210. MACRINA LA MENOR

210. MACRINA LA MENOR

Macrina nació hacia el 327 en Capadocia (Asia Menor), y era hija de Basilio el Mayor, funcionario y hombre de profunda formación filosófica, y de Emmelia, educada en el cristianismo. Macrina recibió ese nombre en recuerdo de su ilustre abuela Macrina la Mayor y era la primogénita de diez hermanos, entre los que conocemos a Basilio el Grande, Naucracio, Pedro de Sebaste y Gregorio de Nisa. Tras su muerte, este último compuso su biografía, fundamental para conocer los detalles sobre la vida de Macrina. Desde niña fue educada por su madre e instruida en los textos de la Biblia, evitando los de la cultura profana.  Cuando cumplió los 12 años, su padre la prometió en matrimonio con un joven digno de ella que, sin embargo, falleció antes de que el matrimonio se celebrase.

Cappadocia

Macrina, a quien no le entusiasmaba la idea del matrimonio, se decantó por una vida monástica. Los años posteriores transcurrieron en el espacio de la casa, alternando la oración con el trabajo manual, procurándole el alimento y los cuidados físicos necesarios a su madre, además de compartir con ella las preocupaciones por sus hermanos. Ese periodo de la vida de la joven coincide con las primeras manifestaciones en Oriente del ascetismo femenino y, por ello, decidió abrazar ese tipo de vida. La casa se transformó en un monasterio en el que fueron eliminadas las diferencias sociales, convirtiéndose todas, esclavas y señoras, en hermanas que compartían mesa, lecho y medios de subsistencia. Su madre también abrazó el ascetismo, abandonó el lujo y el bienestar propios de su clase, y se adaptó a la forma de vida de las otras vírgenes que convivían con ellas. Cuando el padre falleció, Macrina y sus hermanos decidieron repartir sus bienes, entregando gran parte a los pobres, y junto con su madre se retiró a una posesión familiar en Annesi, a orillas del mar Negro, donde fundaron una comunidad monástica. 

La fortaleza de la joven Macrina sirvió de apoyo a la madre y la ayudó a sobreponerse del dolor por la pérdida de su hermano Naucracio, animándola con su ejemplo a la paciencia y al valor.  Así transcurrió un largo periodo de tiempo hasta que, en fechas muy próximas, se produjeron acontecimientos de extraordinaria importancia para la joven como fueron el fallecimiento de la madre, la consagración de su hermano Basilio el Grande como obispo de Cesarea (370) y la ordenación de Pedro como sacerdote de Sebaste, entre el 370 y el 375. Ocho años después falleció el primero.

 Según Gregorio de Nisa, al año siguiente de la muerte de Basilio, viajó a Annisi a visitar a su hermana al encontrarse esta gravemente enferma. Macrina fue sepultada a poca distancia de su monasterio, en la Iglesia de los Cuarenta Mártires de Sebaste. Posteriormente Gregorio escribió su Diálogo sobre el alma y la Resurrección, basado en la última conversación mantenida con su hermana, cuando estaba a punto de fallecer. 

Juana Torres

Universidad de Cantabria

Santa Macrina la Menor. Fresco en la Catedral de Santa Sofía, Kiev.

Fuentes principales

Gregorio de Nisa, Vida de Macrina; Epístolas, 13-4.

Selección bibliográfica

Alexandre, M., “Les nouveaux martyrs. Motifs martyrologiques dans la vie des saints et thèmes hagiographiques dans l’eloge des martyrs chez Grégoire de Nysse”, en Spira, A. (ed.), The Biographical Works of Gregory of Nyssa. Proceedings of the International Colloquium on Gregory of Nyssa (Filadelfia 1984) 33-70. 

Bádenas Población, M.J., “Macrina: virgen y maestra. Análisis de la vida de “Macrina” de Gregorio de Nisa”, en Alfaro Giner, C., Aleixandre Blasco, A. (eds.), Espacios de infertilidad y agamia en la Antigüedad (Valencia 2007).

Maraval, P., “Encore les frères et soeurs de Grégoire de Nysse”, RHPhR 60 (1980) 161-166.

Momigliano, M., “Macrina: una santa aristocratica vista dal fratello”, en Arrigoni, G. (ed.), Le Donne in Grecia (Roma-Bari 1985) 331-344.

Silvas, A.M., Macrina the Younger. Philosopher of God (Turnhout 2008).

209. FLAVIA AURELIA EUSEBIA

209. FLAVIA AURELIA EUSEBIA

Eusebia fue la segunda y más querida esposa de Constancio II, miembro de la dinastía Constantiniana. Era hija, probablemente, de Flavio Eusebio cónsul del 347, y de una noble mujer cuyo nombre se desconoce. Nació en Salónica (Tesalónica, Grecia). Se casó con el emperador viudo en el 353, por tanto, era conocedora de las expectativas que se le exigían por su matrimonio y como esposa imperial. 

