216. SARA

216. SARA

Sara fue una asceta que vivió durante sesenta años en una celda del desierto egipcio de Esceté, o, según algunas fuentes, en el de Pelusio durante el siglo IV.  Practicó el celibato, ayuno y oración con el objetivo de lograr la perfección espiritual a través de la anacoresis. Recibió el apelativo de “amma” o madre, al igual que los ascetas varones que vivían en el desierto recibían el de “appa”, en virtud de esa sabiduría espiritual fruto de la soledad de su retiro en un entorno hostil. Esa sabiduría fue recogida en la obra Dichos de los padres.

La narración de la vida de Sara siguió los tópicos de la literatura hagiográfica del periodo. Perteneció a una familia de elevada posición, sintiendo desde muy temprana edad una particular predilección por la vida anacoreta.

Pelusium

Aunque la práctica ascética femenina más habitual era la realizada en el seno del hogar familiar, dentro del entorno urbano, Sara decidió continuar su recorrido ascético en el seno de una comunidad monástica. De esta forma vivió trece años y, como era habitual entre los ascetas, renunció a todas sus riquezas, con la venta de todos sus bienes y el compromiso con una vida de pobreza y oración, culminada finalmente en la soledad y el silencio del desierto. La fama de su santidad hizo que muchos devotos acudieran al desierto para conocerla.

El desierto cobra protagonismo en la construcción literaria de Sara como espacio de barbarie, que servía de acicate para forjar la virtud propia sin el amparo que podía ofrecerle la comunidad cristiana de la ciudad o del monasterio. Sara, tuvo que enfrentarse no solo a la severidad de la ascesis y de la vida en un medio tan extremo, sino también a las críticas por su condición de mujer y a las burlas lanzadas por los monjes que acudían a verla.  Estos veían con rechazo la presencia de mujeres en celdas próximas, pues hacían aún más presente y cercana la tentación de la carne. Pero tampoco a ellas les debió de resultar nada fácil y Sara alude en sus escritos a la tentación de la fornicación y al auxilio proporcionado por Cristo durante trece años de dura lucha por evitarla. 

Para poder permanecer en este entorno hostil, Sara tuvo que aceptar los patrones masculinos e imitarlos hasta el punto de hacer invisible su feminidad. Sara manifiesta haberse convertido en un monje perfecto, superando los límites del cuerpo y de la sexualidad. Su excelencia espiritual se expresa así a través de un comportamiento masculino, y su capacidad de superar tentaciones servía de modelo y acicate para otras devotas y monjes, que se esforzaban por perfeccionar su espíritu, al comprobar que, a pesar de su debilidad connatural, una mujer como Sara lograba vencer al demonio y cumplir con el rigor de las prescripciones ascéticas con una entereza superior a la de sus compañeros varones.

Clelia Martínez Maza

Universidad de Málaga

Frescos del Monasterio de los Sirios en Wadi Natrum. Desierto de Esceté, Egipto.

Fuentes principales

Los Apotegmas de los Padres del Desierto.

Selección bibliográfica

Albarrán Martínez, M.ªJ., Prosopographia asceticarum aegyptiarum (Madrid 2010).

Albarrán Martínez, M.ªJ., Ascetismo y monasterios femeninos en el Egipto tardoantiguo. Estudio de papiros y ostraca griegos y coptos (Barcelona 2011). 

Burton-Christie, D., La Palabra en el desierto. La Escritura y la búsqueda de la santidad en el antiguo monaquismo primitivo (Madrid 2007).

Mortari, L. Vida y dichos de los Padres del desierto (Bilbao 1996).

215. PAULA

215. PAULA

Paula fue una noble romana que nació en la Urbe en el 347 y murió en Belén en el 404. Fue hija de Rogato y Blesila. Según Jerónimo, por parte de madre era descendiente de tres grandes familias republicanas: los Emilios, los Escipiones y los Gracos. De Emilio Paulo recibió Paula su nombre. Su padre, Rogato, era rico y noble y, según se decía, descendía de Agamenón. Hacia los dieciséis años, Paula contrajo matrimonio con Julio Toxocio, cuya familia reclamaba el linaje de Eneas y de los Julios. Tuvo cinco hijos: Blesila, Paulina, Eustoquia, Rufina y Toxocio. Al enviudar, Paula abrazó el ascetismo. 

