136. LUTACIA LUPATA

136. LUTACIA LUPATA

Lutacia Lupata vivió en la colonia Augusta Emerita, capital de la provincia hispana de Lusitania. El único documento que nos confirma su existencia es una estela de mármol que se encuentra en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida. El tipo de monumento funerario es un ejemplo único en la colonia, y se fecha sin problemas a mediados del siglo II por la tipología del peinado de la joven difunta y por las fórmulas funerarias. La edícula, en forma de templete, posee una estructura arquitectónica flanqueada por columnas en sus cuatro esquinas y rematada en una cubierta ligeramente curva. El retrato individual de la joven es una evocadora representación de una emeritense, de 16 años, Lutacia, a quien su protectora Lutacia Severa, de la que toma el nombre, dedica la obra con su hermoso retrato.

Emerita Augusta

Lutacia Severa tuvo el infortunio de sobrevivir a su pupila, pero hizo lo posible por dejar constancia de su corta existencia para que el tiempo no borrara su memoria. La idílica visión de la joven tañendo un instrumento musical, como referencia explícita de su cuidada formación cultural en el mundo de la música, contrasta con la hipótesis en cuanto a su cognomen Lupata. Este término Lupata, poco usual, se relaciona con su origo, pues podría indicar que se trataba de una joven procedente de una baja extracción social, aludiendo al oficio de su madre, Lupa, prostituta. Las protagonistas de este interesante monumento son dos mujeres, una joven difunta que ha superado las adversidades de la vida a las que estaba destinada por su origen materno gracias a la protección y cuidado de su madre adoptiva, empleando un término actual. Esa mujer la recogió y ofreció una vida mejor que concluye a los 16 años y que se sintetiza en esa escena de ocio vinculada a la música. Su protectora, Lutacia Severa, no hace sino recordar la realidad de su breve existencia, su origen humilde y su nueva vida dedicada al enriquecimiento del espíritu.  

Trinidad Nogales Basarrate

Museo Nacional de Arte Romano de Mérida

Estela Lutatia Lupata. Siglo II. Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, Mérida.

Fuentes principales

HEp. 20062.

Selección bibliográfica

Alvar, A., Edmondson, J., Ramírez, J.L., Hidalgo, L.A. Si muero, no me olvides. Miradas sobre la sociedad de Augusta Emerita a través de la epigrafía funeraria. (Alcalá de Henares 2021) 174-179.

Nogales Basarrate, T., El retrato privado en Augusta Emerita (Badajoz 1997) 103-105, nº 69. Lám. LXIII A-D LXIV A-C.

Nogales Basarrate, T., “Mulieres emeritenses: presencia femenina en Augusta Emerita, entre la visibilidad y marginalidad”, Pavón, P. (ed.), Conditio feminae. Imágenes de la realidad femenina en el mundo romano (Roma 2021) 371-408.

135. SEBOTIS

135. SEBOTIS

Publio Quinto Minicio Marcelo grabó un epitafio dedicado a su difunta esposa, Sebotis, en algún momento del siglo II. Su marido pertenecía a la tribu Palatina, la más frecuente en Roma entre libertos, sobre todo entre los hijos de estos nacidos libres. Tal circunstancia apunta a que esta mujer no pertenecía a la élite social y, sin embargo, Minicio Marcelo construyó en el epitafio que le dedica a su esposa una imagen idílica ajustada al modelo de feminidad propio de la matrona romana. 

Sebotis es presentada como una mujer diligente y fiel a su marido durante el matrimonio, al que llegó virgen y a una edad muy temprana. Igualmente, Publio dice que Sebotis no salía en público ni a las termas ni a ningún otro sitio sin su compañía, aspecto en el que centraremos nuestra atención por no ser habitual en epitafios.

