SEVILLA / 7 de julio de 2022.

 

La reciente pandemia producida por el COVID-19 ha sido un catalizador para ver y pensar los espacios habitacionales y laborales desde otra perspectiva. Se ha adquirido una conciencia nítida que aún existen aglomeraciones y concentraciones de usos insalubres en el territorio, que en las ciudades todavía se generan ambientes y espacios que favorecen la propagación de enfermedades y que en la edificación se emplean materiales que, además de dejar huella ecológica, son muy nocivos.

La interacción con el entorno define de qué es capaz el ser humano y cómo se define a sí mismo. El entorno físico se identifica cómo un lugar definido con una estructura organizativa concreta, usada con funciones precisas dentro del ámbito social donde los seres humanos habitan e interactúan entre sí. Este medio está configurado por una compleja epidermis artificial que envuelve al hábitat del ser humano. Esta epidermis es denominada en la normativa edificatoria como ‘envolvente’, un término desprovisto de atributos, como si fuera el envoltorio de un caramelo. Sin embargo, esta tercera piel complementa y completa a la del propio organismo humano y al cuero textil con el que nos vestimos. La tercera piel se diseña y configura desde y con la arquitectura.

Una determinada configuración espacial puede afectar, positiva o negativamente, tanto a aspectos de la salud física como mental de la conducta humana. La percepción no se limita solo a elementos de carácter visual, sino que abarca también la interacción con el resto de los sentidos y con la cognición mental. La repercusión de un espacio está en función del grado de control, comprensión y sentido de coherencia que la persona sea capaz de experimentar dentro del mismo. La forma de percibir el espacio está determinada por la memoria, la cultura, la formación, las creencias o las preferencias individuales. Pero la percepción espacial también está condicionada por las características físicas y medioambientales que conforman el entorno. Los factores ambientales influyen simultáneamente en los aspectos sensoriales y cognitivos del ser humano.

Las estimulaciones que afectan a la percepción operan tanto interna como externamente, se acumulan poco a poco en cuerpos y mentes, y proporcionan un sistema de retroalimentación de información que conduce a la satisfacción o insatisfacción de las necesidades básicas de las personas. Hay estímulos sensoriales externos como el sonido, el olor, la luz, el color, la humedad, la temperatura, etc., y extrasensoriales como la calidad del aire, los agentes químicos, los campos electromagnéticos, el ruido, la radiación solar, etc. Todos ellos condicionan, en gran manera, el grado de confort, la calidad de vida y el bienestar, y pueden favorecer la salud humana; pero también pueden ser la causa de pérdida de cualidades, físicas, psíquicas o cognitivas, generando enfermedades. Las estimulaciones, físicas y mentales, pueden estar presentes en diferentes ambientes. Si son positivas deben ser integradas como activos favorecedores de la salud y si son negativas hay que eliminarlas porque pueden producir agentes patógenos.

Existen lugares y espacios que producen determinados síntomas de tipo cognitivo como pueden ser estrés, desorientación espacial y temporal, ansiedad, miedo, etc. Son reacciones que, como hemos visto en entregas anteriores, se perciben con más claridad en las personas con déficits cognitivos como pueden ser enfermos de alzhéimer, autistas, etc. Una reciente investigación, realizada en 2019 por el European Network for Brain Evolution Research y la Universidad de Bath, indica que los entornos bien planificados, además de promover el bienestar, tienen efecto positivo sobre las decisiones y la personalidad humana. Ese trabajo pone de manifiesto que, dependiendo de la experiencia que el espacio produzca, éste se puede entender de manera diferente, interfiriendo en aspectos como la familiaridad, la relación que se tiene con el lugar o incluso en las relaciones sociales. Si un determinado espacio puede afectar a la calidad de la cognición espacial y social de una persona, implica que habitar en determinados entornos puede tener efectos perjudiciales o beneficiosos sobre la misma.

También hay reacciones de tipo físico a determinados ambientes que son más conocidas que las de tipo cognitivo o psíquico. Son síntomas que se manifiestan en ciertas personas cuando permanecen de forma continuada dentro de algunos edificios. Es el denominado Síndrome del Edificio Enfermo, también denominado en inglés Sick Building Synthoms (SBS), que consiste en un conjunto de molestias cuya sintomatología son dolores de cabeza, molestias de tipo ocular, nasal, bucofaríngeas, cefaleas, aletargamiento, alergias, etc. Es un síndrome que se puso en evidencia por vez primera a mediados de los años setenta en oficinas y colegios. Sus causas son de origen variado y van desde el propio diseño formal del edificio –en muchos casos de carácter hermético y/o con grandes superficies de vidrio– a la implantación de climas artificiales, pretendidamente eficientes, o al uso de materiales insanos como plomo, amianto o aislamientos de tipo fibrilar. Este malestar también está ocasionado por productos e instalaciones que liberan monóxido de carbono, anhídrido sulfuroso, ozono e incluso por el dióxido de carbono que liberan las propias personas dentro de un recinto cerrado. En general, son consecuencia de una forma de construir que ha generado y genera emisiones contaminantes de carácter ambiental, eléctrico, magnético o químico.

Para combatir los síntomas del edificio enfermo, además de estimular el diseño y construcción de activos que favorezcan la salud en los edificios, el grupo de investigación Healthy Architecture & City de la Universidad de Sevilla presentó, en febrero de 2020, un Decálogo de una Arquitectura Saludable, un compendio de aspectos que deben controlarse en el diseño y construcción de edificios para que estos alcancen un mínimo nivel saludable. Un decálogo que expondremos en las dos próximas entregas cuando, reiniciando el próximo curso académico, finalizaremos esta serie dedicada a Arquitectura Saludable que tanta aceptación está teniendo en el querido público que aún nos lee.

 ______

Santiago Quesada-García

Dr. Arquitecto, Profesor Titular Universidad, Investigador Responsable del grupo Healthy Architecture & City (TEP-965) e Investigador Principal de los proyectos ALZARQ del Ministerio de Ciencia e Innovación y DETER de la Junta de Andalucía.

Post publicado en el Boletín del IUACC nº 143 del 7 julio de 2022

 ______

Imagen del post:
Croquis residencia de estudiantes Simmons Hall-MIT, Cambridge, Massachusetts (USA). Steven Holl architects, 2002