of Freed Slaves on the Roman Empire (London 2012).

Lorenzo Ferragut, H., “Mujeres en la escena romana a través de la epigrafía”, TYCHO, 6 (2018) 39-74.

Perry, M., Gender, Manumission and the Roman Freedwomen (Cambridge 2014).

41. MESIA

41. MESIA

Mesia era una mujer oriunda de Sentino que, habiendo sido acusada, se defendió ella misma en el tribunal presidido por el pretor Lucio Ticio en el siglo I a. C. y frente a un numeroso público. Según Valerio Máximo, llevó a cabo su defensa siguiendo las pautas oratorias establecidas y con gran vehemencia, resultando absuelto de la acusación. Es puesta como ejemplo de mujer que fue capaz de defenderse a sí misma llevando a cabo una actividad propia de hombres, aunque se destaca en ella su espíritu varonil, que le granjeó el apelativo de “Andrógina”.

Sentinum

José Carlos Saquete

Universidad de Sevilla

Sir Lawrence Alma-Tadema (1899). La oyente. Colección privada.

Fuentes principales

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 8.3.1.

Selección bibliográfica

Marshall, A.J., “Roman Ladies on Trial: The Case of Maesia of Sentinum”, Phoenix 44 (1990) 46-59.

Höbenreich, E., “Andróginas y monstruos. Mujeres que hablan en la antigua Roma, Veleia 22 (2005) 173-182.

40. HORTENSIA

40. HORTENSIA

Hortensia fue hija de Quinto Hortensio Hórtalo y, probablemente, de Lutacia, su primera esposa. Su padre, famoso orador, fue uno de los principales rivales a los que se tuvo que enfrentar Marco Tulio Cicerón en los tribunales. Como integrante de una familia aristocrática, es de suponer que Hortensia tuvo temprano acceso a una educación bilingüe que era, entonces, característica de la élite social. Pudo, también, haber consultado textos sobre retórica en la biblioteca de su padre. Quintiliano, alabó la preocupación de Hortensio por educar a su hija. La fama de Hortensia procede de su habilidad oratoria, que tuvo ocasión de demostrar en un contexto político muy peculiar. 

Roma

Hortensia irrumpió -acompañada de otras matronas romanas- en el foro y ocupó los rostra, la tribuna de los oradores, con motivo de un impuesto especial que había sido aprobado por los integrantes del Segundo Triunvirato y que grababa a las 1400 mujeres más ricas de la ciudad. Hortensia y el resto de las mujeres habían tratado, previamente, de solucionar su demanda consultando a mujeres como Fulvia, la esposa del triunviro Marco Antonio y Octavia, la hermana de Octaviano. Solo se dirigieron al foro cuando vieron que las conversaciones con las mujeres cercanas de los triunviros habían fracasado.

Según Valerio Máximo, Hortensia mostró, en su famoso discurso, una elocuencia idéntica a la de su padre. Gracias a las palabras pronunciadas por ella, afirma, parecía que su padre estaba vivo en su persona. El discurso de esta mujer se ha conservado gracias al escritor Apiano del siglo II. Su contenido puede calificarse como abiertamente hostil a los dirigentes políticos del momento. Tras justificar los motivos que las llevaron a invadir los rostra, Hortensia señaló que era un impuesto injusto, pues las mujeres romanas no podían participar -como los hombres- ni de las magistraturas ni de los generalatos. No existía, en consecuencia, motivo alguno que justificara que parte de su patrimonio engrosara las arcas de un Estado que iba a emplearlo, no en una guerra contra pueblos extranjeros, sino en un conflicto fratricida. 

            La excepcional figura de Hortensia demuestra no solo la capacidad de determinadas familias aristocráticas de seguir proporcionando individuos sobresalientes, sino también el enorme potencial de movilización del que podían hacer gala las romanas. Pese a su brillante discurso, el éxito de Hortensia fue limitado. Así, de las 1400 mujeres que, inicialmente, estaban sujetas al mencionado tributo, al final solo 400 terminaron pagándolo. No sabemos si Hortensia fue de las afortunadas o no. Sin embargo, sí podemos afirmar que los actos que protagonizó no volverían a ser emulados a lo largo de toda la historia de Roma.

Borja Méndez Santiago

Universidad de Oviedo

Sir Lawrence Alma-Tadema (1888). El poeta favorito. Lady Lever Art Gallery, Liverpool.

Fuentes principales

Apiano, Historia romana, 4.32-34.

Quintiliano, Instituciones oratorias, 1.1.6.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 8.3.3.

