226. CLAUDIA, Vestal Máxima

226. CLAUDIA, Vestal Máxima

Según Prudencio, una vestal de nombre Claudia habría dejado el sacerdocio para abrazar el cristianismo. Este pasaje se ha puesto en conexión con un pedestal del Atrio de Vesta datado en el año 364 y en el que el nombre de la sacerdotisa ha sufrido damnatio memoriae, aunque se distingue la primera letra del nombre, una C. 

No es fácil asegurar si la vestal, recordada en esta inscripción, es la mencionada por Prudencio. Su nomen empezaba por C y, o bien aparecía abreviado o tenía un cognomen muy corto, ya que el espacio existente en la inscripción no es muy grande. La sacerdotisa del epígrafe había alcanzado el grado de Vestal Máxima, un detalle que no recoge el poeta cristiano, aunque éste no es un problema insalvable.

Roma

Por otro lado, Símaco, en una carta no fechada, pregunta a una vestal si era verdad que quería dejar su sacerdocio antes de los treinta años establecidos por la ley. No sabemos qué sucedió finalmente. Aunque la vestal citada por Símaco hubiese dejado el sacerdocio, es difícil vincularle el pedestal. La sacerdotisa honrada en el pedestal del 364 había alcanzado el grado Vestal Máxima y seguramente ya habría cumplido los treinta años de sacerdocio de acuerdo con la ley cuando Símmaco escribió su carta, pudiendo abandonar su condición de vestal voluntariamente. Por otra parte, se asume que la damnatio memoriae del pedestal solo puede vincularse a una actuación pagana en respuesta al abandono del sacerdocio por parte de una vestal. 

Sin embargo, también podría haber partido de un ambiente cristiano contra una sacerdotisa pagana. En este sentido, aunque tampoco se puede vincular con seguridad el pedestal a Celia Concordia, la Vestal Máxima que propuso que las sacerdotisas pudiesen dedicar una estatua a Vetio Agorio Pretextato, a quien Jerónimo dedica comentarios muy crudos afirmando su condenación al infierno, la actuación de ella de dedicarle una estatua tampoco debió agradar a los cristianos. Todo ello pone de manifiesto la dificultad de atribuir la inscripción a una vestal concreta.

José Carlos Saquete

Universidad de Sevilla

Epígrafe dedicado a la Vestal Máxima con la correspondiente damnatio memoriae. Siglo IV. Roma.

Fuentes principales

CIL VI, 32422.

Prudencio, Libro de las coronas, 2.527-8.

Símaco, Cartas, 9.108.

Selección bibliográfica

Jones, A.H.M., Martindale, J.R., Morris, J., The Prosopography of the Later Roman Empire (Cambridge 1971).

Rüpke, J., Fasti Sacerdotum: Die Mitglieder der Priesterschaften und das sakrale Funktionspersonal römischer, griechischer, orientalischer und jüdisch-christlicher Kulte in der Stadt Rom von 300 v. Chr. bis 499 n. Chr. (Stuttgart 2005).

Saquete, J.C., Las vírgenes vestales. Un sacerdocio femenino en la religión pública romana, Anejos de AEspA 21 (Madrid 2000).

225. CELIA CONCORDIA

225. CELIA CONCORDIA

Celia Concordia fue Vestal Máxima en la segunda mitad del siglo IV. En el año 384, tras la muerte del senador Vetio Agorio Pretextato, pidió permiso al Senado, en nombre del colegio sacerdotal de las vestales, para erigir una estatua a este defensor de los cultos tradicionales y que había ocupado entre otros sacerdocios el de pontifex Vestae. Quinto Aurelio Símaco, entonces prefecto de la Urbe, también pagano y buen amigo del fallecido, aunque estaba a favor de cualquier honor hacia su compañero, no estaba de acuerdo con que las vestales realizaran esta iniciativa, ya que iba contra la tradición y afectaba a la imagen de las sacerdotisas, porque no estaba bien visto que hicieran homenajes a un hombre. 