Roma

Tenía un gran número de esclavos a los que transformó en sus hermanos. Jerónimo fue su maestro espiritual y, cuando este abandonó Roma acusado de inmoralidad, Paula le siguió junto con su hija Eustoquia consagrada a la virginidad. Dedicó la mayoría de su fortuna a los pobres y a las fundaciones monásticas, una decisión criticada por sus parientes. Tras llevar a cabo junto con Jerónimo un viaje de peregrinación por Oriente y Egipto, ambos se instalaron en Belén. Paula fundó allí dos monasterios, uno masculino, regido por Jerónimo, y otro femenino, dirigido por ella, así como un albergue para peregrinos. Congregó a numerosas vírgenes, venidas de diversas provincias, procedentes de la nobleza y de otros sectores, y las dividió en tres grupos según su condición social. Estaban separadas para el trabajo y la comida y se reunían para el canto de los salmos y la oración. Cada grupo seguía a su propia superiora. Realizaban trabajo manual para su abastecimiento y para otros. A las nobles no les estaba permitido tener servidumbre traída de sus casas. Todas llevaban el mismo hábito y, excepto el vestido y la comida, no se permitía la posesión de bienes privados.

Hasta su muerte Paula vivió en Belén, dedicada al ascetismo y al estudio de las Sagradas Escrituras. Era inteligente y de agudo ingenio. Conocía, además del latín, el griego y el hebreo y exhortó a san Jerónimo a llevar a cabo traducciones y comentarios de los libros de la Biblia, colaborando en alguno de ellos, aunque es difícil precisar cuál fue su contribución. Existe una carta escrita a nombre de Paula y Eustoquia dirigida a Marcela, una noble romana también dedicada al ascetismo, en la que aquéllas exhortan a esta a que deje Roma y se traslade a Jerusalén para unirse a ellas. Seguramente la autoría de la carta, como aparece en algunos manuscritos, sea de Jerónimo. Fue enterrada a los tres días de su muerte bajo la iglesia de la Natividad, junto a la cueva donde había nacido Jesucristo. Jerónimo le dedicó un epitafio y un largo elogio fúnebre donde resume su carácter y los datos de su vida. 

Mar Marcos

Universidad de Cantabria

Claudio de Lorena (1639). El embarque de Santa Paula Romana. Museo Nacional de El Prado, Madrid.

Fuentes principales

Jerónimo, Epistolario, 108.

Paladio, Historia lausíaca, 41.

Selección bibliográfica

Cain, A., “Rethinking Jerome’s Portraits of Holy Women”, en Cain, A., Lössl, J. (eds.), Jerome of Stridon. His Life, Writings and Legacy (Ashgate 2009).

Consolino, F.E., “Modelli di comportamento e modi di santificazione per l’aristocrazia femminile d’Occidente”, en Giardina, A. (ed.), Società romana e impero tardoantico. I: Istituzioni, ceti, economie (Bari 1986) 273-307.

Marcos, M., Las mujeres de la aristocracia senatorial en la Roma del Bajo Imperio (312-410) (Santander 1990, Tesis doctoral).

Serrato Garrido, M., Ascetismo femenino en Roma: estudios sobre San Jerónimo y San Agustín (Cádiz 1993).

214. ALBIA DOMINICA

214. ALBIA DOMINICA

Albia Dominica, más tarde conocida como Domnia Augusta, fue esposa de Valente y, por lo tanto, emperatriz consorte entre los años 364 y 378. No se conocen la fecha de su nacimiento ni sus orígenes. Si bien algunos investigadores sugieren que Dominica procedía de una familia griega, hecho que habría favorecido la figura de Valente como emperador de Oriente. Su padre era el prefecto del pretorio de Constantinopla Petronio, un déspota y ambicioso militar cuya gestión provocó una serie de revueltas en las provincias que acabarían motivando la rebelión de Procopio en el 365.  Del matrimonio con el emperador nacieron Anastasia, Carosa y el futuro heredero, Valentiniano Galates, quien murió con tan solo siete años. 

Constantinopolis

Dominica era arriana en un contexto poco favorable. El Imperio romano se veía azotado por constantes guerras en las fronteras, inestabilidad, persecuciones y conflictos en el seno de la Iglesia. Su fe suscitó la sospecha de numerosos miembros de la corte que la acusaban de haber arrastrado a su marido hacia el arrianismo, llevando a cabo una persecución contra todos los contrarios al dogma de aquel. Tras las duras persecuciones a obispos, filósofos e intelectuales, murió Valentiniano Galates, dejando un horrible sentimiento de culpa a Dominica. Esta, según Sócrates de Constantinopla, decía que era un castigo por sus abusos al obispo Basilio de Cesarea. 

Albia Dominica ejerció como emperatriz regente tras la muerte de su esposo, en la batalla de Adrianópolis en el 378. Con las huestes enemigas de los godos atacando Constantinopla, Dominica organizó el contraataque, financiando el armamento de las milicias que se lanzaran al combate. Teodosio I pondría fin a la situación y se iniciaría un nuevo capítulo en la historia del Imperio romano de Oriente. Por desgracia no se sabe cómo ni cuándo murió Albia Dominica, tampoco las fuentes dan más testimonios de su descendencia. Su vida quedó silenciada ante el inminente cambio de dinastía.