Según los autores, Eusebia era de una gran belleza e inteligencia y poseía una formación intelectual elevada. Su marido, acostumbrado a la adulación de la corte y a recibir los apoyos y asesoramientos de quienes le rodeaban, se sirvió de sus consejos en ocasiones para el desarrollo de la política imperial.

Constantinopolis

Esto se refleja, por ejemplo, en la decisión de Constancio de perdonar la vida de su primo, el joven Juliano, a instancias de Eusebia, sobre el que se tenían sospechas de traición no demostradas. Ella influyó en su marido para que Juliano siguiera sus estudios filosóficos en Grecia, pero también para que lo eligiera César, a pesar de las voces contrarias, alegando la preferencia de un pariente de sangre para este puesto, frente a foráneos. Aquel siempre le estuvo agradecido, mencionándola en sus escritos, como se observa en el extenso panegírico que le dedicó. Eusebia también propuso el matrimonio entre Juliano y Elena, hermana de Constancio II, e hija de Constantino. Este matrimonio dinástico reforzaría la posición de aquel en el gobierno imperial. 

            Eusebia participó también en la política religiosa de su marido, acrecentado la difusión del arrianismo, credo que ella misma profesaba. Como consorte imperial no dejó de desarrollar un papel indispensable en apoyo de la política de Constancio II, aunque no se vio reflejado con la llegada de un vástago que sucediera a su padre. Aquejada de esterilidad, sus intentos por quedarse embarazada hicieron que perdiera la vida en el año 360 en manos de embaucadores que le aseguraban la pronta llegada de un hijo. Las visiones que los historiadores dejaron sobre ella basculan entre el reconocimiento de sus capacidades y de su actuación en el gobierno de su marido, pero también en las intrigas y las habilidades para manejar la voluntad de aquel. En cualquier caso, la fortaleza de esta mujer dejó una huella imborrable como queda de manifiesto por las abundantes menciones que las fuentes hacen de ella, a pesar del poco tiempo que fue emperatriz consorte.

Pilar Pavón

Universidad de Sevilla

Rotoda de Galerio. Actual Tesalónica. Siglo IV.

Fuentes principales

Amiano Marcelino, Historia, 16.

Juliano, Panegírico a Eusebia.

Epítome acerca de los césares, 40-42.

Filostorgio, Historia eclesiástica, 2.5.

Zósimo, Nueva historia, 3.

Selección bibliográfica

García Ruiz, M.P., “Una lectura conjunta del Primer Encomio a Constancio y el Encomio a Eusebia de Juliano”, Exemplaria Classica. Journal of Cassical Philology, 19 (2015) 155-173.

Juneau, J., “Pietas and Politics: Eusebia and Constantius at Court”, CQ, 49 (1999) 641-644.

Pavón, P., “Pompeya Plotina y Flavia Aurelia Eusebia: dos esposas imperiales a la altura de las circunstancias”, en Chiriatti, M.C., Vallejo Gervás, M., (cur.), Riflessi di porpora: declinazioni di potere femminile tra Roma, Bisanzio e l’Occidente Medievale. Quaderni della revista Bizantinistica (Spoleto 2022) (en prensa).

Tougher, S., “The Advocacy of an Empress: Julian and Eusebia”, CQ, 48 (1998) 595-599.

Tougher, S., “Ammianus Marcellinus on the Empress Eusebia: A Split Personality?”, G&R 47 (2000) 94-101.

208. MELANIA LA MAYOR

208. MELANIA LA MAYOR

De origen hispano y de familia noble, Melania vivió entre el año ca. 365-410 y fue nieta del cónsul Marcelino. Debido a su alto rango y a la inmensa fortuna familiar fue obligada a contraer matrimonio siendo aún muy joven con Valerio Máximo, prefecto de la urbe del emperador Juliano. Tuvo tres hijos, pero en un año perdió a dos de ellos y al marido. Tras el entierro, marchó a Roma con el único hijo varón que le quedaba, Valerio Publícola. Como era aún pequeño, y Melania quería dedicar el resto de su vida al ascetismo, le buscó un tutor y le encomendó su cuidado y educación. A continuación, se embarcó rumbo a Alejandría en compañía de servidores y criadas. Tras vender sus bienes, se adentró hasta el monte de Nitria para encontrarse con los Padres del desierto. Durante seis meses permaneció en esos lugares, visitando a todos los hombres “santos” y prestándoles ayuda económica.

