60. ANTONIA LA MENOR

60. ANTONIA LA MENOR

  Antonia era hija de Octavia, la hermana de Augusto, y de Marco Antonio. Nació en Atenas y se crio sin la presencia de su padre que vivía una relación adulterina con la reina de Egipto, Cleopatra VII, con la que se casaría tras divorciarse de su madre. Su infancia transcurrió en Roma junto a estas y a sus tíos Octavio y Livia. Cuando Octavio se convirtió en Princeps pasó a formar parte de la domus Augusta y fue casada con Druso el Mayor, hijo de su tía política Livia. Con él tuvo tres vástagos: Germánico Julio César, Livila y Claudio Druso, quien fue el cuarto emperador de Roma. De esa unión surgieron los cimientos familiares de los que se nutrió la dinastía Julio-Claudia. Antonia fue madre del emperador Claudio, abuela de Calígula y bisabuela de Nerón.

Roma

Desde muy niña tuvo que acostumbrarse a la proyección pública de su familia y a soportar la desgracia. Quedó viuda joven y mantuvo un papel discreto en el seno de la casa imperial, sin gozar de la amistad de su suegra, ni tampoco de la de su nuera, Agripina la Menor. Soportó con entereza la muerte sospechosa de su hijo Germánico, haciéndose cargo del cuidado de sus nietos, junto con aquella, preocupada, tras este acontecimiento funesto en recuperar la dignidad imperial de sus hijos varones. 

            Descubrió ante su cuñado Tiberio la conjura en la que participaban su hija Livila y el prefecto del pretorio, Sejano. Según la versión de los hechos dada por Dion Casio, Antonia recibió a su hija culpable, quien la encerró en una de las habitaciones de palacio donde la dejó morir de inanición. Esta forma de pena capital era la más antigua aplicada en el seno de las familias romanas a las mujeres que faltaban a la castidad y al pudor. 

            Cuando su nieto Calígula accedió al trono imperial le concedió el título de Augusta que ella rechazó sin reparos. La compleja y delirante personalidad de aquel se manifestó pronto en su forma de gobierno y en su comportamiento diario. Mandó asesinar a su primo Gemelo, hijo de su tía Livila y de Druso el Menor, hijo de Tiberio, bajo la infundada sospecha de conspiración contra su persona. Antonia, abuela de ambos, no pudo soportar más tanta desgracia y se suicidó. Otras versiones contemplan la posibilidad de que hubiera sido envenenada por su nieto Calígula. Al llegar al poder, Claudio concedió honores fúnebres a su madre y le otorgó el título póstumo de Augusta, a pesar de que ella nunca había sentido especial predilección por su hijo pequeño. Antonia fue un vehículo eficaz de la política hereditaria de su tío Augusto, cuyos efectos sufrió durante toda su vida.

Pilar Pavón

Universidad de Sevilla

Hera Ludovisi, retrato colosal de Antonia la Menor. Siglo I a. C. Palazzo Altemps, Roma.

Foto de la autora Patricia Téllez Francisco

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 57.12.4.

Suetonio, Vida de los doce césares, Cayo Calígula, 1.3.27. 

Tácito, Anales, 3.3.

Selección bibliográfica

Kokkinos, N., Antonia Augusta: Portrait of a Great Roman Lady (London 1992).

Núñez Paz, M.ª.I., “Antonia Minor. Más allá del exemplum matronae”, Rodríguez López, R., Bravo Bosch, M.ªJ. (eds.), Mujeres en tiempos de Augusto. Realidad social e imposición legal (Valencia 2016) 471-494.

Pavón, P., “Mujeres de Germánico: visibles y marginadas según la historiografía altoimperial”, González Fernández, J., Bermejo Meléndez, J. (eds.), Germanicus Caesar, entre la historia y la leyenda, Onoba monografías 7 (Huelva 2020) 79-98.

Segenni, S., “Antonia Minore e la domus Augusta”, SCO, 44 (1994) 297-331.

59. JULIA LA MAYOR

59. JULIA LA MAYOR

Julia nació en el seno de la gens Iulia en el año 39 a. C. Fue bisnieta por parte de madre del gran Pompeyo y del dictador Sila e hija de Octavio, por entonces conocido como hijo del divino Julio César. Octavio reconoció su paternidad, pero repudió a Escribonia, alejándola de Julia. En el 37 a. C., cuando tenía dos años fue prometida a Marco Antonio Antilo, de diez años, hijo de Marco Antonio y Fulvia, pero el matrimonio no se concretó al estallar la guerra civil antes de que Julia alcanzara la edad para casarse.

Mientras tanto su vida parecía apacible en el hogar de Octavio, educada en un principio por su madrastra Livia, pues la presencia de Octavio era intermitente.

