10. VETURIA

10. VETURIA

El nombre de Veturia está unido ineludiblemente al de su hijo Cayo Marcio, miembro de la antigua gens Marcia que venció a la ciudad volsca de Coriolos hacia el 493 a. C. Esta victoria le valió el apodo de Coriolano.

            En el contexto de las luchas patricio-plebeyas se sitúa esta leyenda romana donde destaca la valentía y el amor por la familia y la patria de la anciana matrona Veturia. Así, el joven patricio, Cayo Mario Coriolano, se mostró contrario a las reclamaciones que hicieron los plebeyos a comienzos de la República patricia, que había surgido tras la caída de la Monarquía, y que no los integraba en las instituciones del Estado. Esta postura le granjeó enemigos que impidieron su ascenso al consulado, además de una condena por desfalco y sedición que lo llevó al destierro.

Roma

Ante esta tesitura, Coriolano ofreció sus servicios militares a los volscos y a otros enemigos de Roma para presentarle batalla. De esta manera, comandando el ejército enemigo atacó las tierras del sur de la ciudad y se presentó ante los muros de la Urbe. Ninguna estrategia ofrecida por el Senado consiguió hacer desistir a Coriolano de atacar su propia patria. En un intento desesperado, y cuando ya casi todo estaba perdido, las autoridades se dirigieron a la madre del patricio para que obtuviera de él la deposición de las armas.

            Veturia, acompañada de la esposa de Coriolano, llamada Volumnia, y junto con otras matronas, se dirigió al campamento de su hijo. Allí frente a él apeló a los valores que la tradición romana dirigía hacia los dioses, la patria y la familia. Le hizo ver que, si atacaba Roma, lo haría contra ella, su esposa y sus hijos a los que les aguardaría un destino funesto. Se lamentó de haber parido a un hijo que se había convertido en enemigo del lugar que lo había visto nacer. Coriolano fue desarmado por las palabras de su madre y retiró su asedio a Roma. El Senado levantó en honor de las mujeres un templo a la fortuna de estas por haber conseguido la retirada de Coriolano. Este, sin embargo, acabó siendo ajusticiado por los volscos.

            Esta leyenda rememora el sentido tradicional de la familia romana y del Estado, cuyos valores eran transmitidos por las madres a sus hijos. El nombre de Veturia evoca la venerable ancianidad de la madre entregada a su vástago, mientras que el de Volumnia recuerda a la joven embarazada que tenía ante sí la responsabilidad de dar a luz a los futuros ciudadanos de Roma.

Pilar Pavón

Universidad de Sevilla

Ciro Ferri, (1680-89). Coroliano a las puertas de Roma. Sanssouci Picture Gallery, Postdam.

Fuentes principales

Dionisio de Halicarnaso, Historia Antigua de Roma, 7.64.6.

Livio, Historia de Roma desde su fundación, 2.40.

Plutarco, Vidas paralelas. Vida de Coriolano, 4.7.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 2.5.

Selección bibliográfica

Bailón García, M., “El papel social y religioso de la mujer romana. Fortuna Muliebris como forma de integración en los cultos oficiales”, Habis 43 (2012) 101-118.

Bonjour, M., “Les personnages féminins et la terre natale dans l’épisode de Coriolan (Liv., 2,40)”, REL 53 (1975) 157-181.

Redondo Moyano, E., “El encuentro de Veturia y Coriolano (D. H. Antiquitates Romanae 8.44-53)”, Studia Philologica Valentina 18 (2016) 335-342.

Valette, E., “Les “discours” de Veturia, Valeria et Hersilia”, Cahiers «Mondes anciens» 3 (2012) 1-19, on line : https://mondesanciens.revues.org/782

9. CLELIA

9. CLELIA

Clelia es una de las figuras míticas femeninas más destacadas de las leyendas fundacionales romanas. Las acciones de esta mujer están más próximas al ámbito de actuación masculino que del femenino. Sus hazañas se sitúan en el año 509 a. C., una vez iniciada la República. 

