100. LOCUSTA

100. LOCUSTA

Locusta, que vivió a mediados del siglo I, fue una mujer que sirvió como envenenadora a las órdenes de Agripina y Nerón, participando en los asesinatos de Claudio y de su hijo Británico. No conocemos prácticamente nada acerca de su biografía, tan solo su condición de esclava y que, condenada por envenenamiento, se la mantuvo viva para utilizarla como uno de los instrumentos de represión del reino.

No sabemos cómo adquirió, esta mujer, sus conocimientos sobre farmacología. Sin embargo, según Suetonio, para medir la eficacia de sus elaboraciones, solía probarlas antes en distintos animales. Tras preparar un veneno que consiguió acabar, instantáneamente, con Británico, Suetonio dice que Nerón, muy consciente de que se encontraba ante una mujer virtuosa de su oficio y que podía seguir siéndole de gran utilidad en el futuro, le concedió la inmunidad y extensos territorios en el campo.

Roma

De esta forma podría cultivar las plantas que necesitaba para elaborar sus venenos y formar a nuevos envenenadores profesionales. Locusta mantuvo, en adelante, una cierta relación con Nerón. Así, sabemos, gracias a Suetonio que fue ella quien le proporcionó un veneno en polvo con el que poder suicidarse, y que terminaría siéndole arrebatado por sus propios guardias personales. Cuando subió al trono, Galba ordenó que Locusta, junto a otros favoritos de Nerón, fueran conducidos, encadenados, a través de la ciudad y, posteriormente, ejecutados.

            Locusta quedaría asociada a todas aquellas mujeres que recurrían al veneno para satisfacer sus más oscuros deseos, desde deshacerse de un marido a eliminar a un peligroso rival.  Existen trabajos que tratan de clasificarla de manera sensacionalista como la primera asesina en serie de la historia, olvidando su condición de esclava y la obligación de servir a sus señores. Locusta siempre actuó como un simple instrumento al servicio de Agripina y su hijo Nerón. Cuadros como el de Joseph-Nöel Sylvestre no nos muestran simplemente a esta famosa mujer probando sus venenos en seres humanos, sino que ilustran, también, la faceta más oscura de los llamados “malos emperadores”, individuos completamente deshumanizados que vivían obsesionados con hallar medios para atemorizar al resto de la población con el fin de perpetuarse, ellos mismos, en el poder.

            La figura de Locusta ocupa un papel central en las dos novelas recientemente escritas por Margaret George para tratar de desmentir la visión generalmente negativa que se tiene del emperador Nerón. Así, tanto en Las confesiones del joven Nerón (2017) como en su continuación, Nerón. el esplendor y la derrota (2019), observamos a una mujer que, además de ser una virtuosa de la farmacología, es utilizada como instrumento para llevar a cabo una serie de asesinatos que se le encargan, y que tiene que realizar, unas veces por necesidad, otras por simple obligación. Podemos afirmar, para concluir, que Locusta fue una mujer fuerte que supo encontrar, gracias a su profesión, una manera de salir de la esclavitud y medrar socialmente.

Borja Méndez Santiago

Universidad de Oviedo

Joseph-Noël Sylvestre (1876). Locusta probando en presencia de Nerón el veneno preparado para Británico. Musée d'Amiens, Amiens.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 61.34; 64.3.

Tácito, Anales, 12.66-67; 13. 15.

Suetonio, Vida de los doce césares, Nerón, 33; 47.1.3.

Selección bibliográfica

Cilliers, L., “Cherchez la Femme: Three Infamous Poisoners of Ancient Rome”, en Wexler, P. (ed.), Toxicology in Antiquity (London 2019) 313-326.

George, M. Nerón. El esplendor y la derrota (Barcelona 2019).

Touwaide, A., “Murder, Execution, and Suicide in Ancient Greece and Rome”, en Wexler, P. (ed.), Toxicology in Antiquity (London 2019) 131-139.

Trestrail III, J.H., “Poisoners Throught History”, en Trestrail III, J.H., Criminal Poisoning. Investigational Guide for Law Enforcement, Toxicologists, Forensic Scientists, and Attorneys (New Jersey 2007) 1-27.

99. EPÍCARIS

99. EPÍCARIS

Epícaris fue una joven liberta que se vio involucrada en el año 65 en la conjura de Gneo Calpurnio Pisón, descendiente de aquel otro Pisón que cincuenta años antes estuvo implicado en la muerte de Germánico, casado con Agripina la Mayor. La conjura esta vez se dirigía contra Nerón y, según Tácito, en ella intervinieron 27 personas, entre senadores, miembros del orden ecuestre, militares y mujeres. Estas sólo fueron tres y una de ellas Epícaris. Volusio Próculo, comandante de la flota de Nerón en Miseno, fue quien interpuso la denuncia que incriminaba a la liberta, y, a pesar de que no se llegó a comprobar la veracidad de esta acusación, fue sometida a penas corporales. 