Patricia Téllez Francisco

Universidad de Sevilla

Ruinas de la ciudad de Adrianópolis, Paflagonia. Siglo IV.

Fuentes principales

Amiano Marcelino, Historia romana, 26-6.

Sócrates de Constantinopla, Historia eclesiástica, 4.

Teodoreto de Ciro, Historia eclesiástica, 5-5.

Zósimo, Nueva historia, 4.13-15.

Selección bibliográfica

Cordella, C., L’ultimo secolo di Roma (Milano 2015).

Lenski, N., Failure of Empire: Valens and the Roman State in the Fourth Century A.D (Berkeley – London – Los Angeles 2003).

213. MARINA SEVERA

213. MARINA SEVERA

Apenas se han conservado unas cuantas notas sobre la vida de Marina Severa en las fuentes. Algunos autores la citan como Marina y otros como Severa, por lo que su nombre original es fruto de la combinación de las distintas versiones. No se sabe nada acerca de sus orígenes, su carácter, sus experiencias o ambiciones. Pasó a la historia por ser la primera mujer del emperador Valentiniano I y madre del heredero al trono imperial Graciano. Las fuentes solo mencionan un triste episodio de su vida: su divorcio del emperador y posterior repudiación. Sus desposorios fueron previos al ascenso al trono imperial de Valentiniano. Según las fuentes, prendado de Justina, viuda del usurpador Magnencio, y no siendo consentida la bigamia, buscó una excusa para deshacerse de Marina Severa.

Constantinopolis

Algunos autores cuentan que se vio involucrada en una transacción económica desventajosa que pudo haber perjudicado al emperador. No fue suficiente el castigo a los malhechores, por lo que Valentiniano decidió divorciarse y repudiarla hacia el año 369 para casarse con Justina. Una vez muerto el emperador, su hijo Graciano, heredero al trono imperial, mandó llamar a su madre Marina. Algunos investigadores sostienen que el trato que recibió Marina por los autores cristianos era fruto de una predilección por Justina, al ser esta arriana. La hipótesis principal es que no hubo ningún divorcio, sino un alejamiento de la esposa principal. Sea como fuere, Valentiniano I fue enterrado con su primera mujer.  

Patricia Téllez Francisco

Universidad de Sevilla

Restos del palacio imperial de Sirmio. Sremska Mitrovica, Serbia. Lugar de nacimiento de Graciano, hijo de Marina Severa.

Fuentes principales

Amiano Marcelino, Historias, 20.27.

Juan, obispo de Nikiû, Crónica, 82.9-14.

Sócrates Escolástico, Historia eclesiástica, 14-31.

Selección bibliográfica

Conde Guerri, E., “La figura y la legislación matrimonial de Valentiniano I en la historiografía cristiana como paradigma bíblico”, Arte, sociedad, economía y religión durante el Bajo Imperio y la Antigüedad Tardía. Antig.Crist. 8 (1991) 71-88.

Lenski, N., Failure of Empire. Valens and the Roman State in the Fourth Century A.D. (Berkeley – London – Los Angeles 2002).

212. MARCELA

212. MARCELA

Marcela nació hacia el 340 y pertenecía a una familia romana muy noble. Era hija de Albina, quien, tras enviudar, vivió con ella en una mansión del Aventino. Marcela contrajo matrimonio, pero enviudó a los pocos meses. Decidida a dedicarse a la vida ascética, rechazó la oferta de un segundo matrimonio con Neracio Cereal, un hombre mucho mayor que ella, funcionario de la corte del emperador Constancio II y emparentado con la familia de Constantino. Su madre la exhortaba a aceptar la propuesta, que sería ventajosa para la economía familiar, pero ella se negó manifestando su deseo de consagrarse y no de buscar una herencia, sino realmente un marido. Su madre le rogó que dejara su herencia a los hijos de su hermano y Marcela aceptó legarles sólo sus joyas y su ajuar.

Roma

Según san Jerónimo, Marcela fue la primera noble romana en adoptar la vida ascética que entonces era una novedad en la Urbe. Aprendió esta forma de compromiso cristiano de unos maestros excepcionales. Primero de Atanasio de Alejandría y luego de Pedro, su sucesor en el episcopado alejandrino, que habían venido a Roma huyendo de la persecución arriana. A través de Atanasio conoció la Vida de Antonio y la ascesis de vírgenes y viudas en los monasterios que seguían la regla de san Pacomio de Egipto, que fueron fuente de inspiración para su conversión.

