Somos memoria. Sin el recuerdo de lo vivido no comprendemos el mundo que nos rodea. La pérdida de memoria individual conduce al desconcierto y la enfermedad; colectivamente, la interpretación de “nuestro pasado” es la piedra angular de lo que solemos llamar “identidad”. Toda memoria social es selectiva. El criterio de esa selección es a menudo político (o partidista, en el peor de los casos) y encierra objetivos de esa misma naturaleza. Desde el aquí y ahora, nos va mucho en la respuesta a la pregunta: ¿Qué debemos “conservar”, como sociedad, del pasado? Conservar significa comunicar prioritariamente, de ahí que ninguna política de memoria seria pueda prescindir de políticas de comunicación asociadas.

Lo que elijamos “recordar”, convertido en discurso, fluirá por nuestros sistemas educativos, las pantallas de cine, museos (no sólo de Historia) y redes sociales, dará forma y contenido a nuestros monumentos y nuestras fiestas. En suma, servirá de ejemplo necesario para cualquier proyecto de futuro. No es fácil imaginar futuros posibles sin ejemplos pasados y, cuando busquemos experiencias anteriores en las que sustentar nuestros proyectos, de la memoria brotarán aquellas que nos han sido comunicadas, las que se abrieron paso hacia los manuales de historia o las series mainstream de multinacionales convertidas en plataformas audiovisuales.

De esta forma, la memoria es representación del pasado; una representación siempre mediada. Así, el estudio de esa mediación se configura como un elemento fundamental para entender por qué pensamos lo que pensamos sobre nuestro pasado, y por qué hemos acabado viéndonos colectivamente como nos vemos (a nosotros mismos)… y no de otra forma. Conseguir entrar en el “olimpo” de la memoria hegemónica no es fácil. Se trata de una lucha de poder, bien conocida por quienes han estudiado la economía política de la comunicación. La lucha por la memoria es también mediática, y su historia está plagada de “víctimas” olvidadas por el mainstream. Ahí es donde el estudio de la memoria se encuentra con la justicia, entendida como el rescate de testimonios que han sido marginados y merecen ser recordados (es el “deber de memoria”), para enriquecer un pasado y, de esta forma, ampliar el repertorio de futuros posibles.

En este marco, el periodismo cumple una función primordial. Quienes nos contaron el presente en el pasado forman parte esencial de la construcción de este relato; tanto de su contenido como de sus formas: ¿Qué pudieron y qué no pudieron contar? ¿Cuáles eran las rutinas periodísticas que seguían? ¿Con qué tecnologías contaban? ¿Cómo se estructuraban las redacciones? ¿Qué tipo de “noticias” tenían más opciones de llegar a las primeras páginas? ¿Cuáles nunca llegaron y por qué? Las preguntas son legión y queremos hacérselas a quienes tuvieron la responsabilidad de informar en tiempos pasados. Sus testimonios nos ayudarán a entender mejor dónde estamos hoy y qué periodismo podemos imaginar para nuestro futuro.

Desde este planteamiento nace el Banco de la Memoria Periodística en Andalucía, asumiendo, en una primera etapa, dos líneas de trabajo, que se irán completando con otras muchas en los próximos años: la primera línea implica reconstruir el modo en que se ejerció el periodismo, la contribución al desarrollo de un medio de comunicación o a la popularización de un género periodístico a través del testimonio de los/as periodistas vivos/as; la segunda línea comprende historiar, por un lado, las trayectorias de los/as periodistas pioneros/as en la edición, dirección y fundación de un medio de comunicación desde finales del siglo XIX hasta el final del siglo XX y, por otro, la historia de los/as periodistas represaliados/as durante la Guerra Civil y la Dictadura franquista hasta los años 90 del siglo XX. Estas primeras líneas de trabajo comprenden la finalidad de crear un modelo de historia crítica del periodismo andaluz que arroje luz sobre las etapas erróneamente interpretadas o las que aún no han sido consideradas por la mirada de los/as investigadores/as. Para ello, se hará uso de los siguientes géneros: las microbiografías y las entrevistas históricas en formato audiovisual, combinando la perspectiva de género con los estudios de memoria histórica. De este modo se quiere facilitar a la sociedad andaluza elementos de juicios con los que poder mirar de forma crítica el pasado desde un presente compartido.


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