Las razones son varias. Por un lado la debilidad del tejido empresarial en Andalucía: Prensa Española lo intentó con Informaciones de Andalucía, pero no cuajó, y el Grupo Joly iniciaría su expansión por toda la comunidad en los noventa, y nunca con una vocación de diarios regionales sino locales. Por otro lado, el déficit de lectura heredado por generaciones en Andalucía, que ha determinado que la creación de nuevas publicaciones fuera un reto y que muchas de ellas acabaran feneciendo a los pocos años (Nueva Andalucía o Suroeste). Además, la baja renta per cápita de Andalucía, inferior al resto del país (Tamames, 1994), explica que la compra del periódico sea una adquisición de lujo. Por último, y una cuestión también fundamental, el sentimiento andaluz es heterogéneo, muchísimo menos unitario que el de otras regiones como País Vasco, Cataluña o Galicia. Reig (1998) menciona que los únicos diarios que han incorporado la palabra Andalucía a sus cabeceras eran publicaciones sevillanas.
Buena muestra de todo lo mencionado hasta ahora es la presencia de los diarios de la Cadena de prensa del Movimiento en Andalucía, donde hasta el 25% de sus cabeceras eran andaluzas. Esto refleja el interés central en tener un discurso dominador en condiciones de desigualdad sobre una región periférica como Andalucía, cuestión que no sería diferente en la Transición y que se ha vislumbra en la estrategia de UCD; también la debilidad empresarial andaluza, con varios periódicos sin compradores – eran deficitarios la mayoría –, influyó a pesar del caso particular del diario Sur, el único periódico de toda esa cadena a nivel nacional que fue adquirido por sus propios trabajadores. Un modelo de negocio que ponía a Andalucía en una posición diferente, pero que fracasó cuando el conglomerado mediático vasco, el Grupo Correo, lo adquirió.