SEVILLA / 30 de junio de 2022.

 

Tras el pequeño respiro cognitivo de la entrega anterior, volvemos a la trama principal de este interesante serial dedicado a la Arquitectura Saludable con un ameno capítulo. Mostraremos ahora tres experiencias internacionales que ilustran en qué consiste el nuevo paradigma de arquitectura saludable. Un modelo sobre el que todavía no existe una teoría específica, ni una sistematización científica, pero que se está definiendo en base a experiencias empíricas de la disciplina arquitectónica cuando da respuesta a las demandas de colectivos de personas con necesidades específicas.

Como veíamos en las primeras entregas de esta serie, los presupuestos funcionales sanitarios, incorporados a los edificios por las vanguardias arquitectónicas del siglo XX –salubridad, seguridad o accesibilidad– son, hoy en día, ineludibles y se encuentran, en gran medida, recogidos en las normativas básicas de la edificación. Sin embargo, la sociedad actual demanda de los arquitectos algo más que una simple respuesta a los requisitos funcionales, técnicos o programáticos. Diseñar edificios saludables va más allá de construir edificaciones higiénicas, asépticas, eficientes energéticamente o con cero emisiones. El rumbo lo están marcando algunos trabajos realizados para colectivos concretos de usuarios. Una serie de inmuebles que han plantado numerosas semillas, durante los últimos cuarenta años, y que han acabado fructificando y mostrando cómo la arquitectura puede ir más allá de ser una simple respuesta técnica. En diversos lugares del mundo se han diseñado y construido centros destinados a personas afectadas por cáncer, enfermedad de alzhéimer o residentes en unidades de cuidados paliativos. Experiencias que expondremos a continuación.

Uno de los ejemplos más significativos es el de las Unités de Soins Palliatifs (USP) o Unidades de Cuidados Paliativos francesas. El reto al que se enfrentaron los arquitectos que proyectaron las primeras USP francesas fue diseñar un lugar que no recordara, constantemente, el inminente final de sus usuarios. Para lograrlo crearon un entorno, material y psicológico, que permitiera al usuario y a su familia vivir con el máximo bienestar y confort durante el periodo que debieran vivir en ese lugar. Con este fin incorporaron elementos y espacios personalizados que consentían a la persona expresar su individualidad o su sentido de pertenencia. Con un lenguaje arquitectónico definido y contemporáneo, los espacios de las USP proponen una arquitectura con un fuerte simbolismo que genera emoción en las personas que los habitan. Este modelo de equipamiento asistencial, destinado a un colectivo concreto de personas, comenzó en 1988 en la ciudad de Villejuif con la USP Paul Brousse, proyectada por los arquitectos Avant-Travaux, y alcanzó su madurez en 2006, cuando el conocido arquitecto japonés Toyo Ito construyó la USP hôpital Cognacq-Jay en Paris.

La segunda experiencia a destacar son las residencias dedicadas a afectados por enfermedad de alzhéimer (EA). Como ocurrió con la tuberculosis y el cólera, a comienzos del siglo XX, también ahora se acude a la arquitectura para paliar los síntomas de una enfermedad todavía sin cura. Las primeras propuestas, destinadas específicamente a personas con EA, surgen cuando en algunos edificios se comenzaron a introducir lugares de interacción social con la familia y con otras personas. El objetivo era provocar recuerdos del hogar y estimular la memoria de los residentes. La primera institución construida con criterios específicos para estas personas fue el Corinne Dolan Alzheimer Center en Healther Hill (Cleveland), diseñado por Taliesin Associated Architects en 1985.

A final de la década de los años ochenta, el estudio de arquitectura Perkins Eastman desarrolló el complejo residencial Woodside Place, ubicado en Oakmont (USA). Con este edificio se inició el desarrollo de un modelo habitacional para enfermos de alzhéimer con pautas de diseño innovadoras. Se trata de una tipología arquitectónica que tiene como peculiaridad la adaptación y personalización de los espacios a los usuarios a los que va destinada. Un tipo de edificio con una escala y tamaño reducidos, con un número limitado de habitantes y una distribución sencilla con estudiados itinerarios y recorridos. Pero la novedad fundamental es que son edificios que tienen una organización compuesta por pequeñas células o viviendas que recrean el ambiente del hogar y que siempre están abiertas hacia el exterior. Además, en el diseño se introducen formas, simbologías y elementos que remiten a arquetipos mentales clásicos que provocan reminiscencias en sus habitantes. Estos edificios incorporan también servicios asistenciales y espacios concretos destinados a cuidadores. Una nueva tipología edificatoria que ha dado lugar a interesantes ejemplos como el de Boswijk, realizado en 2010 por EGM architects en la ciudad de Vught (Holanda).

