200. GALERIA VALERIA

200. GALERIA VALERIA

Galeria Valeria fue la hija del emperador Diocleciano y de su esposa Prisca. En el 293 contrajo matrimonio con Galerio, quien, posteriormente, sería nombrado César y sucesor de Diocleciano. Este matrimonio tendría como objetivo el fortalecimiento de los lazos familiares entre los componentes de la Tetrarquía, el nuevo sistema político instaurado por Diocleciano. Para ello, Galerio tuvo que divorciarse de Valeria Maximila, su primera esposa. A pesar de que tanto su padre como su marido llevaron a cabo persecuciones contra los cristianos, Galeria Valeria mostró sus simpatías hacia esa religión. Lactancio nos informa que ella era cristiana, aunque fue obligada a realizar sacrificios en honor a los dioses romanos durante la gran persecución que promovió Diocleciano en el 303. 

Salonica

El matimonio formado por Galerio y Valeria no tuvo descendencia, pero sabemos que ella acogió a Candidiano, el hijo ilegítimo de Galerio, como si fuera su propio vástago. Posteriormente, Diocleciano se retiró y dejó el poder en el 305, por lo que el marido de Valeria se convirtió en Augusto. A partir de ese momento, ella recibió el título honorífico de Augusta y se le concedió el epíteto de mater castrorum, privilegios que solían tener algunas de las consortes de los emperadores romanos. Además, su retrato aparece en las monedas que fueron acuñadas durante el mandato de Galerio. 

En el 311 falleció Galerio, provocando un duro golpe en su vida. Tuvo que huir del emperador Licinio que se había apropiado de las provincias que había gobernado su difunto esposo, junto con su hijastro y su madre. El heredero de Galerio, Maximino Daya, intentó obligarla a casarse con él cuando ella aún guardaba luto por Galerio. Daya planificó este casamiento con el fin de legitimar su gobierno vinculándose con Diocleciano, pero ella lo rechazó. Lactancio escribió sobre los argumentos que Valeria expuso para no aceptar la propuesta de Daya. El autor la presenta como un modelo de virtudes que rechaza al nuevo gobernante porque había pasado poco tiempo de la muerte de su esposo, ya que supondría el repudio de la fiel esposa de Daya y porque se consideraba que una fémina de su rango no debía volver a casarse de nuevo. 

Esa decisión tuvo serias consecuencias para Valeria, ya que sus bienes fueron confiscados, se ordenó la ejecución de varias de sus amigas y ella fue desterrada a Siria junto con su madre. A través de mensajeros secretos, consiguió informar de su situación a su padre, Diocleciano. Este último intentó que le fuera entregada su hija, pero sus peticiones no fueron atendidas. Tras la victoria de Licinio frente a Maximino, el primero ordenó la detención y la ejecución de Valeria, aunque pudo escapar de él disfrazada de plebeya y esconderse durante más de un año. Sin embargo, al final fue capturada en el 315 y asesinada por orden de Licinio. Ella y su madre fueron decapitadas y sus cuerpos arrojados al mar. También Candidiano, su hijastro, murió asesinado por Licinio.  

Francisco Cidoncha Redondo

Escuela Universitaria “Francisco Maldonado” de Osuna (Sevilla)

Denario dedicado a Galeria Valeria. Anverso: busto de Galeria Valeria. Leyenda: GAL. VALERIA AUG. Reverso: representación estante de la diosa Venus. Leyenda: VENERE VICTRICI. Siglo IV. RIC VI 41 Serdica mint. Grade: F/AVF.

Fuentes principales

Amiano Marcelino, Historias, 15. 

Aurelio Víctor, Libro de los césares, 9.11.

Lactancio, Sobre la muerte de los perseguidores, 9.22.

CIL III, 13661 = ILS 8932. 

Selección bibliográfica

Bleckmann, B., “Valeria”, DNP 12-1 (2002) 1088-1089. 

Casella, M., “Il ruolo di Galeria Valeria nelle dinamiche della politica tetrarchica”, Klio 102-1 (2020) 236-272. 

