130. EMILIA PUDENTILA

130. EMILIA PUDENTILA

Emilia Pudentila fue una rica aristócrata africana de Tripolitania, nacida en la ciudad de Oea (Trípoli actual), de la que tenemos referencias importantes pero únicas a través de la obra Apología, escrita por su esposo Apuleyo de Madaura, escritor y orador brillante, perteneciente a la Segunda Sofística. Apuleyo conoció a Pudentila en Oea, gracias a su relación con el hijo de ella, Ponciano, su condiscípulo. Esta rica aristócrata había estado casada con Sicinio Amigo, de la relevante familia de los Sicinii, y después de 14 años de viudez, deseaba contraer un nuevo matrimonio. Ante los deseos de su madre, Ponciano le presentó a Apuleyo y esta se enamoró de forma rápida del apuesto filósofo.

Oea

Esta situación desencadenó la ira de la familia de su difunto marido, y provocó que Apuleyo fuese acusado de practicar magia amatoria con ella, buscando seducirla para contraer matrimonio. Así podría conseguir una buena dote y controlar las riquezas de su esposa, según sus acusadores. El proceso judicial contra el escritor tuvo lugar en Sabrata, y Pudentila quedó humillada porque entre los denunciantes de su esposo estaban sus propios hijos y su cuñado Sicinio Emiliano, representante familiar. Como viuda sui iuris, Pudentila era una mujer emancipada, no sometida a la potestas del pater familias o a la manus del marido. Actuaba, pues, de forma autónoma, con plenas facultades mentales y tenía una situación económica muy relevante que incluso casada controló y amplió. Aunque para Apuleyo esta unión no fue ventajosa económicamente, política y socialmente sí lo fue. Su esposa pudo financiar los gastos que su carrera profesional exigía, como se infiere de su cursus honorum.

El interés de Apuleyo de defenderse en el juicio de no ser un cazador de dotes ni mago le llevó a construir una imagen de su esposa ambigua y contradictoria. Presentándola como matrona, aristócrata, culta y enamorada de un joven brillante intelectual, pero defensora de su patrimonio familiar de manera independiente y consciente de su pertenencia de su rango que ponía por delante los intereses económicos de sus hijos, de la familia paterna, los Sicinii, a los de su nuevo esposo. Por tanto, su enamoramiento no la alejó de sus responsabilidades como miembro de la élite de la ciudad ni como mujer y madre.

María José Hidalgo de la Vega

Universidad de Salamanca

Sir Lawrence Alma-Tadema (1866). En el peristilo. Colección privada.

Fuentes principales

Apuleyo, Apología, 30.11; 82.2; 83.1; 84.2; 87.5-6; 91.7-8; 92.1; 102.8

Selección bibliográfica

Benke, N., “Aemilia Pudentilla. A Landowning Lady”, SIHDA (2002) 19-31.

Hidalgo de la Vega, M.ªJ. “Aemilia Pudentilla: Poder económico y estrategias ciudadanas de una aristócrata africana”, L’Africa Romana XIX, Sassari 2010 (Roma 2012) 747-760.

Hidalgo de la Vega, M.ªJ., “Aemilia Pudentilla: matrimonio, género y poder económico de una aristócrata africana”, Pavón, P. (ed.), Marginación y mujer en el Imperio romano (siglos I-III) (Roma 2018) 293-314.

129. FULVIA CÉLERA

129. FULVIA CÉLERA

En la primera mitad del siglo II vivió en Tarraco (Tarragona), la capital de la provincia de Hispania Citerior una dama de alta alcurnia, Fulvia Célera, hija de Marcos. Aunque no se conservan datos sobre su padre ni sobre su familia paterna, se sabe que su madre fue Popilia Segunda, hija de Marcos, y que detentó el cargo de sacerdotisa del culto imperial en Tarraco. Fulvia Célera se casó con Cayo Vibio Latro, originario de Sigarra (Els Pras de Rei, Barcelona). En esa localidad levantó a su madre, Junia Severina, una estatua honorífica. El matrimonio con Fulvia Célera le facilitó a Cayo Vibio el desarrollo de una carrera política local, ocupando las principales magistraturas locales como la cuestura o el duunvirato. Fulvia Célera recibió el sacerdocio de la Concordia Augusta de Tarraco por parte de los decuriones municipales.