Roma

Fue de tal modo flagelada ante la que consideraban la actitud desafiante de una mujer que, en medio de su enorme padecimiento y temiendo derrumbarse y delatar a los conjurados, ella misma tomó la decisión de suicidarse por estrangulación. Como se observa en las fuentes escritas, el objetivo de los torturadores no era acabar con la vida de la víctima sino prolongar unas mínimas condiciones vitales con tal de lograr dilatar la violencia. De modo que para mayor sufrimiento se trataba de postergar el momento de la muerte al máximo posible. En el relato de Tácito no hay reproche al despiadado e innecesario tormento ni la más mínima alusión al dolor que Epícaris pudo sufrir, muy al contrario, se centra en poner de relieve la ejemplaridad de esta mujer que fue capaz de no delatar a sus compañeros mientras que hombres de alta alcurnia sin ser torturados traicionaron a amigos y familiares.

Para algunos historiadores, este, junto al de Julia Febe liberta de Julia la Mayor, sería uno de los dos únicos ejemplos de ahorcamiento femenino voluntario en este período. Efectivamente, Julia Febe, que fue presuntamente una de las cómplices de la hija de Augusto en el complot para deponer al emperador, decidió voluntariamente morir por estrangulamiento tras la condena al exilio que le fue asignada a su patrona, quizá temiendo una anulación de su estatus de liberta y volver a la condición de esclava. El coraje mostrado por Febe llevó a Augusto a admirarla y exclamar que hubiera preferido ser su padre antes que de Julia la Mayor. A lo largo de la historia estos castigos corporales contra las mujeres fueron frecuentes y podían ser penadas por cuestiones bastante triviales.

Almudena Domínguez Arranz

Universidad de Zaragoza

Ejemplo de flagrum (látigo). Representación.

Fuentes principales

Lactancio, Instituciones divinas, 4-7.

Tácito, Anales, 15.51.

Selección bibliográfica

Bauman, R.A., Women and Politics in Ancient Rome (London 1994).

Pérez, J., “Esclavas, semilibres y libertas en época imperial: aspectos sociojurídicos”, en Actas del primer Seminario de Estudios sobre la mujer en la Antigüedad (Valencia 1998) 137-160.

Grisé, Y., Le suicide dans la Rome antique (Paris 1982).

Otero, M.,“Mors voluntaria? Liberorum mortis arbitrium?”, en Molas i Font, M.ªD., Guerra López, S. (eds.), Morir en femenino: mujeres, ideología y prácticas funerarias desde la Prehistoria hasta la Edad Media (Barcelona 2003) 177-188.

Pavón, P., “Cruenta flagella tortorum” (Mart. Ep. 2.17) o el oficio del torturador”, Athenaeum 95, 1 (2007) 377-387.

98. BOUDICA

98. BOUDICA

Boudica es el nombre de esta aristócrata britana que vivió en el siglo I.  Los pocos datos que se conocen sobre su vida proceden de los autores clásicos. No se conservan fuentes contemporáneas ni autóctonas. Estaba casada con Prasutago, rey del pueblo iceno, una tribu britana situada en la zona oriental de Inglaterra. De su matrimonio nacieron dos hijas. Debió haber sido testigo de la conquista de la isla por el emperador Claudio. Prasutago que mantenía una relación clientelar con Roma, no por ello había dejado de solicitar dinero a los romanos para vivir una vida de lujo. 

 

Britannia

El protagonismo político de Boudica se produjo tras la muerte de su esposo, acaecida en el año 60. Este suceso supuso el inicio de un conflicto, pues Prasutago para evitar represalias de Roma, legó el reino a sus hijas y al emperador Nerón. Este hecho, sumado a la deuda económica contraída por el pueblo iceno con Roma e imposible de afrontar, se tradujo en el envío de tropas que saquearon y confiscaron bienes y propiedades. Además, se aplicó un castigo ejemplar contra la familia del rey difunto. Así, Boudica fue duramente azotada y sus hijas violadas. Ante el abuso de Roma, Boudica comandó una revuelta donde participaron junto con el pueblo iceno, otras tribus celtas. Tomaron varios asentamientos romanos, entre ellos, Camulodunum, Verulamium y Londinium. Las fuentes detallan los actos de venganza llevados a cabo por las tropas de Boudica contra las gentes de estos lugares, destacando cómo empalaron a las mujeres, colgándolas desnudas, cortándoles los pechos y cosiéndoles la boca. A través de esta narración, las fuentes resaltan el salvajismo y la otredad de una hueste comandada por una mujer. 