Roma

Hierosolyma

Hispania

Apoyó y protegió también a los monjes exiliados desde Alejandría a Palestina, víctimas de la persecución arriana. Después se trasladó a Jerusalén, donde fundó un monasterio, y permaneció allí unos 25 años, dirigiendo una comunidad de cincuenta vírgenes.  El hijo de Melania, Valerio Publícola, recibió el más alto grado en su formación cultural gracias a la inmensa fortuna de su madre. Llegó a ser pretor urbano y contrajo matrimonio con Ceyonia Albina, mujer ilustre. Tuvieron dos hijos, uno de los cuales fue la famosa Melania la Menor, nieta, por tanto, de esta mujer. Después de su estancia en Jerusalén Melania la Mayor con sesenta años, se trasladó a Occidente y fue recibida en Nola por Paulino, el obispo de la ciudad. El objetivo fundamental de ese viaje fue llegar a Roma para conocer de primera mano los planes ascéticos de su nieta Melania y de su esposo Piniano, sobre los que le habían llegado noticias, por miedo a que estuvieran siendo víctimas de alguna herejía. Una vez allí, consolidó en su propósito a Melania y a Piniano, convirtió al cristianismo a Aproniano, marido de su prima Avita, y les convenció a ambos de que vivieran en continencia. 

Al morir su hijo, catequizó también a su nuera Albina y consiguió que todos vendieran sus bienes para dedicarse a la vida monástica. Regresó a su monasterio de Jerusalén, donde continuó desplegando su actividad caritativa entre las iglesias, los monasterios, los extranjeros y los prisioneros. Se le atribuyen algunos milagros, como el relatado por Paladio a propósito del diácono Evagrio Póntico, amigo de Basilio y de Gregorio Nacianceno. Huyendo de una pasión incontrolable por una mujer casada abandonó Constantinopla y marchó a Jerusalén, donde fue recibido por Melania. Esta le curó de una grave enfermedad que contrajo allí, tras prometerle él que se entregaría a la vida eremítica; así lo cumplió, trasladándose al monte de Nitria, en Egipto. Melania la Mayor falleció poco tiempo después de su vuelta a Tierra Santa, tras haber realizado el último viaje a Occidente.

Juana Torres

Universidad de Cantabria

Fresco ortodoxo que representa a Melania la Mayor. Procedencia desconocida.

Fuentes principales

Paladio, Historia lausíaca, 46.

Paulino de Nola, Epístolas, 29.6.

Selección bibliográfica

Booth, A.D., “Quelques Dates Hagiographiques: Mélanie l’Ancienne, Saint Martin, Mélanie la Jeune”, Phoenix 37, 2 (1983) 144-151.

Giannarelli, E., “Il pellegrinagio al femminile nel cristianesimo antico: fra polemica e esemplarità”, en Silvestre, M.L., Valerio, A. (eds.), Donne in viaggio. Viaggio religioso, politico, metaforico (Roma – Bari 1999) 50-63.

Giannarelli, E., “Women and Travelling in Early Christian Texts: Some Aspects of a Problem”, en Børresen, K.E., Cabibbo, S., Specht, E. (eds.), Gender and Religio. Genre et Religion (Roma 2001) 155-174. 

Murphy, F.X., “Melania the Elder: a Biographical Note”, Traditio 5 (1947) 59-77.

207. SOSÍPATRA

207. SOSÍPATRA

Sosípatra es una de las pocas mujeres de la Antigüedad tardía de cuyo magisterio filosófico se conserva noticia. Nació en la primera mitad del siglo IV. Su biografía fue transmitida por Eunapio en Vida de los filósofos y sofistas y, sobresalío, entre sus compañeros varones, como una de las grandes representantes del neoplatonismo en su vertiente teúrgica, una corriente en la que se propiciaron como instrumentos más adecuados para conseguir el contacto y la unión con la divinidad, prácticas como los oráculos caldeos, la adivinación, además de rituales con un marcado carácter religioso. No resulta extraño, por lo tanto, que fuera reconocida como una gran profetisa.

Ephesus

 Ante la ausencia de un aprendizaje al uso proporcionado por maestros reconocidos, para legitimar este don y sus elevadas aptitudes en el campo de la teúrgia, Eunapio se preocupó de recoger en su biografía elementos extraordinarios que avalaran sus dotes oraculares: siendo niña, tuvo lugar el acontecimiento trascendental que permite al lector entender su carisma, al llegar a su casa dos ancianos desconocidos, vestidos con pieles, que persuaden al capataz para que les permita cuidar las vides, logrando una cosecha sin igual  de la que todos deducen la intervención divina. Invitados estos extraños a la mesa y como respuesta a la hospitalidad que disfrutan, ofrecen al padre de Sosípatra no un regalo material sino la propuesta de llevarse a su hija para educarla. Sosípatra volverá cinco años más tarde sana y salva, tan alta y hermosa que su padre apenas la reconoce y dotada además de una sabiduría tan extraordinaria que el padre estaba convencido de que su hija era una diosa. Estos seres divinos actuaron como mistagogos en el aprendizaje de los oráculos caldeos y legitiman así tanto la naturaleza divina de las actuaciones de Sosípatra como la ausencia de la formación intelectual de carácter académico.