Roma

Los recintos termales eran espacios para la relajación y el entretenimiento, a través de la práctica deportiva y de la relación social, pero también lugar de encuentros para tratar asuntos políticos y negocios de manera informal. Las termas eran vistas como un lugar peligroso para una mujer honesta, dado que esta podía contemplar la desnudez masculina y cometer adulterio. Los baños de estancia única acabaron sustituyendo a los que disponían de dependencias para que hombres y mujeres se bañasen por separado. En Ostia no se han localizado baños independientes, aunque es posible que se reservaran determinadas horas para que acudieran a las termas las mujeres y otra franja horaria para que lo hicieran los hombres. 

Confirma este prejuicio moral que Publio Quinto Minicio Marcelo atribuya a su esposa, cuando trata de presentarla como una mujer de comportamiento intachable, la decisión de no haber querido bañarse sin su compañía. El modelo de feminidad ideal propició el desarrollo de conductas de control que limitaban la vida de las mujeres. Estas se detectan tanto en las relaciones de pareja como en el ámbito familiar, incluso fomentadas por los propios progenitores desde la domus. Las fuentes literarias muestran cómo los hombres de la familia podían llegar a reprimir comportamientos considerados inapropiados según las directrices dictadas por el estereotipo de mujer ideal, condicionando así el desarrollo personal de sus hijas y esposas. 

Marta González Herrero

Universidad de Oviedo

Pedro Weingärtner (1900). En el caldarium. Acervo da Pinacoteca APLUB, Porto Alegre.

Fuentes principales

AE 1987, 179.

Selección bibliográfica

Castresana, A., Catálogo de virtudes femeninas (Madrid 1993).

Fagan, G.G., Bathing in Public in the Roman World (Michigan 1999).

García González, J.J., González Herrero, M., “Violencia silenciosa contra la mujer romana: conductas de control a la luz del monumento epigráfico”, en Gonzales, A. (ed.), Praxis e ideologías de la violencia. Para una anatomía de la dependencia en las sociedades patriarcales esclavistas desde la Antigüedad (Franche-Comté 2019) 523-543.

134. PLANCIA MAGNA

134. PLANCIA MAGNA

Plancia Magna fue una rica evergeta de Perge, capital de la provincia romana de Panfilia, situada en el sur de la actual Turquía. Nació en el seno de una familia ilustre. Su padre fue el senador Marco Plancio Varo, que fue pretor durante el reinado de Nerón y gobernador de Bitinia y Ponto en época de Vespasiano. Su madre, Julia, era hija del rey Tigranes VI de Armenia, y se sabe que desempeñó la función de sacerdotisa de Artemisa, principal divinidad de Perge. Del matrimonio nació también un varón, Gayo Plancio Varo, que llegó a ser cónsul en una fecha indeterminada, durante el reinado de Adriano. 

 

Perge

La noble Plancia Magna se casó con Gayo Julio Cornudo Tértulo, cónsul sufecto en el año 100 junto con Plinio el Menor, y fue madre de Gayo Julio Plancio Varo Cornudo. Sobresalió en la esfera pública, superando con creces lo que cabía esperar de una matrona de la élite, y fue reconocida por ello. Siguiendo los pasos de su madre, fue sacerdotisa de Artemisa Pergaia o Diana Pergensis, así como de Magna Mater y del culto imperial. Plancia Magna destacó por sus obras de munificencia en Perge, donde sufragó la reparación de la puerta de acceso principal a la ciudad. Junto a esta puerta se construyó un patio delimitado por muros revestidos de mármol que contenían nichos con estatuas, organizados en dos niveles. En el superior se incluyeron imágenes de dioses, figuras mitológicas y personajes históricos, y en el superior estatuas de Marco Plancio Varo y Gayo Plancio Varo, en calidad de fundadores de la ciudad. Estos últimos aparecen designados en las inscripciones, respectivamente, como “padre de Plancia Magna” y “hermano de Plancia Manga”, quedando así de manifiesto el protagonismo de la mecenas y la exaltación de los Plancii en el paisaje urbano de la ciudad. 