Tras estos asaltos, ambos bandos se enfrentaron en un lugar todavía no identificado entre Londinium y Viroconium, conocida en la historiografía actual como la batalla de Watling Street. Previo al combate, Tácito recoge la arenga de Boudica a sus tropas, mostrándola como una reina agraviada que critica el mal gobierno de Nerón. Por el contrario, Dion Casio caracteriza a la reina como una mujer masculinizada, de rasgos feroces, aspecto rudo y voz desagradable para los sentidos. Finalmente, los icenos y sus vecinos fueron vencidos por las legiones romanas, y sobre el final de Boudica, apenas tenemos detalles, desconociendo si se trató de una muerte natural o de un suicidio. A pesar de la parquedad de los textos, la figura de Boudica ha perdurado en la historia como la de una mujer y madre agraviada por un estado invasor, resultando especialmente útil en la construcción del discurso nacional británico. Así, otras figuras como Isabel I y la reina Victoria buscaron en ella un modelo en el que verse reflejadas. 

Julia Guantes García

Universidad de Oviedo

John Opie (1793). Boudica arengando a los britanos. Colección privada.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 62.1-8. 

Tácito, Agrícola, 16; Anales, 14. 28-37.

Selección bibliográfica

Adler, E., “Boudica’s Speeches in Tacitus and Dio”, CW 101, 2 (2008) 173-195. 

Fernández Palacios, F., Fernández Uriel, P., “Un caso de animus belli gerendi en la conquista de Britannia: Nerón contra Boudica, reina de los icenos”, en Bravo, G., González Salinero, R. (eds.), Conquistadores y conquistados: relaciones de dominio en el mundo romano (Madrid 2014) 146-196. 

Gillespie, C.C., Warrior Woman of Roman Britain (New York 2018). 

Lopes Durães, N.M.,“A Rainha Boudica representada nas fontes romanas”, en Corsi Silva, S., Vieria Neto, I. (org.), Mitos, Deusas e Heróis: ensayos sobre a Antiguidade e o Medievo (Goiânia 2019) 135-144. 

Soares Lima, B., “A Construção Retórica da rainha Boudica como mulher na História Romana de Dião Cássio”, Ágora 26 (2017) 160-172.

97. ARRIA LA MAYOR

97. ARRIA LA MAYOR

La gran desconfianza que, en la segunda mitad del siglo I provocó el estoicismo, motivó numerosos destierros entre varones y sus esposas, entre ellas Arria la Mayor, su hija Arria Cecina y su nieta Fania. Personajes ilustres fueron castigados por su amistad con Séneca, a quien se acusó de participar en la conjura de Cayo Calpurnio Pisón y obligó a quitarse la vida, y a otros seguidores, como Paconio Agripino, cuyo padre fue ejecutado por maiestas. Otros fueron desterrados como Aneo Lucano, nieto de Séneca, cuya esposa la poetisa Pola Argentaria quiso suicidarse con él si bien sus libertos lo impidieron. 

Arria la Mayor estaba casada con el senador Aulo Cecina Peto y era madre adoptiva de Publio Clodio Trasea Peto.

Roma

La condena a la que se enfrentó Cecina Peto estaba relacionada con su papel en la conjura frustrada contra el emperador Claudio. Arria, que seguía las enseñanzas estoicas, acompañó a su marido al exilio. Aunque su historia se conocía a través de Marcial, Plinio supo de ella a través de su nieta Fania y la dejó reflejada en sus cartas como ejemplo de fidelidad extrema. 

Lucio Arruncio Camilo Escriboniano, legado en Dalmacia el 42, lideraba la conjura, pero la legión declinó marchar sobre Roma y ​​la revuelta se sofocó. Ese mismo año la esposa de Cecina Peto protagonizó un suceso célebre: cuando los soldados llevaban arrestado a Roma al senador para cumplir las órdenes de Claudio de darle muerte, Arria pidió acompañarle, lo que le fue denegado, si bien consiguió embarcarse en unas naves y seguir el cortejo hasta la Urbe. 

Arria era una mujer obstinada y fiel: cuando su yerno le preguntó si dejaría que su hija muriera así, ella le respondió que lo haría si su hija hubiera compartido una vida plena con su marido como ella con el suyo. Llegado el momento, las dudas de su esposo le hicieron empuñar la espada y clavársela a sí misma, alentándole a él a hacer lo mismo y diciendo “Peto, no duele”. Por esta decisión fue recordada como una mujer ejemplar, pues, si bien su amistad con Mesalina pudo haberle salvado, prefirió morir a vivir con deshonor. 

