Orígenes
“Nací en San Roque. La familia, por parte de mi padre, era de derecha. Pero ser de derecha no significa que fuese reaccionario. No. Mi padre era un hombre honesto”. De este modo, comienza Vázquez de Sola la reconstrucción de su infancia, reflexionando sobre la figura paterna: “Si hubiera vivido hoy, sería comunista. Estoy seguro. Además, era abogado y muy culto. Hablaba varios idiomas o lenguas muertas. En cambio, tenía poca cultura política. En esa época, si se era serio, ‘de orden’, eras de derecha”. Por el contrario, su madre pertenecía a una familia alineada con los republicanos. Hubo una primera muerte, la de su primo Manolo, que le marcó, como marcan las realidades innombrables en la infancia, transformando esa mirada primera caracterizada hasta ese momento por la inocencia: “Con 16 años fue fusilado por militar en las juventudes comunistas. Me hizo tomar conciencia. Aunque, durante la guerra, para salvar la vida, la gente callaba sus ideas, como hizo mi madre”.
© La risa es fundamental en la vida y obra de Vázquez de Sola. JAIME CINCA (El Salto Andalucía)
En la vida de Andrés, la muerte ligada a la guerra fratricida se convirtió en una vieja conocida. La segunda muerte que le marcó fue la de su maestro de escuela, que murió por los malos tratos que le propinaron en la cárcel: “Fue detenido, encarcelado y, a los pocos días, murió. Es un trato más inhumano aún que si hubiese sido fusilado”. La tercera muerte determinante en su infancia fue la de la comadrona que le había traído al mundo, tanto a él como a sus hermanos: “Se llamaba Carmen Bru. Fue la madre del escultor [Luis] Ortega Bru. La fusilaron a ella y a su marido. Ellos eran anarquistas. Personas decentes. Pero fueron asesinados por su adscripción política. Todas estas muertes marcaron mi niñez”. Durante la Guerra Civil, las medias tintas era una utopía y la humanización del adversario, inviable. Como bien describe Vázquez de Sola: “o eras fascista o eras comunista. Yo me consideré comunista sin saber lo que era el comunismo. Luego, lo fui con plena conciencia”.
Formación
Para Vázquez de Sola, la realidad circundante se desvela como un lugar habitable y estimulante en el que las posibilidades de acción y narración son infinitas. Interpelado por su formación, responde con sorna: “Yo no tengo educación académica. Soy oficialmente analfabeto [ríe] Saqué el bachillerato, el primer curso de bachillerato, que hice dos veces. Me trajeron aquí, interno, al ilustre colegio de teólogos y juristas del Sacromonte. En ese ‘ilustre’ colegio [se vuelve a reír] hice mi primer curso de bachillerato. Y se acabó. Ya no he estudiado nunca más. Eso sí, he leído muchísimo”. No obstante, la eterna curiosidad y la duda existencial le llevan a tomar una decisión: “Ingresé en la escuela de Periodismo, en Madrid, mediante un examen, que aprobé a la segunda, también [ríe de nuevo] No aprobé a la primera, porque no tuve el valor de escribir yo mismo mis memorias, mi autobiografía. Entonces, me la hizo un primo mío. Se notó y me suspendieron. La segunda vez ya lo hice por mi cuenta”. Esas memorias, tal y como las redactó en aquella prueba, se publicaron con posterioridad en París bajo el título: La Triste vie d’un homme triste (1968), siendo dicho título representativo de su actitud de vida: afronta la tristeza que genera la consciencia sobre el mundo riéndose de sí y proyectando lo que genera esa risa en el presente.
“Yo no tengo educación académica. Soy oficialmente analfabeto. Saqué el bachillerato, [...] que hice dos veces. Y se acabó. Ya no he estudiado nunca más. Eso sí, he leído muchísimo”.