Algo después de las experiencias anteriores, surge en el Reino Unido, la red de Maggie Keswick Jencks Cancer Caring Trust. Esta iniciativa surgió en 1995 de la paisajista Maggie Keswick Jencks, a partir de su propia experiencia espacial y ambiental en el momento que le diagnosticaron la metástasis de un cáncer. Los Maggie’s Centres son los edificios de una asociación que se distingue por brindar soporte práctico, emocional y social, no solo a las personas con cáncer sino a sus familiares y amigos. Su principal característica es hacerlo en edificios especialmente estudiados y diseñados para responder a las necesidades emocionales de estas personas. Son lugares donde no se realiza ninguna curación médica directa de la enfermedad, aunque siempre surgen como anejos a un hospital y a petición del mismo.

Los Maggie’s Centres están diseñados por cualificados y comprometidos arquitectos contemporáneos que emplean en los edificios su personal lenguaje arquitectónico. En todos ellos se puede reconocer el poder de la idea que los ha generado y el significado que aporta la disciplina arquitectónica a un lugar concreto. La arquitectura de los Maggie’s Centres es expresiva, artística y de calidad, crea un sentido de espacio adaptado a las necesidades específicas de un colectivo determinado. La fuerte significación de estos edificios produce en los enfermos y sus familiares una identificación y un sentido de pertenencia a un grupo que tiene el privilegio de usar estos espacios. Son lugares a los que merece la pena ir y estar. El primer Maggie’s Centre se construyó en 1996, con un proyecto del arquitecto Richard Murphy, en el recinto del Western General Hospital de Edimburgo. En la actualidad existen veintisiete centros construidos en el Reino Unido, dos en Asia y la única sede en el continente europeo está en España, junto al Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona. Se trata del Centre Kālida San Pau, inaugurado en 2019 y proyectado por la arquitecta Benedetta Tagliabue.

El común denominador de las tres iniciativas mostradas en esta entrega es la creación de entornos saludables, pero su principal aportación es la construcción de espacios con un significado, comprensible y reconocible. Lugares que contribuyen a la mejora y equilibrio emocional de las personas que los usan. En los tres ejemplos expuestos, todos los edificios proponen espacios con una fuerte identidad que reconocen las personas que los utilizan, sanas o enfermas, y que además se sienten acogidas en un entorno amable y no institucional.

La arquitectura de estos edificios incorpora espacios amplios, iluminados naturalmente, que transmiten una sensación equilibrada a través de la escala, la proporción, los materiales, las texturas, el sonido, los colores o los olores. La distribución de las habitaciones se centra en torno a un lugar cómodo de estancia y reposo, donde compartir un café o mantener una conversación informal, un concepto muy alejado de los ambientes hospitalarios tradicionales. Generalmente los espacios están abiertos hacia el exterior provocando que el aire libre se introduzca en el interior del edificio, induciendo el conocido efecto benéfico que tiene la presencia del verde de la vegetación natural. Otro aspecto importante es que todos los edificios ‘cuidan’ a los cuidadores. Los espacios usados por estos trabajadores son estudiados al detalle con el objetivo que puedan ejercer su trabajo con la máxima eficacia, pero, a la vez, que puedan relajarse adecuadamente de los innumerables momentos de tensión que deben vivir. Dotar a estos edificios de espacios específicos para estos trabajadores genera un ambiente psicológico muy favorable, ya que reduce el estrés ambiental consecuencia de situaciones complicadas.

Todos estos edificios han sido pensados para colectivos específicos de personas con enfermedades, déficits o situaciones concretas, pero los hallazgos alcanzados por la arquitectura para responder a unas concretas necesidades de carácter físico, mental y emocional, aportan soluciones que, por su eficacia y utilidad, son extrapolables al resto de la sociedad y, por tanto, señalan una dirección y trazan un camino a seguir para la implantación generalizada de una arquitectura saludable en edificios y ciudades.

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Santiago Quesada-García, es Dr. Arquitecto, Profesor Titular Universidad, Investigador Responsable del grupo Healthy Architecture & City (TEP-965) e Investigador Principal de los proyectos ALZARQ del Ministerio de Ciencia e Innovación y DETER de la Junta de Andalucía.

Post publicado en el Boletín del IUACC nº 142 del 30 junio de 2022

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Imagen del post:
Centre Kālida San Pau en Barcelona, Benedetta Tagliabue, 2019