Tarquinio el Soberbio, tras ser expulsado, pidió ayuda al rey etrusco Porsena para recuperar su trono. Porsena estableció un largo asedio contra la ciudad de Roma. El final de la guerra entre ambos bandos llegó por medio de un tratado donde se establecía, entre otras cuestiones, la entrega de cien vírgenes al rey etrusco. Una de ellas era Clelia.

Roma

Una vez en el campamento enemigo, la joven Clelia, se valió de una estratagema para engañar a los guardias que custodiaban a las rehenes y las incitó a atravesar el río Tíber, único obstáculo entre ellas y su hogar. Finalmente, consiguieron pasar el río mientras que estaban siendo atacadas por los soldados de Porsena. Esta heroicidad transmitida por la analística romana fue ensalzada en época augustea y considerada ardua, incluso para los hombres.

Existen distintas versiones sobre el final de la leyenda. En algunas, al llegar a la ciudad, las rehenes fueron devueltas de nuevo al rey etrusco, que impresionado por la acción de Clelia, le concedió un regalo: en unas variantes la libertad y en otras un caballo. Livio menciona que, al enterarse Porsena de la hazaña de Clelia, exigió su vuelta al campamento. Una vez allí, alabó su valentía y le permitió escoger a otros tantos rehenes a los que les concedería la libertad. Ella eligió a los más susceptibles de ser ultrajados: los niños. La historiografía romana mostraba con esto la nobleza del carácter de Clelia.  

Al final Clelia consiguió regresar a Roma, siendo premiada como ninguna otra mujer lo había sido antes, con la dedicación en su honor de una estatua ecuestre en la vía Sacra. Dionisio de Halicarnaso menciona de que la estatua había sido destruida en su época, mientras que Plutarco y Servio hablan de ella como si todavía estuviese en pie, siendo probable que fuese reconstruida durante el gobierno de Augusto o Tiberio como una forma de conmemorar las leyendas fundacionales.

La figura de Clelia sirvió como un ejemplo en la transmisión de valores y entrega por el Estado. Con su leyenda los autores clásicos se encargaron de destacar este valor cívico, al que los jóvenes varones debían tratar de imitar y superar. En época imperial, Séneca recomendaba a las mujeres alcanzar la virtus masculina, en su Consolación a Marcia, emulando el ejemplo de Clelia.

Julia Guantes García

Universidad de Oviedo

Peter Paul Rubens (1630-1640). Clelia pasando el Tíber. Museo del Louvre, París.

Fuentes principales

Dionisio de Halicarnaso, Historia Antigua de Roma, 5.32-35.

Plutarco, Vidas paralelas. Vida de Publícola, 18-19. 

Séneca, Consolación a Marcia, 16.1-5. 

Selección bibliográfica

Arcella, L., “Il mito di Cloelia i Valerii”, SMSR 9 (1985) 21-42.

Conde Guerri, E., “Evocación de la doncella Cloelia”, Helmantica 29, 88-90 (1978) 289-312.

Flory, M.B., “Livia and the History of Public Honorific Statues for Women in Rome”, TAPhA 123 (1993) 287-308.

Guantes García, J., “La leyenda de Cloelia: el exemplum de la heroína”, en Castillo, S., Uría González, J. (eds.), Sociedades y culturas: IX Congreso de Historia Social (Oviedo 2019) 525-542. 

Mustakallio, K., “Women Outside their Homes, the Female Voice in Early Republican Memory: Reconsidering Cloelia and Veturia”, Index 40 (2012) 165-174.

8. LUCRECIA

8. LUCRECIA

Lucrecia es reconocida como la mayor representante del honor en la antigua Roma. En la época más arcaica, las costumbres de los antepasados -los mores maiorum- y el honor de la familia, quedaban reflejados en la buena fama de las mujeres y constituían los bienes más preciados para la tradición y el derecho. La controvertida leyenda de Lucrecia, máximo ejemplo de virtud, refiere un episodio de violencia sexual cometido por Sexto Tarquinio, hijo del rey etrusco Tarquinio “El Soberbio”, que condujo al derrocamiento de la Monarquía y a la instauración de la República romana. 

La joven Lucrecia estaba casada con Lucio Tarquinio Colatino, primo de su violador. Era ejemplo de mujer virtuosa y buena esposa. Sexto Tarquinio, fuertemente atraído por ella, urdió un plan para conseguir yacer con Lucrecia, utilizando amenazas y engaños que, a pesar de la resistencia de la víctima, acaba con la violación de la joven patricia. 