Tarraco

Cayo Vibio consiguió ser elegido sacerdote de culto imperial de la provincia de la Hispania Citerior, cargo que necesitaba de la presencia de una esposa. De esta forma, Fulvia Célera fue nombrada flamínica de la provincia. La pareja se ocupó durante un año de los ritos debidos a los emperadores y a las emperatrices divinizados y divinizadas. El matrimonio no tuvo hijos, por lo que al morir Cayo Vibio, Fulvia Célera sólo contó con la compañía de sus libertos que estuvieron a su lado hasta el final de sus días. Todo esto se conoce gracias a los pedestales de las numerosas estatuas que, en diferentes épocas, Fulvia Célera, mandó hacer para sí y los suyos: honró en vida a su madre y también en vida fue honrada ella misma.

Sus libertos y herederos, siguiendo su última voluntad, la honraron tras su muerte, así como a su esposo.  Este tipo de inscripciones muestra cómo en las altas esferas una sola persona podía recibir numerosas estatuas que se distribuían en el espacio público y que estas se disponían en momentos diversos. En el caso de mujeres como Fulvia Célera, dichas estatuas solían colocarse en una galería familiar de retratos: las damas en público siempre destacaron el ámbito privado y familiar en su condición de esposas, hijas o madres. 

Milagros Navarro Caballero

Centre National de la Recherche Scientifique de l’Université Bordeaux-Montaigne

Epígrafe funerario dedicado a Fulvia Célera. Siglo II. Tarraco.

Fuentes principales

CIL, II, 4276; RIT, 350; CIL, II2/14, 3, 1224.

CIL, II, 4270; RIT, 344; CIL, II2/14, 3, 1221.

CIL, II, 4253; RIT, 312; CIL, II2/14, 2, 1172.

RIT, 322; CIL, II2/14, 2, 1179.

Selección bibliográfica

Alföldy, G., Flamines provinciae Hispaniae citerioris (Madrid 1973).

Fishwick, D., The Imperial Cult in the Latin West. Studies in the Ruler Cult of the Western Provinces of the Roman Empire, vol. III. Part 3 : The provincial centre ; provincial cult (Leiden-New York 2004).

Navarro Caballero, M. Perfectissima femina. Femmes de l’élite dans l’Hispanie romaine (Bordeaux 2017).

128. JUCUNDA

128. JUCUNDA

La esclava Jucunda nació a principios del siglo II en Segóbriga, municipio augusteo vinculado a la extracción y al comercio del lapis specularis. Los pocos datos biográficos sobre ella se conocen gracias a un epitafio que muestra una hornacina con una fémina tocando una cítara, razón por la que Jucunda se asocia a este instrumento, aunque se discute sobre si se trataba de una afición o de una dedicación profesional; en cualquier caso, refrenda que nos encontramos ante una mujer instruida. No es el único testimonio disponible de una esclava asociada a las artes musicales. De hecho, además de en los restos epigráficos, aparecen en la literatura deleitando con sus espectáculos a la élite en los banquetes o en otro tipo de ambientes más mundanos.

Segobriga

Resulta llamativo el caso de Jucunda por la riqueza del monumento en el que se incluye un largo epitafio en forma de poesía. Estos poemas se caracterizan por su emocionalidad, pues buscan expresar de forma explícita el dolor ante la muerte. La dedicante del epitafio fue su madre, que la recuerda como esclava de Manio Valerio Vítulo. A continuación, la propia difunta toma la palabra para explicar a la persona que se acerque a leer el epitafio los motivos de su muerte. Aunque pueda llamarnos la atención, estas interpelaciones eran habituales. En este caso, sabemos que falleció por enfermedad a los quince años. 

