La periodista admite que no ha sufrido en propia persona la discriminación por el hecho de ser mujer; aun así, ha sido muy consciente de lo que ocurría: “aunque yo no lo haya sufrido, no quiere decir que no haya sido una guerrera contra eso, lo malo es que había mujeres que defendían que el sexo femenino debía estar en casa”. Ahora mira con optimismo el futuro y, desde un segundo plano ya, sigue dando la batalla por la igualdad.
En noviembre del año 1971, la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid se configuró como Facultad y Mercedes de Pablos estudió una carrera ya consolidada como tal. Pero no fue fácil: “en mi casa hubo una gran crisis porque a mis padres les parecía una profesión poco femenina y con muy mala reputación”. No obstante, siguió adelante con sus ambiciones y el destino la condujo hasta la capital hispalense: “Sobre el 78 estaba en tercero de carrera y hubo una oposición que promulgó la Caja de Ahorros y la SER en Madrid. Recuerdo que solo nos escogieron a quince y, en verano, nos dieron la oportunidad de irnos a otro lugar a seguir de becarios y yo pedí Sevilla. Me vine ese año y ya no me volví a ir”. En Radio Sevilla se encontró lo mismo que María Esperanza Sánchez: locutoras, o, como Mercedes las llamaba, “las mujeres del hipo”. Eso sí, afirma que cuando llegaron las primeras licenciadas, se empezó a percibir el cambio generacional.
Mercedes de Pablo: “Ser mujer y andaluza en la Transición era una doble discriminación”.
Lo que le sorprendió en Sevilla fue el arraigo del machismo: “yo tuve un shock general con la sociedad sevillana. En Madrid, me relacionaba con chicos y [en Sevilla] me impresionaron mis compañeras, porque ellas solo salían con sus parejas”. En el mundo laboral, afirma que había un machismo “sutil” y otro obvio. El más explícito estaba en las secciones: “a nosotras se nos relegaba a cultura o temas musicales, porque según los estereotipos de género, las mujeres hemos dominado lo afectivo siempre”. También estaba implantado en el sueldo: “viví cómo iban entrando más hombres al estudio y ganando el doble que yo, cuando yo llevaba más tiempo”. El machismo sutil que destaca Mercedes es el que provenía de los propios compañeros: “yo vivía sola por aquel entonces, estaba soltera y era la única chica que lo hacía. Muchos pensaban que era puta porque no daba explicaciones y otros, lesbiana porque tenía amigas y salía con ellas, cuando eso no era lo normal”. Lo peor de este acoso sutil entre “los tuyos”, como dice Mercedes, es que las mujeres estaban más indefensas, y por eso fue el peor de combatir: “Hemos vivido casos de acoso que hoy en día denunciaríamos, pero no lo hacíamos por algo peor que el miedo, que era naturalizar el acoso”.