Roma

Finalmente, llevaron a cabo la dedicación, como sabemos por otra estatua que la esposa de Pretextato, Fabia Aconia Paulina, erigió en su casa del Esquilino a la vestal Celia Concordia en agradecimiento por el homenaje a su marido. En su pedestal se hace referencia a la pureza y piedad que demostró en las actividades de culto, y se señala la dedicatoria que ella junto con el resto de las vestales habían realizado a Pretextato.

José Carlos Saquete

Universidad de Sevilla

Epígrafe en honor a Celia Concordia. Transcripción. Siglo III. Roma.

Fuentes principales

CIL VI, 2145.

Símaco, Cartas, 2.36.

Selección bibliográfica

Jones, A.H.M., Martindale, J.R., Morris, J., The Prosopography of the Later Roman Empire (Cambridge 1971).

Rüpke, J., Fasti Sacerdotum: Die Mitglieder der Priesterschaften und das sakrale Funktionspersonal römischer, griechischer, orientalischer und jüdisch-christlicher Kulte in der Stadt Rom von 300 v. Chr. bis 499 n. Chr. (Stuttgart 2005).

Saquete, J.C., Las vírgenes vestales. Un sacerdocio femenino en la religión pública romana, Anejos de AEspA 21 (Madrid 2000).

224. FABIA ACONIA PAULINA

224. FABIA ACONIA PAULINA

Fabia Aconia Paulina fue una mujer noble que vivió en pleno siglo IV. Fue esposa de uno de los hombres de Estado más destacados de la Roma bajoimperial, Vetio Agorio Pretextato. En el monumento fúnebre dedicado a su marido, Paulina aparece retratada con las cualidades ideales que en la sociedad romana se esperaban en una esposa: castidad, pudor y fidelidad. Estas tres virtudes las cumple Paulina, que se presenta no solo como una cónyuge perfecta sino también como una devota madre, una hermana cariñosa y una hija modesta cumpliendo así los valores femeninos más admirados en una matrona: la pietas, la devoción a la familia, al marido, al hijo (fue madre de un solo hijo de Pretextato). 

Roma

Queda descrita además como una esposa buena y obediente, servicial y amorosa, honesta, devota amante de su esposo. Paulina resalta la amistad y la confianza como base de su matrimonio. Pretextato le confía los secretos ocultos de su corazón (así queda recogido en su dedicación fúnebre) y esa confianza se traduce en la plena capacidad de acción que le otorga para administrar las propiedades de la familia mientras él participa de la vida pública. 

La dedicación dirigida a su difunto marido no solo deja testimonio del amor que se profesó la pareja sino de una idéntica devoción por los dioses tradicionales, en un momento en el que se asiste al relevo religioso que culminaría con la declaración del cristianismo como religión oficial. Por ejemplo, Paulina comparte con su marido su predilección por las divinidades de naturaleza mistérica. Esta inclinación es muy representativa del ambiente religioso del período en el que los misterios adquieren una proyección social tal que fueron percibidos como los competidores más amenazadores del cristianismo. Paulina fue devota de diosas como Hécate, Ceres y Core, presentes en los santuarios de Egina y Lerna.  

Esta iniciación en advocaciones locales puede explicarse por la presencia de su esposo en Oriente como procónsul de Acaya durante los años 362 a 364. Además, Paulina se muestra devota de los misterios más vitales en la élite senatorial de la Roma del periodo como expresión religiosa de sus intereses de clase. Fue devota de Isis, Cibeles y Atis. El apelativo de isíaca quizás incluso indicaría el ejercicio de un sacerdocio dentro del culto egipcio. Además, como devota metróaca, recibió junto a su esposo el taurobolio el mismo día: el 16 de junio del 370. Pretextato también fue testigo de los dioses ante Paulina en su iniciación y le sirvió de mistagogo, enseñándole los secretos de cada culto y la preparó para ser digna de los ritos divinos. Paulina celebra su matrimonio como una unión santa, sancionada por los dioses en el cielo. Su matrimonio duró cuarenta años y solo la muerte separó a los esposos, pero, aunque Paulina llora la muerte de Pretextato, confía en encontrarlo de nuevo en la otra vida, gracias a la feliz esperanza ultramundana garantizada en los misterios.