Clauss, M., “Die Frauen der diokletianisch-konstantinischen Zeit”, en Temporini-Gräfin Vitzthum, H. (ed.), Die Kaiserinnen Roms. Von Livia bis Theodora (München 2002) 340-369. 

199. AURELIA VERNILA

199. AURELIA VERNILA

Conocemos a Aurelia Vernila por la inscripción de un sarcófago de un monumento funerario familiar erigido durante el siglo III o inicios del IV, en una necrópolis de Salona, capital de la provincia de Dalmacia (Croacia).

Tres son los integrantes del grupo familiar: Aurelia Vernila, que indica su condición de plumbaria, y que dispuso la erección del mausoleo para ella, su marido Aurelio Lucio y su hija Aurelia Estercoria, añadiendo una cláusula con una multa de cien mil denarios para quien enterrase otros cuerpos en la tumba. 

Salona

Vernila era propietaria de un taller de fontanería. Aunque en ocasiones el término plumbarius puede referirse al obrero especializado que fabrica e instala las cañerías de abastecimiento. En este, como en muchos otros casos, estamos ante la dueña y gestora de una officina que procesaba el plomo para el suministro hidráulico. No se estima que su marido fuera también plumbarius porque, en ese caso, se habría puesto el oficio en plural. Da la impresión de que aquí, frente a la norma usual, es ella la que dirige el taller y no su marido.

La industria del plomo, como la del ladrillo, es un campo privilegiado para visibilizar la presencia femenina en la gestión de negocios y en ciertos niveles de la economía romana. De las inscripciones que recuerdan los trabajos de una persona, menos del 15% está referido a mujeres. Un cierto número de mujeres figuran en los sellos sobre cañerías de plomo en Roma y en Ostia indicando su papel como gestoras en los talleres para la fabricación de fistulae, representando apenas una décima parte de los 300 plumbarii conocidos. Se las encuentra tanto en talleres que trabajan para la casa imperial como para una clientela privada de la élite. Aparte de las plumbariae documentadas en Roma, se conocen muy pocas en otros lugares del Imperio.

La excepcionalidad de la mención del oficio de plumbaria, su originalidad y rareza en la expresión epigráfica, marcaron la posición social de Vernila en su comunidad, individualizándola y visibilizándola, reforzando su prestigio como mujer de negocios entre los sectores medios. Mediante la práctica de su oficio se ha construido una identidad profesional, ubicándose en un nivel superior entre los miembros de la plebe urbana. El caso de Vernila constituye así un ejemplo de autonomía y libertad de acción poco frecuente en la dimensión del trabajo femenino.

Salvador Ordóñez Agulla

Universidad de Sevilla

Ruinas de la antigua ciudad de Salona en actual Croacia.

Fuentes principales

CIL III 2117 = EDH 63051.

Selección bibliográfica

Becker, H., “Roman Women in the Urban Economy. Occupations, Social Connections and Gendered exclusions”, en Turfa, J., Budin, S. (eds.), Women in Antiquity. Real Women Across the Ancient World (London 2016) 915-931.

Bruun, C., The Water Supply of Ancient Rome. A Study of Roman Imperial Administration (Helsinki 1991).

Hemelrijk, E.A., Women and Society in the Roman World: A Sourcebook of Inscriptions from the Roman West (New York 2020).

Ivanisevic, D., Epitaphic Culture and Social History in Late Antique Salona (ca. 250 – 600 C. E.) (Budapest 2016).

Raepsaet-Charlier, M.-Th., “Un aspect de la visibilité des femmes romaines: les métiers féminins d’après l’épigraphie latine”, en Pavón, P., Conditio feminae. Imágenes de la realidad femenina en el mundo romano (Roma 2021) 231-265.