Roma

Cuando Lucrecia lo rechazó, este amenazó con matarla y colocar a su lado a un esclavo desnudo para poder justificar después que había vengado el deshonor de la familia al haberla encontrado en flagrante adulterio. Ante tal posibilidad, al saber que el honor de su marido y de su padre serían mancillados, a pesar de su virtud inquebrantable, la voluntad de Lucrecia cedió. Tras la afrenta, mandó llamar a su marido y a su padre, Espurio Lucrecio, para que acudieran a su encuentro cada uno con un amigo fiel, porque había sucedido un hecho terrible. La víctima relató la violencia sufrida y la necesaria venganza que debían realizar los miembros de su familia ante la afrenta brutal, añadiendo que se absolvía de la culpa pero no del castigo. A continuación justificó su suicidio, declarando que desde ese momento ninguna mujer deshonrada podría tomarla como ejemplo para seguir con vida. Casi de inmediato, se clavó un cuchillo en el corazón que terminó con su vida pero que restituyó su bien más preciado, el honor.

La consecuencia política más importante del ultraje sufrido por Lucrecia fue sin duda la deposición del último rey etrusco y su expulsión de Roma junto con toda su familia, lo que trajo consigo la sustitución del sistema monárquico por el régimen republicano en el año 509 a. C. Lucrecia es una de las madres fundadoras de la República romana, ya que justifica el cambio de un modelo agotado de gobierno, por otro nuevo. Su figura puede ser considerada un modelo femenino paradigmático de la tradición romana. 

María José Bravo Bosch

Universidad de Vigo

Jean-Jacques Lagrenée (1781). Los hijos de Tarquinio admirando las virtudes de Lucrecia. Museo del Louvre, París.

Fuentes principales

Cicerón, Sobre la República, 2.46; Sobre las leyes, 2.4.

Livio, Historia de Roma desde su fundación, 1-3, 58-60.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 6.1.1.

Selección bibliográfica

Bauman, R.A. “The Rape of Lucretia. “Quod metus causa” and the Criminal Law”, Latomus 52, 3 (1993) 550-566.

Bosch Bravo, M.ªJ., “El mito de Lucrecia y la familia romana” en Rodríguez López, R., Bravo Bosch, M.ªJ. (eds.), Mulier. Algunas historias e instituciones de Derecho romano (Madrid 2013) 19-35.

Donaldson, I., The Rapes of Lucretia: A Myth and its Transformations (New York 1982).

Guarino, A., “Il dossier di Lucrezia”, Labeo 5 (1959) 211-217.

7. TULIA, hija de Servio Tulio

7. TULIA, hija de Servio Tulio

 Según una leyenda romana, Tulia era la hija menor de Servio Tulio, segundo de los reyes etruscos que gobernaron Roma. Su madre fue Tarquinia, hija del rey Tarquinio Prisco y de su esposa Tanaquil. Para estrechar los lazos de parentesco en el seno de la familia reinante y cerrar las posibilidades de acceso a la monarquía a otros individuos, se la casó con su tío materno Arrunte Tarquinio. También su hermana homónima fue dada en matrimonio a Lucio Tarquinio, hermano de Arrunte.

Su carácter ambicioso y sin escrúpulos, según narra Livio, era muy parecido al de su cuñado Lucio y muy diferente al de su marido que era más sosegado. Tulia ideó un plan para acelerar aún más su cercanía al poder. Convenció a Lucio para que ambos mataran a sus respectivos cónyuges y poder así casarse, tras lo cual derrocarían al padre de ella. 

Roma

Las razones que argumentó fueron que Lucio era de estirpe real, hijo de Tarquinio Prisco y de Tanaquil, no como Servio Tulio, cuyos orígenes familiares eran oscuros, así como su ascenso al trono, pues lo había conseguido gracias a la intervención de su suegra Tanaquil. Instigado por las ansias de poder de su esposa y tras una fuerte discusión con Servio Tulio, lo agredió físicamente, quedando el rey malherido.