El conjunto monumental se completó con un gran arco, que incluía estatuas de varios miembros de la familia imperial Ulpio-Elia. El arco estaba adornado también con estatuas de Diana y otras deidades de la ciudad. Una inscripción con grandes letras de bronce mencionaba a Plancia Magna como donante de la construcción. Su nombre podía ser leído también en las bases de las estatuas, tanto en latín como en griego, y de este modo quedó unido para siempre a la memoria cívica de Perge. Era lo primero que se encontraba el visitante cuando accedía al centro urbano. En reconocimiento a su generosidad, la ciudad otorgó a Plancia Magna el título honorífico de demiourgos, usado como epónimo para designar el año. Era una alta distinción, completamente inusual tratándose de una mujer. Su monumento funerario se situó junto a la puerta que ella misma se había ocupado de reconstruir y ampliar. En la epigrafía fue recordada como “hija de la ciudad”.

Alicia Ruiz-Gutiérrez

Universidad de Cantabria

Estatua de Plancia Magna. Siglo II. Antalya Museum, Turquía.

Fuentes principales

AE 1958, 76 y 77; 1965, 210 y 211; 1988, 1037 y 1038; 1996, 1513.

SEG 46, 1701.

Selección bibliográfica

Boatwright, M.T., “Plancia Magna of Perge: Women’s Roles and Status in Roman Asia Minor”, en Pomeroy, S.B. (ed.), Women’s History and Ancient History (Chapel Hill 1991) 249-272.

Ng, D.Y., “Monuments, Memory, and Status Recognition in Roman Asia Minor”, en Galinsky, K. (ed.), Memory in Ancient Rome and Early Christianity (Oxford 2016) 235-262.

Jameson, S., “Cornutus Tertullus and the Plancii of Perge”, JRS 55 (1965) 54-58.

133. PRIMA FLORENCIA

133. PRIMA FLORENCIA

La familia de Prima Florencia vivió en Roma en algún momento del siglo II. Murió con tan solo dieciséis años, estando ya casada. Su nombre se conoce ya que sus padres, Restituto Piscinense y Prima Restituta, quisieron perpetuar el recuerdo de su hija dedicándole un epitafio que se encargó de hacer un pariente de sangre de la difunta.

Podemos leer la inscripción sobre una placa de mármol blanco adosada a la pared de la tumba, hoy depositada en el almacén de la necrópolis de Ostia, en el área de Isola Sacra a dos decenas de kilómetros al oeste de Roma. El epitafio nos da a conocer que Prima Florencia fue arrojada al Tíber por su marido Orfeo.

Roma

La onomástica griega del uxoricida hace pensar en una extracción social humilde, lo mismo que Piscinense si es que está aludiendo a la relación del padre con el teñido de tejidos. Los progenitores de la joven no solo pretendieron que su hija siguiera presente en la memoria de los demás, sino que todo aquel que contemplara el monumento funerario pudiera conocer el nombre de quien había acabado con su vida. 

Resulta ciertamente llamativa la intervención de un pariente de sangre en la grabación de este epitafio de denuncia dedicado por los padres de Prima Florencia. Los contados procesos judiciales que conocemos por las fuentes literarias muestran cómo la persecución del homicidio, excepción hecha del parricidio, movilizaba a la parentela próxima de la persona fallecida y, de no haberla, a sus amigos. Cuando se trataba de crímenes de sangre -como el que nos ocupa- era norma que fueran los parientes masculinos de la víctima quienes presentaran la acusación. Se comprende así que también sea un hombre emparentado con Prima Florencia quien se sienta y esté legitimado por la sociedad para señalar públicamente al culpable.

Marta González Herrero

Universidad de Oviedo

Estela funeraria dedicada a Prima Florencia. Siglo II. Roma.

Fuentes principales

AE 1987, 0177k (5).

Selección bibliográfica

Botta, F., “El deber de venganza en la Roma antigua”, Revista General de Derecho Romano 21 (2013) 1-23.

Casella, V., “I Kissed You before I Killed You: alcuni casi de uxoricidio nella Roma antica”, Epigraphica 79 (2017) 275-291.