198. ELENA

198. ELENA

A mediados del siglo III, posiblemente en Depranum, Bitinia, nació Elena, que pasaría a la posteridad como Santa Elena de Constantinopla. Es muy poco lo que se conoce sobre su origen y condición, aunque parece ser que Elena no pertenecía a una familia pudiente. En algún momento, también incierto, se casaría con Constancio Cloro, futuro emperador de Roma, naciendo de esa unión Constantino. El matrimonio no duraría demasiado, pues en su meteórica carrera, Constancio se divorció de Elena para casarse con Teodora, hija del augusto Maximiano. Elena no volvió a contraer nupcias y tampoco aparece más información sobre ella hasta el ascenso de su hijo al poder, con quien debió mantener una relación muy cercana.

Constantinopolis

Dentro de la corte de Constantino, Elena se convirtió en una parte muy importante de la misma. Fue nombrada Augusta por su hijo, que le otorgó total libertad de acción y medios, lo que la convirtió de facto en una de las mujeres más poderosas del Imperio. Su vida, no obstante, está muy ligada al ámbito del cristianismo, apoyando la decisión de Constantino de conceder la libertad de culto a los cristianos. Concretamente, a Elena se la asocia con obras de caridad y construcción de iglesias, pero también por la búsqueda y recopilación de numerosas reliquias cristianas, viajando por todo el oriente romano en busca de estas. Aun así, estos relatos están a medio camino entre la fe y la realidad, por lo que los hechos que de ella se relatan están llenos de sucesos extraordinarios, recopilados por unas fuentes de claro componente teológico.

Entre los episodios más conocidos se encuentra el hallazgo de la cruz donde crucificaron a Cristo. Según el relato, Elena dudaba sobre cuál de las cruces encontradas era la de Jesús, pues junto a esta se habían encontrado dos más, supuestamente correspondientes a los malhechores que lo acompañaron. Elena mandó entonces buscar a una persona moribunda, una mujer, para que tocase las tres cruces. Al palpar las dos primeras no ocurrió nada, pero con la tercera la mujer se curó, siendo esta la prueba de haber encontrado la cruz verdadera, “la Vera Cruz”. 

A pesar de sus humildes orígenes, Elena de Constantinopla consiguió convertirse en una de las mujeres más poderosas de la época, ligada siempre a la figura de su hijo. Su labor piadosa y dedicada a la investigación para encontrar reliquias cristianas le valió su posterior santificación, convirtiéndose en figura de culto del cristianismo. En cierto modo, este fue su gran triunfo, pues es recordada y venerada en la actualidad, a la manera de las antiguas augustas divinizadas, aunque cambiando la clásica apoteosis por el concepto de la santidad.

Antonio Fajardo Alonso

Universidad de Sevilla

Paolo Caliari llamado el Veronese (1580). Visión de Santa Elena. Museos Vaticanos, Roma.

Fuentes principales

Ambrosio de Milán, Sobre la muerte de Teodosio.

Amiano Marcelino, Historias, 15.

Eusebio de Cesarea, Sobre las alabanzas de Constantino, 3.25-43; 51-54.

Paulino de Nola, Cartas, 31.4.

Selección bibliográfica

Breubaker, L., “Memories of Helena: patterns in imperial female matronage in the fourth and fifth centuries”, en James, L., Women, Men and Eunuchs, Gender in Byzantium. (London – New York 1997) 52-75.

Consolino, F.E., “Helena Augusta: from Innkeeper to Empress”, en Fraschetti, A., Roman Woman (Chicago 2001) 141-159.

Drijvers, J.W., “Helena Augusta: Exemplary Christian Empress”, Studia Patristica 24 (1993) 85-90.

Drijvers, J.W., Helena Augusta: The Mother of Constantine the Great and The Legend of Her Finding of the True Cross (New York 1992).

197. JUSTA

197. JUSTA

Justa fue la mayor de dos hermanas hispalenses nacidas a finales del siglo III, ella en 268 y Rufina en 270, que profesaron la fe cristiana por cuya causa sufrieron el martirio bajo el reinado de Diocleciano. Los pocos datos sobre su vida proceden del llamado Martirologio jeronimiano (s. VI) y del Pasionario hispánico (s. VII). Estas obras contienen relatos de martirios y pasiones de santos venerados por la Iglesia que se escribieron con la finalidad de proporcionar modelos cristianos ejemplificadores para un público ávido de lecturas edificantes cristianas. La pasión de Justa y de su hermana Rufina, contenida en el Pasionario hispánico, fue escrita a partir de una versión concisa, datable entre finales del siglo III o principios del IV, próxima a los acontecimientos que acabaron con las vidas de ambas, enmarcados en un contexto político imperial de persecuciones del cristianismo.