Clelia Martínez Maza

Universidad de Málaga

Base de la estatua dedicada a Vetio Agorio Pretestato. Siglo III. Museos Capitolinos, Roma.

Fuentes principales

CIL VI, 1779; 1780; 2145.

Selección bibliográfica

Cameron, A., The Last Pagan of Rome (Oxford 2010).

Kahlos, M., “Paulina and the Death of Praetextatus. Rhetoric and Ideals in Late Antiquity (CIL VI 1779)”, Arctos 28 (1994) 13-25.

Martínez Maza, C., “Devotas mistéricas en la Roma tardoimperial”, Aevum 77 (2003) 53-68.

Salzman, M.R., Sághy, M., Lizzi-Testa, R., Pagans and Christians in Late Antique Rome:  Conflict, Competition and Coexistence in Late Antique Rome (Cambridge 2015).

Watts, E.J., The Final Pagan Generation (Oakland 2015).

223. EUSTOQUIA

223. EUSTOQUIA

Virgen cristiana de familia aristocrática, Eustoquia nació en Roma hacia el 370. Hija de Paula y Julio Toxocio, era descendiente por parte de madre de los Emilios, de los Escipiones y de los Gracos; y por parte de padre de la nobilísima sangre de Eneas y de los Julios, de los que ella tomó el nombre de Julia. Era la tercera de cinco hermanos: Blesila, Paulina, Rufina y Toxocio. Aunque sus hermanas eran devotas cristianas, como su madre, Eustoquia fue la única que renunció al matrimonio por la virginidad. Seguramente fue una decisión personal suya, pues su madre no se opuso al matrimonio de las restantes hijas. 

Roma

Eustoquia frecuentó con su madre el círculo ascético de la aristocrática Marcela en el Aventino y fue ésta quien la introdujo en el ascetismo y quien le presentó a san Jerónimo, su maestro espiritual. Junto con su madre, siguiendo a Jerónimo, se trasladó a Oriente para asentarse en Belén en 386, donde llevó hasta su muerte una vida monástica. Durante tres años (386-389) se alojó con su madre en un pequeño hospedaje hasta que, a sus expensas, construyeron celdas, monasterios y una hospedería para peregrinos. A la muerte de Paula, en 404, Jerónimo temió que los monasterios no pudieran seguir sosteniéndose, pero Eustoquia siguió financiándolos y dirigiéndolos. Hacia el 410 recibió en Belén a su sobrina Paula, hija de su hermano Toxocio y de Leta, que había sido consagrada a la virginidad desde su nacimiento.

Eustoquia y la joven Paula enviaron saludos, a través de una carta de san Jerónimo, a Agustín de Hipona en el 416. En ella san Jerónimo dijo que había enviado a Rávena, África y Sicilia al presbítero Firmo para solucionar asuntos relacionados con las propiedades de aquellas, diseminadas por varios lugares de Occidente. Ese mismo año, tía y sobrina escribieron al papa Inocencio de Roma para lamentarse de que sus monasterios habían sido atacados y destruidos en un incendio. Un diácono murió y ellas hubieron de refugiarse en una torre. Seguramente los saqueadores eran seguidores del asceta Pelagio, a quien Jerónimo se había enfrentado. Inocencio escribió al obispo Juan de Jerusalén, partidario de Pelagio, recriminándole su pasividad ante estos hechos. 

Junto con su madre, Eustoquia exhortó a Jerónimo a llevar a cabo traducciones y comentarios de los libros de la Biblia y colaboró en alguno de ellos, aunque es difícil precisar cuál fue su contribución. En torno al 410, Jerónimo le dedicó los dieciocho libros del Comentario de Isaías y los catorce del Comentario de Ezequiel. Antes Jerónimo le había dedicado un tratado con consejos para la práctica de la virginidad y el epitafio de su madre, alabando su conocimiento de las Escrituras y su ascetismo, pero las cualidades de Eustoquia quedaron ensombrecidas por las de su madre, a cuyo lado estuvo hasta su muerte, obedeciendo puntualmente sus mandatos. Según Jerónimo, nunca salió de casa sin ella, ni dispuso de su propio patrimonio. Murió en el 418.