Roma

Allí, la presencia de su tía Octavia, de sus primos y de los hijos de Marco Antonio con Fulvia y Cleopatra era constante. Esta familia se había distinguido por el amor a las letras y por genes intelectualmente brillantes. Julia, embebida por este contexto, gozó de un carácter afable y de gran erudición. En el 29 a. C., Julia tiene 10 años, y su padre celebra su triunfo sobre Egipto. 

Octavio, ya Augusto, perseveró en su proyecto imperial, y casó a Julia en el 25 a. C., a la edad de 14 años, con su primo Marco Claudio Marcelo, de 17 años, hijo de Octavia. Por entonces, la maquinaria publicitaria creó en Julia un ídolo del pueblo; y en las estatuas que se le erigían se asemejaba a una Venus. Y mientras Julia disfrutaba de todas las dichas que la naturaleza y del progreso de la Urbe; tan atrevida en sus atavíos como le permite su belleza, y rodeada de sus amigos. Pero con 16 años Julia se quedó viuda y sin hijos. En el 21 a. C., una vez más por intereses políticos de su padre, para asegurarse un sucesor en el Imperio, y teniendo 18 años, Julia contrajo matrimonio con Agripa de 42 años. Para ello, él tuvo que divorciarse de su segunda esposa, Claudia Marcela la Mayor, hija de Octavia y de su primer marido. Julia engendró cinco hijos y vivió una óptima relación de pareja, plena de cultura y de cambios de residencia por provincias fascinantes. 

Más tarde volvió a enviudar y fue obligada a casarse con Tiberio. Por entonces, Julia participó en la lucha política contra los Claudios y su propio padre. En el año 2 a. C. Julia fue acusada de adulterio y traición por su padre Augusto ante el Senado, siendo condenada al destierro a la isla Pandataria, a donde le acompañó su madre Escribonia. Recibió además una pena complementaria, la damnatio memoriae, haciéndose destruir los retratos de Julia y eliminando las referencias escritas a su persona. Y lo peor de todo es que la imagen infamante de Julia ha traspasado los siglos, generación tras generación, reproduciendo los tópicos contra las mujeres.  

Rosalía Rodríguez López

Universidad de Almería

Posible retrato de Julia la Mayor. Siglo I. Altes Museum, Berlín.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 53.27.4; 54.15-19.

Séneca, Sobre los beneficios, 6.32.

Suetonio, Vida de los doce césares, 63; 66.6.

Tácito, Anales, 1.8; 1.53.

Selección bibliográfica

Cid López, R.M.ª, “Imágenes femeninas en Tácito: las mujeres de la familia de Augusto según los Anales”, Corona spicea: in memoriam Cristobal Rodríguez Alonso (Oviedo 1999) 63-78. 

Cohen, S.T., “Augustus, Julia and the Development of Exile ad insulam”, CQ 58,1 (2008) 206-217.

Domínguez Arranz, A., “La mujer y su papel en la continuidad del poder. Iulia Augusti, ¿una mujer incómoda al régimen?” en Domínguez Arranz, A., Mujeres en la Antigüedad clásica (Madrid 2010) 153-227.

Rodríguez López, R., “Julia Maior. La auctoritas de la gens Julia” en Rodríguez López, R., Bravo Bosch, M.ªJ., Mujeres en tiempos de Augusto: realidad social e imposición legal (Valencia 2016) 431-460.

Salles, C., L’art de vivre au temps de Julie, fille d’Auguste (Paris 2000).

58. URGULANIA

58. URGULANIA

Urgulania fue una mujer romana del siglo I sobre cuya biografía tenemos pocos datos, pero lo que las fuentes nos permiten saber de ella es que alcanzó una situación de gran privilegio. De su familia podemos destacar que fue la abuela de Urgulanila, la primera esposa de Claudio de la que éste se separó. Otro de sus nietos fue Marco Plaucio Silvano, pretor romano acusado de asesinato. Sin embargo, su fama no se debió a ningún miembro de su familia, sino a sí misma y a la estrecha amistad que la unía a Livia. En cualquier caso, su importancia fue manifiesta porque, habiendo sido acusada y llamada a comparecer ante el Senado, ella rehusó. Se amparó en la relación con Livia y evitó intervenir y dar explicaciones en la cámara. 

Roma

De este hecho reseñable se llega a varias conclusiones. Por un lado, el considerable peso que tendría Urgulania, pues la intervención en el Senado estaba prohibida para las mujeres, a excepción de las vestales. Las demás debían remitir una carta que se leía en la cámara, negándoles así la posibilidad de matizar una información o rebatir alguna acusación. En consecuencia, la invitación que se le hizo para defenderse de los cargos denota su posición relevante. Pero esa situación de privilegio está relacionada con la segunda conclusión: la fuerza del vínculo con Livia. Sólo alguien que contaba con el favor de la Augusta en cualquier circunstancia se habría atrevido a negarse a comparecer ante tal llamamiento. 