Los seguidores de Lucio consiguieron acabar con su vida. Inmediatamente después, Tulia proclamó rey a su marido. Su falta de piedad no acabó ahí, pues se decía en Roma que cuando regresaba a su casa en carro vio el cadáver de su padre tirado en la calle. Mandó al cochero que pasara el vehículo sobre los restos del rey difunto. La tradición romana colocaba el lugar de los hechos en una pequeña vía situada entre la cuesta Urbia y la colina Esquilina. Esta calle era recordada en la Urbe con el nombre de callejón del Crimen. Tulia es una figura legendaria, modelo de mujer desposeída de la piedad familiar y llena de una ambición ciega con la que alcanzó su objetivo: estar casada con el rey. Su marido consiguió reinar, pero fue el último rey de Roma.

Pilar Pavón

Universidad de Sevilla

Jean Bardin (1765). Tulia conduce el carro sobre el cadáver de su padre. Landesmuseum. Mainz.

Fuentes principales

Dionisio de Halicarnaso, Antigüedades romanas, 3.72.

Livio, Historia de Roma desde su fundación, 1.46-48.59.

Ovidio, Fastos, 6.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 6.1.

Selección bibliográfica

Gagé, J., “La mort de Servius Tullius et le char de Tullia”, RevBelPhilHist 41 (1963) 25-62.

Bellandi, F., “Scelus Tulliae: storiografia e tipología trágica in Dionigi, Livio, Ovidio, PP 31 (1976) 149-168.

Pavón, P., “Mujeres delitos y condenas en cuatro leyendas romanas”, Habis 37 (2006) 287-300.

6. TANAQUIL

6. TANAQUIL

Tanaquil fue la esposa de Lucio Tarquinio Prisco, quinto rey de la monarquía y fundador de la dinastía de reyes de origen etrusco en Roma. Recibió el nombre de Caya Cecilia cuando fue deificada. El templo del dios Sanco, situado en el Quirinal, albergaba su estatua junto con los utensilios que empleó para tejer la toga real de Servio Tulio. 

A lo largo de su vida, Tanaquil demostró una gran habilidad para entretejer alianzas matrimoniales, lo que le valió el trono a su esposo y, más tarde, a su yerno Servio Tulio. De este modo, Tarquinio Prisco se convirtió en sucesor del monarca Anco Marcio y ella alcanzó una gran relevancia. 

Roma

Como resultado, Tanaquil se preocupó por garantizar la sucesión casando a su hija Tarquinia con Servio Tulio, quien según la tradición había sido concebido por Ocrisia, una cautiva convertida en esclava por Tarquinio. La sucesión se produjo gracias a una interpretación de la reina, experta en prodigios, sobre un suceso premonitorio en cuanto al destino de la criatura.

La pareja real tenía también dos hijos varones, Lucio Tarquinio y Arrunte Tarquinio, por lo que se entendía anómalo que para la sucesión se considerase antes al hijo de una esclava que a la propia descendencia. Sin embargo, cuando el rey fue herido de muerte en una conjura palacial promovida por los descendientes de Anco Marcio, sus hijos carecían de la edad legal para acceder al trono. En este episodio, se puso de relieve el papel de la reina que intervino en la elección del nuevo monarca. Se puede afirmar que la influencia de Tanaquil en la política dinástica constituyó para la época un verdadero poder en la sombra, pero no poder institucional en una sociedad patriarcal. Su personalidad pasó a la posteridad. Algunos autores como Ausonio se sirvieron de su imagen para ensalzar ciertas cualidades femeninas e incluso artistas de épocas posteriores la convirtieron en arquetipo de matrona romana. 

Almudena Domínguez Arranz

Universidad de Zaragoza

Hélène Gueber (1896). Tarquinio y el águila. Ilustración de la autora para su obra "Historia de los Romanos" publicada en 1896.

Fuentes principales

Livio, Historia de Roma desde su fundación, 1.34, 39, 41, 47.

Plinio el Mayor, Historia natural, 8.74, 194.

Plutarco, Cuestiones romanas, 51.

Selección bibliográfica

Berrino, N., “Dalla Tanaquilla di Livio alla Livia de Tacito”, InvLuc 26 (2004) 15-32.