Precisamente, la epigrafía funeraria permite estudiar a mujeres esclavas, presentes en este tipo de documentos. En la estela se menciona no solo el motivo de su muerte y su edad, sino también la relación con su madre, Nigela. Se ha planteado que el padre de Jucunda fuera su propio dueño. Ella también se despide de su compañero sentimental a quien se refiere como cónyuge y con quien le uniría un contubernio. Los lazos personales adquieren una gran importancia teniendo en cuenta la ilegitimidad jurídica de los mismos para la población esclava. La difunta en las últimas líneas del epitafio expresa buenos deseos para sus familiares. La escasa información disponible sobre Jucunda ofrece datos sobre la vida servil, de una joven instruida en la música y la poesía cuya muerte prematura, disuelve los lazos familiares. Estos, desarrollados en la esclavitud, eran frágiles y vulnerables, pues su mantenimiento dependía de la decisión de los propietarios. 

Carla Rubiera Cancelas

Universidad de Oviedo

Estela funeraria de Jucunda (siglo II). Parque Arqueológico de Segóbriga, Segovia.

Fotografía de la autora Carla Rubiera.

Fuentes principales

AE 2007, 805.

Selección bibliográfica

Del Castillo Bargueño, I., “Iucunda: esclavas, libertas y mujeres humildes en las actividades laborales de las ciudades de Hispania”, en Valmaña Ochaíta, A., Bravo Bosh, M.ªJ., Rodríguez López, R. (eds.), Mujeres de la Hispania romana: una mirada al patrimonio (Madrid 2021) 79-98.

Fernández Martínez, C., Abascal, J.M., Gómez Pallarés, J., Cebrián, R., “Mors mala solvit. Nuevos CLE hallados en Segobriga (Hispania Citerior)”, ZPE 161 (2007) 47-60.

Rubiera Cancelas, C., La esclavitud femenina en la antigua Roma. Famulae, seruae, ancillae (Oviedo 2014).

127. LUCIA AVIRCIA ACILIANA

127. LUCIA AVIRCIA ACILIANA

Lucia Avircia Aciliana es conocida a través de una inscripción funeraria de carácter honorífico, encontrada en un cortijo del término municipal de Montellano (Sevilla), donde se ubica la antigua ciudad de Callet. De ella se conserva sólo un pequeño fragmento datado a principios del siglo II. Tuvo un hijo llamado Marco Emilio Afer Aciliano que dedicó el epígrafe a su madre y a quien califica de muy piadosa. Pero lo que hace singular a Aciliana en el panorama epigráfico de la Bética es que recibe un homenaje múltiple en relación con sus honores fúnebres por parte de los senados municipales de cinco comunidades de la provincia. Estas distinciones no son muy usuales

Callet

De hecho, solo conocemos a una decena de mujeres en esta provincia que hayan sido receptoras de honras fúnebres, pero ninguna por varias ciudades al mismo tiempo, por lo que sin duda su proyección pública debía de ser algo muy poco habitual. Efectivamente, Aciliana fue honrada por los ordines decurionales de tres colonias, Italica, Hispalis (Sevilla) y Asido (Medina Sidonia) y dos municipios, Siarum (La Cañada, Utrera) y Callet

Los honores conferidos consistieron en el pago de los gastos del funeral y en la elevación de estatuas, que se entiende se ubicarían en los foros de las respectivas comunidades. Posteriormente, al menos en la inscripción erigida por los Callenses, su hijo asumió el costo de la dedicación. No es común la celebración de los ceremoniales fúnebres en varios lugares en honor de una misma persona. En una actuación de excepcionalidad semejante conocemos a un tal Cayo Sempronio Celer al que los cuatro municipios de Vivatia (Baeza, Jaén), Tugia (Toya, Peal de Becerro, Jaén), Laminium (Alhambra, Ciudad Real) y Baesucci (Vilches, Jaén), honran con elogios públicos (laudationes), la concesión de lugar de la sepultura y el pago de los gastos del funeral y estatuas. 