Selección bibliográfica

Cid López, R.M.ª, “Mujeres y actividades políticas en la República. Las matronas rebeldes y sus antecesoras en la Roma antigua”, en Domínguez Arranz, A. (ed.), Mujeres en la Antigüedad clásica. Género, poder y conflicto (Madrid 2010) 125-151.

Hopwood, B., “Hortensia Speaks: An Authentic Voice of Resistance?”, en Welch, K. (ed.), Appian’s Roman History. Empire and Civil War (Swansea 2015) 305-322.

López López, A., “Hortensia, primera oradora romana”, FlorIlib 3 (1992) 317-332.

Lucchelli, T.M., Rohr Vio, F., “La ricchezza delle matrone: Ortensia nella dialettica politica al tramonto della Repubblica”, en Bielman Sánchez, A. et al. (dirs.), Femmes influentes dans le monde hellénistique et à Rome (IIIe siècle av. J.-C. – Ier siècle apr. J.-C.) (Grenoble 2021) 175-196.

39. TULIA

39. TULIA

Tulia fue una dama romana de finales de la República romana, hija del orador Marco Tulio Cicerón. No pasó a la historia por grandes o relevantes hechos en su vida. Fue una mujer romana tradicional, fiel a los designios que su padre marcó para ella y con una vida no exenta de desdichas. Muy escasa es la información disponible sobre el aspecto físico de Tulia. Todo lo que ha llegado hasta nosotros sobre ella procede del propio Cicerón quien habla de la belleza de su hija y de su delicada salud.

Como todas las mujeres en Roma, Tulia sirvió como instrumento de la política matrimonial de su familia. La persona elegida por Cicerón para ser su esposo fue Cayo Pisón Frugi, con el que se casaría en el año 66 a. C., siendo todavía una niña.

Roma

Desde entonces la alianza entre las dos familias debió ser constante. Sin embargo, finalizó cuando Tulia enviudó al llegar a la veintena. El nuevo pretendiente fue Furio Crásipes, un hombre del que se sabe muy poco. El matrimonio duró unos cinco años, pues en torno al 51 a. C. ya se había efectuado el divorcio de la pareja, parece que de mutuo acuerdo por los problemas que tenía Tulia para tener descendencia. El siguiente candidato fue Publio Cornelio Dolabela, quien fue elegido por Terencia, a pesar de que Cicerón no estaba muy conforme. De hecho, el matrimonio resultó ser muy infeliz, pues Dolabela, hombre muy endeudado, reclamaba constantemente la dote. Tulia, soportaba esta situación, haciendo honor a su padre manteniendo un perfil bajo y estoico, porque sabía la importancia de la alianza con Dolabela. La pérdida de un hijo y el maltrato sufrido a manos de su marido hicieron ceder a su padre, que terminó acordando el divorcio. Tulia, muy debilitada y embarazada de su segundo hijo, murió en el parto, en casa de su padre.

Destacan las enormes muestras de amor que Cicerón siempre tuvo para con su hija. El mazazo de su muerte fue demoledor para el orador, quien tardó bastante tiempo en recuperarse. Es muy característico el hecho de que Cicerón plantease la edificación de un santuario donde adorar a Tulia, es decir, planeaba su deificación, su apoteosis. Si esto se hubiese llevado a cabo, se trataría de un antecedente a la costumbre de divinizar a algunos miembros de las dinastías imperiales. El proyecto nunca llegó a materializarse. Es significativo que, a pesar del cariño demostrado, Cicerón siempre antepuso sus intereses personales y las alianzas mediante el matrimonio de su hija, que la propia felicidad de esta. Y, sin embargo, son constantes y numerosas las referencias del amor hacia su hija: “delicia de mi alma”, “mi pequeña” o “mi Tuliola” son algunos de los apelativos recurrentes. Tulia fue siempre, por encima de todo, su niña.

Antonio Fajardo Alonso

Universidad de Sevilla

Sir Lawrence Alma-Tadema (1893). En mi estudio. Colección privada.

Fuentes principales

Cicerón, Cartas a Ático, 2.8; Cartas a los familiares, 7.23. 

Selección bibliográfica

Everitt, A., Cicerón (Barcelona 2007; 1ª ed. en inglés, 2001).

Muñiz Coello, J., “Cicerón y el santuario de Tulia. Teoría religiosa y práctica financiera”, ARYS 1 (1998) 119-137.

Pina Polo, F., Marco Tulio Cicerón (Barcelona 2005).

Serrato Garrido, M., “Matrimonio y política a través del epistolario de Cicerón: Tulia y Dolabela”, Anales de la Universidad de Cádiz 7-8, 2 (1991) 579-592.

Treggiari, S., Terentia, Tullia and Publilia, the Women of Cicero’s Family (New York 2007).