En su casa del Aventino Marcela reunió a una comunidad de vírgenes y viudas de la aristocracia sobre las que ejerció su magisterio. En el 382 conoció a san Jerónimo, con quien mantuvo una estrecha amistad. Asentado más tarde en Belén, Jerónimo la invitó a unirse a sus monasterios, pero ella nunca dejó Roma. Fue su discípula preferida a la que llamaba “aplicadísima”. Era reconocida por sus conocimientos teológicos y le consultaban presbíteros y obispos, aunque, de carácter discreto, decía que todo lo que sabía lo había aprendido de Jerónimo, de quien poseía todas las obras. Las sectas de los montanistas y de los novacianos trataron de captarla, sin éxito. Durante la controversia origenista, Marcela lideró en Roma la defensa de las ideas contrarias a esta herejía de san Jerónimo. Recibió de un autor desconocido un tratado de exhortación para soportar las adversidades.

En los últimos años de su vida se trasladó a los suburbios de Roma, en una propiedad donde reunió a un grupo de vírgenes, entre ellas Principia, su compañera más fiel.  Cuando Alarico tomó la ciudad, los bárbaros saquearon su casa. Marcela los recibió con serenidad. Cuando le pidieron el oro y ella les mostró su pobre túnica, la azotaron. Junto con Principia fue llevada a la basílica de San Pablo extramuros, donde Marcela esperaba una muerte segura, pero no fue así. Murió unos meses más tarde, con su menudo cuerpo aún vigoroso, a una edad senil.

Mar Marcos

Universidad de Cantabria

Jan Hovaert (1600-1658). San Jerónimo con sus discípulas Santa Paula y Santa Eustaquia. Chiesa di Santa Maria Maddalena, Génova.

Fuentes principales

Jerónimo, Epistolario, 127.

Pseudo-Jerónimo, Exhortación a Marcela, 30. col. 52-56.

Selección bibliográfica

Cain, A., “Rethinking Jerome’s Portraits of Holy Women”, en Cain, A., Lössl, J. (eds.), Jerome of Stridon. His Life, Writings and Legacy (Ashgate 2009).

Consolino, F.E., “Modelli di comportamento e modi di santificazione per l’aristocrazia femminile d’Occidente”, en Giardina, A. (ed.), Società romana e impero tardoantico. I: Istituzioni, ceti, economie (Bari 1986) 273-307.

Marcos, M., Las mujeres de la aristocracia senatorial en la Roma del Bajo Imperio (312-410) (Santander 1990, Tesis doctoral).

Serrato Garrido, M., Ascetismo femenino en Roma: estudios sobre San Jerónimo y San Agustín (Cádiz 1993).

211. MÓNICA

211. MÓNICA

Mónica nació el 331 en Tagaste, ciudad de Numidia, en África, en una familia cristiana. Sobre ella sabemos que no tuvo ningún papel cívico como, por ejemplo, benefactora o alguna influencia política. Se la recuerda como esposa, madre, viuda cristiana; en fin, modelo de virtudes cristianas. La mayor parte de lo que sabemos de Mónica se desprende de más conocido de sus hijos, Agustín de Hipona (san Agustín), que le dedica algunos capítulos en sus Confesiones, escritas 10 años después de la muerte de su madre. Otras noticias proceden de otra obra de Agustín, Sobre la vida feliz. El retrato que realiza Agustín de su madre en estas obras, unas veces positivo otras negativo, refleja la estrecha relación y la influencia de Mónica en su papel de madre, así como la aprobación general que el hijo demuestra sobre ella.

Thagaste

Roma

Sabemos que Mónica se casó muy joven con el pagano Patricio, un funcionario de la administración imperial. El matrimonio entre Mónica y Patricio fue objeto de algunas consideraciones por parte de Agustín: el padre tenía un carácter iracundo, pero recibió el Bautismo en el lecho de muerte. Su esposa consiguió domar su carácter con ternura y bondad. Pronto se quedó viuda y tuvo que sacar adelante sola a sus tres hijos. Agustín dice que completó sus estudios “a expensas de mi madre”. Esto nos hace pensar que se ocupó personalmente de la educación de sus hijos.

Es probable que nuestra protagonista hubiese heredado una parte de las riquezas de Patricio, hecho que le habría permitido administrar y gestionar por sí misma y como viuda el patrimonio hasta la completa preparación de sus hijos y hasta que estos alcanzaran la independencia económica. Con la viudez, Mónica parece gozar, siguiendo el modelo de las viudas cristianas del siglo IV, de una mayor libertad de movimiento. De esta forma, se embarcó en un viaje de casi doscientas millas a través del Mediterráneo, desde Cartago a Milán, ciudad donde se incorporó de forma inmediata y activa a la comunidad católica liderada por el obispo Ambrosio (el futuro san Ambrosio). Aquí Mónica, junto con Ambrosio, asume un papel fundamental en la conversión de Agustín.