Sosípatra estuvo casada con el también filósofo Eustacio de Capadocia y fue madre de tres hijos, uno de los cuales fue el famoso Antonino que heredó la visión profética de su madre y una vez asentado en Canopo, en las proximidades de Alejandría, anunció desde allí la destrucción del Serapeo de la capital egipcia. Tras la muerte de su marido, Sosípatra se afincó en Pérgamo y allí continuó ejerciendo su magisterio filosófico compartiendo estudiantes con otro gran maestro del periodo, Edesio. Su magisterio se desarrollaba en el hogar familiar. Este escenario se prestaba a una enseñanza menos formal y sus destinatarios eran tanto estudiantes de las élites, a los que proporcionaba formación complementaria de la que recibían en la escuela, como los propios miembros del hogar. Su conducta virtuosa, su capacidad de vivir atendiendo a los preceptos filosóficos que enseñaba, alejaron cualquier sospecha de posibles situaciones comprometidas que pudieran desarrollarse en un ambiente íntimo y privado como el de una casa familiar.

Clelia Martínez Maza

Universidad de Málaga

Ettore Forti (1900 aprox.). Dentro de un edificio romano. Getty Museum, Los Ángeles.

Fuentes principales

Eunapio, Vida de los filósofos y sofistas, 5.

Selección bibliográfica

Addey, C., “Sosipatra: Prophetess, Philosopher and Theurgist: Reflections on Divination and Epistemology in Late Antiquity”, en Evans, R. (ed.), Prophets and Profits: Problems in Ancient Divination and its Reception (London – New York 2017) 144-61.

Johnston, S.I., “Sosipatra and the Theurgic Life: Eunapius Vitae Sophistorum 6.6.5-6.9.24”, en Rüpke, J., Spickermann, W. (eds.), Reflections on Religious Individuality: Greco-Roman and Judaeo-Christian Texts and Practices (Berlin 2012) 99-117.

Lanzi, S., “Sosipatra, la teurga: una ‘Holy Woman’ iniziata ai misteri caldaici”,  SMSR 70 (2004) 275-94.

Tanaseanu-Döbler, I., “Sosipatra – Role Models for ‘Divine’ Women in Late Antiquity”, en Dzielska, M., Twardowska, K. (eds.), Divine Men and Women in the History and Society of Late Hellenism (Kraków 2013) 123-147.

206. HIPACIA

206. HIPACIA

Fue una filósofa neoplatónica nacida en Alejandría a comienzos del siglo IV. Se sabe que adquirió formación especializada en el campo de la matemática y la astronomía en el seno del hogar familiar, pues su padre Teón fue uno de los matemáticos más afamados del momento. Su competencia en las matemáticas quedó reflejada en sus comentarios a tres de las grandes obras del mundo antiguo: La aritmética de Diofanto, Las cónicas de Apolonio y la Sintaxis matemática de Ptolomeo, el tratado astronómico más importante hasta la llegada de Copérnico. Con sus comentarios ofrecía a los estudiantes versiones accesibles y actualizadas de las grandes obras científicas. 

Alexandria

La intervención de Hipacia no se limitó a una simple labor de edición, sino que introdujo propuestas que revelan su brillantez como científica. En el caso de la obra ptolemaica procede a una actualización de las tablas astronómicas y propone un nuevo cálculo de la órbita solar: el año sótico (365 días 6 horas y varios minutos). El interés de Hipacia por la ciencia no es ajeno a su labor en el ámbito de la filosofía. Como neoplatónica de la Escuela Alejandrina ofrecía a sus discípulos una instrucción bien distinta de la desarrollada en la Academia Ateniense (orientada sobre todo a la teúrgia), y dirigida al conocimiento de las disciplinas científicas como el adiestramiento más adecuado para alcanzar la unión con la divinidad. Impartía magisterio en foros públicos como cualquier otro colega de la escuela alejandrina y contó entre sus alumnos a jóvenes de las elites de las principales ciudades del Mediterráneo oriental. La enseñanza impartida por Hipacia no precisó de cooperación alguna de ningún filósofo, sino que la ejerció en igualdad de condiciones que el resto de sus compañeros de escuela, y cuenta con un grupo de discípulos que mantuvieron una relación de respeto, admiración y afecto por su maestra lo que explica también que su influencia en los circuitos intelectuales primero y después en los políticos (nutridos por antiguos alumnos suyos) fuera enorme y desconocida para el resto de las filósofas. Su magisterio y auctoritas trasciende los límites de la domus, para alcanzar espacios de proyección pública, y su influencia social incluso política fue sin duda enorme, hasta el punto de que su presencia fue percibida por el patriarca de la ciudad Cirilo, como amenazadora.