Martínez-Pinna, J., “Tanaquil, ¿hipóstasis de Fortuna?”, en Domínguez, A.J., Mora, G. (eds.). Doctrina a Magistro Discipulis Tradita. Estudios en homenaje al Prof. Dr. D. Luis García Iglesias (Madrid 2010) 105-119.

Momigliano, A.,“Tre figure mitiche: Tanaquilla, Gaia Cecilia, Acca Larenzia”, Quarto contributo alla Storia degli Studi Classici e del mondo antico (Pisa 1969) 455-485.

5. HORACIA

5. HORACIA

Horacia es la víctima de una triste leyenda romana situada en tiempos del rey Tulo Hostilio. Era hija de un noble llamado Publio Horacio y hermana de los tres Horacios. Su padre la prometió a un joven albano llamado Curiacio.

 El destino hizo que se desencadenara una guerra entre Roma y la ciudad vecina de Alba Longa. Se decidió que, para evitar muertes entre uno y otro bando, se concertaría una lucha singular que debían disputar los mejores combatientes de cada ciudad. Por parte de Roma iban los tres hermanos Horacios y por la de Alba Longa, los tres Curiacios. El combate finalizó con la muerte de los hermanos albanos y de dos de los romanos, quedando con vida uno de ellos. La victoria, por tanto, fue para Roma.

Roma

El superviviente Horacio se dirigió a Roma con los despojos de los vencidos. Cuando Horacia vio que su hermano llevaba el manto que ella misma había tejido para su prometido, rompió a llorar desesperadamente. Al instante, aquel, arrebatado por la furia, le clavó su espada matándola, porque había llorado la muerte del enemigo y no las de sus hermanos. Con ese acto, él mismo se atribuyó de forma ilegítima el derecho de vida y muerte que tenía el padre romano sobre los miembros de su familia. Horacio fue llevado a juicio por parricida, cambiando su suerte ya que había pasado de ser héroe a villano. En Roma se debatió si considerar la muerte de Horacia como un castigo de ámbito privado o, por el contrario, de interés público. El rey decidió dar la palabra al pueblo. Y este optó por absolver al reo. Publio Horacio alegó que él mismo habría matado a su hija si no lo hubiera hecho su hijo.

            Tulo Hostilio, no satisfecho con la resolución, consultó a los pontífices porque con la muerte de Horacia se había dañado la piedad para con los dioses. Aquellos determinaron purificar a Horacio con unos sacrificios. Su padre, además, levantó un tronco en la calzada, conocido como Tigillum sororium, por el que tuvo que atravesar Horacio con la cabeza cubierta. De esta manera reparó el daño y le fue restituido el honor como héroe de Roma. Horacia fue honrada con un sepulcro en el lugar donde había caído muerta. Esta leyenda, aunque llena de anacronismos relacionados con el derecho y el procedimiento judicial romano, ejemplifica los extremos valores sobre los que se asentaba la familia tradicional en la Roma antigua.

Pilar Pavón

Universidad de Sevilla

Jacques-Louis David (1784). El juramento de los Horacios. Museo del Louvre, París.

Fuentes principales

Dionisio de Halicarnaso, Historia Antigua de Roma, 3.21.1-8.

Livio, Historia de Roma desde su fundación, 1.26.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 6.3.6.

Selección bibliográfica

Cantarella, E., I supplizi capital in Grecia e a Roma (Roma 1991).

Dumézil, G., Horace et les Curiaces (Paris 1942).

Pavón, P., “Mujeres delitos y condenas en cuatro leyendas romanas”, Habis 37 (2006) 287-300.

Watson, A., “The Death of Horatia”, CQ 29 (1979) 436-447.

4. TARPEYA

4. TARPEYA

Tarpeya aparece en las leyendas de la fundación de Roma como la primera vestal conocida de la Urbe, hija del general Espurio Tarpeyo, encargado de la defensa de la colina capitolina durante el reinado de Rómulo. Esta joven vestal quedó en la historiografía romana como ejemplo de mal comportamiento femenino que afectaba a la familia y a la patria, frente a las sabinas que habían aceptado su nueva condición como esposas de los romanos. 