Como viuda cristiana, sus actividades eran las de asistir a los pobres y frecuentar asiduamente la Iglesia. En las páginas de la obra Sobre la vida feliz se nos muestra a una Mónica poseedora de una agudeza y una claridad intelectual que reflejan su nivel cultural y su preparación en materia filosófica. La muerte de Mónica es el último evento relatado en la parte autobiográfica de las Confesiones. A finales del 387 Agustín y sus compañeros se detienen a descansar en Ostia en su viaje de regreso a África desde Milán, y es aquí donde Mónica experimenta un éxtasis sobre las cosas creadas por la Sabiduría Divina poco antes de su muerte, nueve días después del suceso. Sus restos descansan en un sarcófago en la Basílica de San Agustín en Roma.

Beatrice Girotti

Università degli Studi di Bologna

Ary Scheffer (1854). San Agustín y Mónica. National Gallery, Londres.

Fuentes principales

Agustín de Hipona, Confesiones, 8.10.11;  Sobre la vida feliz.

Selección bibliográfica

Atkinson, W., “Your Servant, my Mother: The Figure of Saint Monica in the Ideology of Christian Motherhood”, en Atkinson, W. (ed.), Immaculate and Powerful. The Female in Sacred Image and Social Reality (Boston 1985) 139-172.

Bowery, A.M., “Monica: The Feminine Face of Christ”, en Stark, J.C. (ed.), Feminist Interpretations of Augustine (Philadelphia 2007) 69-96.

Coyle, J.K., “In Praise of Monica: A Note on the Ostia Experience of Confessions IX”, Augustinian Studies 13 (1982) 87-90.

McDuffie, F., “Augustine’s Rhetoric of the Feminine in the Confessions: Woman as Mother, Woman as Other”, en Feminist Interpretations of Augustine, en Stark, J.C. (ed.), Feminist Interpretations of Augustine (Philadelphia 2007) 97-118.

Moore, R., “O Mother, Where Art Thou? In Search of Saint Monnica”, en Stark, J.C. (ed.), Feminist Interpretations of Augustine (Philadelphia 2007) 147-166.

210. MACRINA LA MENOR

210. MACRINA LA MENOR

Macrina nació hacia el 327 en Capadocia (Asia Menor), y era hija de Basilio el Mayor, funcionario y hombre de profunda formación filosófica, y de Emmelia, educada en el cristianismo. Macrina recibió ese nombre en recuerdo de su ilustre abuela Macrina la Mayor y era la primogénita de diez hermanos, entre los que conocemos a Basilio el Grande, Naucracio, Pedro de Sebaste y Gregorio de Nisa. Tras su muerte, este último compuso su biografía, fundamental para conocer los detalles sobre la vida de Macrina. Desde niña fue educada por su madre e instruida en los textos de la Biblia, evitando los de la cultura profana.  Cuando cumplió los 12 años, su padre la prometió en matrimonio con un joven digno de ella que, sin embargo, falleció antes de que el matrimonio se celebrase.

Cappadocia

Macrina, a quien no le entusiasmaba la idea del matrimonio, se decantó por una vida monástica. Los años posteriores transcurrieron en el espacio de la casa, alternando la oración con el trabajo manual, procurándole el alimento y los cuidados físicos necesarios a su madre, además de compartir con ella las preocupaciones por sus hermanos. Ese periodo de la vida de la joven coincide con las primeras manifestaciones en Oriente del ascetismo femenino y, por ello, decidió abrazar ese tipo de vida. La casa se transformó en un monasterio en el que fueron eliminadas las diferencias sociales, convirtiéndose todas, esclavas y señoras, en hermanas que compartían mesa, lecho y medios de subsistencia. Su madre también abrazó el ascetismo, abandonó el lujo y el bienestar propios de su clase, y se adaptó a la forma de vida de las otras vírgenes que convivían con ellas. Cuando el padre falleció, Macrina y sus hermanos decidieron repartir sus bienes, entregando gran parte a los pobres, y junto con su madre se retiró a una posesión familiar en Annesi, a orillas del mar Negro, donde fundaron una comunidad monástica. 

La fortaleza de la joven Macrina sirvió de apoyo a la madre y la ayudó a sobreponerse del dolor por la pérdida de su hermano Naucracio, animándola con su ejemplo a la paciencia y al valor.  Así transcurrió un largo periodo de tiempo hasta que, en fechas muy próximas, se produjeron acontecimientos de extraordinaria importancia para la joven como fueron el fallecimiento de la madre, la consagración de su hermano Basilio el Grande como obispo de Cesarea (370) y la ordenación de Pedro como sacerdote de Sebaste, entre el 370 y el 375. Ocho años después falleció el primero.

