85. PRISCA, esposa de Áquila

85. PRISCA, esposa de Áquila

Vivió en el siglo I y ayudó al apóstol Pablo en su misión evangelizadora. Su nombre aparece en seis ocasiones en los textos neotestamentarios, tres de ellas en las cartas paulinas y otras tantas en los Hechos de los Apóstoles, siendo, por tanto, la Sagrada Escritura la fuente antigua que más eco hace de su existencia. Estaba casada con un judío originario del Ponto de nombre Áquila y en la mitad de las veces en que es citada, su nombre precede al de su esposo. Algo, sin duda significativo y que subraya la importancia que esta mujer jugó en el desarrollo y expansión del cristianismo primitivo pues la costumbre de la época era el que la mujer fuera nombrada después del marido o simplemente que no fuera mencionada. 

 

Roma

Ephesus

Poco se conoce con certeza de su procedencia. Que sólo su consorte sea denominado como judío ha llevado a muchos investigadores a postular que ella no lo era. Posiblemente fuera romana, aunque el tener un nombre latino no es garantía de ello pues su esposo también lo llevaba, como era habitual entre los miembros de las comunidades judías que vivían en Roma. Este hecho se encuentra avalado por los testimonios tanto literarios como epigráficos. Los textos del Nuevo Testamento sitúan al matrimonio en la capital del Tíber como miembros de la comunidad judeocristiana de la ciudad. De allí, a causa de un edicto del emperador Claudio en el que se establecía la expulsión de los judíos, parten para Corinto donde se establecen durante un tiempo. Fue en esta ciudad donde el matrimonio conoció al apóstol Pablo, alojándolo en su casa. Ya aquí, Prisca jugó un papel fundamental en la construcción de esta comunidad cristiana pues al no existir todavía lugares de culto público para la nueva fe, los creyentes se reunían en casas específicas designadas para este fin. Una de esas viviendas era la de Prisca donde ella ejercía de anfitriona con una función asistencial y, fundamentalmente, organizativa.  

Prisca, junto a su marido, acompañan a Pablo a Éfeso donde se instalaron para ayudarlo en las tareas misioneras. Cuando el apóstol tuvo que partir para Jerusalén, ella asumió funciones evangelizadoras en la comunidad exponiendo la doctrina cristiana en las sinagogas e instruyendo a muchos. El mismo Lucas puso de manifiesto el papel que ella desempeñó en la instrucción doctrinal de Apolo, un alejandrino de gran formación intelectual y avezado en el conocimiento de las Escrituras. Que los textos hagiógrafos la presenten predicando y adoctrinando ya habla de sus habilidades pedagógicas e intelectuales. Su marido también participó en la instrucción de Apolo, pero fue en ella sobre quien recayó la mayor responsabilidad. Tras la muerte de Claudio, la pareja regresa a Roma donde continuaron su labor misional ofreciendo de nuevo su casa como lugar de reuniones y de culto. Trabajaron en la concordia entre las comunidades paganocristianas presentes en Roma y las comunidades judeocristianas que empezaban a regresar al conocerse el deceso del emperador.  

José Manuel Martínez Guisasola

Facultad de Teología San Isidoro de Sevilla

Cruz sola grabada en las ruinas de Éfeso. Siglo I. Éfeso, Turquía.

Fuentes principales

Cartas Paulinas, Rm. 16.3; 1.Cor. 16.19; 2.Tim. 4.19.

Hechos de los Apóstoles, 18.2; 18.18; 18.26.

Hechos de Pablo, texto apócrifo.

Selección bibliográfica

Álvarez Cineira, D, “Áquila y Priscila, eslabones en la infraestructura misional paulina” Mission 13 (2006) 63-69. 

Bautista Parejo, E, “Las iglesias domésticas y los Collegia romanos” en Gómez-Acevedo, I (ed), La mujer en los orígenes del cristianismo (Bilbao 2005).