Tras el rapto de las sabinas y de otras mujeres latinas, el ejército sabino perpetró la toma de la ciudad gracias a la ayuda de la vestal. Existen varias versiones sobre este episodio legendario. Algunas indican que Tarpeya traicionó a su patria permitiendo la entrada de las tropas enemigas en Roma. Motivada por el amor que sentía hacia el rey sabino Tito Tacio que le había prometido matrimonio engañosamente, accedió a la entrega de la ciudad a cambio de las joyas que llevaban los sabinos en el brazo izquierdo. 

Roma

Otras señalan que su intención era realizar una acción valerosa, consintiendo el ingreso del ejército enemigo con el propósito de tenderle una trampa, avisando a Rómulo y a sus guarniciones. Sin embargo, en estas versiones el mensajero encargado de transmitir la noticia de la llegada del ejército sabino, la traicionó llegando su intención a oídos de Tacio. En cualquiera de los casos, los sabinos se aprovecharon de Tarpeya consiguiendo asaltar la ciudad y, engañándola, en vez de entregarle las joyas. La aplastaron con el peso de sus escudos que también llevaban en su brazo izquierdo. Su muerte emitió una clara advertencia moral, limitando la actuación femenina en determinados ámbitos que no eran de su competencia. Plutarco, por ejemplo, critica abiertamente a aquellos autores que consideran que la joven era la encargada de defender la ciudad y no su padre, pues interpreta esta afirmación como una forma de desprestigiar al rey y fundador de Roma, Rómulo.

De esta polémica surgirá la idea de que Espurio Tarpeyo fue duramente castigado, a pesar de su inocencia, por la felonía de su hija. Este episodio ponía de manifiesto que los patresfamiliae ejercieran una férrea tutela sobre las mujeres de sus casas, imponiendo la necesidad de sancionarlas en caso de que incurrieran en cualquier delito. El relato, además de contener un carácter moralizante, sirvió para establecer el origen mítico de la Roca Tarpeya. Esta última, hasta su posterior consagración en honor a Júpiter Capitolino, evocaba con su topónimo a la vestal traidora, justificando que desde ella se despeñaba a los delincuentes en recuerdo a este episodio de la historia romana. 

Julia Guantes Garcia

Universidad de Oviedo

Friso del castigo de Tarpeya. Palazzo Massimo (siglo I). Roma.

Fuentes principales

Dionisio de Halicarnaso, Historia Antigua de Roma, 2.38-40.

Livio, Historia de Roma desde su fundación, 1.11.5-9.

Plutarco, Vidas paralelas. Vida de Rómulo, 17-18.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 9.6.1.

Selección bibliográfica

Cornell, T., “Livy’s Narrative of the Regal Period and Historical and Archaeological Facts”, en Mineo, B. (ed.), A Companion to Livy (Chichester 2015) 245-258.

Guantes García, J. “Maternidad y filiaciones en la Roma primitiva. Una revisión del rapto de las Sabinas”, en Cid López, R.M.ª, Domínguez Arranz, A. y Marina Saéz, R.M.ª, Madres y familias en la Antigüedad. Patrones femeninos en la transmisión de emociones y de patrimonio (Gijón 2021) 99-114. 

Stevenson, T., “Women of Early Rome as Exempla in Livy, Ab Urbe Condita. Book 1”, CW 104, 2 (2011) 175-189.

Welch, T., “Perspectives On and Of Livy’s Tarpeia”, EuGeStA 2 (2012) 169-200.

3. HERSILIA

3. HERSILIA

Hersilia es un personaje legendario vinculado a las leyendas fundacionales que aparece representada en las fuentes como la primera matrona romana. Era hija del rey sabino Tito Tacio. Para la mayoría de los autores, esta sería la esposa de Rómulo y madre de Prima y Aolio. Fue una de las sabinas raptadas por los romanos, liderados por Rómulo para afianzar la fundación de su ciudad. 

Tras la muerte de su hermano Remo, Rómulo ofreció a las poblaciones vecinas alianzas matrimoniales con su pueblo. Sin embargo, la negativa de estos sirvió como pretexto para que el fundador y sus compañeros planeasen el rapto de las sabinas. 