González Herrero, M., “Epitafios-denuncia del homicidio de dos mujeres romanas”, Conimbriga 55 (2016) 269-287.

132. UMBRICIA

132. UMBRICIA

Umbricia vivió a principios del siglo II, pero poco se sabe de su nacimiento y linaje. Su nombre nos ha llegado a través de la referencia del jurisconsulto romano Domicio Ulpiano a una resolución de carácter jurídico dictada por Adriano. Esta se refiere a la pena de exilio a la que fue sentenciada esta mujer y revela una cuestión de tipo social de gran interés: la relación entre personas propietarias y esclavas y el abuso de autoridad que las matronas podían llegar a ejercer sobre las esclavas. El exilio se aplicó como condena en diferentes delitos. En cuanto a las mujeres, el adulterio o la colaboración en complots contra la máxima autoridad imperial fueron delitos penados con la expulsión a un lugar alejado de Roma, pero el caso de Umbricia, en época del emperador Adriano, nos revela que hubo otras infracciones menos comunes castigadas con esta pena.

Roma

Se le debe a Augusto haber puesto en marcha una ley que prohibía, salvo casos extremos, que los esclavos rebeldes o malhechores fueran echados a las fieras, y Claudio dispuso que se diera asistencia por parte del Estado a las personas de condición esclava que hubieran sido abandonadas a causa de la vejez o la enfermedad y se las pusiera en libertad. En cuanto a Adriano fue más allá en esta protección al prohibir que se castigara o matara o a una persona esclava sin el mandato previo de un magistrado, y su sucesor Antonino Pío puso limitaciones a la potestad disciplinaria de los propietarios que, sin atisbo de indulgencia hacia la población servil, a veces, se excedían aplicando el látigo. 

El Digesto contemplaba que no era lícito que los ciudadanos romanos sometieran a tratos excesivos a sus esclavos. De modo que a Umbricia se le castigó por haber infringido vejaciones a sus ancillae o esclavas de cámara. Si bien el jurista no ofrece detalles acerca de esas faltas ni quién elevó la denuncia, poetas como Marcial o Juvenal, ilustran sobre estos abusos. Estos escritos moralizantes, por lo general, trataban a las dominae o señoras de la casa con menosprecio, pues, a su juicio, estaban dispuestas a someter a sus esclavas a maltratos por motivos triviales y no les consentían deslices, ni siquiera por aquellas que carecían de experiencia. El de Umbricia es de los pocos casos que conocemos de matronas de la élite a las que se desterró por una actividad considerada delictiva. Es incierto si su conducta fue tan abusiva como para acabar siendo relegada por un lustro a una isla, pero es de suponer que Adriano pretendía un efecto ejemplarizante que hiciese desistir de procederes calificados de “atroces” hacia las esclavas. 

Almudena Domínguez Arranz

Universidad de Zaragoza

Sir Lawrence Alma-Tadema (1883). Tímido. Colección privada.

Fuentes principales

Marcial, Epigramas, 2. 

Ulpiano, Sobre el oficio del procónsul.

Selección bibliográfica

Bradley, K., Slaves and Masters in the Roman Empire: A Study in Social Control (Brussels 1984).

Cenerini, F., La donna romana. Modelli e realtà (Bologna 20132).

Pavón, P., “Prácticas abusivas de la domus reguladas por la legislación de Adriano (D. 1.6.2.0 y 48.9.5.0)”, SDHI 76 (2010) 135-146.

131. EMILIA SEXTINA

131. EMILIA SEXTINA

Emilia Sextina, hija de Décimo, nació en Vienna (Vienne, Francia) y vivió en el siglo II. Fue esposa de Namio Materno, oficial del ejército destacado en la Mauritania Tingitana (Marruecos), cerca de la ciudad romana de Volubilis.  No dudó en cruzar el Mediterráneo para acompañar a su marido en su destino militar. Lo que se sabe de ella procede de un epígrafe donde se menciona que fue elegida dos veces sacerdotisa del culto imperial en su patria de adopción, Volubilis. Cada año, en cada ciudad del Imperio, se elegía a un sacerdote y a una sacerdotisa que debían ocuparse del culto a los miembros divinizados de las familias imperiales. En este caso, salió elegida dos veces (sin que se sepa si fueron dos años seguidos), todo un hito para una mujer que no era oriunda de la ciudad, sino forastera.

