También estuvo en La Verdad (1943), de Murcia. “Fue un ‘trasladito’, no siempre voluntario [carcajada]”. Con posterioridad, se trasladó a Madrid y trabajó en El Español (1942; 1950). “De este periódico me echaron, porque el director anunció que se iba a hacer un número extraordinario sobre el ‘glorioso’ Movimiento. Entonces, me reí. De inmediato, me preguntó: ‘¿De qué te ríes?’ Yo contesté: Pues, que ha dicho usted ‘glorioso’ como si se dijera: Mi ‘santa’ madre. Son cosas que siempre me han sonado algo cómicas. Volvió a preguntarme: ‘¿Es que tú no crees que fuese glorioso?’ Respondí que, quizás, no hiciera falta decirlo. Cuando terminó la reunión, pregunté qué tenía que hacer para la semana siguiente. Entonces me respondió que quien no creyera que el Movimiento fue ‘glorioso’, no tenía nada que hacer en ese periódico. Me echaron. Entonces entendí el significado de la política”.
Más tarde, trabajó en la agencia Gráficas Espejo y en el diario Madrid (1939-1971), además de en 10 minutos, Marisol y Gran Mundo. Del tiempo que estuvo en el diario Madrid guarda muy buenos recuerdos: “Allí conocí a Paco Narbona, que para mucha gente es un hombre que pasa por ‘facha’, porque efectivamente dirigía varios periódicos fascistas, pero fue un hombre que me protegió y ayudó muchísimo. Él es el padre de la ministra Narbona. Tanto él como su mujer pasaban por personas afectas al régimen, pero no eran enemigos de la humanidad. Y sabiendo como yo pensaba, me quisieron tanto como yo a ellos. Y los sigo queriendo en el recuerdo”.
También colaboró en Televisión Española. “Me contrataron el mismo día que en el diario Madrid. En la televisión colaboraba en un programa emitido los sábados por la noche donde dibujaba ante las cámaras caricaturas, en 10 segundos, de las personas invitadas”. Admite que hacía “¡Unas caricaturas malísimas!”, porque los compañeros se la jugaban haciéndole creer que el invitado era una persona distinta a la que realmente era. “Recibía unas cartas llenas de ofensas”, comenta, para proseguir con la anécdota: “Además, imagino que él único que me veía en aquel tiempo era Franco [espeta entre risas], porque entonces había pocas televisiones. Fue allí: el jefe de plató, que yo pensaba que era un policía, me avisó de que iban a detenerme y que me fuera de España, como pudiese”. Con el paso del tiempo, fue Forges quien le contó que la persona que le había hecho llegar el aviso era su padre, el jefe de plató.
El director del diario Madrid le ayudó a organizar su huida. “Me dijo: ‘Te irás abiertamente. De esa forma no te detendrá la policía’. Acordamos que me marcharía a pie desde Madrid a París haciendo crónicas de viaje por los pueblos, así la prensa me acompañaría y no me detendrían. Pero, al llegar a Jaca (Huesca), hubo una retransmisión de radio y me hicieron una especie de despedida. Hablé más de la cuenta [se ríe]. Dije lo que pensaba del régimen”.