Mar Marcos

Universidad de Cantabria

Juan de Valdés Leal (1656-1657). Santa Eustoquia. Barnard Castle, Bowes Museum, Newgate.

Fuentes principales

Jerónimo, Epistolario, 22; 108.

Selección bibliográfica

Consolino, F.E., “Modelli di comportamento e modi di santificazione per l’aristocrazia femminile d’Occidente”, en Giardina, A. (ed.), Società romana e impero tardoantico. I: Istituzioni, ceti, economie (Bari 1986) 273-307.

Marcos, M., Las mujeres de la aristocracia senatorial en la Roma del Bajo Imperio (312-410) (Santander 1990, Tesis doctoral).

Lizzi, R., “Ascetismo e monachesimo nell’ Italia tardoantica”, Codex Aquilarensis. Cuadernos de Investigación del Monasterio de Santa María la Real 5 (Aguilar de Campóo 1991) 55-89.

Serrato Garrido, M., Ascetismo femenino en Roma: estudios sobre San Jerónimo y San Agustín (Cádiz 1993).

222. POEMENIA

222. POEMENIA

Poemenia fue una noble de origen hispano, probablemente miembro de la familia imperial de Teodosio I. Por varias fuentes se sabe que Poemenia era muy piadosa, que viaja en peregrinación a los Santos lugares, al igual que otras santas y aristócratas mujeres de la época, como su contemporánea Egeria. Este viaje lo habría realizado entre el 384 y el 394. Así pues, tomó sus propios barcos y se hizo acompañar de obispos, presbíteros, eunucos y otros siervos, tal despliegue económico, así como el cortejo que la acompañaba indicaría su elevada posición socioeconómica. Se dirigió en primer lugar a Alejandría, a pesar de que Juan de Licópolis, un eremita de Nitrea, le había advertido de que, si lo hacía, encontraría problemas.

Hierosolyma

Cuando sus siervos desembarcaron en Nikiû (antigua localidad del delta del Nilo) sufrieron agresiones y heridas, y ella terribles ofensas y amenazas. Continuó después su viaje a Jerusalén, donde coincidió con Melania la Menor, y allí desplegó su generosidad en beneficio del cristianismo. En el Monte de los Olivos hizo construir la iglesia de la Ascensión y rodearla de otras dependencias; por otra parte, destruyó un ídolo pagano situado en el Monte Garizim, en Samaria, que era venerado hasta entonces por los habitantes del país.  

Se le atribuye una estricta ortodoxia hacia la fe nicena, al igual que otras mujeres pertenecientes a la familia imperial teodosiana, como la emperatriz Elia Flacila. Jerónimo en su epístola 54 critica por la ostentación de un lujo escandaloso de una mujer anónima que despliega una amplia comitiva en un viaje hacia Oriente. Esa mujer ha sido identificada con Poemenia por la coincidencia de los elementos entre ambas. En cualquier caso, se trata de un fiel reflejo del paradigma femenino de la corte teodosiana, donde todas las mujeres hispanas se trasladaban a Oriente en peregrinación.        

Juana Torres

Universidad de Cantabria

Mosaico con el cardo de Jerusalén, Barrio judío del casco histórico de Jerusalén. Siglo III. Jerusalén.

Fuentes principales

Jerónimo, Epístolas, 54.

Sinasario etiópico.

Vida de Juan de Licópolis.

Selección bibliográfica

Devos, P., “La date du voyage d’Égérie”, AB 85 (1967) 165-194.

Devos, P., ”Une nouvelle Égérie”, AB 101 (1983) 43-66.

VV.AA., Atti del Convegno Internazionale sulla Peregrinatio Egeriae (Arezzo 1987).

Marcos, M., “El ascetismo y los orígenes de la vida monástica”, en Teja, R. (ed.), La Hispania del siglo IV. Administración, economía, sociedad, cristianización (Bari 2002) 231-266.

Marcos M., “El origen de la peregrinación religiosa en el mundo cristiano: Jerusalén y Roma”, en García de Cortázar, J.A. Teja, R., Monasterios y peregrinaciones en la España Medieval (Aguilar de Campóo 2004) 13-31.