Hispalis

Según la pasión de Justa y Rufina, estas eran jóvenes que se dedicaban a la alfarería y a practicar su fe cristiana que no ocultaron en una ocasión cuando se negaron a realizar cultos en honor a la diosa siria Salambó que procesionaba por las calles hispalenses durante sus festividades del 17, 18 y 19 de julio. Accedieron a la entrega de donativos para los necesitados, pero no a rendir culto a una divinidad pagana como pretendían sus devotos. Ante esta negativa, estos arremetieron contra las vasijas de las alfareras y ellas reaccionaron destruyendo la imagen de la diosa ante el pavor de los asistentes. Por ese motivo fueron encarceladas y torturadas hasta la muerte, sin que ellas manifestaran ningún síntoma de arrepentimiento, sino una profunda reafirmación y confianza en su fe cristiana. Justa fue la primera en morir, al no resistir las inclemencias de la cárcel. Luego le siguió Rufina, ejecutada en prisión por medio de la fractura de cuello. Sus cadáveres fueron quemados y arrojados a un pozo. Sus restos fueron recogidos por el obispo Sabino quien les dio santa sepultura. 

Aunque lleno de elementos verosímiles, pero también de otros más propios de los aderezos narrativos de este tipo de relatos, lo cierto es que la pasión de Justa y de su hermana Rufina muestra la existencia de una arraigada comunidad cristiana en la ciudad de Hispalis, dentro de un ambiente politeísta, que resistió la política de persecuciones de los emperadores romanos. La devoción popular hispalense posterior a los acontecimientos y durante los siglos siguientes acrecentó la veneración a las mártires, siguiendo el culto a los santos patronos de las comunidades urbanas que proliferaron por el suelo hispano y por el resto de las ciudades del Imperio romano hasta la actualidad.

Pilar Pavón

Universidad de Sevilla

Bartolomé Esteban Murillo (1666). Santas Justa y Rufina. Museo de Bellas Artes de Sevilla, Sevilla.

Fuentes principales

Martirologio jeronimiano.

Pasionario hispánico, 10.

Selección bibliográfica

Castillo Maldonado, P., Los mártires hispanorromanos y su culto en la Hispania de la Antigüedad tardía (Granada 1999).

Gil, J., “Los comienzos del cristianismo en Sevilla”, en Sánchez Herrero, J. (coord.), Historia de las diócesis españolas. Sevilla, Huelva, Jérez, Cádiz y Ceuta (Madrid – Córdoba 2002) 5-58.

Pavón, P., “Murillo y la Antigüedad hispalense: las Santas Patronas Justa y Rufina”, en Palomero Páramo, J.M. (coord.), Murillo y Sevilla (1618-2018). Conferencias en la Facultad de Geografía e Historia (Sevilla 2018) 277-290.

Sotomayor, M., La Iglesia en la España romana y visigoda (siglos I-VIII). García Villoslada, R. (coord.) Historia de la Iglesia en España I (Madrid 1979).

196. PRISCA

196. PRISCA

Prisca fue la esposa del emperador Diocleciano. Vivió entre la segunda mitad del siglo III y principios del IV. No hay mucha información sobre sus orígenes familiares, pero algunos investigadores defienden que entre sus parientes podría haber algunos cristianos que volvieron a practicar la religión romana tras las persecuciones llevadas a cabo a principios de la cuarta centuria de nuestra era. Lactancio parece insinuar que ella también habría sido cristiana o catecúmena, pero, para dar ejemplo al resto de la sociedad, tanto Prisca como su hija fueron obligadas a mostrarse públicamente cumpliendo el mandato de realizar sacrificios a los dioses de la religión romana. 