Existe otro dato que denota la fuerza de carácter de Urgulania. Se trata de un hecho acontecido a su nieto, pero en el que ella como abuela vertió una opinión muy tajante. Silvano, el nieto, fue acusado de asesinato y, en medio del proceso, recibió una carta de Urgulania. En ella, le instaba a acabar con su vida antes de que se emitiese un veredicto. Con esto, la mujer intentaba evitar que su nieto, su familia y ella misma, se vieran relacionados con una sentencia por asesinato. Esto refuerza la idea del carácter decidido, pragmático y, ciertamente orgulloso, de Urgulania. Los escasos datos que tenemos sobre la vida de esta fémina la presentan como un modelo de mujer severa, que no se dejó impresionar ante nada y que poseyó influencias muy importantes en un momento en el que tenerlas le sirvió para lograr sus intereses.

Marta Moreno

Universidad de Sevilla

Retrato de una anciana procedente de El Fayún. Siglo II. Antikensammlung der Staatliche Museen, Berlin.

Fuentes principales

Tácito, Anales, 2.34-35.

Selección bibliográfica

Cenerini, F., La donna romana, Modelli e realtà (Bologna 20132).  

Garnsey, P., “Legal privilege in the Roman Empire”, P&P (1968) 3-24.

Syme, R., “Some Pisones in Tacitus”, JRS 46 (1956) 17-21.

57. LIVIA

57. LIVIA

Livia fue una de las mujeres más notables de la Antigüedad, que vivió entre el final de la República y el Principado. Al ser la esposa de Augusto y madre del emperador Tiberio tuvo un protagonismo que ninguna mujer había tenido antes en la sociedad romana. Su nacimiento se sitúa entre los años 59 y 58 a. C., en el seno de una aristocrática familia perteneciente a la gens Claudia.

Con 16 años se casó con Tiberio Claudio Nerón, un familiar de la misma gens. Con él tuvo a sus dos hijos Tiberio y Druso. Con 19 años, y embarazada del segundo, inició su relación con Octavio. Poco después, celebraron su matrimonio, en el año 38 a. C. 

Roma

Con él recibió extraordinarios honores que la convertían en inviolable por la concesión de la sacrosanctitas, además de permitirle controlar su rico patrimonio sin la presencia de un tutor.

Se promovió su popularidad en la sociedad imperial a través de estatuas y acuñaciones monetarias. Cuando Octavio venció a Marco Antonio y se convirtió en el dueño del Mediterráneo, el protagonismo de Livia aumentó, junto con el de su cuñada Octavia, representando ambas el perfecto modelo tradicional de matrona romana que precisaba Augusto. Además, se involucró en las tareas de gobierno, apoyando hábil e incondicionalmente a su esposo en la construcción del Principado, y en la formación del sistema dinástico del que derivó la llamada domus Augusta. 

       Augusto buscó, a través de los matrimonios de su hija Julia y sus nietos, Cayo y Lucio, un heredero para su legado político. Al morir prematuramente su sobrino Marcelo y sus nietos, estableció alianzas con los parientes de Livia. Se acabó imponiendo la rama de los Claudios, como se refleja en el matrimonio entre Germánico, nieto de Livia, y Agripina la Mayor, nieta de Augusto. Los siguientes príncipes de esta dinastía hasta llegar a Nerón son descendientes de esta pareja. 

Tiberio sucedió a Augusto, tras su muerte, en el año 14, gracias a la labor de Livia. Ella jugó un papel crucial en los homenajes dispensados al Augusto fallecido, al conseguir su reconocimiento como divo Augusto. Desde ese momento, Augusto recibió culto por decisión del Senado y con el apoyo popular, y su familia exhibió una ascendencia divina.

            Paradójicamente, Tiberio no fue muy considerado con ella. Quizá para evitar la imagen de varón dominado por una mujer, la alejó del poder, retirándose a Capri. Livia se volcó entonces en los deberes religiosos y falleció en el 29, con 86 años. Tiberio no acudió al funeral y rehusó los honores ofrecidos por el Senado. Livia gozó de reconocimiento público, como se evidencia en los numerosos homenajes recibidos en Roma y las provincias. Su nieto Claudio la divinizó, reforzando el prestigio de la dinastía Julio-Claudia y la domus Augusta.

Rosa María Cid López

Universidad de Oviedo

Detalle de la estatua de Livia Drusila (siglo I a. C.). Museo Arqueológico Nacional, Madrid.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 51.13; 53. 4.5; 54. 7.1; 19.3; 23.6; 55.2.4; 8.1, 9.8; 11.1, 14.2-22.1; 56.30.5-87.4; 57.2.3.12.6; 18.6; 58.2.1; 60.5.2-3

Suetonio, Vidas de los doce césares, Augusto, 29.4; 40. 3;  45.1;  62.2; 63.1; 69.1; 73; 84.2; 99.1; 101.2; Tiberio, 4; 3; 6.1-2; 7.1; 10.2; 12.1;13.2; 14.2;  21.2; 22.50; 2; 51.1-2; 61.1; Calígula, 7; 10.1; 15.2; 16.3;  Claudio, 1.1; 3.2; 4.1; 4.6; 11.2.