Uno de los rasgos que distingue a Aciliana, y que obviamente justifica la excepcionalidad con la que se ha contemplado su fallecimiento, es el prestigio de esta señora al estar emparentada con la muy relevante familia senatorial de los Messii Rustici, originarios, precisamente, de Siarum. El vínculo con este extenso y prestigioso linaje puede establecerse a partir de la onomástica de su hijo, Marco Emilio Afer Aciliano. A este notable grupo pertenecieron personajes muy distinguidos que forman parte del círculo personal y de amistad de los emperadores Ulpio-Elios. Tal es el caso, por ejemplo, de Marco Mesio Rústico Emilio Papo Arrio Próculo Julio Celso, cónsul y gobernador de Dalmacia con Antonino Pío, o su mismo padre, Marco Mesio Rústico Emilio Papo, estrecho amigo de Adriano y casado con una ilustre hispalense de raíz senatorial, Cucia Prisca.

Salvador Ordóñez Agulla

Universidad de Sevilla

Sir Lawrence Alma-Tadema (1867). Familia romana. Colección privada.

Public domain, via Wikiart.

Fuentes principales

EE VIII.2, 306 = CILA Se, 1220 = ILS 6920.

Selección bibliográfica

González, J., Caballos Rufino, A., “Die Messii Rustici. Eine senatorische Familie aus der Baetica”, ZPE 52 (1983) 157-171.

Melchor Gil, E., “Mujer y honores públicos en las ciudades de la Bética”, en Berrendonner, C., Cebeillac, M., Lamoine, L. (eds.), Le quotidien municipal dans l’Occident romain (Clermont-Ferrand 2008) 443-457.

Navarro Caballero, M., Perfectissima femina. Femmes de l’élite dans l’Hispanie romaine (Bordeaux 2017).

126. CALPURNIA

126. CALPURNIA

Calpurnia fue la tercera mujer de Plinio el Menor y la conocemos por las distintas referencias que el autor realizó sobre ella en algunas de sus cartas. Son numerosas las alusiones que el autor hace de su mujer, de las que se desprende el afecto hacia ella sentiría. Esta tendría entre catorce y quince años cuando se casó con Plinio. De ella dice que era una joven culta y amante de las letras. Calpurnia responde a un modelo de joven aristócrata con cuidada formación, como sucedía en el caso de Minicia Marcela que sigue la antigua tradición romana. 

Roma

Además de su gusto por la lectura, el autor elogia las nociones musicales de Calpurnia, de la que dice que cantaba y tocaba la cítara. A este respecto debemos mencionar que, en el siglo I, la instrucción en un instrumento estaría vinculada, en determinados contextos sociales, a una educación elitista dirigida a un sector muy concreto de la población infantil femenina a diferencia de otras niñas más humildes que lo hacían con un fin lucrativo.

            Sin embargo, a pesar de las alabanzas, las diferentes menciones a Calpurnia por parte de su esposo reflejan otros fenómenos: la diferencia de edad entre los cónyuges común en los círculos aristocráticos de la antigua Roma, o los riesgos de una maternidad temprana. Si bien de las palabras de Plinio se aprecia la ternura que sentía hacia ella, también se observa la crítica a la inmadurez de la joven, que no puso cuidado en su embarazo, hecho que le provocó un aborto. Se enfatiza así otro de los ideales propios de este momento como es el de la joven que debe adquirir un rol de madre y esposa que, en la realidad, no concordaba con su madurez psicológica y física. 

Marta Álvaro Bernal

Universidad de Sevilla

Ettore Forti (1890 aprox). El vendedor de antigüedades. Colección privada.