Thessalonica

Cuando Diocleciano se apartó del poder en el 305 y se retiró a Spalatum (Split, Croacia), ella prefirió vivir junto a su hija, Galeria Valeria, en Tesalónica. Cuando en el 311 se produjo la muerte de su yerno, el césar Galerio, su hija fue obligada a contraer matrimonio con el emperador Maximino Daya. Al negarse a cumplir esa orden, madre e hija fueron desterradas a Siria. Posteriormente, tras la derrota de Daya, tuvieron que esconderse vestidas de plebeyas durante más de un año, pero finalmente fueron reconocidas, detenidas y asesinadas en el 315 por orden de Licinio. Lactancio escribió sobre el suplicio que padecieron hasta que las dos fueron decapitadas y sus cuerpos fueron arrojados al mar. No se sabe con certeza si Diocleciano vivía cuando se produjo la muerte de ambas mujeres y cuál fue su reacción. 

A diferencia de lo que ocurrió con algunas consortes de emperadores anteriores, Prisca no aparece representada en monedas y puede que tampoco disfrutara del título de Augusta. Conocemos algunos retratos de Prisca y Diocleciano, conservados en un friso del mausoleo de Diocleciano, actualmente la Catedral de Split. En 2002, durante unas excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en Salona, antigua capital de la provincia romana de Dalmacia, se halló la base de una estatua que contaba con una inscripción honorífica. El texto estaba dedicado a Prisca, la cual aparecía con el gentilicio Aurelia y el título nobilissima femina

Francisco Cidoncha Redondo

Escuela Universitaria “Francisco Maldonado” de Osuna (Sevilla)

Mausoleo de Diocleciano, en la actual catedral de Split, Croacia.

Fuentes principales

Lactancio, Sobre la muerte de los perseguidores, 15.1; 39; 51. 

AE 2015, 1076.

Selección bibliográfica

Clauss, M., “Die Frauen der diokletianisch-konstantinischen Zeit”, en Temporini-Gräfin Vitzthum, H. (ed.), Die Kaiserinnen Roms. Von Livia bis Theodora (München 2002) 340-369. 

Jelicic-Radonic, J., “Diocletian and the Salona Urbs Orientalis”, en N. Cambi, J. Belamarić, T. Marasović (eds.), Dioklecijan, Tetrarhija i Dioklecijanova Palača o 1700 Obljetnici Postojanja = Diocletian, Tetrarchy and Diocletian’s Palace on the 1700th Anniversary of Existence (Split 2009) 307-333.

195. VICENTIA

195. VICENTIA

El epitafio dedicado a Vicentia constituye, actualmente, nuestra única referencia epigráfica de una menor que se dedicaba, quizás de manera profesional, al oficio textil. En el monumento a esta niña, fallecida a los nueve años, se dejó constancia de que era aurinetrix o tejedora de oro, manifestando así un importante grado de especialización desde corta edad.

El trabajo de la lana era también un símbolo de virtud en la antigua Roma pero, además, sería un medio de vida para mujeres y niñas. De hecho, son cuantiosas las profesiones atestiguadas desde el punto de vista epigráfico que guardaban relación con esta industria y que reflejaban una especialización laboral, como las quasillariae o hilanderas o las sarcinatrices, dedicadas a hacer arreglos o confeccionar nuevas vestimentas.

Roma

En este sentido, conocemos muchos ejemplos referentes a textrices o textriculae, que ejercían la labor de tejer. Aunque estos trabajos tendrían lugar, fundamentalmente, en el ámbito doméstico, muchas mujeres y niñas, designadas bajo estos epítetos, se dedicarían a esta actividad con un fin lucrativo. A estas labores se aplicaban mujeres de todos los estratos sociales: esclavas y libertas, las dos primeras con una motivación que, en muchos casos, podría ser comercial, a diferencia de las que se encontraban bajo un régimen de servidumbre. 

Al ser una labor vinculada al hogar sería usual que las jóvenes, desde niñas, adquirieran esta habilidad de la mano de sus madres, abuelas y otras mujeres de la familia. En el caso de Vicentia, entendemos que su alto grado de especialización responde a su dedicación al oficio textil en aras de obtener una retribución económica. Su situación sería la de muchas niñas y jóvenes ejecutoras de un trabajo que, en muchos contextos, se convertía en un medio de vida con el que apoyar, además, a la economía familiar. 