Tácito, Anales, 1.3;3-4; 4.5; 5.1-4; 6.2-3; 8.1; 10.5; 13.5;  14.1; 33.1-3; 2.14.1; 34.2-3; 43.4; 50.1-2; 77.2; 82.1; 3.3; 1-3;15.1; 16.3;17.2-4; 18.3;  34.6; 64.1-2; 71.1; 4.8.3; 12. 3-4; 16.4; 21.1; 22.2; 37.1; 40.2; 57.3; 71.4; 5.1.1-4; 2.2; 3.1.

Selección bibliográfica

Barret, A.A., Livia: primera dama de la Roma imperial (Madrid 2004; 1ª ed. en inglés, 2002).

Bartman, E., Portraits of Livia. Imaging the Imperial Woman in Augustan Rome (Cambridge-New York- Melbourne 1999).

Cenerini, F., “An exceptional and eternal couple: Augusta and Livia”, en Bielman Sánchez, A., Power Couples in Antiquity. Transversal Perspectives (London – New York 2019).

Cid López, R.M.ª, “Imágenes del poder femenino en la Roma antigua. Entre Livia y Agripina” Asparkía 25 (2014) 179-201.

Hidalgo de la Vega, M.ªJ., Las emperatrices romanas. Sueños de púrpura y poder oculto (Salamanca 2012).

56. OCTAVIA

56. OCTAVIA

El nombre de Octavia evoca a una de las mujeres más admiradas en la Roma del último siglo a. C., por plegarse, en apariencia, a los deseos de sus parientes masculinos; de su último esposo Marco Antonio y más aún de su poderoso hermano Augusto. Sin duda, fue una mujer respetuosa con las tradiciones, pero capaz también de adaptarse a los nuevos modos que imponía el régimen del Principado. En el año 64 a. C. nació Octavia. Su padre, Gayo Octavio Turino fue el primer senador de su familia. Su madre Atia era hija de Julia, hermana de Julio César. 

En los acontecimientos de los últimos años de la República, Octavia desempeñó un papel notable en las alianzas entre las figuras políticas del momento, que se reforzaban o rompían a través de matrimonios y divorcios.

Roma

Octavia, siendo muy joven, se casó, en el año 54 a. C. con Gayo Claudio Marcelo, cónsul del 53 a. C. Tuvieron dos hijas, Marcela la Mayor y Marcela la Menor y un hijo, Marcelo. Su marido murió en el año 40 a. C., dejándola viuda en un momento crucial ante la creciente rivalidad entre Marco Antonio y Octavio. Esta muerte, junto con la de Fulvia acaecida en el mismo año, facilitó la unión entre Marco Antonio y Octavia, propiciando el acercamiento entre los triunviros. La nueva pareja pasó la mayor parte del tiempo en Atenas, familiarizándose con las costumbres griegas y Marco Antonio fue el padre de sus hijas Antonia la Mayor y Antonio la Menor, nacida póstuma. En estos años, concretamente en el 35 a. C., Octavia recibió privilegios extraordinarios, como su cuñada Livia, manifestación del reconocimiento a su labor. Entre estos, destacan concesión de la sacrosanctitas o inviolabilidad de los magistrados, el liberarse del tutor masculino, recibir estatuas o grabar su imagen en las monedas. Además, intentó conciliar a sus parientes masculinos. De hecho, a pesar de la relación conocida entre Marco Antonio y Cleopatra, Octavia solo abandonó la casa conyugal, cuando él pidió el divorcio, lo que motivó la última guerra civil del año 31 a. C. que acaba con la victoria de Octavio en Accio. 

La desaparición de Marco Antonio la convierte ya claramente en la aliada y gran apoyo político de su hermano, ahora ya único gobernante del Estado romano. Octavia no volvió a casarse y optó por ocuparse de su descendencia y la que tuvo su marido con Fulvia y Cleopatra. Sobre todo, le importaba el futuro de Marcelo, pieza fundamental en el sistema dinástico de Augusto. Se casó con su prima Julia, sellando una unión que garantizaría la estirpe de Augusto. Marcelo falleció prematuramente en el año 23 a. C. y Octavia nunca se recuperó de esta pérdida. Murió en el año 11 a. C., siendo enterrada en el Mausoleo de Augusto, poderoso símbolo de su poder dinástico.

Rosa María Cid López

Universidad de Oviedo

Reproducción de Busto de Octavia. Siglos I a. C. - I d. C. Museo dell'Ara Pacis, Roma.