Fuentes principales

Plinio el Menor, Epístolas, 8.10; 4.19. 

Selección bibliográfica

Álvaro Bernal, M., “La división de roles en la infancia: puellae educadas para el matrimonio”, en Pavón, P. (ed.), Marginación y mujer en el Imperio romano (siglos I-III) (Roma 2018) 103-132.

Caldwell, L., Roman Girlhood and the Fashioning of Femininity (Cambridge 2015).

Hopkins, M. K., “The Age of Roman Girls at Marriage”, Population Studies 18, 3 (1965) 309-327.

Shelton, J. A., The Women of Pliny’s Letters (New York 2013).

125. MINICIA MARCELA

125. MINICIA MARCELA

Minicia Marcela fue una joven cuyo recuerdo ha pervivido gracias a una de las cartas de Plinio el Menor. En ella, el escritor lamentaba la muerte de la pequeña, hija de su amigo Fundano, que perdió la vida con tan solo trece años, después de sufrir una larga enfermedad. Minicia es uno de los mejores ejemplos de qué suponía ser niña de una familia de la élite en Roma. Como describe Plinio, desde pequeña estuvo asistida por diferentes nodrizas y pedagogos que se encargaban de su crianza y educación. Esa preparación comenzó desde la infancia, pues, según relata el autor, su propio padre se esforzó por educarla en los modelos tradicionales de prometida, esposa y madre. 

Roma

Esta formación no finalizaba hasta que no alcanzara el papel de esposa. En este sentido, una niña instruida sería una futura materfamilias preparada para las cuestiones financieras y administrativas del hogar. De ella no solo se elogió su aplicación al estudio y su compromiso con su formación intelectual, también se realzó su bondad, el cariño que profesaba a su alrededor, en definitiva, lo virtuosa que era. De la carta de Plinio resaltan otros aspectos como el temprano acceso al matrimonio o la imagen de Minicia como la mujer que pudo ser y cuya muerte no permitió que fuera. De hecho, el autor recoge el lamento del padre, Fundano, quien tuvo que cambiar los vestidos y joyas de su boda por los ungüentos del funeral.

Esta información nos ilustra también acerca de cómo en determinados círculos aristocráticos, el acceso al matrimonio de jóvenes que habían llegado a la pubertad, o que incluso no la habían alcanzado, suponía una estrategia para favorecer los intereses familiares. La importancia de la descripción de Plinio radica en que, teniendo en consideración la escasez de fuentes para estudiar al colectivo femenino infantil en la antigua Roma, ayuda a tener una imagen de cómo sería la vida de estas niñas de la élite, muy diferente, al del grueso de la población infantil. Es un ejemplo de cómo funcionaban los cánones de género femeninos en niñas lejos aún de la adultez. 

Marta Álvaro Bernal

Universidad de Sevilla

Epígrafe funerario dedicado a Minicia Marcela. Siglo II. Roma.

Fuentes principales

Plinio el Menor, Epístolas, 5.16.

Selección bibliográfica

Álvaro Bernal, M., “La división de roles en la infancia: puellae educadas para el matrimonio”, en Pavón, P. (ed.), Marginación y mujer en el Imperio romano (siglos I-III) (Roma 2018) 103-132.

Bodel, J., “Minicia Marcella: Taken before Her Time”, AJPh 116 (3) (1995) 453-460.

Caldwell, L., Roman Girlhood and the Fashioning of Femininity (Cambridge 2015).

Shelton, J.A., The Women of Pliny’s Letters (New York 2013).

124. ARBÚSCULA

124. ARBÚSCULA

La lápida de la liberta Arbúscula, que murió a la edad de 23 años y 10 meses, procede del columbario de los Octavii en la Vía Salaria y fue colocado por su madre Tucia liberta de Urbana. Su epitafio muestra un ejemplo de dístico elegíaco en la que la difunta habla del dolor que su muerte había traído a sus padres e invita a su hermana a darles consuelo. Arbúscula también le rogó a Plutón que no destrozara su casa. Finalmente, se dirige a su madre para rogarle que no sufra.