Volubilis

A su muerte, el consistorio local de Volubilis decretó un homenaje póstumo por sus acciones benéficas y las virtudes morales de ella y de su marido. Dicho homenaje consistió en concederle un lugar público de enterramiento, sufragar los gastos del funeral y erigirle una estatua. Era un honor poco común dado que ese tipo de costes solían sufragarlos los familiares del difunto y no las autoridades locales. Materno, satisfecho, reembolsó el gasto y alivió así las maltrechas finanzas de Volubilis en la que no había nacido, pero en la que, con su difunta esposa, se había establecido e integrado. Ella había contribuido al asentamiento de la pareja ocupándose específicamente del culto al emperador y ambos, a su manera, establecieron vínculos duraderos con esta ciudad.

Anthony Álvarez Melero

Universidad de Sevilla

Epígrafe funerario de Emilia Sextina. Siglo II. Volubilis.

Fuentes principales

AE 1916, 91 = ILAfr 625 = ILM 123 = IAM II/1, 430.

Selección bibliográfica

Álvarez Melero, A., Prosopographie de la parentèle féminine des chevaliers romains (Sevilla 2021).

Christol, M., “Les hommages publics de Volubilis: épigraphie et vie municipale”, en Mastino, A. (ed.), L’Africa romana. Atti del III convegno di studio su «L’Africa romana» Sassari, 13-15 dicembre 1985 (Sassari 1986) 83-96.

Hamdoune, C., “Une Gauloise à Volubilis”, en Hamdoune, C. (ed.), Ubique amici. Mélanges offerts à Jean-Marie Lassère (Montpellier 2001) 225-237.

Ladjimi-Sébaï, L., “À propos du flaminat féminin dans les provinces africaines”, MEFRA 102, 2 (1990) 664-682.

130. EMILIA PUDENTILA

130. EMILIA PUDENTILA

Emilia Pudentila fue una rica aristócrata africana de Tripolitania, nacida en la ciudad de Oea (Trípoli actual), de la que tenemos referencias importantes pero únicas a través de la obra Apología, escrita por su esposo Apuleyo de Madaura, escritor y orador brillante, perteneciente a la Segunda Sofística. Apuleyo conoció a Pudentila en Oea, gracias a su relación con el hijo de ella, Ponciano, su condiscípulo. Esta rica aristócrata había estado casada con Sicinio Amigo, de la relevante familia de los Sicinii, y después de 14 años de viudez, deseaba contraer un nuevo matrimonio. Ante los deseos de su madre, Ponciano le presentó a Apuleyo y esta se enamoró de forma rápida del apuesto filósofo.

Oea

Esta situación desencadenó la ira de la familia de su difunto marido, y provocó que Apuleyo fuese acusado de practicar magia amatoria con ella, buscando seducirla para contraer matrimonio. Así podría conseguir una buena dote y controlar las riquezas de su esposa, según sus acusadores. El proceso judicial contra el escritor tuvo lugar en Sabrata, y Pudentila quedó humillada porque entre los denunciantes de su esposo estaban sus propios hijos y su cuñado Sicinio Emiliano, representante familiar. Como viuda sui iuris, Pudentila era una mujer emancipada, no sometida a la potestas del pater familias o a la manus del marido. Actuaba, pues, de forma autónoma, con plenas facultades mentales y tenía una situación económica muy relevante que incluso casada controló y amplió. Aunque para Apuleyo esta unión no fue ventajosa económicamente, política y socialmente sí lo fue. Su esposa pudo financiar los gastos que su carrera profesional exigía, como se infiere de su cursus honorum.