Marta Álvaro Bernal

Universidad de Sevilla

Epigrafe funerario dedicado a Vicentia. Siglo III. Roma.

Fuentes principales

CIL VI, 9213.

Selección bibliográfica

Álvaro Bernal, M., “Niñas y trabajo infantil en la antigua Roma” en Rubiera Cancelas, C., (ed.), Las edades vulnerables. Infancia y vejez en la Antigüedad” (Gijón 2018) 163-183.

Medina Quintana, S., “Las mujeres y la producción textil en la Roma Antigua”, Cuestiones de género: de la igualdad y la diferencia 4 (2009) 51-64.

Rubiera Cancelas, C., La esclavitud femenina en la Roma antigua: famulae, ancillae et seruae (Oviedo 2014).

Treggiari, S., “Lower Class Women in the Roman Economy”, Florilegium 1 (1979) 65-86.

194. CELIA CLAUDIANA

194. CELIA CLAUDIANA

Celia Claudiana fue una Vestal Máxima documentada en siete inscripciones fechadas a finales del siglo III. Todas ellas se encuentran sobre pedestales de estatuas que le fueron ofrecidas y en los que se elogia su rectitud y santidad en la ejecución de los ritos pertinentes, así como otras virtudes inherentes a su persona. 

Dos dedicaciones fueron realizadas por los sacerdotes sacrae Urbis en el 286, el día 1 de marzo, día de año nuevo en el antiguo calendario romano; otras dos, por sus hermanas en compañía de sus cuñados y sobrinos; una quinta es el homenaje de otra vestal, Octavia Honorata, que se declara agradecida por sus consejos y ensalza la labor de Claudiana en sus tareas rituales que es confirmada por un decreto del Senado.

Roma

 Las otras dos son dedicadas por particulares, siendo especialmente interesante la que lleva a cabo Aurelio Fructuoso, que se declara su cliente y candidato y en la que se recuerda los veinte años de Celia Claudiana como Vestal Máxima, deseándole que pueda llegar a los treinta felizmente.

José Carlos Saquete

Universidad de Sevilla

Epígrafe funerario dedicado a Celia Claudiana. Siglo III. Roma.

Fuentes principales

CIL VI, 2136, 2137, 2138, 2139, 2140, 32420, 32421.

Selección bibliográfica

Jones, A.H.M., Martindale, J.R., Morris, J., The prosopography of the later Roman Empire (Cambridge 1971).

Rüpke, J., Fasti Sacerdotum. Die Mitglieder der Priesterschaften und das sakrale Funktionspersonal römischer, griechischer, orientalischer und jüdisch-christlicher Kulte in der Stadt Rom von 300 v. Chr. bis 499 n. Chr. (Stuttgart 2005).

Saquete, J.C., Las vírgenes vestales. Un sacerdocio femenino en la religión pública romana, Anejos de AEspA 21 (Madrid 2000).

193. AURELIA ISIDORA

193. AURELIA ISIDORA

Aurelia Isidora fue una matrona romana que vivió en la segunda mitad del siglo III en la ciudad de Oxirrinco en Egipto. Muy poco sabemos de ella. No conservamos una imagen de su rostro o de su aspecto físico, de sus gustos, pero conocemos su nombre y algunos aspectos de su vida por un único documento: un papiro sobre el que se copió el testamento de su marido Aurelio Hermógenes. Él era un destacado miembro de la élite local y disfrutaba de una buena posición económica, como se refleja en la relación de bienes que se menciona en el papiro. Ambos eran ciudadanos romanos y tuvieron un matrimonio legítimo y próspero. Disfrutaron de esa condición jurídica a la que se unía la herencia cultural greco-egipcia por el lugar de su nacimiento.