Keller, M.N, Priscilla and Aquila, Paul’s Coworkers in Christ Jesus (Collegeville 2010). 

Müller, Chr. G, “Priska und Aquila. Der Weg eines Ehepaares und die paulinische Mission”, MThZ 54 (2003) 195-210.

Sampathkumar, P.A., “Aquila and Priscilla: a Family at the Service of the Word” ITS 34 (1997) 185-201.

 

84. TECLA

84. TECLA

Fue un virgen cristiana del siglo I, nacida en Iconium (actual Konya, Turquía), cuya vida conocemos por los capítulos III y IV de las Hechos de Pablo y Tecla, obra apócrifa escrita en griego hacia el 180 en Asia Menor que fue traducida desde los inicios a muchas lenguas. No sabemos con precisión el grado de verosimilitud de la fuente, si bien se le suele conferir una cierta autenticidad por considerar que se hace eco de la leyenda de la mártir.   

En los Hechos de Pablo y Tecla se nos informa que el apóstol Pablo, tras su huida de Antioquía en Psidia (actual Yalvaç) llegó a Iconium y que en la casa de Onesíforo, junto con Barnabás, predicó bienaventuranzas sobre la castidad y la resurrección ante una gran muchedumbre.

 

Iconium

De esta manera, Tecla que había asistido a estas sesiones, se convirtió en contra de los deseos de su madre y de su prometido. El apóstol y la discípula fueron detenidos. Tecla, condenada a morir, se salvó milagrosamente. Tras varias peripecias e incidentes en otras partes de Asia Menor dónde ya ejerció como misionera itinerante, defendiendo su virginidad amenazada, vivió retirada durante años en una cueva hasta su fallecimiento en Seleucia junto al río Calycadmum (actual Silifke).

Muy pronto se le comenzó a rendir culto como apóstol, mártir y modelo de ascetismo y sabemos que, por ejemplo, Egeria, al partir de Tarso después del 384 se detuvo en Seleucia para conocer la tumba de la Santa. Se le veneró tanto en la parte occidental como en la oriental del Imperio si bien su devoción se difundió, sobre todo, en la iglesia ortodoxa de Oriente. Su adoración, al margen de los Hechos de Pablo y Tecla también se basó en La vida y milagros de santa Tecla que entre los años 444-476 fue escrito por un anónimo que se basó en los hechos del siglo II, ayudando también la tradición oral a asentar la veneración a la santa que se extendió en muchas ciudades sin que sea claro que siempre se trate de nuestra Tecla de Iconio. 

Rosa Mentxaka

Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

Fresco de Santa Tecla (siglo XII) Catedral del Salvador, Chernihiv.

Fuentes principales

Hechos de Pablo y Tecla.

Vida y milagros de santa Tecla.

Selección bibliográfica

Davis, S. J., The cult of Saint Theca: A Tradition of Women’s Piety in Late Antiquity (Oxford 2001).

Jensen, A., Thecla, die Apostolin (Freiburg 1995). 

Johnson, S. F., The Life and Miracles of Thekla. A Literary Study (Whashington D.C. 2006).

Narro, A., “The Influence of the Greek Novel on the Life and Miracles of Saint Thecla”, ByzZ 109 (2016) 73-96.

Narro, A., “The Cloud of Thecla and the Construction of her Character as a Virgin (παρθένος), Martyr (μάρτυς) and Apostle (ϊπόστολος)”, CCO 16 (2019) 99-129.

 

83. CLAUDIA EARINE

83. CLAUDIA EARINE

Al morir su esposo, Claudia Earine hizo grabar un epitafio en una sepultura para acoger sus restos mortales y los de ella misma. El matrimonio vivió en Roma en el siglo I y enterró a un hijo de corta edad, circunstancia que conocemos por un fragmento de otra inscripción funeraria, en la que se declararon “los padres más infelices”.