También su hija, Arria la Menor, casada con Clodio Trásea Peto, sufrió exilio en el 93 bajo Domiciano, aunque regresó. Plinio constituye la principal fuente de información de las mujeres de la familia de Arria la Mayor. Eran matronas de su círculo senatorial, ya que sus maridos eran amigos del escritor y en sus cartas las muestra como ejemplos de virtud por acompañar a sus esposos hasta la muerte. Sin embargo, este tratamiento no deja de ser una manera de hacerlas invisibles, dado que las opiniones del escritor están marcadas por una fuerte ideología patriarcal con respecto a que las mujeres debían ser virtuosas por encima de todo, sin otras cualidades que las hagan sobresalir de las demás

Almudena Domínguez Arranz

Universidad de Zaragoza

Pierre Laupatre y Jean-Baptiste Theodrón (1685-95). Arria y Peto. Museo del Louvre, París.

Fuentes principales

Plinio el Menor, Cartas, 3.16.

Tácito, Anales, 6-16.

Selección bibliográfica

Jones, B.W., The Emperor Domitian (London 1992). 

Martín, F., “El exilio en Roma. Los grados del castigo”, en Remesal Rodríguez, J., Marco Simón, F., Pina Polo, F. (coord.) Vivir en tierra extraña: emigración e integración cultural en el mundo antiguo (Zaragoza 2004) 247-254.

Grisé, Y., Le suicide dans la Rome antique (Paris 1982).

Otero, M., “Mors voluntaria? Liberorum mortis arbitrium?”, en Molas i Font, M.ªD., Guerra López, S. (eds.), Morir en femenino: mujeres, ideología y prácticas funerarias desde la Prehistoria hasta la Edad Media (Barcelona 2003) 177-188. 

96. POMPEYA PAULINA

96. POMPEYA PAULINA

Pompeya Paulina vivió en el siglo I. Su nombre está asociado al de su marido, el filósofo de origen hispano, Lucio Aneo Séneca, pero sobre su vida no conocemos demasiados detalles. Sí se sabe que era oriunda de Arlés e hija de Pompeyo Paulino, perteneciente al orden ecuestre. Sin embargo, su nombre no aparece en las fuentes hasta el final de la vida de su esposo, que había sido preceptor de Nerón y que se vio abocado a un desenlace prematuro y trágico. Tras el asesinato de Agripina a manos de Nerón, Séneca decidió alejarse de la corte y dedicar su vida a viajar y a escribir. 

 

Roma

Arelate

No obstante, las obsesiones de Nerón persiguieron a su maestro y le acusó de haber participado en el intento de Pisón de acabar con su vida. Séneca no estuvo implicado en ninguna conspiración, pero, la consecuencia fue la condena a muerte. Cumplió con lo ordenado y el relato taciteo recoge el intento de Pompeya por seguir los pasos de su esposo. En cambio, a ella no se le permitió consumar la acción porque, según narra el historiador romano, Nerón dio órdenes de evitar su muerte para no cargar con la culpa del suicidio de una inocente contra la que él no tenía ningún recelo. Tácito alude a otra posible causa: la de no ampliar los odios hacia él por la muerte de una mujer que no estaba implicada en ninguna actividad delictiva. 

Aunque se mantuvo a Paulina con vida, la narración asegura que murió poco después de su marido, pues tras el suicidio de éste, nunca volvió a recuperarse. De esta forma, las fuentes retratan a una esposa abnegada, capaz de intentar quitarse la vida ante la falta de su esposo. Ella, de la que no se conocen matrimonios previos, encarna algunas de las virtudes romanas más valoradas en una matrona, como la castidad o ser esposa de un solo hombre. En esta última se mantuvo firme igual que otras mujeres cuyos nombres propios destacan en la historia de Roma, como el de Cornelia. Ambas quedaron viudas y podrían haber contraído matrimonio de nuevo, como era costumbre, sin embargo, las dos permanecieron fieles a la memoria de sus esposos. Pompeya Paulina no tuvo descendencia con Séneca. 

Por tanto, en Pompeya Paulina encontramos un paradigma de mujer virtuosa, decidida a seguir a su esposo en la suerte que a éste se le había impuesto. Pero, cuando a ella se le impidió seguir los pasos de Séneca, se mantuvo fiel a su recuerdo hasta que llegó su final. Séneca mencionó en su obra las bondades de su esposa. Tras la muerte del marido, Paulina demostró con más denuedo el vínculo que la unía al hispano. 