No resulta extraño que el retrato que las fuentes cristianas hacen de ella fuera negativo y así se la presenta como una maga capaz de doblegar con filtros amorosos la voluntad del prefecto Orestes, cristiano, para explicar su influencia en los asuntos municipales. Su macabro asesinato a manos cristianas durante la Pascua del año 415, arrastrada por un carro, desollada y descuartizada en pedazos que fueron luego incinerados en cada uno de los barrios de la ciudad, fue considerado símbolo de la violencia del conflicto religioso, pero lo cierto es que, tras su muerte, paganos y cristianos siguieron conviviendo durante más de un siglo. Hipacia fue más bien víctima de un conflicto de intereses políticos y con su asesinato se pretendía eliminar el símbolo de la alianza entre paganos, judíos y cristianos, contraria a los intereses del patriarca.

Clelia Martínez Maza

Universidad de Málaga

Elbert Hubbard (1908). Hipacia en Los pequeños viajes de Homes de los grandes maestros, v. 23.

Fuentes principales

Damascio, Vida de Isidoro.

Juan de Nikiû, Crónicas, 84-87.

Sinesio de Cirene, Cartas, 16.

Sócrates de Constantinopla, Historia eclesiástica, 7.

Selección bibliográfica

Martínez Maza, C., Hipatia (Madrid 2009). 

Martínez Maza, C., “Hipatia: la auctoritas de una científica como amenaza”, en Fuente, M.ª R., Ruiz Franco, R. (eds.), Mujeres peligrosas (Madrid 2019) 55-76.

Martínez Maza, C., “Hypatia’s heterodox Scientific Teaching”, en Coronel Ramos, M.A. (ed.), Overarching Greek Trends in European Philosophy (Amsterdam 2021) 223-250.

Watts, E. J., Hypatia. The Life and Legend of an Ancient Philosopher (Oxford 2017).

205. CECILIA LOLIANA

205. CECILIA LOLIANA

Cecina Loliana fue una matrona que vivió a comienzos del s. IV. Perteneció a una de las familias más prestigiosas de la aristocracia senatorial romana cuyos orígenes pueden rastrearse hasta comienzos del principado. Su marido, Gayo Ceyonio Rufio Volusiano Lampadio, ocupó los cargos de pretor bajo Constantino, prefecto de la Galia bajo Constancio y finalmente prefecto urbano en Roma en el 365-366. Como otras familias paganas, tanto Volusiano como su esposa hicieron gala de sus inclinaciones religiosas en dedicaciones donde muestran una especial predilección por las divinidades mistéricas de Isis, Cibeles y Atis, convertidas en el más inmediato competidor del cristianismo en este momento. 

Roma

Esta predilección por las devociones mistéricas hizo que Cecina Loliana se convirtiera en sacerdotisa isíaca, uno de los escasos puestos de la jerarquía del culto egipcio al que podían tener acceso las mujeres. Tuvo cuatro hijos varones y dos hijas. Los primeros perpetuaron los cultos tradicionales profesados por sus padres, ocupando cargos sacerdotales vinculados a los misterios, aunque dos de ellos tuvieron esposas cristianas. Estas uniones mixtas son reflejo de una sociedad cambiante y revelan la libertad de elección religiosa que poseían las mujeres, y, con ello, la coexistencia pacífica en el seno del hogar de credos distintos. Esa devoción cristiana femenina se debe, sobre todo, a la reducida intervención de la esposa en la transmisión del patrimonio religioso de la familia y siempre que quedara garantizado que los hijos varones mantuvieran el credo familiar. Sus dos hijas también mostraron su filiación pagana en la devoción a los cultos mistéricos. 

El compromiso de esta familia con el paganismo fue el resultado de la desaparición de la financiación proporcionada por el aparato estatal para dichos cultos, dependiendo estos del patrocinio particular de las élites. Fueron estos los únicos con medios suficientes para asumir los gastos derivados de las prácticas rituales y el mantenimiento de los lugares sagrados. Al mismo tiempo, la familia hizo de estos cultos mistéricos un símbolo de su pertenencia al grupo senatorial. La asunción del cuidado de tales cultos se convierte en una forma de defender el estatus socioeconómico en un periodo en el que la influencia del cristianismo era cada vez mayor.

