Notable político, intelectual y periodista, como los grandes nombres del liberalismo español de su época, constituye además un significativo ejemplo de uno de los usos que los emigrados españoles harán de la prensa como eficaz arma de adoctrinamiento liberal, al servirse de los periódicos ingleses como fuente para documentar la obra ensayístico propagandística que editará en su retorno a España. A pesar de todo ello, San Millán es hoy prácticamente un desconocido que nos parece interesante rescatar al hablar de las “figuras de la emigración”[11] londinense (Llorens, 1979, p. 23), entre las que destacan otros relevantes andaluces (y andaluzas) cuyo legado ha sido objeto de un más profuso estudio.
Es el caso de Martínez de la Rosa (Francisco), nacido también en Granada (1787, y fallecido en Madrid, 1862) y famoso asimismo por su papel en la política liberal del siglo, aunque en su caso de tendencia bastante más contenida, en general. Como liberal moderado o doceañista (inspirador y defensor de la Constitución de 1812), fue líder de esta corriente ideológica, partidaria de un régimen monárquico que contemplara la aplicación de un reformismo leve que no perjudicase a las élites sociales, alcanzando gran notoriedad en el reinado de Isabel II. Pero con anterioridad, durante los años del llamado Sexenio Absolutista (1814-1820) de Fernando VII que siguieron a la proclamación constitucional y una vez finalizada la Guerra de la Independencia contra Francia (1808-1814), fue desterrado al Peñón de Vélez de la Gomera (Melilla) y tras el Trienio Liberal (en 1822 había sido designado jefe de gobierno) tuvo que abandonar España durante siete años, encontrando refugio en París y Londres, donde ya había estado durante la invasión francesa, Italia, Alemania y Bélgica.
Martínez de la Rosa utilizó además su ya experimentada faceta de hombre de letras, que en su reconocida trayectoria literaria osciló entre el gusto neoclásico y el romántico, para combatir a favor de la causa liberal desde la tribuna periodística. De hecho, en Londres, desde octubre de 1810, verían la luz sus reflexiones sobre“La actual revolucion de España, bosquexada en Febrero del año 1810”[12], inspiradoras en las Cortes de Cádiz para el Decreto de Libertad de Imprenta aprobado en noviembre de ese mismo año tras haber sido publicadas en El Español (1810-1814) de José María Blanco White. El sevillano de ascendencia irlandesa había puesto en marcha a su llegada a la capital inglesa el que se convertiría en periódico pionero de la llamada prensa del exilio editada, en castellano, en Londres por los liberales emigrados españoles. Y desde esta plataforma privilegiada, de contenido político, en el número de noviembre de 1810, Martínez de la Rosa incitaba a “quitar las muchas trabas, que puso la tirania á la comunicación del pensamiento”, porque “se temió más á la licencia que á la esclavitud de la imprenta” (p. 93), ofreciendo asimismo El Español en ese número otro “bosquexo”, el texto “De los debates de las cortes, sobre el primer articulo del informe de la comision sobre la LIBERTAD DE LA IMPRENTA” (pp. 149-163).
[11] Según se utilizaba en el contexto decimonónico, Llorens emplea el término “emigración” no con las connotaciones económicas actuales, sino con las políticas, como sinónimo de “exilio”. [12] Firmadas con sus iniciales (D. F. M. de la R.), aparecen, en una primera entrega, como “Articulo comunicado” (tomo II, Nº VII, pp. 27-40) y continúan en las pp. 91- 127 del número VIII (tomo II).