Fuentes principales

Apiano, Historia romana, 5.64.75; 93-95. 138.

Dion Casio, Historia romana, 8.2; 44.35.4.

Plutarco, Vidas paralelas, Demetrio-Antonio, 31-87.

Suetonio, Vida de los doce césares, Julio, 27.1;  Augusto, 4.1; 29.4; 61.2; 63.1; Tiberio, 6.4.

Selección bibliográfica

Cenerini, F.,  Dive e donne. Mogli, madri, figlie e sorelle degli imperatori romani da Augusto a Commodo  (Imola 2009).

Cid López, R.M.ª, “Octavia. La noble matrona de la domus de Augusto”, en Rodríguez López, R., Bravo Bosch, M.ªJ. (eds.), Mujeres en tiempos de Augusto. Realidad social e imposición legal (Valencia 2016) 307-331.

Corbier, M., “Divorce and Adoption as Roman Familial Strategies”, en Rawson, B. (ed.) Marriage, Divorce, and Children in Ancient Rome (Oxford-New York 1991) 47-77.

García Vivas, G. A., Octavia contra Cleopatra. El papel de la mujer en la propaganda política del Triunvirato (44-30 a. C.) (Madrid 2013).

55. ESCRIBONIA

56. ESCRIBONIA

Escribonia, matrona romana del s. I a. C., era hija de Lucio Escribonio Libón y de Sencia y tenía un hermano llamado Lucio Escribonio Libón que fue cónsul en el 34 a. C. Son pocos los datos que existen de esta mujer que debió nacer alrededor del 68 a. C. Las fuentes sostienen que antes de contraer matrimonio con Octavio, Escribonia había estado ya casada en dos ocasiones con sendos cónsules, sin embargo, las identidades de ambos no están del todo claras. Los escasos testimonios epigráficos y documentales que existen parecen apuntar a Cneo Léntulo Marcelino, cónsul en el 56 a. C., y Publio Cornelio Escipión, cónsul en el 35 a. C., aunque este último ofrece más dudas. De estos matrimonios Escribonia tuvo, al menos, dos hijos con este último, Cornelio Marcelino y Cornelia. Es posible que también fuese la madre de Publio Cornelio Escipión, cónsul en el 16 a. C.

Roma

Debido a sus vínculos familiares, Escribonia se vio inmersa en la política de alianzas matrimoniales de la élite. Al ser hermana del suegro de Sexto Pompeyo, en el año 40 a. C. Octavio pidió en matrimonio a Escribonia para acercarse a aquel y evitar que se aliase con Marco Antonio. Los familiares accedieron inmediatamente al enlace que dio como fruto una niña, Julia, nacida en el 39 a. C. El mismo día en el que Escribonia daba a luz, Octavio se divorció de ella. El motivo alegado fue el carácter de ella, pero lo cierto es que Octavio tenía numerosos intereses políticos y había puesto su mirada en Livia.

No sabemos casi nada de Escribonia en los años posteriores a su divorcio, excepto que en el 16 a. C. perdió a su hija Cornelia, quien estaba casada con Paulo Emilio Lépido. Tras su fallecimiento, Propercio le dedicó a Cornelia una elegía llena de alabanzas hacia ella y su familia, incluida su madre. Escribonia, que no volvió a casarse tras su divorcio, reaparece en las fuentes a raíz del destierro de su hija Julia en el 2 a. C. decretado por su padre Augusto. En ese momento, Escribonia decidió no dejar sola a Julia y partió con ella de manera voluntaria al exilio en la isla Pandataria. Por amor a su hija, Escribonia abandonó su vida, su hogar y las comodidades de las que gozaba en Roma.

En el año 4 Augusto permitió a Julia continuar su exilio en la península, en la localidad de Regium (actual Regio de Calabria), donde estuvo hasta su muerte en el 14. Es posible que Escribonia también acompañase a su hija en este destierro peninsular. Desconocemos la fecha de la muerte de Escribonia, pero sabemos que seguía viva en el 16, ya que en ese año intentó convencer a su sobrino Druso, partícipe de una conspiración contra Tiberio, de que no se suicidase, algo que, finalmente, no consiguió.

Vanessa Puyadas

Universidad de Murcia

Epígrafe funerario dedicado a Escribonia. Siglos I a. C. Roma.

Fuentes principales

Apiano, Historia romana, 5.53. 

Dion Casio, Historia romana, 48.16.2; 48.34.3; 55.10.14.

Propercio, Elegías, 4.11.

Suetonio, Vida de los doce césares, Vida del divino Augusto 2.62.2; 2.69.1.

Selección bibliográfica

Bauman, R.A., Women and Ppolitics in Ancient Rome (London-New York 2003).

