Burgos, que había sido afrancesado y desterrado como tal durante buena parte del tiempo en París desde 1812 hasta 1817, formaba parte del Gobierno desde 1833 y como tal acometió la reorganización territorial de España en provincias y regiones. En cuanto a su incursión en el periodismo, contaba ya con la experiencia de sus publicaciones (Arenilla Sáez, 1996) del Almacen de Frutos Literarios (1818-1819) y Miscelanea de Comercio, Artes y Literatura (1819-1820), convirtiéndose esta en el primer periódico político del Trienio al cambiar en este último año su título por el de Miscelanea de Comercio, Política y Literatura. Ambas se contaban entre las contadísimas cabeceras de supuesto contenido científico y literario (sus autores se las arreglaron como vemos para introducir también más de un matiz de tipo político) que, a partir de 1817, se comenzaron a publicar tras el decreto de abril de 1815 por el que Fernando VII prohibía en España todo tipo de prensa, incluida la de orientación absolutista, a excepción de la oficial. Entre ellas se hallaba además la Crónica científica y literaria, editada entre 1817 y 1820 (a partir de este año pasaría a ostentar el elocuente título de El Constitucional) por otro de los grandes nombres del exilio en Londres, el gaditano José Joaquín de Mora.
En 1822 Javier de Burgos pasó a dirigir el diario afrancesado El Imparcial, que había nacido un año antes y que no sobreviviría al último año del Trienio Liberal. En él contaría además con la colaboración de Alberto Lista. Dentro de su trayectoria política a partir de la muerte de Fernando VII, Burgos, además de secretario de Estado de Fomento y ministro de Hacienda, sería senador y consejero real. Ya en 1846, con el gobierno moderado de Narváez, ocuparía el Ministerio de Gobernación, cargo que dejaría ese mismo año al ser nombrado Javier de Istúriz (Cádiz, 1790-Madrid, 1871) presidente del Gobierno. Este otro gaditano, antiguo liberal exaltado que se moderó durante su exilio inglés en la Década Ominosa, ya había estado en la Presidencia del Gobierno (y lo estaría otra vez en 1858) en 1836, durante la Regencia de María Cristina, aunque el “Motín de La Granja”, acontecido en ese mismo año y liderado por liberales más progresistas, le hizo emigrar de nuevo hacia Inglaterra, retornando a España en 1837.
A partir de entonces, y como buen conocedor de la prensa británica durante su exilio, Istúriz, que a lo largo de su extensa carrera política sería también varias veces ministro y presidente del Senado, ejercería su influencia en otra emblemática cabecera del mismo nombre que la pionera fundada por Blanco White en Londres, El Español (1835-1837, aunque volvería en una segunda etapa de 1845 a 1848), innovadora publicación de orientación liberal moderada o puritana, y precedente del periodismo empresarial e informativo, puesta en marcha por Andrés Borrego (Málaga, 1802-Madrid, 1891) al volver a su patria tras haber sufrido el exilio parisino (donde editó El Precursor), pero también en Londres, de cuya prensa adoptaría relevantes influencias para modernizar con su publicación el panorama periodístico nacional de la época, incorporando un formato similar al del diario The Times. Tras El Español, lanzaría El Correo Nacional (1838-1842), que se convertiría en portavoz oficioso de la reina regente María Cristina de Borbón, desterrada en París desde 1840.