 Según Gregorio de Nisa, al año siguiente de la muerte de Basilio, viajó a Annisi a visitar a su hermana al encontrarse esta gravemente enferma. Macrina fue sepultada a poca distancia de su monasterio, en la Iglesia de los Cuarenta Mártires de Sebaste. Posteriormente Gregorio escribió su Diálogo sobre el alma y la Resurrección, basado en la última conversación mantenida con su hermana, cuando estaba a punto de fallecer. 

Juana Torres

Universidad de Cantabria

Santa Macrina la Menor. Fresco en la Catedral de Santa Sofía, Kiev.

Fuentes principales

Gregorio de Nisa, Vida de Macrina; Epístolas, 13-4.

Selección bibliográfica

Alexandre, M., “Les nouveaux martyrs. Motifs martyrologiques dans la vie des saints et thèmes hagiographiques dans l’eloge des martyrs chez Grégoire de Nysse”, en Spira, A. (ed.), The Biographical Works of Gregory of Nyssa. Proceedings of the International Colloquium on Gregory of Nyssa (Filadelfia 1984) 33-70. 

Bádenas Población, M.J., “Macrina: virgen y maestra. Análisis de la vida de “Macrina” de Gregorio de Nisa”, en Alfaro Giner, C., Aleixandre Blasco, A. (eds.), Espacios de infertilidad y agamia en la Antigüedad (Valencia 2007).

Maraval, P., “Encore les frères et soeurs de Grégoire de Nysse”, RHPhR 60 (1980) 161-166.

Momigliano, M., “Macrina: una santa aristocratica vista dal fratello”, en Arrigoni, G. (ed.), Le Donne in Grecia (Roma-Bari 1985) 331-344.

Silvas, A.M., Macrina the Younger. Philosopher of God (Turnhout 2008).

209. FLAVIA AURELIA EUSEBIA

209. FLAVIA AURELIA EUSEBIA

Eusebia fue la segunda y más querida esposa de Constancio II, miembro de la dinastía Constantiniana. Era hija, probablemente, de Flavio Eusebio cónsul del 347, y de una noble mujer cuyo nombre se desconoce. Nació en Salónica (Tesalónica, Grecia). Se casó con el emperador viudo en el 353, por tanto, era conocedora de las expectativas que se le exigían por su matrimonio y como esposa imperial. 

Según los autores, Eusebia era de una gran belleza e inteligencia y poseía una formación intelectual elevada. Su marido, acostumbrado a la adulación de la corte y a recibir los apoyos y asesoramientos de quienes le rodeaban, se sirvió de sus consejos en ocasiones para el desarrollo de la política imperial.

Constantinopolis

Esto se refleja, por ejemplo, en la decisión de Constancio de perdonar la vida de su primo, el joven Juliano, a instancias de Eusebia, sobre el que se tenían sospechas de traición no demostradas. Ella influyó en su marido para que Juliano siguiera sus estudios filosóficos en Grecia, pero también para que lo eligiera César, a pesar de las voces contrarias, alegando la preferencia de un pariente de sangre para este puesto, frente a foráneos. Aquel siempre le estuvo agradecido, mencionándola en sus escritos, como se observa en el extenso panegírico que le dedicó. Eusebia también propuso el matrimonio entre Juliano y Elena, hermana de Constancio II, e hija de Constantino. Este matrimonio dinástico reforzaría la posición de aquel en el gobierno imperial. 

            Eusebia participó también en la política religiosa de su marido, acrecentado la difusión del arrianismo, credo que ella misma profesaba. Como consorte imperial no dejó de desarrollar un papel indispensable en apoyo de la política de Constancio II, aunque no se vio reflejado con la llegada de un vástago que sucediera a su padre. Aquejada de esterilidad, sus intentos por quedarse embarazada hicieron que perdiera la vida en el año 360 en manos de embaucadores que le aseguraban la pronta llegada de un hijo. Las visiones que los historiadores dejaron sobre ella basculan entre el reconocimiento de sus capacidades y de su actuación en el gobierno de su marido, pero también en las intrigas y las habilidades para manejar la voluntad de aquel. En cualquier caso, la fortaleza de esta mujer dejó una huella imborrable como queda de manifiesto por las abundantes menciones que las fuentes hacen de ella, a pesar del poco tiempo que fue emperatriz consorte.

Pilar Pavón

Universidad de Sevilla

Rotoda de Galerio. Actual Tesalónica. Siglo IV.

Fuentes principales

Amiano Marcelino, Historia, 16.

Juliano, Panegírico a Eusebia.

Epítome acerca de los césares, 40-42.

Filostorgio, Historia eclesiástica, 2.5.

Zósimo, Nueva historia, 3.