Marta Moreno

Universidad de Sevilla

Nöel Hallé (1700 aprox.). La muerte de Séneca, colección privada.

Fuentes principales

Séneca, Sobre la ira, 35.

Tácito, Anales, 11.16.

Selección bibliográfica

Cantarella, E., Pasado próximo. Mujeres romanas de Tácita a Sulpicia (Madrid 1997).

Cenerini, F., La donna romana. Modelli e realtà (Bologna 20132).  

Pomeroy, S.B., Diosas, rameras, esposas y esclavas (Madrid 1999).

95. MARCIA

95. MARCIA

Marcia fue una matrona romana que vivió en el siglo I. Conocida principalmente por ser la amiga del filósofo Séneca, los datos disponibles sobre Marcia hay que agradecérselos a la consolación que Séneca le dedicó, un discurso personal, dirigido a ella, con el objetivo de apaciguar su dolor por la pérdida de un hijo. Era hija de Aulo Cremucio Cordo, historiador romano de cuya obra apenas se conservan algunos fragmentos. Su padre se vio obligado al suicidio durante el régimen de Sejano, el prefecto del pretorio del emperador Tiberio y, según Séneca, Marcia, que era una mujer inteligente y erudita, fue capaz de valorar la obra de su padre, consiguiendo salvar sus escritos de la quema. Posteriormente, ya durante el principado de Calígula, levantada la prohibición de la obra, Marcia se encargaría de ponerla de nuevo en circulación.

Roma

No obstante, la mayoría de lo que se conoce de Marcia está relacionado con la muerte de su hijo, Metilio. Según se desprende de la obra de Séneca, el amor de Marcia por su hijo la llevó a hacer un luto que se extendía ya por más de tres años, algo totalmente exagerado en el mundo romano y que fomentó en la mujer la entrada en un estado de continua desdicha y depresión. Séneca puso los ejemplos de Octavia, hermana de Augusto y Livia para establecer el modelo a seguir por Marcia. La comparó con Octavia por el largo duelo que esta llevó también con la muerte de su hijo y cómo este comportamiento no era correcto. Por el contrario, Livia, siguió adelante a pesar de haber pasado por la misma experiencia, siendo esa forma de ser la que esperaba de Marcia. Repite la misma fórmula comparándola con otras mujeres, como Cornelia, la madre de los Graco, famosa por su templanza después de la muerte de muchos de sus hijos. Debió ser Marcia una madre ejemplar, dedicada al completo a la tarea de criar a su hijo. Pero también parece que fue una mujer muy necesitada, pues Metilio renunció a un sacerdocio para poder cuidar de Marcia. De hecho, Séneca esperaba que sus dos nietas la ayudasen a llenar ese vacío.

Otra de las características que Séneca retrata de Marcia es lo parecida que era en temperamento a los hombres. Así, alaba en Marcia cualidades como el vigor, la resistencia al dolor y la fatiga y la capacidad para acometer grandes empresas, además de su capacidad para aprender y enseñar. En conjunto, y aunque no se puede obviar el hecho de que Séneca haya podido exagerar su relato en favor de Marcia, la imagen que ha quedado de ella es la de una mujer de alcurnia, bien instruida, buena dirigente del hogar y, sobre todo, madre entregada, a la altura de las más insignes mujeres romanas del momento. Si por algo debe ser recordada es precisamente por la consolación que su amigo le dedicó, pero también por la protección que efectuó sobre el legado de su padre, enfrentándose a un veredicto que habría supuesto el fin de sus escritos.

Antonio Fajardo Alonso

Universidad de Sevilla

Sir Lawrence Alma-Tadema (1900). Cortejo vano. Colección privada.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 72, 2.

Séneca, Consolación a Marcia.

Suetonio, Vida de los doce césares, Tito, IV.

Tácito, Anales.

Selección bibliográfica

De Vico, G., “Premesse per una lettura delle Consolationes di Séneca”, GIF 8 (1955) 333-348.

Marcos Celestino, M., “Las Consolationes de Séneca”, Estudios humanísticos. Filología 20 (1998) 69-84.

Meier, M., “Das Ende des Cremutius Cordus und die Bedingungen für Historiographie in augusteischer und tiberischer Zeit”, TYCHE 18 (2003) 91-127.

Monterroso, A., Séneca: la sabiduría del imperio (Córdoba 2018).