El interés de Apuleyo de defenderse en el juicio de no ser un cazador de dotes ni mago le llevó a construir una imagen de su esposa ambigua y contradictoria. Presentándola como matrona, aristócrata, culta y enamorada de un joven brillante intelectual, pero defensora de su patrimonio familiar de manera independiente y consciente de su pertenencia de su rango que ponía por delante los intereses económicos de sus hijos, de la familia paterna, los Sicinii, a los de su nuevo esposo. Por tanto, su enamoramiento no la alejó de sus responsabilidades como miembro de la élite de la ciudad ni como mujer y madre.

María José Hidalgo de la Vega

Universidad de Salamanca

Sir Lawrence Alma-Tadema (1866). En el peristilo. Colección privada.

Fuentes principales

Apuleyo, Apología, 30.11; 82.2; 83.1; 84.2; 87.5-6; 91.7-8; 92.1; 102.8

Selección bibliográfica

Benke, N., “Aemilia Pudentilla. A Landowning Lady”, SIHDA (2002) 19-31.

Hidalgo de la Vega, M.ªJ. “Aemilia Pudentilla: Poder económico y estrategias ciudadanas de una aristócrata africana”, L’Africa Romana XIX, Sassari 2010 (Roma 2012) 747-760.

Hidalgo de la Vega, M.ªJ., “Aemilia Pudentilla: matrimonio, género y poder económico de una aristócrata africana”, Pavón, P. (ed.), Marginación y mujer en el Imperio romano (siglos I-III) (Roma 2018) 293-314.

129. FULVIA CÉLERA

129. FULVIA CÉLERA

En la primera mitad del siglo II vivió en Tarraco (Tarragona), la capital de la provincia de Hispania Citerior una dama de alta alcurnia, Fulvia Célera, hija de Marcos. Aunque no se conservan datos sobre su padre ni sobre su familia paterna, se sabe que su madre fue Popilia Segunda, hija de Marcos, y que detentó el cargo de sacerdotisa del culto imperial en Tarraco. Fulvia Célera se casó con Cayo Vibio Latro, originario de Sigarra (Els Pras de Rei, Barcelona). En esa localidad levantó a su madre, Junia Severina, una estatua honorífica. El matrimonio con Fulvia Célera le facilitó a Cayo Vibio el desarrollo de una carrera política local, ocupando las principales magistraturas locales como la cuestura o el duunvirato. Fulvia Célera recibió el sacerdocio de la Concordia Augusta de Tarraco por parte de los decuriones municipales.

Tarraco

Cayo Vibio consiguió ser elegido sacerdote de culto imperial de la provincia de la Hispania Citerior, cargo que necesitaba de la presencia de una esposa. De esta forma, Fulvia Célera fue nombrada flamínica de la provincia. La pareja se ocupó durante un año de los ritos debidos a los emperadores y a las emperatrices divinizados y divinizadas. El matrimonio no tuvo hijos, por lo que al morir Cayo Vibio, Fulvia Célera sólo contó con la compañía de sus libertos que estuvieron a su lado hasta el final de sus días. Todo esto se conoce gracias a los pedestales de las numerosas estatuas que, en diferentes épocas, Fulvia Célera, mandó hacer para sí y los suyos: honró en vida a su madre y también en vida fue honrada ella misma.

Sus libertos y herederos, siguiendo su última voluntad, la honraron tras su muerte, así como a su esposo.  Este tipo de inscripciones muestra cómo en las altas esferas una sola persona podía recibir numerosas estatuas que se distribuían en el espacio público y que estas se disponían en momentos diversos. En el caso de mujeres como Fulvia Célera, dichas estatuas solían colocarse en una galería familiar de retratos: las damas en público siempre destacaron el ámbito privado y familiar en su condición de esposas, hijas o madres. 

Milagros Navarro Caballero

Centre National de la Recherche Scientifique de l’Université Bordeaux-Montaigne

Epígrafe funerario dedicado a Fulvia Célera. Siglo II. Tarraco.