Selección bibliográfica

García Ruiz, M.P., “Una lectura conjunta del Primer Encomio a Constancio y el Encomio a Eusebia de Juliano”, Exemplaria Classica. Journal of Cassical Philology, 19 (2015) 155-173.

Juneau, J., “Pietas and Politics: Eusebia and Constantius at Court”, CQ, 49 (1999) 641-644.

Pavón, P., “Pompeya Plotina y Flavia Aurelia Eusebia: dos esposas imperiales a la altura de las circunstancias”, en Chiriatti, M.C., Vallejo Gervás, M., (cur.), Riflessi di porpora: declinazioni di potere femminile tra Roma, Bisanzio e l’Occidente Medievale. Quaderni della revista Bizantinistica (Spoleto 2022) (en prensa).

Tougher, S., “The Advocacy of an Empress: Julian and Eusebia”, CQ, 48 (1998) 595-599.

Tougher, S., “Ammianus Marcellinus on the Empress Eusebia: A Split Personality?”, G&R 47 (2000) 94-101.

208. MELANIA LA MAYOR

208. MELANIA LA MAYOR

De origen hispano y de familia noble, Melania vivió entre el año ca. 365-410 y fue nieta del cónsul Marcelino. Debido a su alto rango y a la inmensa fortuna familiar fue obligada a contraer matrimonio siendo aún muy joven con Valerio Máximo, prefecto de la urbe del emperador Juliano. Tuvo tres hijos, pero en un año perdió a dos de ellos y al marido. Tras el entierro, marchó a Roma con el único hijo varón que le quedaba, Valerio Publícola. Como era aún pequeño, y Melania quería dedicar el resto de su vida al ascetismo, le buscó un tutor y le encomendó su cuidado y educación. A continuación, se embarcó rumbo a Alejandría en compañía de servidores y criadas. Tras vender sus bienes, se adentró hasta el monte de Nitria para encontrarse con los Padres del desierto. Durante seis meses permaneció en esos lugares, visitando a todos los hombres “santos” y prestándoles ayuda económica.

Roma

Hierosolyma

Hispania

Apoyó y protegió también a los monjes exiliados desde Alejandría a Palestina, víctimas de la persecución arriana. Después se trasladó a Jerusalén, donde fundó un monasterio, y permaneció allí unos 25 años, dirigiendo una comunidad de cincuenta vírgenes.  El hijo de Melania, Valerio Publícola, recibió el más alto grado en su formación cultural gracias a la inmensa fortuna de su madre. Llegó a ser pretor urbano y contrajo matrimonio con Ceyonia Albina, mujer ilustre. Tuvieron dos hijos, uno de los cuales fue la famosa Melania la Menor, nieta, por tanto, de esta mujer. Después de su estancia en Jerusalén Melania la Mayor con sesenta años, se trasladó a Occidente y fue recibida en Nola por Paulino, el obispo de la ciudad. El objetivo fundamental de ese viaje fue llegar a Roma para conocer de primera mano los planes ascéticos de su nieta Melania y de su esposo Piniano, sobre los que le habían llegado noticias, por miedo a que estuvieran siendo víctimas de alguna herejía. Una vez allí, consolidó en su propósito a Melania y a Piniano, convirtió al cristianismo a Aproniano, marido de su prima Avita, y les convenció a ambos de que vivieran en continencia. 

Al morir su hijo, catequizó también a su nuera Albina y consiguió que todos vendieran sus bienes para dedicarse a la vida monástica. Regresó a su monasterio de Jerusalén, donde continuó desplegando su actividad caritativa entre las iglesias, los monasterios, los extranjeros y los prisioneros. Se le atribuyen algunos milagros, como el relatado por Paladio a propósito del diácono Evagrio Póntico, amigo de Basilio y de Gregorio Nacianceno. Huyendo de una pasión incontrolable por una mujer casada abandonó Constantinopla y marchó a Jerusalén, donde fue recibido por Melania. Esta le curó de una grave enfermedad que contrajo allí, tras prometerle él que se entregaría a la vida eremítica; así lo cumplió, trasladándose al monte de Nitria, en Egipto. Melania la Mayor falleció poco tiempo después de su vuelta a Tierra Santa, tras haber realizado el último viaje a Occidente.

Juana Torres

Universidad de Cantabria

Fresco ortodoxo que representa a Melania la Mayor. Procedencia desconocida.

Fuentes principales

Paladio, Historia lausíaca, 46.

Paulino de Nola, Epístolas, 29.6.

Selección bibliográfica

Booth, A.D., “Quelques Dates Hagiographiques: Mélanie l’Ancienne, Saint Martin, Mélanie la Jeune”, Phoenix 37, 2 (1983) 144-151.

Giannarelli, E., “Il pellegrinagio al femminile nel cristianesimo antico: fra polemica e esemplarità”, en Silvestre, M.L., Valerio, A. (eds.), Donne in viaggio. Viaggio religioso, politico, metaforico (Roma – Bari 1999) 50-63.