Bravo Bosch, M.ªJ., “Escribonia. ¿Perfecta matrona romana?, en Rodríguez López, R., Bravo Bosch, M.ªJ. (coords.), Mujeres en tiempos de Augusto: realidad social e imposición legal (Valencia 2016) 287-306.

Domínguez Arranz, A., “La mujer y su papel en la continuidad del poder. Iulia Augusti, ¿Una mujer incómoda al régimen?”, en Domínguez Arranz, A. (ed.), Mujeres en la antigüedad clásica: género, poder y conflicto (Madrid 2010) 153-184.

54. SEPTICIA

54. SEPTICIA

Septicia, según el relato de Valerio Máximo, fue una matrona romana que vivió entre finales del siglo I a. C. e inicios del siglo I d. C. que no siguió los estándares morales tradicionales del comportamiento femenino. El autor la presenta como un ejemplo negativo de madre y de mujer que no respeta la legislación matrimonial de Augusto. 

Esta matrona de Ariminum (actual Rímini) era madre de dos varones que compartían el mismo nombre, Trócalo. Según Valerio Máximo, fue negligente y egoísta, pues disgustada con sus hijos y con el fin de humillarlos, se casó con Publicio, hombre anciano, cuando ella misma había pasado ya la edad de concebir descendencia, y los desheredó.

Ariminum

Estos recurrieron la decisión de su madre ante Augusto. El emperador anuló la última voluntad de esta mujer, así como su matrimonio por no cumplir éste con el fin de engendrar hijos, tal y como dictaba la ley. Además, impidió al esposo quedarse con la dote y estipuló la restitución de la herencia a los hijos. No se conocen más datos sobre su vida. Por tanto, no podemos saber las razones que llevaron a esta matrona a tomar las decisiones por las que fue tan severamente juzgada. La única fuente con la que contamos es abiertamente contraria a su actitud y solo tenemos una visión sesgada de los hechos relatados por Valerio Máximo respecto a lo acontecido con sus descendientes. No podemos oír la voz de Septicia, ni valorar sus motivaciones. 

No obstante, si los sucesos expuestos fueran ciertos, Septicia fue una mujer que, movida por la ira contra sus hijos, decidió defender su voluntad frente a los varones de su propia familia, desafiando la moral dominante en su época. No solo entró en conflicto con sus hijos por su testamento, sino que fue más allá al atreverse a desafiar incluso los fundamentos del matrimonio romano. El objetivo fundamental de éste era traer al mundo nuevos ciudadanos que perpetuasen el nombre y el patrimonio de sus padres. Así, el papel de la mujer en la unión conyugal era el de reproductora. Al haber alcanzado la edad infértil, el matrimonio perdía su razón de ser y, por tanto, Septicia fue por ello duramente juzgada. A parte del conflicto con sus descendientes, el autor proyecta una imagen sexual escabrosa de esta unión surgida en la vejez. 

Septicia, como tantas otras mujeres, fue madre. Vivió en una época convulsa y en un contexto desfavorable para las féminas, en el que desafiar la moral establecida y fijar su propio camino no era una opción. La mayoría no osaba hacerlo y las que, como ella, se atrevieron a imponerse, fueron severamente condenadas. Por tanto, Septicia es ante todo un ejemplo de mujer y madre subversiva. 

Lidia González Estrada

Universidad de Oviedo

Puente romano de Ariminum. Siglo I. actual Rímini.

Fuentes principales

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 7.7.4.

Selección bibliográfica

Casamayor Mancisidor, S., La vejez femenina en la antigua Roma: cuerpos, roles y sentimientos (Oviedo 2019). 

Dixon, S., “Exemplary Housewife or Luxuriosus Slut? Cultural Representations of Women in the Roman Economy”, en Mchardy, F., Marshall, E. (eds.), Women’s influence on Classical Civilization (London 2004) 56-74.

Evans Grubbs, J., “Parent–Child Conflict in the Roman Family: The Evidence of the Code of Justinian”, en George, M. (ed.), The Roman Family in the Empire. Rome, Italy, and Beyond (New York 2005) 93-128. 

González Estrada, L., “La mujer como exemplum. Subversión, desafío y resistencia en Valerio Máximo”, Panta Rei 8 (2018) 73-91.

53. ALIA POTESTAD

53. ALIA POTESTAD

Alia Potestad, mujer liberta procedente de Perusa murió y fue sepultada en Roma, en una necrópolis situada entre la Via Salaria y la Via Pinciana, como así muestra el epígrafe de mármol que recoge su testimonio. En la inscripción se lee el elogio dedicado por su antiguo patrono, Aulo Alio. Aunque su datación ha resultado problemática, parece que la cronología más aceptada sitúa a Alia Potestad entre finales del siglo I a. C. y la primera mitad del siglo I d. C.