221. EGERIA

221. EGERIA

Originaria del noroeste de Hispania o del sur de la Galia, Egeria, cristiana dedicada al ascetismo, llevó a cabo un viaje de peregrinación por Oriente entre el 381 y el 384. El relato de este viaje, que escribió ella misma, se conserva en un único manuscrito, y en algunos otros fragmentos, entre ellos una página de un códice visigodo procedente de la catedral de Toledo. El texto está mutilado al principio y al final, y consta de dos partes: el relato del viaje y la descripción de la liturgia de Jerusalén. Comienza en la visita al Monte Sinaí, el sábado 16 de diciembre del 383, y concluye en Constantinopla en junio del 384. Lo que se conserva apenas si llega a una cuarta parte del texto íntegro.

Gallaecia

Las noticias sobre la identidad de Egeria son escasas y dudosas, comenzando por su nombre, del que se presentan varias formas. La patria es todavía hoy debatida entre quienes proponen el sur de la Galia (Aquitania o Narbonense) o el noroeste de Hispania, de la provincia que en la época se denominaba Gallaecia. Se desconoce también el tipo de compromiso religioso de Egeria. El Itinerario no dice nada de ello. Está dirigido a sus “hermanas”, que se han quedado en casa, lo que ha llevado a pensar que Egeria vivía en un monasterio o estaba al frente de uno. Valerio del Bierzo le llama “santa monja”. Pudo ser una virgen o una viuda practicando una ascesis en el ámbito doméstico y que, siguiendo el ejemplo de otras mujeres de su época, viajó para conocer los lugares bíblicos y las fuentes del monacato.     

Egeria era de condición social elevada, como se desprende de la duración y las condiciones del viaje, así como de la consideración que muestran hacia ella los obispos, sacerdotes y monjes que la reciben, y los funcionarios imperiales que salen a su encuentro. Se ha tratado de relacionar a Egeria, que comienza y acaba su viaje piadoso en Constantinopla, con la familia de Teodosio I, entonces emperador de Oriente, de origen hispano y también de la provincia de Gallaecia, pero no hay prueba de ello. Así como tampoco de que Egeria tuviera relación alguna con el priscilianismo, un movimiento ascético que por la época de su viaje estaba comenzando a ser perseguido en Hispania. 

Egeria es, como se define a sí misma, una mujer curiosa, a quien le interesa todo: los lugares donde se recordaban los más variados episodios, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, las iglesias, las celdas, monasterios y tumbas de los mártires. Disfruta del paisaje, contempla las montañas y los valles y aprecia el sabor del agua, que prueba en muchas fuentes del camino. Manifiesta interés por la historia y la arqueología. Su cultura es esencialmente cristiana. Utiliza un latín didáctico, con cierto sabor clásico, que incorpora expresiones del lenguaje hablado con un estilo repetitivo, inspirado en los modelos épicos que luego se encontrarán en las novelas medievales. Su cultura profana es escasa. 

Mar Marcos

Universidad de Cantabria

Sello 2273. XVI Centenario del viaje de la monja Egeria al Oriente Bíblico. Correos, España, 40 pesetas de España a Europa. 1984.

Fuentes principales

Itinerario de la virgen Egeria.

Selección bibliográfica

Devos, P., “La date du voyage d’Égérie”, AB 85 (1967) 165-194.

Devos, P., ”Une nouvelle Égérie”, AB 101 (1983) 43-66.

VV.AA., Atti del Convegno Internazionale sulla Peregrinatio Egeriae (Arezzo 1987).

Marcos, M., “El ascetismo y los orígenes de la vida monástica”, en Teja, R. (ed.), La Hispania del siglo IV. Administración, economía, sociedad, cristianización (Bari 2002) 231-266.

Marcos M., “El origen de la peregrinación religiosa en el mundo cristiano: Jerusalén y Roma”, en García de Cortázar, J.A. Teja, R., Monasterios y peregrinaciones en la España Medieval (Aguilar de Campóo 2004) 13-31.