94. POPEA SABINA

94. POPEA SABINA

Popea, nacida como Elia, fue una matrona que vivió a mediados del siglo I, conocida por ser la segunda esposa del emperador Nerón. Era hija de Tito Elio, un senador romano caído en desgracia. Su madre, Popea, era una mujer rica, de insigne linaje cuyo padre, Popeo Sabino, fue un ilustre cónsul romano galardonado con un triunfo. La descripción que las fuentes dejan sobre Popea alude a su belleza e inteligencia, sus riquezas y su alcurnia. No obstante, todas coinciden en afirmar su carácter lascivo y su capacidad de manipulación, una imagen que, como en otros casos, está adulterada con el objetivo de ensuciar el recuerdo de mujeres muy influyentes y criticar la figura de un emperador muy desacreditado entre las élites romanas.

Roma

Pero antes de conocer a Nerón, Popea Sabina estuvo casada en dos ocasiones. Contrajo matrimonio a los catorce años con Rufrio Crispino, un ciudadano de rango ecuestre, con quien tuvo un hijo y que fue ejecutado por orden de Nerón, al haber estado vinculado a Mesalina, esposa de Claudio. Se casó entonces con Marco Salvio Otón, futuro emperador de Roma, aunque los autores clásicos ya insinuaban una relación adúltera desde mucho antes con él. También adjudicaban a la pareja un plan para intimar con el emperador Nerón, y cómo Popea entabló una relación con el beneplácito de Otón, que incluso tomaba parte en dichos encuentros. En cualquier caso, a Popea se la relaciona con Nerón desde ese momento, siendo ella la acusada de influir en el emperador para ordenar la muerte de Agripina y de Claudia Octavia, madre y esposa de éste respectivamente.

Se efectuó entonces el divorcio con Otón de mutuo acuerdo entre las tres partes, convirtiéndose Popea en la nueva esposa de Nerón. Manipuladora y letal, así es como aparece reflejada Popea durante su matrimonio, además de simpatizante de los judíos, lo que ha promovido la posterior imagen de Nerón como perseguidor de los cristianos. De la pareja se cuenta además que tuvieron una niña, Claudia, que sólo sobreviviría unos meses, recibiendo tanto ella como la madre el título de Augusta. Tras varios años juntos, Popea encuentra la muerte de una forma extraña y que difiere según las fuentes. Nerón, en un ataque de ira, propinó una patada en el vientre de su esposa, de nuevo embarazada, matándola a ella y a la criatura. Otras versiones cuentan que saltó encima o que se cayó sobre Popea de forma accidental. Sin embargo, lo más probable es que Popea muriese por alguna complicación durante su embarazo.

Los continuos ataques a Nerón por parte de los autores antiguos han dejado una visión de Popea muy negativa, con la pretendida intención de mostrarla como una persona vil y a la altura de su esposo. La realidad que hay que leer detrás de todo ello, es que Popea Sabina fue una mujer muy poderosa, rechazada entre la élite romana precisamente porque supo aprovechar sus oportunidades y mantener un perfil muy cercano al emperador. De hecho, es evidente el aprecio que Nerón tuvo por ella, claramente demostrado a través de los gestos que tuvo, como otorgarle la dignidad de Augusta o divinizarla tras un suntuoso funeral. Tal fue la huella que dejó en Nerón que este mantuvo a su lado a Esporo, un eunuco que tenía un asombroso parecido con su difunta esposa.

Antonio Fajardo Alonso

Universidad de Sevilla

Busto de Popea Sabina. Siglo I. Museo Arqueológico Nacional, Madrid.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 61.15.

Flavio Josefo, La guerra de los judíos, 1.

Plutarco, Vidas paralelas, Galba, 19.

Suetonio, Vida de los doce césares, Nerón, 35; Otón, 3.

Selección bibliográfica

Avvisati, C., Poppea: cronaca di un omicidio presunto tra potere, intrighi e passioni (Roma 2006).

Barrett, A. A., Agrippina: Sex, Power and Politics in the Early Roman Empire (New Haven 1996).

Champlin, E., Nerón (Madrid 2006).

Lefavre, L., Le Mythe Néron: La fabrique d’un monstre dans la littérature antique (Ie-Ve s.) (Lille 2017).

93. CLAUDIA OCTAVIA

93. CLAUDIA OCTAVIA

Octavia fue una dama romana que vivió a mediados del siglo I. Hija del emperador Claudio, Octavia fue prometida desde su nacimiento con Lucio Silano, su pariente, aunque este fue acusado de infidelidad y terminó suicidándose. Toda esta circunstancia se desarrolló a instancias de Agripina la Mayor, la sobrina y esposa de Claudio, para que Octavia contrajera matrimonio en segundas nupcias con su hijo Nerón en un intento de acercar a este al trono y pasar por encima del teórico heredero legítimo de Claudio, Británico.