Clelia Martínez Maza

Universidad de Málaga

Arca dedicada a Cecilia Loliana. Siglo V. Roma.

Fuentes principales

CIL VI, 512.

Selección bibliográfica

Cameron, A., The Last Pagan of Rome (Oxford 2010).

Chastagnol, A., “Le senateur Volusien et la conversion d’une famille du Bas-Empire”, REA 58 (1956) 241-253.

Martínez Maza, C., “Devotas mistéricas en la Roma tardoimperial”, Aevum 77 (2003) 53-68.

Salzman, M.R., Sághy, M., Lizzi-Testa, R., Pagans and Christians in Late Antique Rome:  Conflict, Competition and Coexistence in Late Antique Rome (Cambridge 2015).

204. SUSANA

204. SUSANA

Susana fue una diaconisa que nació a finales del siglo III en Palestina. Su padre Artemios era pagano y su madre, Marta, judía. Susana se hizo cristiana y su compromiso religioso fue tan fuerte que abrazó el ascetismo. En una práctica habitual entre las ascetas, se deshizo de todos sus bienes, liberó a sus esclavos y asumió una identidad travestida para, como monje, ingresar en un monasterio de Jerusalén. Contamos con otros casos de santas travestidas que hacen del cambio de indumentaria un primer peldaño en el camino de la perfección espiritual que le permitiría alcanzar a Dios. 

Eleuteropolis

El descubrimiento del verdadero sexo de la devota suele producirse tras su fallecimiento, al preparar al cadáver para su sepultura o como, en este caso, en un episodio en el que se duda de la moralidad de la protagonista. Susana como miembro de la comunidad jerosolimitana fue acusada de seducir a una monja enamorada de él/ella. En ese momento, Susana solicitó al obispo Cleofás de Eleuterópolis que convocara a dos diaconisas y dos vírgenes consagradas, con objeto de revelar su verdadero sexo ante ellas. Llama la atención el número de testigos que precisa. Las dos diaconisas presentes pudieron formar parte de la iglesia de Cleofás mientras que las dos vírgenes no estaban ordenadas y tenían por lo tanto el mismo estatus que Susana. Cuando las testigos llegaron, entraron todas en el diaconicón y allí se desnudó ante sus hermanas para mostrar que era mujer de nacimiento y virgen como ellas. Allí también les confesó que, para salvar su alma, había tomado los hábitos de un monje y cambió su nombre a Juan, aunque su nombre real era el de Susana. Entonces, las lágrimas y gritos de las testigos fueron tales que alertaron al obispo, el resto de los monjes y los lacios que acudieron veloces ante el temor de que hubiera sucedido algo improcedente. Allí, las cuatro testigos reprodujeron la confesión de Susana y confirmaron su condición de mujer, alabaron su fe, su modestia y castidad. 

Sin embargo, los hasta entonces compañeros de monasterio, no conformes con el resultado, se lanzaron a apedrear al que consideraban falso asceta y el obispo entonces la tomó bajo su protección, la llevó a Eleuterópolis y la nombró superiora del monasterio de las vírgenes, ordenándola además diaconisa. En este, como en otros casos, podemos comprobar que la dirección de un monasterio femenino no exigía la ordenación al diaconado y también que, las diaconisas podían formar parte de una comunidad monástica sin asumir las tareas de dirección. Ejemplos como el de Susana permiten comprobar la vitalidad del diaconado femenino en Oriente, el único cargo dentro de la jerarquía eclesiástica al que tenían acceso las mujeres. Comportaba una ordenación ante el obispo y un conjunto de responsabilidades eclesiásticas siempre orientadas al cuidado exclusivo de las devotas de la congregación.  Murió en prisión y por lo tanto como confesora (dando testimonio de su fe, aunque sin llegar a morir bajo suplicio como los mártires) durante el gobierno del emperador Juliano.

Clelia Martínez Maza

Universidad de Málaga

Fresco de Santa Susana "la Diaconisa". Procedencia desconocida.

Fuentes principales

Hechos de los santos, 46.151- 60.

Selección bibliográfica

Madigan, K., Osiek, C., Ordained Women in the Early Church. A Documentary History (Baltimore 2005).

Torres, J., “Mulieres diaconissae. Ejemplos paradigmáticos en la Iglesia oriental de los ss. IV-V”, Diakonía, Diaconiae, Diaconato. Semantica e Storia nei Padri della Chiesa, Studia Ephemeridis Augustinianum 117 (Roma 2010) 625-638.

Wijngaards, J., No Women in Holy Orders? The Women Deacons of the Early Church (Norwich 2002).