Fuentes principales

CIL, II, 4276; RIT, 350; CIL, II2/14, 3, 1224.

CIL, II, 4270; RIT, 344; CIL, II2/14, 3, 1221.

CIL, II, 4253; RIT, 312; CIL, II2/14, 2, 1172.

RIT, 322; CIL, II2/14, 2, 1179.

Selección bibliográfica

Alföldy, G., Flamines provinciae Hispaniae citerioris (Madrid 1973).

Fishwick, D., The Imperial Cult in the Latin West. Studies in the Ruler Cult of the Western Provinces of the Roman Empire, vol. III. Part 3 : The provincial centre ; provincial cult (Leiden-New York 2004).

Navarro Caballero, M. Perfectissima femina. Femmes de l’élite dans l’Hispanie romaine (Bordeaux 2017).

128. JUCUNDA

128. JUCUNDA

La esclava Jucunda nació a principios del siglo II en Segóbriga, municipio augusteo vinculado a la extracción y al comercio del lapis specularis. Los pocos datos biográficos sobre ella se conocen gracias a un epitafio que muestra una hornacina con una fémina tocando una cítara, razón por la que Jucunda se asocia a este instrumento, aunque se discute sobre si se trataba de una afición o de una dedicación profesional; en cualquier caso, refrenda que nos encontramos ante una mujer instruida. No es el único testimonio disponible de una esclava asociada a las artes musicales. De hecho, además de en los restos epigráficos, aparecen en la literatura deleitando con sus espectáculos a la élite en los banquetes o en otro tipo de ambientes más mundanos.

Segobriga

Resulta llamativo el caso de Jucunda por la riqueza del monumento en el que se incluye un largo epitafio en forma de poesía. Estos poemas se caracterizan por su emocionalidad, pues buscan expresar de forma explícita el dolor ante la muerte. La dedicante del epitafio fue su madre, que la recuerda como esclava de Manio Valerio Vítulo. A continuación, la propia difunta toma la palabra para explicar a la persona que se acerque a leer el epitafio los motivos de su muerte. Aunque pueda llamarnos la atención, estas interpelaciones eran habituales. En este caso, sabemos que falleció por enfermedad a los quince años. 

Precisamente, la epigrafía funeraria permite estudiar a mujeres esclavas, presentes en este tipo de documentos. En la estela se menciona no solo el motivo de su muerte y su edad, sino también la relación con su madre, Nigela. Se ha planteado que el padre de Jucunda fuera su propio dueño. Ella también se despide de su compañero sentimental a quien se refiere como cónyuge y con quien le uniría un contubernio. Los lazos personales adquieren una gran importancia teniendo en cuenta la ilegitimidad jurídica de los mismos para la población esclava. La difunta en las últimas líneas del epitafio expresa buenos deseos para sus familiares. La escasa información disponible sobre Jucunda ofrece datos sobre la vida servil, de una joven instruida en la música y la poesía cuya muerte prematura, disuelve los lazos familiares. Estos, desarrollados en la esclavitud, eran frágiles y vulnerables, pues su mantenimiento dependía de la decisión de los propietarios. 

Carla Rubiera Cancelas

Universidad de Oviedo

Estela funeraria de Jucunda (siglo II). Parque Arqueológico de Segóbriga, Segovia.

Fotografía de la autora Carla Rubiera.

Fuentes principales

AE 2007, 805.

Selección bibliográfica

Del Castillo Bargueño, I., “Iucunda: esclavas, libertas y mujeres humildes en las actividades laborales de las ciudades de Hispania”, en Valmaña Ochaíta, A., Bravo Bosh, M.ªJ., Rodríguez López, R. (eds.), Mujeres de la Hispania romana: una mirada al patrimonio (Madrid 2021) 79-98.

Fernández Martínez, C., Abascal, J.M., Gómez Pallarés, J., Cebrián, R., “Mors mala solvit. Nuevos CLE hallados en Segobriga (Hispania Citerior)”, ZPE 161 (2007) 47-60.