Roma

Los autores clásicos apuntan diversas motivaciones, como la necesidad de establecer pactos políticos o la obligación cívica de aumentar la comunidad. Para llevar a cabo el secuestro, los romanos invitaron a las poblaciones cercanas a la celebración de una festividad religiosa dedicada al dios Conso. Durante el desarrollo del ritual, se atacó y consiguieron atrapar a las mujeres asistentes. De estas, destacan en la leyenda por encima del resto las sabinas, aunque también estaban incluidas las procedentes de ciudades como Caenina, Crustumerium y Antemnae. Las fuentes minimizaron la violencia del acto aludiendo al respeto a las raptadas, y a que estas aceptaron su nueva situación. 

Hersilia aparece retratada como una mujer de moral intachable que es escogida como líder por el resto de sus congéneres. La leyenda le atribuye la intervención en el campo de batalla consiguiendo la anhelada paz entre sabinos y romanos, aludiendo a la pietas familiar que une a unos y a otros a través de su relación con ellas y con sus hijos recién nacidos. De esta manera, Hersilia sirvió a los autores clásicos para establecer el modelo ideal de matrona romana, así como la institución matrimonial, siendo percibida posteriormente como la madre fundacional de Roma. Su defensa de los valores familiares y estatales le valió el reconocimiento y admiración de la ciudadanía, asociando a su actuación la institución del culto en honor a la diosa Juno Lucina, festividad por antonomasia de las matronas romanas.

Julia Guantes García

Universidad de Oviedo

Fuentes principales

Aulo Gelio, Noches áticas, 13.23.13-14.

Dionisio de Halicarnaso, Historia Antigua de Roma, 2.30, 32-36, 45-46. 

Ovidio, Fastos, 3.170-255.

Selección bibliográfica 

Arieti, J., “Rape and Livy’s View of Roman History”, en Deacy, S., Pierce, K.F. (eds.), Rape in Antiquity. Sexual Violence in the Greek and Roman Worlds (London 2002) 209-230. 

Brown, R., “Livy’s Sabine Women and the Ideal of Concordia”, TAPhA 125 (1995) 291-319.

Guantes García, J. “Maternidad y filiaciones en la Roma primitiva. Una revisión del rapto de las Sabinas”, en Cid López, R.M.ª, Domínguez Arranz, A., Marina Saéz, R.M.ª, Madres y familias en la Antigüedad. Patrones femeninos en la transmisión de emociones y de patrimonio (Gijón 2021) 99-114. 

2. ACA LARENTIA

2. ACA LARENTIA

Aca Larentia fue un personaje femenino protagonista de varias leyendas sobre la fundación de Roma y de la época monárquica. Asimismo, esta mítica mujer fue divinizada y venerada en la Roma antigua. 

Según las versiones legendarias sobre la creación de la ciudad recogidas por los autores clásicos, Aca Larentia era la esposa de Fáustulo, pastor que encontró a los gemelos recién nacidos, Rómulo y Remo, en las orillas del río Tíber y los entregó a su mujer para que los criase. Algunas variantes señalan que Aca Larentia, tras la muerte de Fáustulo, se casó con un rico etrusco llamado Tarucio e hizo a Rómulo su heredero. Otras indican que el pastor Fáustulo era un hombre anciano sin esposa y que, al hallar a los bebés, los entregó a una prostituta (lupa) adinerada llamada Aca Larentia.

Roma

Este relato se modificó a lo largo de los siglos, llegando en tiempos de Augusto a decirse que Aca Larentia tuvo doce hijos que fundaron el colegio de los frates arvales quienes se encargaron, junto con su madre, de rendir honores a los dioses lares. Precisamente de esta atribución cultural podría venir el nombre de “Larentia”. Cuando uno de estos hermanos falleció, Rómulo se ofreció para sustituirlo en sus funciones religiosas. Unos años después, el rey Rómulo murió y en su deificación se le identificó con el dios Quirino. Tras el fallecimiento de Aca Larentia, el flamen Quirinalis habría sido el encargado de ocupar el lugar de Rómulo en este colegio para dirigir los ritos de su funeral. Aca Larentia pasaría a ser identificada con la divinidad femenina Dea Dia.