Oxyrrincus

Esta matrona fue la esposa de Aurelio Hermógenes, pero también la madre de Aurelio Hermión, Aurelio Orión, Aurelio Heraclídes, Aurelia Tolemaide y Aurelia Dídima. Dos de ellos disfrutaban de la mayoría de edad cuando murió su marido: Aurelio Hermión y Aurelia Tolemaide. Esta última, además, estaba casada. Los otros tres eran menores, aunque el padre les había nombrado un tutor en su testamento. Aurelio Hermógenes, hombre precavido, había designado también a un ayudante del tutor en la persona de un sobrino suyo. Pero no contento con esto dejó claro a las autoridades su firme voluntad para que su esposa y madre de sus hijos participara en la tutela de los menores junto al tutor designado.

Sin tener necesidad ni obligación de ello, Aurelio Hermógenes dejó a su esposa un legado personal para su mantenimiento de por vida, le dio participación en la toma de decisiones en cuanto a la tutela de sus hijos menores y emitió una valoración muy positiva de su vida conyugal junto a ella. Este último aspecto resulta innecesario y es poco habitual en los testamentos grecorromanos. Sin embargo, muestra la voluntad del marido por apreciar y agradecer las capacidades que como madre y esposa tuvo Aurelia Isidora. Así también, indica el interés y preocupación porque tuviera una viudez tranquila y sosegada.

Aurelia Isidora, también llamada Prisca, como así aparece en varias ocasiones en el testamento de su marido, recibió el derecho de llevar la estola que se concedía a las mujeres libres que habían dado a luz a tres hijos -en su caso, ella había superado esa cifra- y a las libertas que tenían cuatro. La estola era una prenda de vestir, larga y característica de las matronas romanas que las diferenciaba de otras mujeres. Ese derecho no se reducía sólo a la posibilidad de vestirse de una manera diferente al resto del común de las féminas; también le permitía realizar, por ejemplo, determinadas actividades económicas sin la necesidad de tener un tutor como era habitual para las mujeres en Roma.

Nuestra protagonista fue una esposa, madre, matrona y viuda que asumió la responsabilidad de educar a sus hijos en las tradiciones de la sociedad romana, tanto en vida de su marido como después, en beneficio de su comunidad y del Estado, sin olvidar el valor añadido que suponía vivir en una provincia de marcados y ricos contrastes culturales.

Pilar Pavón

Universidad de Sevilla

Testamento de Hermógenes (P. Oxy. VI 907).

Fuentes principales

P.Oxy VI, 907.

Selección bibliográfica

Bagnall, R.S., “An Owner of Literary Papyri”, CPh 87 (1992) 137-140.

Migliardi Zingale, L., I testamenti romani nei papyri e nelle tavolette d’Egitto. Silloge di documenti dal I al IV secolo d.C. (Torino 19973).

Pomeroy, S.B., “Women in Roman Egypt”, ANRW II 10.1 (1988) 708-723.

Pavón, P., “Aurelia Isidora, esposa, madre, ματρῶνα στολᾶτα, viuda y ἐπακολουθήτρια: El “cursus matronarum” de una mujer de Oxirrinco (P.Oxy. VI 907, a. 276)”, Aegyptus 102 (2022) 219-253.

Rowlandson, J. (ed.), Women and Society in Greek and Roman Egypt (Cambridge 1998).

192. JULIA CORNELIA SALONINA

192. JULIA CORNELIA SALONINA

Julia Cornelia Salonina fue la esposa del emperador Galieno de la segunda mitad del siglo III, quien gobernó entre el 253 y 268. Apenas se conserva información sobre ella y no se conocen sus padres ni la fecha de su nacimiento, como tampoco el lugar, aunque todo parece indicar que sería de origen griego, procedente de la zona de Bitinia en Asia Menor (Turquía). La primera noticia que se tiene de Salonina es que llevaba diez años casada con Galieno cuando el padre de este, Valeriano, llegó al poder, quien además elevaría a Augusto a su hijo poco después.  Por ello, podemos situar en torno al 254 el momento en el que Salonina se convirtió en Augusta, término que aparece con frecuencia en la epigrafía relacionada con ella. 