203. LUCILA

203. LUCILA

Lucila fue una poderosa mujer que vivió a finales del siglo III y principios del siglo IV. Según las fuentes, ejerció un papel decisivo en el cisma donatista. Los datos que se poseen sobre ella son escasos y aparecen en algunas obras relacionadas con la cuestión donatista, como el Tratado contra los donatistas de Optato de Milevi, (Mila, actual Argelia), los tratados de Agustín de Hipona Contra Crescentiano y Contra Petiliano, y en su epístola 43. En los primeros años del siglo IV la admiración de los cristianos africanos por sus mártires se convirtió en un culto exagerado, contraviniendo incluso las normas de las autoridades eclesiásticas. Mensurio, obispo de Cartago, criticó tales manifestaciones de piedad, al igual que su archidiácono Ceciliano, que se granjeó así el odio de Lucila. 

Milevi

Esta tenía la costumbre de besar el hueso de un mártir antes de recibir la eucaristía y Ceciliano la reprendió públicamente por esa actitud, provocando en ella la ira y su enemistad. Cuando Mensurio murió, le sucedió Ceciliano, con la fuerte oposición de un grupo de eclesiásticos que ambicionaban el puesto. El líder de ese movimiento sedicioso fue Donato, que daría nombre al cisma donatista, y contó con el inestimable apoyo y el abundante oro de Lucila, que no estaba dispuesta a soportar la disciplina eclesiástica, decidió no permanecer en comunión con la Iglesia. Después compró e instigó a muchos obispos en contra de Ceciliano, hasta conseguir que los donatistas declararan nula su consagración en un sínodo celebrado en Cartago y que eligieran en su lugar a Mayorino, su servidor y candidato favorito.

Juana Torres

Universidad de Cantabria

Sir Lawrence Alma-Tadema (1871). La carta del ausente. Colección privada.

Fuentes principales

Agustín de Hipona, Contra Crescentiano, 22. 27; Contra Petiliano, 1.106; Epístolas, 43.47.57.58.60. 61.70.108.109.110.111.112.120.

Optato de Milevi, Tratado contra los donatistas, 1.15.

Selección bibliográfica

Duval, Y., Loca sanctorum Africae. Le culte des martyrs en Afrique du IVe au VIIe siècle, t. II (Paris 1982).

De Veer, A.C., “Le rôle de Lucilla dans l’origine du schisme africain”, Bibliothéque Augustinienne 31 (Paris 1968) 799-202.

Labrousse, M., Optat de Milève, Traité contre les donatistes, 2 vols., SCh 412 (Paris 1995, 1996).

Wisniewski, R., “Lucilla and the Bone. Remarks on an Early Testimony to the Cult of Relics, JLA 4 (2011) 157-161.

202. EULALIA

202. EULALIA

Sabemos de Eulalia de Mérida gracias a Aurelio Prudencio Clemente, noble ciudadano de origen hispano, que escribió el Peristephanon o Libro de las Coronas hacia el año 405 y que en su capítulo tercero recogía el Himno a Eulalia, debatiéndose entre los especialistas tanto sus posibles fuentes como su autenticidad histórica. La celebración de la festividad en su ciudad natal acaece el diez de diciembre, y, originariamente, tuvo como fundamento el presunto martirio de Eulalia, cuyo nombre significa “la que habla bien”, en época de Diocleciano (284-305). En el caso que nos ocupa el poema de Prudencio nos remite a una passio, y por esta y otras razones histórico-jurídicas ha sido cuestionado respecto de la autenticidad de su contenido, si bien su culto se difundió en Hispania a partir del siglo IV, y en opinión de algunos especialistas, se desdobló en el siglo VII dando lugar al de Eulalia de Barcelona. 

Emerita Augusta

El poema inicia presentando a una joven virgen, de noble familia, nacida en Mérida, que tenía doce años. Se la describe como una adolescente virtuosa, modesta, recatada y sencilla, que no gustaba de joyas y oropeles. El poema afirma que su padre la llevó al campo para evitar su persecución en aplicación, probablemente, del cuarto edicto de Diocleciano, hecho que no consiguió. La valerosa muchacha, amparándose en la oscuridad de la noche, huyó sin que la viera nadie, logrando a la mañana siguiente llegar a la ciudad y personarse voluntariamente ante el tribunal.  Según Prudencio, Eulalia tomó la iniciativa ante el magistrado realizando un acto de provocación pisoteando a los ídolos y despreciando las imágenes demoníacas. A la vista de la obcecación de la joven virgen fue sometida a las más crueles torturas y finalmente falleció. La lectura del himno nos permite hablar de un escrito concebido como un elogio sin límites, en el que se nos da cuenta de la fortaleza de Eulalia para hacer frente a los interrogatorios, las torturas, el enfrentamiento con el magistrado, la defensa de la fe y, finalmente, el martirio heroico.