Marco Junio Pudente era molinero, único dato concerniente al difunto legible en el epitafio. En cambio, Claudia Earine quiso señalar cómo su matrimonio había durado veinticinco años, hasta el día de la muerte de su queridísimo marido, y que la relación con él había comenzado “desde los tiempos de su virginidad”.

 

Roma

Bajo la perspectiva actual, resulta llamativo que esta mujer quisiera mostrar públicamente una circunstancia tan íntima en un monumento funerario generado en un contexto familiar y doloroso. La explicación reside en la percepción social que de la virginidad se tenía en el mundo romano pagano. La virginidad era uno de los ciclos vitales en los que se dividía la vida de las mujeres, determinados por su aptitud física para parir: durante la virginidad debían reservar todas sus fuerzas para cuando entraran en la edad fértil legalizada por el matrimonio, al que seguía el ciclo de la infertilidad. La circunstancia de que Claudia Earine llegara virgen al matrimonio era señal de un comportamiento irreprochable, algo indispensable para que se mantuviera fiel y casta durante su vida conyugal.

A esto hay que añadir el gran valor que se atribuía a una virgen por su capacidad para perpetuar el linaje de la familia de su esposo, salvaguardando la pureza de sangre. En el ámbito privado la virginidad podía ser fuente de prosperidad para su familia política, pero también podía acarrearle la desgracia. Esto último acontecía si la muchacha introducía elementos extraños y hostiles en ella, enturbiando así las relaciones que la familia mantenía con sus dioses tutelares y antepasados. Permitir que entrara en su cuerpo un semen distinto al del esposo manchaba la sangre de la familia dentro de la mujer. Puesto que la sangre era el principio de la vida, las características de ese hombre ajeno al grupo familiar podían pasar a los descendientes varones legítimos. Que la mujer introdujera la impureza en el linaje no era cuestión baladí, debido a lo profundamente enraizada que estaba la interconexión entre propiedad y parentesco biológico en el pensamiento romano.

Conocemos infinitamente mejor la situación de las jóvenes pertenecientes a los estratos superiores, pero el proceder de Claudia Earine es buena muestra de cómo mujeres de distinta extracción social eran socializadas en la idea de que llegar virgen al matrimonio era algo importante en sus vidas, algo trascendental para sus familias y bien apreciado socialmente. 

Marta González Herrero

Universidad de Oviedo

Epígrafe funerario dedicado a Claudia Earine. Roma.

Fuentes principales

CIL VI, 9810.

Selección bibliográfica

Caldwell, L., Roman Girlhood and the Fashioning of Feminity (Cambridge 2015).

González Herrero, M., “Coniugi carissimo cum quo vixit a virginitate: la trascendencia y protección de la virginidad en el mundo romano pagano”, en Bravo, G., González Salinero, R. (eds.), Ideología y religión en el mundo romano (Madrid – Salamanca 2017) 279-294.

Grimal, P., “Vierges et virginité”, en La première fois ou le roman de la virginité perdue á travers les siécles et les continents (Paris 1981) 194-228.

Martínez López, C., “La virginidad de las jóvenes en la antigua Roma”, Arenal 1, 2 (1994) 169-184.

 

82. LOLIA SATURNINA

82. LOLIA SATURNINA

Lolia Saturnina fue una matrona romana que perteneció a la gens Lollia y vivió a principios del siglo I. Era hija de Marco Lolio y Volusia Saturnina, así como hermana de Lolia Paulina, esposa de Calígula. Tenemos más información sobre esta última que de su hermana. Precisamente, hay varias hipótesis sobre los vínculos familiares que tendrían estas dos mujeres. Según algunos investigadores serían tía y sobrina, pero para la mayoría serían hermanas. 

Ascendientes paternos suyos fueron personajes importantes para la historia de Roma como el cónsul Marco Valerio Mesala Corvino y también otros senadores destacados, como, por ejemplo, Marco Valerio Mesala Mesalino. El propio Plinio el Menor realizó una descripción de las numerosas joyas, valoradas en millones de sestercios, que portaba Lolia Paulina durante los esponsales con Calígula.