 Octavia, ya como esposa imperial, aparece representada en las fuentes como una mujer popular y querida entre el pueblo, fiel a las tradiciones romanas, esposa virtuosa y leal.

Roma

No obstante, esta descripción que de ella transmiten autores como Tácito y Suetonio, no deja de tener cierto componente idealista y poco fiel a la realidad. Octavia es un instrumento para estas fuentes, que la presentan como modelo de virtud, en contraste con la visión negativa y crítica que dejan de Nerón, Agripina y Popea Sabina, la amante y segunda esposa del emperador. 

Durante el matrimonio con Nerón, las fuentes reflejan la infelicidad de la mujer. De nuevo se ve el contraste entre una esposa irreprochable y fiel, que reprimía sus emociones ante un Nerón que la odiaba y maltrataba, manteniendo relaciones también con otras mujeres. Quizá por instigación de Popea Sabina, que estaba embarazada, Nerón terminó divorciándose de Octavia bajo la excusa de su infertilidad, decisión muy criticada por el propio pueblo dado el linaje de su esposa y su talante irreprochable. Nerón se casó días después con Popea y terminaría exiliando a Octavia en la isla de Pandataria (hoy Ventotene) con la acusación de infidelidad. Esta decisión, según ha quedado recogido, no fue aceptada por el pueblo que reclamó la liberación de Octavia. No obstante, el emperador ordenó su ejecución.

En definitiva, la imagen que se nos ha legado de Claudia Octavia no deja de estar tan adulterada como la de Nerón, Agripina o Popea, es la luz en la oscuridad que nos presentan los autores antiguos. Fue recordada por su dignidad y templanza, pero las conclusiones que se pueden sacar sobre ella es que tuvo la mala fortuna de vivir de primera mano las conjuras palaciegas de su familia y, al contrario que otras mujeres, no dispuso de la astucia o los recursos necesarios para poder sobrevivir en un mundo de constantes intrigas. Octavia pasará a la historia como modelo de virtud, de esposa perfecta y amada por su pueblo, que es, a fin de cuentas, lo que los autores han querido legar de ella.

Antonio Fajardo Alonso

Universidad de Sevilla

Busto de Claudia Octavia. Siglo I. Cleveland Museum of Art, Ohio.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 60.31.7.

Plutarco, Vidas paralelas, Galba-Otón, 1-29.

Séneca, Apocolocintosis, 8.1.

Suetonio, Vida de los doce césares, Claudio, 27; Nerón, 7.8.35.46. 

Tácito, Anales, 12.3.38; 13.16.18; 14.58.60.61.63.64.

Selección bibliográfica

Barrett, A.A., Agrippina: Sex, Power and Politics in the Early Roman Empire (New Haven 1996).

Champlin, E., Nerón (Madrid 2006).

Lefavre, L., Le Mythe Néron: La fabrique d’un monstre dans la littérature antique (Ie-Ve s.) (Lille 2017).

Schulz, V., Deconstructing imperial representation: Tacitus, Cassius Dio, and Suetonius on Nero and Domitian (Leiden 2019).

92. ESTATILIA TIRANIS

92. ESTATILIA TIRANIS

Estatilia Tiranis, liberta de Tito, fue una pedagoga de origen griego que vivió en Roma en la primera mitad del siglo I. La placa funeraria que la recuerda proviene del gran columbario que acoge a los libertos y esclavos de la familia Statilia, que se ubicaba en el Esquilino de Roma. Sin duda, tras su manumisión, la antigua esclava había continuado al servicio de su dueña en la función de pedagoga, hasta que a su muerte fue enterrada en una gran tumba común para los sirvientes de la familia de la élite.

La gens Statilia a la que Tiranis pertenecía era la importantísima familia aristocrática de rango senatorial de Tito Estatilio Tauro, un alto militar del círculo de Augusto. Una de sus hijas, conocida como Estatilia la Mayor, fue esposa de Lucio Calpurnio Pisón, augur y cónsul en el año 1 a. C. 

Roma

Al servicio de esta relevante familia estaban muchos de los esclavos y libertos que se enterraron en el sepulcro colectivo. En muchas de estas grandes casas el número de dependientes adscritos al servicio doméstico en diferentes funciones podía alcanzar cifras muy altas, hasta centenares de personas. En el caso concreto de los Statilii, tenemos documentada una amplia variedad entre lacayos, cajeros y gestores de asuntos financieros, costureras, parteras, nodrizas o ayudas de cámara. Entre ellos se incluyen varios pedagogos que lo fueron de diversos miembros de la familia. Así, junto a Tiranis, sabemos por otra inscripción que uno de sus compañeros, Tito Estatilio Zabda, igualmente liberto, estaba también asignado a la educación de Estatilia la Mayor.