Rubiera Cancelas, C., La esclavitud femenina en la antigua Roma. Famulae, seruae, ancillae (Oviedo 2014).

127. LUCIA AVIRCIA ACILIANA

127. LUCIA AVIRCIA ACILIANA

Lucia Avircia Aciliana es conocida a través de una inscripción funeraria de carácter honorífico, encontrada en un cortijo del término municipal de Montellano (Sevilla), donde se ubica la antigua ciudad de Callet. De ella se conserva sólo un pequeño fragmento datado a principios del siglo II. Tuvo un hijo llamado Marco Emilio Afer Aciliano que dedicó el epígrafe a su madre y a quien califica de muy piadosa. Pero lo que hace singular a Aciliana en el panorama epigráfico de la Bética es que recibe un homenaje múltiple en relación con sus honores fúnebres por parte de los senados municipales de cinco comunidades de la provincia. Estas distinciones no son muy usuales

Callet

De hecho, solo conocemos a una decena de mujeres en esta provincia que hayan sido receptoras de honras fúnebres, pero ninguna por varias ciudades al mismo tiempo, por lo que sin duda su proyección pública debía de ser algo muy poco habitual. Efectivamente, Aciliana fue honrada por los ordines decurionales de tres colonias, Italica, Hispalis (Sevilla) y Asido (Medina Sidonia) y dos municipios, Siarum (La Cañada, Utrera) y Callet

Los honores conferidos consistieron en el pago de los gastos del funeral y en la elevación de estatuas, que se entiende se ubicarían en los foros de las respectivas comunidades. Posteriormente, al menos en la inscripción erigida por los Callenses, su hijo asumió el costo de la dedicación. No es común la celebración de los ceremoniales fúnebres en varios lugares en honor de una misma persona. En una actuación de excepcionalidad semejante conocemos a un tal Cayo Sempronio Celer al que los cuatro municipios de Vivatia (Baeza, Jaén), Tugia (Toya, Peal de Becerro, Jaén), Laminium (Alhambra, Ciudad Real) y Baesucci (Vilches, Jaén), honran con elogios públicos (laudationes), la concesión de lugar de la sepultura y el pago de los gastos del funeral y estatuas. 

Uno de los rasgos que distingue a Aciliana, y que obviamente justifica la excepcionalidad con la que se ha contemplado su fallecimiento, es el prestigio de esta señora al estar emparentada con la muy relevante familia senatorial de los Messii Rustici, originarios, precisamente, de Siarum. El vínculo con este extenso y prestigioso linaje puede establecerse a partir de la onomástica de su hijo, Marco Emilio Afer Aciliano. A este notable grupo pertenecieron personajes muy distinguidos que forman parte del círculo personal y de amistad de los emperadores Ulpio-Elios. Tal es el caso, por ejemplo, de Marco Mesio Rústico Emilio Papo Arrio Próculo Julio Celso, cónsul y gobernador de Dalmacia con Antonino Pío, o su mismo padre, Marco Mesio Rústico Emilio Papo, estrecho amigo de Adriano y casado con una ilustre hispalense de raíz senatorial, Cucia Prisca.

Salvador Ordóñez Agulla

Universidad de Sevilla

Sir Lawrence Alma-Tadema (1867). Familia romana. Colección privada.

Public domain, via Wikiart.

Fuentes principales

EE VIII.2, 306 = CILA Se, 1220 = ILS 6920.

Selección bibliográfica

González, J., Caballos Rufino, A., “Die Messii Rustici. Eine senatorische Familie aus der Baetica”, ZPE 52 (1983) 157-171.

Melchor Gil, E., “Mujer y honores públicos en las ciudades de la Bética”, en Berrendonner, C., Cebeillac, M., Lamoine, L. (eds.), Le quotidien municipal dans l’Occident romain (Clermont-Ferrand 2008) 443-457.

Navarro Caballero, M., Perfectissima femina. Femmes de l’élite dans l’Hispanie romaine (Bordeaux 2017).