220. FABIOLA

220. FABIOLA

Fabiola era una cristiana perteneciente a una noble familia romana de la segunda mitad del siglo IV. Descendiente de la gens Fabia, su antepasado más ilustre fue Quinto Fabio, vencedor de los galos invasores de Roma en 390 a. C. Se divorció de su primer marido y volvió a casarse, lo que le granjeó críticas en los ambientes ascéticos cristianos de Roma. San Jerónimo, que es la única fuente sobre su vida, justifica esta decisión por el carácter disoluto de su marido. Jerónimo, que recuerda a menudo en sus cartas que una divorciada no puede volver a casarse en vida del marido, hace en el caso de Fabiola un alegato, poco común en los autores de la Antigüedad, a favor de la igualdad entre hombres y mujeres en materia de divorcio. Justifica el segundo matrimonio de Fabiola por razón de su juventud, que le impedía guardar castamente la viudez, y porque desconocía la doctrina cristiana en materia de segundas nupcias.

Roma

Cuando murió su segundo marido, Fabiola realizó penitencia pública: se vistió de saco, confesó públicamente su pecado y en los días que precedían a la Pascua se puso en el orden de los penitentes en la basílica de San Juan de Letrán. Cuando fue readmitida en la Iglesia se dedicó al ascetismo, vendió la parte de su hacienda de la que pudo disponer, que era muy cuantiosa, y la dedicó a socorrer a los pobres. Ella fue la primera que fundó en Roma un hospital para recoger a los enfermos de las calles, a quienes atendió en persona. Repartió también su fortuna entre clérigos, monjes y vírgenes de Roma y en las islas del mar Tirreno.  

Fabiola viajó a Tierra Santa y durante un breve tiempo fue huésped de Jerónimo y Paula en los monasterios de Belén, donde se dedicó al estudio de las Sagradas Escrituras, pero deseaba vivir en soledad y Jerónimo se encargó de encontrarle en Belén una vivienda digna de su nobleza. Cuando los hunos asolaron Oriente y corrieron rumores de que se dirigían a Jerusalén, Fabiola regresó a Roma, donde vivió en una casa prestada. Colaboró con el senador Pamaquio en la fundación de un hospitium o xenodochium (albergue para extranjeros) en Portus (en la desembocadura del Tíber)Murió en Roma. A petición del aristócrata cristiano Océano, amigo de ella, san Jerónimo escribió su elogio fúnebre en el 400, donde resume su vida y destaca sus virtudes.

Mar Marcos

Universidad de Cantabria

Jean-Jacques Henner (1800 aprox.). Fabiola. Colección privada.

Fuentes principales

Jerónimo, Epistolario.

Selección bibliográfica

Pietri Ch., Pietri, L. (dirs.), Prosopographie Chrétienne du Bas-Empire, 1 s.v. Fabiola 1 (Roma 1999) 734-735.

Marcos, M., Las mujeres de la aristocracia senatorial en la Roma del Bajo Imperio (312-410) (Santander 1990, Tesis doctoral) 267-289.

219. MARCELINA

219. MARCELINA

Marcelina, que nació a mediados del siglo IV, era hermana de Ambrosio, obispo de Milán. Su padre fue prefecto del pretorio de la Galia, donde nacieron Ambrosio y, probablemente, ella. Tuvo otro hermano, Uranio Sátiro. Entre sus antepasados estaba la virgen Soteris, que murió mártir durante la persecución de Diocleciano. Cuando murió su padre y Ambrosio era aún adolescente, la familia volvió a Roma, donde Marcelina se dedicó al ascetismo, una forma de vida cristiana que aprendió ella sola, sin maestros. En Roma vivió retirada en el ámbito doméstico, junto con su madre viuda y con una compañera de nombre desconocido. En su casa vivió también durante muchos años Indicia, tras haber sido consagrada a la virginidad por el obispo Zenón de Verona, de donde era originaria.

