Sobre la libertad de pensamiento y expresión
A continuación, Andrés guarda silencio unos segundos y retoma la conversación. Entonces, “se publicaban chistes contra ETA”, indica. Y esa frase le sirve como acceso a una reflexión pausada en la que queda concretada su forma de concebir la libertad de expresión: “Yo sé que aún no se puede hablar de ETA, pero yo me lo permito. Nunca he estado de acuerdo con la violencia física, por lo que, en ese sentido, no puedo estar de acuerdo con ETA. Pero tampoco con la Guardia Civil, ni con la policía, ni con el GAL. A todos los juzgo con el mismo rasero”, sentencia. “A su manera, que no es la mía, ETA ha luchado contra el fascismo en el País Vasco, contra el fascismo de Franco y contra el fascismo de Felipe González. Ellos han luchado por ideología, muchos han muerto y otros llevan en la cárcel muchos años, cosa que no ha pasado con Billy el Niño, ni con Fraga, que fue tan asesino como Franco”. Reafirmándose en su denuncia de la violencia, provenga de donde provenga, el veterano dibujante explicita la injusticia de que todos ellos, que torturaron y asesinaron, hayan sido respetados, e incluso condecorados con medallas en tiempos de un gobierno socialista.
En cualquier caso, no es esta la única decepción que Vázquez de Sola ha sufrido por parte de políticos del PSOE. En 1986, publicó unos dibujos criticando la entrada de España en la OTAN y fue denunciado y procesado por un delito de injuria contra el Gobierno. Para él, la organización es “una mafia criminal para sacar el petróleo más barato y luego venderlo más caro”, una entidad agresiva que violenta los principios de paz y bienestar que tan fervientemente defiende. En una de las viñetas que generó polémica, Vázquez de Sola rescató el famoso eslogan socialista que rezaba “OTAN de entrada, NO” y le añadió: “así, sí”. El dibujo consistía en una caricatura de Felipe González siendo penetrado. Sin embargo, le procesaron por otras dos imágenes: en una aparecía una señora “que se veía a siete leguas que era una prostituta”, con dos niños de la mano. La leyenda rezaba: “¡Cuando seáis mayores, votaréis sí a la OTAN! Como todos los hijos de puta.” En el otro, “salía un tío con unos cuernos muy grandes y decía: ‘¡Yo voto sí a la OTAN! Como todos los cabrones.” A cuenta de ambas viñetas, lo procesaron por injurias contra el jefe de gobierno y sus primeros ministros. “¡No, no, no!”, grita Andrés, encendido. “Para empezar, yo no estoy diciendo que todos los que votan ‘sí’ sean unos hijos de puta, sino que los hijos de puta votan ‘sí’. Y para los cabrones, lo mismo. Sigo manteniendo que meternos en la OTAN fue un crimen contra la humanidad”.
Años más tarde, en 1993, se paralizó la distribución de su libro Mi tío fray Diego, después de ser denunciado, también por el PSOE, debido a sus “contenidos humillantes contra la religión”. En un tono entre divertido y solemne, Andrés añade una nota al pie a esa sentencia. Sabe que es un tema escabroso, pero él habla con la seguridad de quien ha dedicado tiempo y esfuerzos a formarse un criterio y establecer un abanico de certezas difícilmente erosionables: “La religión es un tipo de opinión como otra cualquiera, ni mucho menos respetable que cualquier otro tipo de pensamiento. Para mí, los dogmas -frente a la búsqueda, la duda…- no son respetables. Nunca”. Con una suave risa, concluye: “Ni siquiera los de mi partido”.