María Esperanza Sánchez fue una de las pocas mujeres que ejerció el periodismo durante la dictadura a través de las ondas radiofónicas de Sevilla. Desde muy joven, comenzó a aprender en Radio Madrid, porque su padre conocía a uno de los directores. Un día, el director de programas le dijo que había una plaza en Sevilla y que si se quería ir: no se lo pensó dos veces. Así fue como empezó, en 1965, en pleno franquismo y en una ciudad totalmente desconocida para ella: “Cuando llegué a la ciudad me sorprendí mucho porque no tenía nada que ver con Madrid. Sevilla era una ciudad difícil y compleja, dividida por zonas y en plena ebullición”.
La radio tampoco tenía nada que ver con lo que es a día de hoy. Los informativos solo se retransmitían a través de Radio Nacional de España; en el resto de cadenas se emitían programas en los que la voz cantante la llevaban los hombres y las locutoras se limitaban a leer la publicidad. Esta era la situación cuando María Esperanza llegó a Radio Sevilla, pero no asumiría el rol de locutora que le estaba destinado: “fíjate que en medio de cómo eran las cosas, lo primero que hice cuando llegué a Radio Sevilla fue subir al despacho y decirle al director que no había venido a hacer guías de publicidad, y me dijo que podía hacer lo que quisiera y que me iba a probar. Cuando llevaba una semana, me hizo firmar un contrato y… hasta el día de hoy. Había que atreverse”. Con estas ganas de trabajar, se convertiría en la primera mujer contratada como periodista en la radio sevillana.
La situación de la mujer cambió progresivamente a partir de la muerte de Franco, pero como asegura María Esperanza el proceso hasta adquirir los mismos derechos que los hombres fue lento y “aún falta mucho”. El paternalismo y el machismo también estaban a la orden del día: “Este sistema estaba instaurado en todo el país”. En periodismo, esta mirada masculina al mundo se veía reflejada en las secciones y en los puestos de poder: “Los hombres y las mujeres no se encargaban de las mismas secciones porque no las llamaban, las ponían a escribir sobre social o cultural porque se entendía que era algo para ellas. Pasaba de una manera general y eso costó tanto, que aún estamos en ello”. María Esperanza, con tristeza, no recuerda a ninguna mujer en un puesto de dirección en su generación, pero afirma que gracias a las cuotas de paridad que comenzaron a implantarse por el empeño de algunas políticas socialistas como Amparo Rubiales, en 1982, se pudo abrir el camino. “En medio de todas las cosas buenas, malas y regulares que pasaban…, caminábamos”.