Existe una discrepancia para situar cronológicamente a Arbúscula. Algunos autores apuntan a que vivió en la primera mitad del siglo I; otros consideran que vivió en el siglo II. Sea como fuere, Arbúscula fue liberta de Lucio Octavo y su esposa.

Roma

Posiblemente Arbúscula nació cuando su madre Tucia era esclava, ya que si su madre hubiera sido liberta, ella habría nacido libre, aunque ilegítima. Madre e hija fueron separadas y alcanzaron la libertad en distintas familias, aunque como muestra el epígrafe siguieron estando en contacto. La invitación que aparece en el epígrafe a que los padres no manifiesten su dolor es un recurso literario común en este tipo de documentos, como también la apelación al cruel Plutón. Esta clase de referencias frecuentes en la epigrafía seguramente se encontraban en los manuales de los talleres epigráficos. Tucia debió recurrir a un repertorio que contenía pensamientos y frases adecuadas para expresar el pesar por la muerte de su hija. Sin embargo, ni ella ni el cantero se dieron cuenta de que en este caso algunos términos debían declinarse en femenino y no en masculino, quizá porque no habían sido instruidos adecuadamente. El caso de Arbúscula y Urbana es uno de los muchos testimonios que ofrecen las inscripciones sobre la desintegración de la familia servil.

Marcella Chelotti

Università degli Studi di Bari

Ejemplo de columbario perteneciente a Pompeyo Hylas. Siglo I. Roma.

Fuentes principales

CIL VI 7872; CLE 971.

EDR 4981.

Selección bibliográfica

Giovagnoli, M., “L’epitaffio in versi per una figlia”, en  Friggeri R., Granino Cecere, M.G., Gregori, G.L. (eds.), Terme di Diocleziano, la collezione epigrafica (Milano 2012).

Massaro, M., “Novità editoriali nel campo delle iscrizioni metriche”, InvLuc 12 (1990) 191-244.

123. SULPICIA LEPIDINA

123. SULPICIA LEPIDINA

La vida de Sulpicia Lepidina transcurrió entre los siglos I y II. En torno al año 100 vivió en el fuerte de Vindolanda (Inglaterra), donde estuvo destinado su marido, Flavio Cerial, como prefecto de la cohors IX Batavorum.

La información disponible sobre ella procede del archivo de la casa, donde se guardaba su correspondencia privada. Las cartas, escritas con tinta sobre tablillas de madera enceradas, fueron descubiertas con motivo de las excavaciones arqueológicas en Vindolanda, en las ruinas del edificio interpretado como pretorio.

Vindolanda

El conjunto epistolar incluye la famosa carta que Claudia Severa envió a Lepidina para invitarle a su fiesta de cumpleaños. La autora de esta misiva era la esposa del comandante ecuestre Elio Broco, destinado en otro fuerte de la frontera norte de Britannia, cuya localización exacta se desconoce. Severa se dirige a Lepidina de forma afectuosa, llamándole soror, ‘hermana’, y le hace saber lo mucho que le agradaría verla en el día de su aniversario. Aprovecha la ocasión para saludar a su esposo Cerial y enviarle también saludos de parte de su marido y de su hijo. La parte principal fue realizada por un escriba, pero Severa añadió un mensaje final, escrito de su puño y letra.

Los encuentros entre ambas debían ser frecuentes, pues se conservan varias cartas más donde se testifican estas visitas. La estancia de Sulpicia Lepidina en Vindolanda pone de manifiesto la presencia de mujeres e hijos en los campamentos militares dispersos por el Imperio, una realidad que conocemos bien a través de otras fuentes. La correspondencia refleja el tejido de relaciones sociales entre las esposas de los oficiales del ejército que se hallaban cumpliendo servicio en destinos muchas veces alejados de sus lugares de origen.