Giannarelli, E., “Women and Travelling in Early Christian Texts: Some Aspects of a Problem”, en Børresen, K.E., Cabibbo, S., Specht, E. (eds.), Gender and Religio. Genre et Religion (Roma 2001) 155-174. 

Murphy, F.X., “Melania the Elder: a Biographical Note”, Traditio 5 (1947) 59-77.

207. SOSÍPATRA

207. SOSÍPATRA

Sosípatra es una de las pocas mujeres de la Antigüedad tardía de cuyo magisterio filosófico se conserva noticia. Nació en la primera mitad del siglo IV. Su biografía fue transmitida por Eunapio en Vida de los filósofos y sofistas y, sobresalío, entre sus compañeros varones, como una de las grandes representantes del neoplatonismo en su vertiente teúrgica, una corriente en la que se propiciaron como instrumentos más adecuados para conseguir el contacto y la unión con la divinidad, prácticas como los oráculos caldeos, la adivinación, además de rituales con un marcado carácter religioso. No resulta extraño, por lo tanto, que fuera reconocida como una gran profetisa.

Ephesus

 Ante la ausencia de un aprendizaje al uso proporcionado por maestros reconocidos, para legitimar este don y sus elevadas aptitudes en el campo de la teúrgia, Eunapio se preocupó de recoger en su biografía elementos extraordinarios que avalaran sus dotes oraculares: siendo niña, tuvo lugar el acontecimiento trascendental que permite al lector entender su carisma, al llegar a su casa dos ancianos desconocidos, vestidos con pieles, que persuaden al capataz para que les permita cuidar las vides, logrando una cosecha sin igual  de la que todos deducen la intervención divina. Invitados estos extraños a la mesa y como respuesta a la hospitalidad que disfrutan, ofrecen al padre de Sosípatra no un regalo material sino la propuesta de llevarse a su hija para educarla. Sosípatra volverá cinco años más tarde sana y salva, tan alta y hermosa que su padre apenas la reconoce y dotada además de una sabiduría tan extraordinaria que el padre estaba convencido de que su hija era una diosa. Estos seres divinos actuaron como mistagogos en el aprendizaje de los oráculos caldeos y legitiman así tanto la naturaleza divina de las actuaciones de Sosípatra como la ausencia de la formación intelectual de carácter académico.

Sosípatra estuvo casada con el también filósofo Eustacio de Capadocia y fue madre de tres hijos, uno de los cuales fue el famoso Antonino que heredó la visión profética de su madre y una vez asentado en Canopo, en las proximidades de Alejandría, anunció desde allí la destrucción del Serapeo de la capital egipcia. Tras la muerte de su marido, Sosípatra se afincó en Pérgamo y allí continuó ejerciendo su magisterio filosófico compartiendo estudiantes con otro gran maestro del periodo, Edesio. Su magisterio se desarrollaba en el hogar familiar. Este escenario se prestaba a una enseñanza menos formal y sus destinatarios eran tanto estudiantes de las élites, a los que proporcionaba formación complementaria de la que recibían en la escuela, como los propios miembros del hogar. Su conducta virtuosa, su capacidad de vivir atendiendo a los preceptos filosóficos que enseñaba, alejaron cualquier sospecha de posibles situaciones comprometidas que pudieran desarrollarse en un ambiente íntimo y privado como el de una casa familiar.

Clelia Martínez Maza

Universidad de Málaga

Ettore Forti (1900 aprox.). Dentro de un edificio romano. Getty Museum, Los Ángeles.

Fuentes principales

Eunapio, Vida de los filósofos y sofistas, 5.

Selección bibliográfica

Addey, C., “Sosipatra: Prophetess, Philosopher and Theurgist: Reflections on Divination and Epistemology in Late Antiquity”, en Evans, R. (ed.), Prophets and Profits: Problems in Ancient Divination and its Reception (London – New York 2017) 144-61.

Johnston, S.I., “Sosipatra and the Theurgic Life: Eunapius Vitae Sophistorum 6.6.5-6.9.24”, en Rüpke, J., Spickermann, W. (eds.), Reflections on Religious Individuality: Greco-Roman and Judaeo-Christian Texts and Practices (Berlin 2012) 99-117.

Lanzi, S., “Sosipatra, la teurga: una ‘Holy Woman’ iniziata ai misteri caldaici”,  SMSR 70 (2004) 275-94.

Tanaseanu-Döbler, I., “Sosipatra – Role Models for ‘Divine’ Women in Late Antiquity”, en Dzielska, M., Twardowska, K. (eds.), Divine Men and Women in the History and Society of Late Hellenism (Kraków 2013) 123-147.