Roma

Galia

Marcelina fue consagrada solemnemente a la virginidad por el obispo Liberio de Roma el día de Navidad en la basílica de San Pedro. Ambrosio le dedicó el tratado Sobre las vírgenes, que contiene consejos para la vida de una virgen. En él describe la ceremonia de su velatio a manos del obispo, en la que Marcelina estuvo rodeada de un coro de vírgenes. Ambrosio le recomienda particularmente la moderación en los ayunos.  Marcelina se mantuvo en contacto permanente con Ambrosio a través de cartas para saber de sus actividades como obispo de Milán, haciéndole las más variadas consultas, tales como qué debe pensarse de quienes escapan de la violencia de la persecución suicidándose. Ambrosio le envió varias epístolas sobre distintos acontecimientos sobre su vida como obispo y de sus relaciones conflictivas con la pareja imperial.

            Vivió siempre en Roma y mantuvo contactos con las mujeres del círculo del Aventino, reunidas en torno a Marcela. Visitaba a su hermano en Milán, donde lo cuidó durante una enfermedad. Ambrosio le manifestó gran afecto, dirigiéndose a ella como la hermana “más querida que la vida y los ojos para él”. Murió después del 397 y fue una fuente importante de información para que Paulino, un diácono de Ambrosio en Milán, escribiera una biografía de éste.

Mar Marcos

Universidad de Cantabria

Jean-Jacques Henner (siglo XIX). Fabiola. Colección privada.

Fuentes principales

Ambrosio de Milán, Sobre las vírgenes, 669-720; Epístolas, Ep. Maur. 20= Ep. 76; Ep. Maur. 22= 77; Ep. Maur. 41= Ep. Extra collectionem 1.

Selección bibliográfica

Consolino, F.E., “Modelli di comportamento e modi di santificazione per l’aristocrazia femminile d’Occidente”, en Giardina, A. (ed.), Società romana e impero tardoantico. I: Istituzioni, ceti, economie (Bari 1986) 273-306.

Lizzi, R., “Ascetismo e monachesimo nell’ Italia tardoantica”, Codex Aquilarensis. Cuadernos de Investigación del Monasterio de Santa María la Real, 5 (1991) 55-89.

Marcos, M., Las mujeres de la aristocracia senatorial en la Roma del Bajo Imperio (312-410) (Santander 1990, Tesis doctoral).

218. ÁGAPE

218. ÁGAPE

La información que poseemos sobre esta mujer es muy escasa y las fuentes que se refieren a ella apenas aportan variedad de datos. Conocemos su existencia por la Crónica de Sulpicio Severo, y por la epístola 133 de Jerónimo. Perteneció a la élite de la sociedad hispanorromana de mediados del siglo IV. Tanto ella como su compañero Elpidio recibieron enseñanzas del hereje Marco de Menfis. Ambos instruyeron en el maniqueísmo, el gnosticismo, y las prácticas mágicas y astrales a Prisciliano, líder de la herejía que lleva su nombre. Así es recogido por Sulpicio Severo en su Crónica, posiblemente a partir de las acusaciones de Hidacio e Itacio contra el priscilianismo, y después fue transmitido por otros autores como Jerónimo e Isidoro de Sevilla. Jerónimo en la epístola 133 atribuye el liderazgo a Ágape, pues ella habría instruido a Elpidio y después éste enseñaría a Prisciliano, induciéndoles de esta forma a ambos al error de la doctrina priscilianista.

Gallaecia

Juana Torres

Universidad de Cantabria

Hermanos Limbourg (1411-1416). El hombre anatómico. Miniatura del manuscrito iluminado "Las muy ricas horas del Duque de Berry". Prisciliano enseñó que los nombres de los patriarcas estaban relacionados con partes del alma y, paralelamente, los signos del zodiaco con los del cuerpo.

Fuentes principales

Jerónimo, Epístolas, 113.

Sulpicio Severo, Crónica, 11.46.2-9.

Selección bibliográfica

Babut, E.Ch., Priscillien et le priscillianisme (Paris 1909). 

Chadwick, H., Prisciliano de Ávila (Madrid 1978, 1ª ed. inglesa 1976).

Escribano Paño, M.ªV., “El cristianismo marginado. Heterodoxos, cismáticos y herejes del siglo IV”, en Sotomayor, M., Fernández Ubiña, J. (eds.), Historia del cristianismo. I El mundo antiguo (Madrid 2003) 399-480.