Roma

También recibió el título de mater castrorum nada más acceder al poder, emulando a otras mujeres imperiales como Julia Domna o Faustina la Menor y junto a este, el de mater senatus et patriae, como también lo detentaron Julia Mamea o Julia Domna. Porfirio, filósofo del siglo III, menciona en su obra Sobre la vida de Plotino que tanto ella como Galieno tenían inquietudes filosóficas. Idearon la fundación de una ciudad utópica en Campania dirigida por Plotino en la que se aplicarían las leyes de Platón, aunque finalmente no se llevó a cabo.

En algunas acuñaciones monetarias aparece con el epíteto de Crisogone, es decir, “de oro”, lo que podría indicar la alta estima que se tenía sobre ella. Se conservan una gran cantidad de monedas que hacen referencia a ella. Destacan las que portan la leyenda AVG IN PACE, que parece indicar que se trata de un mensaje vinculado a la paz en el Imperio. Fue madre de los césares Valeriano II y Salonino y, quizás también, de Mariniano. Salonina encontró la muerte durante el asedio de Milán realizado por su marido Galieno en el año 268, a quien acompañaba en sus campañas militares. Allí también fallecería el emperador. 

Adrián Gordón Zan

Universidad de Zaragoza

Busto de Salonina. Siglo III. Galeria degli Uffizi, Florencia.

Fotografia de la autora Patricia Téllez Francisco

Fuentes principales

Historia Augusta, Galieno, 19.1; 21.3.

Porfirio, Vida de Plotino, 12.

Zonaras, Epítome de Historia.

RIC V.1, 103-115, 191-200.

Selección bibliográfica

De Blois, L., The Policy of the Emperor Gallienus (Leiden 1976).

Cesano, S.L., “Salonina Augusta in pace”, RPAA (Serie III), 25 (Roma 1951) 105-121.

Ferrari, M., “La monetazione di Salonina”, NAC 4 (Lugano 1975) 239-248.

191. TEMIS

191. TEMIS

En las proximidades del poblado de Quimistene, en la provincia de Bitinia y Ponto (en la actual Turquía), se halló un pequeño poema datado en el siglo III donde se menciona a una mujer llamada Temis, casada con Criseros y originaria de Roma. Tras padecer una breve enfermedad, falleció dejando cuatro hijos: un varón, del mismo nombre que su padre, y tres mujeres, Semele, Bibia y Axia. El texto es interesante porque informa de un desplazamiento realizado por Temis y su familia desde Roma hasta la actual Turquía. Según algunos investigadores, los nombres que aparecen en el poema serían pseudónimos. Temis y Criseros habrían nacido en la Urbe y formarían parte del grupo de esclavos imperiales. La familia se desplazó a Turquía, ya que el padre habría ostentado un cargo como funcionario de la administración financiera de la provincia. 

Kimistene

Por el lugar de hallazgo del epígrafe pasaba una vía romana que induce a pensar que este no era la última parada del viaje de la familia, pues era un poblado sin importancia. Debió ser la enfermedad de Temis la que obligó a hacer la parada en el lugar. Quizás estuvieran de vuelta a Roma o se dirigían hacia el lugar de destino de Criseros, más al este, donde se atestiguan la existencia de sedes administrativas. Cabe señalar que un viaje de estas características no era lo más común, dadas las dificultades y la incomodidad por los costes y la logística para una familia de seis personas.

Anthony Álvarez Melero

Universidad de Sevilla

Acrópolis de Quimistene.

Fuentes principales

SEG 33, 1102.

Selección bibliográfica

Álvarez Melero, A., “Ex Vrbe aduenta: mujeres de viaje de Roma a las provincias” en Caballos Rufino, A., Melchor Gil, E., De Roma a las provincias: las elites como instrumento de proyección de Roma: Juan Francisco Rodríguez Neila in honorem (Sevilla – Córdoba 2015) 131-158.

Merkelbach, R., Stauber, J., Steinepigramme aus dem griechischen Osten, II. Die Nordküste Kleinasiens (Marmarameer und Pontos) (Munich – Leipzig 2001).