 La amistad y solidaridad entre ellas parecen cimentarse en la existencia de intereses y gustos comunes, acordes con su estatus. La conectividad fue posible gracias al intercambio epistolar, como señalan los excepcionales hallazgos en Vindolanda. Las tablillas documentan el grado de alfabetización y movilidad femenina. Ahora bien, la realización de esta clase de viajes privados por parte de las mujeres no implica que tuvieran plena libertad de movimiento, pues para desplazarse debían contar con la autorización de sus maridos.

Alicia Ruiz-Gutiérrez

Universidad de Cantabria

Tabla de madera procedente de Vindolanda. Invitación de cumpleaños a la esposa del comandante. Museo Británico, Londres.

Fuentes principales

AE 2013, 936.

Tomlin, R. S. O., Britannia Romana. Roman inscriptions and Roman Britain, 4 (Oxford 2018), n. 19.

Selección bibliográfica

Greene, E.M., “Sulpicia Lepidina and Elizabeth Custer: A Cross-cultural Analogy for the Social Role of Women on a Military Frontier”, en Duggan, M., McIntosh, F., Rohl, D.J. (eds), Proceedings of the Twenty First Annual Theoretical Roman Archaeology Conference (Newcastle 2011). TRAC 2011 (Oxford 2012) 105-114.

Greene, E.M., “Female networks in military communities in the Roman West: a view from the Vindolanda tablets”, en Hemelrijk, E.A., Woolf, G. (eds.), Women and the Roman City in the Latin West (Leiden/Boston 2013) 369-390.

Hemelrijk, E.A., Women and Society in the Roman World. A Sourcebook of Inscriptions from the Roman West (Cambridge 2021) 184-185.

122. DOMICIA VETILA

122. DOMICIA VETILA

Domicia Vetila era hija de Lucio Domicio Patruino y nieta de un importante senador y gobernador de finales del siglo I e inicios del siglo II, el cónsul Lucio Domicio Apolinar, protector de Marcial y amigo de Plinio el Menor. Su abuela fue Valeria Vetila, de quien la nieta toma su cognomen, poco frecuente, perteneciente a una familia oriunda de Vercelle, en el norte de Italia. Su bisabuelo era el cónsul del 82 Lucio Valerio Patruino.

Se conoce a Domicia Vetila porque su nombre aparece en un arquitrabe procedente de un templo consagrado a Marte, que se encontraba en Augusta Emerita, y que hoy forma parte, junto con otros restos arqueológicos del mismo edificio, del “hornito” de la mártir Eulalia de Mérida alzado a principios del siglo XVII.

Augusta Emerita

En el epígrafe, realizado con letras de bronce, Vetila aparece como dedicante de la construcción mostrando además el nombre de su esposo, llamado Páculo. Con seguridad, se trata de Lucio Roscio Páculo, ya que el nombre de los dos aparece también en una inscripción de Vercelle. Domicia Vetila era una mujer que procedía de una familia muy rica e influyente y su matrimonio reforzó su posición. En Vercelle, los sacerdotes vinculados al culto del emperador le dedicaron una estatua y ella misma debió sufragar el templo emeritense dedicado a Marte, en una muestra de munificencia femenina semejante a las que normalmente realizaban hombres con recursos económicos y que le permitía hacerse visible en las comunidades con las que tenía algún vínculo. 

Su presencia en la capital lusitana no parece estar relacionada con el desempeño de tareas administrativas de su esposo, sino que, como se ha propuesto últimamente, Lucio Roscio Páculo podría tener raíces familiares en Lusitania a través de su madre, de quien éste habría obtenido su cognomen Páculo. De este modo, los lazos familiares y económicos del matrimonio con la provincia, al igual que con Vercelle, explicarían su presencia en ambos territorios.

José Carlos Saquete

Universidad de Sevilla

Detalle del hornito de la actual capilla dedicada a Santa Eulalia en Mérida, realizada con los restos del templo de Marte. Se distingue la inscripción: MARTIS SACRVM VETTILLA PACULI. Siglo I. Mérida.