El oficio de pedagogo, de marcado carácter servil, implicaba en principio la función de tutor y acompañante de los niños -es este el sentido etimológico del término- en el camino a la escuela, supervisando su comportamiento, atendiendo a su vigilancia y a su protección frente a posibles peligros fuera del ámbito doméstico. También se ocupaba de supervisar sus estudios en casa apoyándole en sus deberes escolares. Pero sus tareas implicaban igualmente una responsabilidad de mayor alcance al confiársele la educación moral del adolescente y la formación de su carácter a tono con las buenas costumbres y los modos de comportamiento socialmente apreciados.

Conocemos muchos pedagogos varones, muchos de ellos adscritos al cuidado de niñas, pero no faltan ejemplos de mujeres desempeñando esta función. La mayoría son de condición libre y operan en el interior de la casa, con pupilas de rango aristocrático pertenecientes a las élites adineradas y cultas que gustan de contar con tutoras a las que confiar la educación de sus hijas. También se las encuentra ocupándose de los niños, de manera que probablemente los educadores de ambos sexos trabajaban de forma conjunta. 

Salvador Ordóñez Agulla

Universidad de Sevilla

Fragmento del epígrafe funerario de Estatilia Tiranis. Siglo I. Roma.

Fuentes principales

CIL VI, 6331 = ILS 7447b = EDR 112743.

Selección bibliográfica

Caldelli, M.L., Ricci, C., Monumentum familiae Statiliorum. Un riesame (Roma 1999).

Hemelrijk, E.A., Women and Society in the Roman World. A Sourcebook of Inscriptions from the Roman West (Cambridge 2020).

Malaspina, E., “La terminologia latina delle professioni femminili nel mondo antico”, Mediterraneo Antico 6.1 (2003) 347-391.    

Marrou, H.I., Historia de la educación en la Antigüedad (Madrid 1985).

Zaccaria, C., “Paedagoga: un «optional extra»?”, en Buonopane, A., Cenerini F., (eds.), Donna e lavoro nella documentazione epigrafica (Faenza 2003) 23-41.  

91. JULIA DRUSILA

91. JULIA DRUSILA

Hija de Germánico y Agripina la Mayor, perteneciente, por tanto, a la dinastía Julio-Claudia, Julia Drusila vivió entre los años 18 y 38. Su corta existencia estuvo marcada por los intereses de la corte imperial, jugando un papel importante en la vida pública de ese momento como lo hicieran también su madre y hermanas. A la muerte de Germánico y tras la conspiración contra Tiberio que urdieron su madre y su hermano Nerón, tuvo que acompañar a aquella al exilio a la isla Pandataria. 

Posteriormente, se casó con el cónsul Lucio Casio Longino en el año 34, si bien este matrimonio no duró mucho pues Calígula tenía otros planes para ella. Así, contrajo matrimonio con Marco Emilio Lépido, hijo del cónsul homónimo

Roma

Este enlace suscitó diversas opiniones y rumores que han perdurado en las fuentes, siendo vilipendiada por mantener una relación incestuosa con su hermano. Sea como fuere, lo cierto es que era la favorita del emperador, que siempre mostró un amor desmedido hacia Julia Drusila. De hecho, en una ocasión, preso del delirio propio de la enfermedad, la declaró heredera al trono imperial. 

Murió en el año 38 sin descendientes y dejando a Calígula un terrible dolor. Suetonio cuenta que suspendió todos los asuntos del gobierno y, durante un tiempo, fue delito reír, bañarse o comer en familia. Proclamó su divinidad y la única hija que tuvo con Cesonia llevó el nombre de su querida hermana. La figura y vida de Drusila han sido muy popularizadas no sólo por el relato de los autores clásicos sino también por obras como la del escritor Robert Graves, Yo, Claudio en su primera edición inglesa en 1934; el largometraje Calígula de Tinto Brass en 1979, o la serie de la BBC basada en la novela del autor británico.

Patricia Téllez Francisco

Universidad de Sevilla

Posible busto de Julia Drusila. Siglo I. Gliptoteca, Múnich.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 59.11.

Suetonio, Vida de los césares, Calígula, 21.

Selección bibliográfica

Hidalgo de la Vega, M.ªJ., Emperatrices romanas: sueños de púrpura y poder oculto (Salamanca 2012).

Rodrigues, N.S., “Agripina e as outras. Redes femeninas de poder nas cortes de Calígula, Cláudio e Nero” Gerión 26, 1 (2008) 281- 295.