Su elogio, como otros del mismo género, se encuentra dividido en tres partes: en la primera se expresa el lamento de Aulo Alio por la grave pérdida; en la segunda se exaltan las virtudes morales de la difunta, así como su belleza que, de forma inusual, aparece íntimamente descrita; finalmente, la tercera parte transmite el dolor que siente su patrono ante su muerte.

Roma

Estas alabanzas a las virtudes de Alia Potestad son insólitas para una liberta como ella, pues normalmente se dirigían a las matronas romanas. Aulo Alio utiliza en sus elogios adjetivos y recursos estilísticos que toma prestados de autores como Virgilio y Marcial e incluso de la obra de Ovidio, Tristes, cuyas referencias parecen estar recitadas de memoria por él mismo.

Se ha debatido sobre algunas partes del epígrafe que mencionan a dos jóvenes, Pilades y Orestes, que habrían tenido un vínculo con Alia Potestad y que, tras su fallecimiento, se habrían alejado. Se han barajado dos hipótesis interpretativas: una considera que Allia Potestas mantuvo una relación de concubinato con ambos varones; y la otra, en contraposición, defiende que dichos jóvenes serían los hijos de su patrono a los que ella habría cuidado.

Marcella Chelotti

Università degli Studi di Bari

Actual estado de la Porta Pinciana. Siglo I. Roma.

Fuentes principales

CLE 1988 = CIL VI, 37965.

EDR  72588.

Selección bibliográfica

Rizzelli, G., “Il dibattito sulle ll. 28-29 dell’elogio di Allia Potestas”, SDHI 61 (1995) 623-655.

Saltelli E., L’epitaffio di Allia Potestas (CIL VI 37965 = CLE 1988). Un commento (Venezia 2003).

Evangelisti, S., “Laudatio funebre per una donna”, en Friggeri, R., Granino Cecere, M.G., Gregori, G.L. (a cura di), Terme di Diocleziano. La collezione epigrafica (Milano 2012) 238-243.

Gregori G.L., Bianchini G.M., “Tradizione manoscritta e citazioni epigrafiche di Ovidio: una nota su Trist. 1, 3, 25 e Pont. 1.2, 111 alla luce di alcuni confronti epigrafici” en Grannier, O., Scafoglio, G., Demerliac, O. (eds.), Loxias-Colloques 13. Lettres d’exil. Autor des Tristes et des Pontiques d’Ovide. Enjeux poétiques et politiques des Tristes et des Pontiques (Nice 2018)  online https://revel.unice.fr/symposia/actel/index.html?id=1262

52. TEODOTE

52. TEODOTE

El recurso de amas de cría a lo largo de la historia ha sido una constante. En el mundo romano, las nutrices eran mujeres contratadas por las familias para amamantar a los hijos recién nacidos. Pese a que muchas fuentes señalan la virtud de la lactancia materna, el recurso a una nodriza no siempre respondía a la imposibilidad de que la madre diera el pecho. Muchas circunstancias favorecerían este fenómeno, como, por ejemplo, que la madre hubiera muerto, la imposibilidad de amamantar, la intención de volver a estar embarazada pronto o alguna enfermedad. 

Las nutrices podían participar en la crianza y educación de los hijos de las familias que las habían contratado. Aquellas no solo desempeñaban sus labores en el contexto de familias de un estrato social elevado, donde su presencia sería más común, también en ambientes más humildes.

Alexandria

El estudio de los papiros egipcios aporta luz sobre este fenómeno y ofrece una perspectiva diferente a la descripción de las nodrizas que encontramos en autores clásicos. Se conservan diferentes acuerdos o contratos por los cuales el ama de cría aceptaba el pago de un salario mensual a cambio de amamantar y cuidar al menor.

Procedente de Alejandría y datado en el año 13 a. C., se ha conservado un papiro en el que Marco Emilio contrataba a Teodote, nodriza, para el cuidado de una pequeña esclava abandonada, Tique. En el acuerdo se especificaba que la menor sería criada en la casa de Teodote, a la que se le pagaría por su leche y por los cuidados proporcionados a la niña durante dieciocho meses. En caso de que esta falleciera, se encargaría de la crianza de otro expósito. Entre las cláusulas establecidas se encontraban la calidad del trato, no criar a otro hijo, no quedarse embarazada o echar a perder su propia leche. Estas nos recuerdan a las recomendaciones que leemos en la literatura latina acerca de las características físicas y de personalidad que debían reunir estas mujeres: que fuera modesta, limpia, tranquila o discreta. La labor de Teodote estaría supervisada por el amo de Tique, que la visitaría tres veces al mes.

            No contamos con contratos similares para la zona occidental del Imperio, por lo que desconocemos si estos acuerdos eran más o menos asiduos fuera del ámbito egipcio. No obstante, a tenor de la prolífera cantidad de epígrafes en los que aparecen nodrizas como dedicantes, pero también como conmemoradas por aquellos a los que criaron y cuidaron, podemos confirmar que el recurso a estas mujeres sería un fenómeno común y aceptado, a pesar de la imagen negativa que a veces se desprende de algunas fuentes literarias.