Fuentes principales

CIL II, 468; CIL V, 6657 = ILVercel 7 = ILS 6741a.

Selección bibliográfica

Navarro Caballero, M., Perfectissima femina. Femmes de l’élite dans l’Hispanie romaine (Bordeaux 2017).

Oria, M., “Constructoras de templos. La huella femenina en el paisaje religioso de las ciudades romanas”, en Martínez, C., Ubric, P. (eds.), Cartografías de género en las ciudades antiguas (Granada 2017).

Saquete, J.C., “Vettilla, Paculus y sus relaciones familiares”, Anas 29-30 (2016-2017) 355-362.

121. EROCIÓN

121. EROCIÓN

Eroción era una esclava cuya existencia conocemos gracias a la descripción que de ella hizo el poeta Marcial, su amo. Según el autor, la pequeña falleció con apenas seis años de vida. Eroción era una verna, es decir, una esclava nacida en la casa del amo. En comparación con otras referencias a esclavos en la epigrafía funeraria, los ejemplos correspondientes a vernae son los más numerosos. De muchos de ellos se desprende lo apreciados que eran en las familias y en la sociedad. Los esclavos que nacían y crecían en casa de los amos disfrutaban de unos vínculos emocionales muy estrechos con estos, circunstancia que favorecía la manumisión de estos esclavos domésticos. 

Roma

Marcial dedicó dos epigramas a su pequeña esclava. Especialmente emotivo es el epigrama 37 del libro 5, donde se enumeran sus virtudes que, para su amo, no encuentran parangón alguno. De ella dice que se llevó su amor, su alegría y su diversión. Resulta llamativo tal muestra de emoción ante la muerte de una esclava, que según el derecho romano era una cosa y no una persona. De hecho, el autor menciona en este mismo epigrama la sorpresa que despertaba entre personas allegadas el sufrimiento que provocaba en él la pérdida de una simple esclava. No obstante, este no sería el único ejemplo al respecto. En el libro 11 encontramos un epigrama cuya protagonista es una pequeña esclava, llamada Cánace, muerta por una enfermedad que afectó a su habla a los siete años, y que también sumió al autor en una profunda tristeza.

            El testimonio del hispano sobre estas niñas, unido a los numerosos epitafios funerarios a esclavos dedicados por sus amos, muestra una realidad poco conocida, pero real, sobre las relaciones entre esclavos y amos en Roma. Estos niños nacían y se criaban en la familia propietaria, jugaban con los hijos del amo, en muchas ocasiones serían, incluso, fruto de relaciones ilegítimas de aquel y la servidumbre doméstica. Esto explica que, para Marcial, Cánace y, sobre todo, Eroción, fueran más que unas simples esclavas. 

Marta Álvaro Bernal

Universidad de Sevilla

Sir Lawrence Alma-Tadema (1894). Primavera (detalle). J. Paul Getty Museum, Los Angeles.

Fuentes principales

CIL II, 1956.

Selección bibliográfica

Canto de Gregorio, A., “Una familia bética: los Fabii Fabiani”, Habis 9 (1978) 293-310.

Donahue, J.F., “Iunia Rustica of Cartima: Female Munificence in the Roman West”, Latomus 63 (2004) 873-891.

Martínez López, C., “Influencia social de las mujeres en las ciudades de la Hispania meridional”, en La mujer en el mundo mediterráneo antiguo (Granada 1990) 219-241.

Mirón Pérez, M.ªD., “Junia Rústica”, en Mujeres en la Historia de España (Madrid 2000) 54-56.

Molina Torres, M.ªP., “Una sacerdotisa del Municipium Flavium Cartimitanum: Iunia Rustica”, en Historia(s) de mujeres en homenaje a M.ª Teresa López Beltrán, 2 (Málaga 2013) 48-61.