Rosa Mentxaka

Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

Cripta de la basílica de Santa Eulalia. Siglo V, Mérida.

Foto cedida por el Consorcio Ciudad Monumental de Mérida.

Fuentes principales

Prudencio, Libro de las coronas, Canto 3.

Selección bibliográfica

Mentxaka, R., “Reflexiones histórico-jurídicas sobre el martirio de Eulalia de Mérida”, Seminarios Complutenses de Derecho Romano, 33 (2020) 141-178. 

Mentxaka, R, “Eulalia de Mérida, ¿mártir dioclecianea?”, Cuena Boy, F. (ed.), Jornadas romanísticas internacionales INTER-AMICOS: Cultura jurídica romana y comunicación al Presente. Análisis históricos y jurídicos (Miranda de Ebro 2021) 81-86.

Mentxaka, R, “Elucubraciones acerca del escrito de Prudencio sobre el martirio de Santa Eulalia de Mérida”, Valmaña, A., Bravo, M.ªJ., Rodríguez, R., (eds.), Mujeres de la Hispania Romana. Una mirada al Patrimonio (Madrid 2021) 343-350.

San Bernardino, J., “Eulalia emeritam suam amore colit: consideraciones en torno a la fiabilidad de un testimonio prudenciano (PE. 3.186-215)”, Habis 27 (1996) 205-223.

VV.AA., Eulalia de Mérida y su figura histórica. Actas del Congreso del XVII centenario del Martirio de Eulalia Mérida, 2004 (Sevilla 2006). 

201. FLAVIA MÁXIMA FAUSTA

201. FLAVIA MÁXIMA FAUSTA

Flavia Máxima Fausta fue una matrona romana perteneciente, por matrimonio, a la dinastía Constantiniana. Era la hija del emperador Maximiano Hercúleo, que gobernó como Augusto junto a Diocleciano entre los años 286 y 305, y de Eutropia, mujer de origen sirio. A su vez, Fausta era la hermana menor del emperador Majencio, que gobernó sobre Italia y el Norte de África. La infancia de Fausta permanece ignota debido a la parquedad de las fuentes literarias hasta el año 307. Su padre, la prometió en matrimonio con Constantino I para sellar una alianza política. Este tuvo que repudiar a su primera esposa, Minervina, con la que había tenido ya un hijo, Flavio Julio Crispo.

Constantinopolis

 De este nuevo matrimonio, Fausta dio a luz a cinco hijos: los futuros emperadores Constantino II, Constancio II, Constante I, y las princesas Constantina y Elena. En el año 310, el suegro de Constantino I planeó una conjura para deponer a su yerno. Para ello, pretendió involucrar a su hija Fausta como colaboradora. Sin embargo, esta lo delató revelándole la conjura a su marido. Maximiano fue ajusticiado por su yerno. En el 324, Fausta fue proclamada Augusta junto con Elena, la madre de Constantino. Sin embargo, dos años más tarde, en el 326, Fausta sería condenada a muerte por su esposo poco después de la ejecución de su primogénito, Crispo. Existen diversas versiones sobre el motivo de la acusación a Fausta. En unas se dice que Fausta habría sido despechada por Crispo y, en venganza, le acusó de intentar propasarse con ella. Otra versión señala que Fausta fue la autora intelectual de un complot para librarse de un posible rival de sus hijos en la sucesión imperial. Una tercera versión señala que los dos amantes conspiraban una traición contra el emperador, quien los descubriría y mandaría ejecutar. Constantino I aplicó una damnatio memoriae sobre su esposa e hijo.

Daniel León Ardoy

Universidad de Sevilla

Retrato de Fausta, esposa del emperador Constantino I. Siglo IV. Museo del Louvre, París.

Fuentes principales

Filostorgio, Historia eclesiástica, 2.4.

Lactancio, Sobre la muerte de los perseguidores, 30.

Zonaras, Epítome de Historia, 13.2.38-41.

Zósimo, Nueva historia, 2.10.5-7, 11, 29.

Selección bibliográfica

Burckhardt, J., The Age of Constantine the Great (London 1949).

Drijvers, J.W., “Flavia Maxima Fausta: Some Remarks”, Historia 41 (1992) 500-506.

Temporini-Gräfin, H. (ed.), Die Kaiserinnen Roms: Von Livia bis Theodora (München 2002).  

Varner, E.R., “Portraits, Plots, and Politics: Damnatio Memoriae and the Images of Imperial Women”, MAAR 46 (2001) 41-93.