Marta Álvaro Bernal

Universidad de Sevilla

Representación de mujer amamantando. Fresco procedente de Pompeya. Siglo I a. C. Museo Archeologico Nazionale di Napoli, Nápoles.

Fuentes principales

BGU 4.1106. 

Selección bibliográfica

Bradley, K.R., “Wet-nursing at Rome: A Study in Social Relations” en Bradley, K.R., (ed.), The Family in Ancient Rome: New Perspectives (London – Sydney 1986) 201-229.

Cid López, R.M.ª, “Madres sustitutas y oficios femeninos. Nodrizas y niñeras en la Roma antigua” en Delgado Hervás, A., Picazo Gurina, M. (eds.), Los trabajos de las mujeres en el mundo antiguo. Cuidado y mantenimiento de la vida (Tarragona 2016) 129-138.

Rubiera Cancelas, C., “El uso de las esclavas como nodrizas en la Roma antigua. Más allá de la figura simbólica”, DHA 45, 19 (2019) 205-220.

51. DERCETO

51. DERCETO

Derceto fue una esclava lectora que vivió en Roma a finales del siglo I a. C. e inicios del siguiente y falleció a los veinte años. El único testimonio que nos ha llegado de ella es una placa de mármol, procedente de un columbario de Roma ubicado entre la Vía Salaria y la Vía Pinciana, que recoge su epitafio en verso redactado en primera persona. Se ha señalado que éste bien pudiera haber sido compuesto por la sacerdotisa a quien Derceto servía.

Derceto, un nombre asociado a la diosa siria homónima, se declara lectrix de Aurelia, su señora. Ésta se ha identificado con una de las componentes del selecto y aristocrático cuerpo de las vírgenes vestales, honrada con una estatua en la Acrópolis de Atenas, la hija de Marco Aurelio Cota Máximo Mesalino, cónsul en el 20 y gobernador de la provincia de Asia.

Roma

Es posible que Derceto tuviera el privilegio de residir junto a su señora en el Atrio de Vesta. Se baraja la posibilidad también de que esta esclava no lo fuera de una virgen vestal, apuntándose que la denominación correcta de la difunta fuera Derceto Aurelia. En este caso, el término virgo estaría referido a ella y no a una sacerdotisa de Vesta.

La lectura pública en Roma era una actividad frecuente y bien difundida en lugares abiertos, donde se recitaban obras famosas y conocidas e, incluso, los propios autores lo hacían con las suyas. También estaba extendida la lectura en el seno de las grandes casas aristocráticas mediante lectores, esclavos y libertos especializados, que lo hacían en alta voz empleando el latín y el griego, tanto en ambientes de convivialidad como en otros más íntimos -en el baño, o durante las comidas-. Las fuentes literarias informan de ello en el ámbito masculino, pero no en el femenino, pues no se han conservado testimonios de lectrices. Afortunadamente, la documentación epigráfica sí permite visualizar la actividad de ciertas mujeres -también esclavas y libertas- en este campo de la expresión intelectual. Tal acción implicaba el aprendizaje y formación de las lectoras, la adecuada instrucción en la dicción y una educación especializada que no estaba al alcance de toda la población en tanto actividad de alto nivel, cultura y refinamiento. Igualmente ocurría con sus compañeros masculinos, creándose así espacios para actividades de tipo intelectual abiertos a la participación femenina.

Las lectrices se encontraban en las casas de gentes ricas o pertenecientes a los círculos culturales más altos y de claras tendencias filohelenas. Solían ser de origen griego, elegidas como compañía personal, con quienes se establecían lazos de confianza y cercanía que se reflejan en los epitafios que las recuerdan. 

Salvador Ordóñez Agulla

Universidad de Sevilla

Epígrafe funerario de Derceto. Siglo I a. C., Roma.

Fuentes principales

CIL VI, 33473 = ILS 7771 = CLE 1882 = EDR 152970. 

Selección bibliográfica

Bradley, J., The hypogeum of the Aurelii. A New Interpretation as the collegiate Tomb of Professional scribae (Oxford 2018).

Hemelrijk, E.A., Women and Society in the Roman World. A Sourcebook of Inscriptions from the Roman West (Cambridge 2020).

Rüpke, J., Fasti sacerdotum. Die Mitglieder der Priesterschaften und das sakrale Funktionspersonal römischer, griechischer, orientalischer und jüdisch-christlicher Kulte in der Stadt Rom von 300 v. Chr. bis 499 n. Chr. (Stuttgart 2005).

Segenni, S., “Donne e lavoro intellettuale”, en Buonopane, A., Cenerini, F. (eds.), Donna e lavoro nella documentaciones epigrafica (Faenza 2003) 154-161.