Otra leyenda cuenta que una noche el guardián del templo de Hércules retó al dios a jugar una partida de dados. El premio para el que ganara sería una cena y los servicios de una prostituta. Este guardián perdió frente a Hércules y le invitó a pasar la noche y cenar con el dios a una famosa meretriz llamada Aca Larentia. Hércules le indicó que aprovechara cualquier circunstancia que se le presentara de regreso a casa.  Al salir del templo, un rico llamado Tarucio, cautivado por su belleza, le propuso matrimonio. Aca aceptó y, a la muerte de éste, se convirtió en dueña de todos sus bienes. A su muerte, nombró heredero de sus propiedades al pueblo romano. Por este motivo, el rey Anco Marcio hizo que la enterraran en el Velabro y la honró con una conmemoración fúnebre anual llevada a cabo cada 23 de diciembre, los Larentalia o Accalia.

Daniel León Ardoy

Universidad de Sevilla

Carlo Maratta (1680-90). El hallazgo de Rómulo y Remo. Branderburgo Museum. Brandenburgo.

Fuentes principales

Dionisio de Halicarnaso, Historia Antigua de Roma, 1.84.4.

Livio, Historia de Roma desde su fundación, 1.4.7.

Macrobio, Saturnales, 1.10-16.

Plutarco, Vidas paralelas. Vida de Rómulo, 4-5.

Selección bibliográfica

Beard, M., “Acca Larentia Gains a Son. Myths and Priesthood at Rome”, en Mackenzie, M.M., Roueché, C. (eds.), Images of Authority (Cambridge 1989) 41-61.  

Mommsen, T., “Die echte und die falsche Acca Larentia”, Röm. Forsch. 2 (1879) 1-20.

Paladino, I., Fratres Arvales. Storia di un collegio sacerdotale romano (Roma 1988).

1. REA SILVIA

1. REA SILVIA

La versión canónica de las leyendas fundacionales de Roma hace de Rea Silvia la hija de Numitor y sobrina de Amulio, rey de Alba Longa. Para evitar que tuviese descendencia, su tío la consagró como sacerdotisa de Vesta en su comunidad; sin embargo, en una ocasión en la que estaba en un bosque recogiendo agua para los sacrificios, Silvia fue fecundada por Marte, y engendrando posteriormente a Rómulo y Remo.

Livio y Dionisio son dos de las fuentes más antiguas que transmiten esta versión, siendo el segundo más profuso en detalles, aunque no deja claro quién forzó a la vestal. El autor griego refiere que su madre le habría indicado que debía permanecer en casa fingiendo estar enferma, por su propia seguridad, la de los ritos que ejecutaban las vestales y la de su pueblo. 

 

Alba Longa

Ovidio, por su parte, sitúa toda la acción del encuentro con Marte el uno de marzo, primer día del calendario romano arcaico y del mes consagrado a esta divinidad. El poeta refiere que Silvia se quedó dormida en el bosque y que, tras haber sido fecundada por Marte, tuvo un sueño premonitorio en el que veía nacer del fuego sagrado dos palmas, una mayor que la otra, que tocaban las estrellas y estaban llenas de frutos, es decir, Rómulo y Remo. 

Como vestal debía conservar su virginidad, de modo que la tradición literaria tiende a mostrar elementos atenuantes para salvaguardar la dignidad de la madre de los fundadores de Roma. De hecho, Dionisio refiere que estas sacerdotisas de Alba Longa tenían que permanecer vírgenes durante cinco años (y no cuarenta como en Roma en época histórica) y que Silvia habría sido forzada en el cuarto año de su sacerdocio, habiendo realizado su servicio casi hasta el final.

José Carlos Saquete

Universidad de Sevilla

Detalle de Marte y Rea Silvia. Sarcófago de Matteo I y II (siglos II-III d. C.). Palazzo Mattei, Roma.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 1.78.5.

Dionisio de Halicarnaso, Historia Antigua de Roma, 1.76.3.

Livio, Historia de Roma desde su fundación, 1.3.

Ovidio, Fastos, 3.9.70.

Selección bibliográfica

Saquete, J.C., Las vírgenes vestales. Un sacerdocio femenino en la religión pública romana, Anejos de AEspA 21 (Madrid 2000) 28-29.