217. OLIMPIA

217. OLIMPIA

Olimpia nació en Constantinopla a mediados del siglo IV, en una familia noble. Aunque se desconoce la fecha exacta de su nacimiento, así como el nombre de sus padres, si se sabe que su abuelo fue el cristiano Flavio Ablabio, prefecto del Pretorio de Oriente y cónsul bajo Constantino. Se quedó huérfana muy joven y el senador Procopio, en calidad de tutor, se encargó de administrar la herencia de Olimpia, tal como la ley establecía en caso de orfandad de una muchacha menor de 30 años. A partir de ese momento su educación fue encomendada a una mujer profundamente cristiana, Teodosia, hermana del obispo Anfiloquio de Iconio y prima de Gregorio de Nacianzo, futuro obispo de la capital. Bajo la orientación de ambos se fue forjando la personalidad de Olimpia.

Constantinopolis

Juan Crisóstomo, su confesor, señala en una de las cartas que le dirige, la inclinación de Olimpia, desde muy temprana edad, al ascetismo. Sin embargo Procopio, su tutor, a instancias del emperador Teodosio el Grande, eligió a Nebridio, prefecto de Constantinopla y pariente de la emperatriz Elia Flacila, como esposo. El matrimonio de Olimpia y Nebridio duró tan solo unos meses debido al temprano fallecimiento de este.  No obstante, la casa imperial continuó buscando un posible pretendiente para la joven, como Elpidio, también familiar del emperador. A pesar de las presiones, ella se mantuvo firme, abrazó el ascetismo y fue consagrada como diaconisa por el obispo de Constantinopla Nectario a los 30 años, en contra de la normativa eclesiástica que establecía una edad no inferior a los 60. Seguidamente, realizó donaciones extraordinariamente generosas a la Iglesia, al clero, a distintas instituciones y a particulares de Constantinopla y otros lugares de Oriente, lapidando casi por completo su fortuna. Con esta se fundaron hospitales, hospicios y un monasterio femenino, construido junto a la Iglesia de Santa Sofía y al lado de la casa episcopal. 

Allí transcurrían los días para Olimpia, en medio de las renuncias y mortificaciones físicas como la frugalidad en las comidas, la escasez de horas de sueño y la ausencia de higiene excepto por exigencia de la enfermedad.  El obispo cayó en desgracia, víctima de la confabulación en la que participaron, entre otros, Teófilo de Alejandría, miembros de la casa imperial e incluso la emperatriz Eudoxia, provocando su deposición y exilio en el 404. Olimpia sirviéndose de su influencia ante las autoridades civiles y eclesiásticas, intentó conseguir, sin éxito, la vuelta de su amigo. Fue víctima de persecuciones por parte de los enemigos de Juan Crisóstomo, que la llevaron a juicio ante el prefecto, siendo exiliada a Nicomedia hasta su muerte. Lo más doloroso para ella resultó, sin ninguna duda, la ausencia de Juan. Si bien es cierto que la comunicación entre ambos fue fluida, el desánimo y el abandono fueron haciendo mella en la diaconisa, hasta que terminaron con su vida. 

Juana Torres

Universidad de Cantabria

Icono ortodoxo que representa a la diaconesa Olimpia. Procedencia desconocida.

Fuentes principales

Juan Crisóstomo, Epístolas a Olimpia.

Paladio de Helenópolis, Diálogo sobre la vida de Juan Crisóstomo, 20.31-151.; Historia lausíaca, 5-6.

Sócrates, Historia eclesiástica, 5-7.

Sozomeno, Historia eclesiástica, 7. 

Vida anónima de Olimpia.

Selección bibliográfica

Rivas Rebaque, F., Santa Olimpia, noble cristiana y diaconisa (Barcelona 2018).

Teja, R., Olimpiade la diaconessa (Donne d’Oriente e d’Occidente, 3) (Milano 1997).

Torres, J., La mujer en la epistolografía griega cristiana: tipología y praxis social (Santander 1990).

Torres, J., “Mulieres diaconissae: Ejemplos paradigmáticos en la iglesia oriental” Studia Ephemeridis Augustinianum 117 (2010) 625-638.