 

Roma

El autor aprovechó el relato para explicar el origen de la riqueza familiar acumulada por los antepasados de estas mujeres. Asimismo, también sus ascendientes maternos provenían de una ilustre y rica familia senatorial, siendo su madre una prima hermana del emperador Tiberio. Los vínculos con la casa imperial pudieron ser aún más estrechos, ya que Lolia Paulina intentó convertirse en la esposa de Claudio tras la muerte de Mesalina. Sin embargo, este emperador acabó contrayendo matrimonio con Agripina la Menor. Esta última acusó a Lolia Paulina de brujería y fue enviada al exilio, perdiendo sus propiedades y siendo obligada a suicidarse. 

Por su parte, Lolia Saturnina contrajo matrimonio con el rico senador y cónsul Décimo Valerio Asiático. No se sabe con certeza si nacieron hijos de esta unión, aunque se conoce a un tal Valerio Asiático, gobernador de Bélgica y yerno de Vitelio, que pudo haber sido un vástago de Lolia Saturnina y Valerio Asiático. Asimismo, se conoce a otro individuo, Marco Lolio Paulino Valerio Asiático Saturnino, que era descendiente de los Valerii y de los Lollii, posiblemente hijo o nieto de esta unión. Tras el divorcio de Calígula y de Lolia Paulina, Saturnina se convirtió en la amante del emperador. Esta situación provocó una fuerte reacción en el marido que instigó el asesinato de Calígula. No sabemos nada sobre el destino final de Saturnina. 

Francisco Cidoncha Redondo

Escuela Universitaria “Francisco Maldonado” de Osuna (Sevilla)

Copia de la inscripción de Lolia Saturnina. Siglo I. Laurentii extra muros, Roma.

Fuentes principales

Plinio el Mayor, Historia natural, 9.118.

Séneca, De la firmeza del sabio, 18.2.

Tácito, Anales, 12.1.

CIL VI, 21473a.

TP 68 = AE 1978, 138.

Selección bibliográfica

Kavanagh, B.J., “Lollia Saturnina”, ZPE 136 (2001) 229-232.

Ortuño Pérez, M.E., “La actividad negocial de Lollia Saturnina”, en Bravo Bosch, M.ªJ., Valmaña Ochaíta, A., Rodríguez López, R. (eds.), No tan lejano: una visión de la mujer romana a través de temas de actualidad (Valencia 2018) 417-444.

Pena, M.J., “Los Lolii: en torno al origen y al ascenso de una oscura gens. Intereses comerciales, poder político y «asuntos de familia»”, MEFRA 132, 1 (2020) 215-229. 

 

81. LOLIA PAULINA

81. LOLIA PAULINA

Lolia Paulina fue una mujer romana del siglo I. Era hija de Marco Lolio, un ex cónsul, hijo, a su vez, de un general de Augusto del mismo nombre y de una matrona llamada Volusia. Paulina estuvo casada con Memio Régulo, cónsul en el año 31, pero el matrimonio duró hasta el 38, cuando el marido se vio obligado a disolver la unión por orden imperial. Calígula, el entonces príncipe, envió esta orden para poder desposar a Lolia. Algunos autores afirman que los dos esposos nunca se habían visto en persona, pero que Calígula había escogido a Lolia por la fama de la abuela de ésta, a la que se consideraba una mujer bella.   

 

Roma

Otros historiadores consideran que el motivo de la elección de Paulina fue el gran poder y buen nombre que tenía, pues por nacimiento pertenecía al ámbito más cercano de Augusto debido a la carrera de su abuelo como general. Sea como fuere, en el año 38, Lolia Paulina fue reclamada en Roma para contraer matrimonio con Calígula, convirtiéndose en la esposa del emperador.  

El matrimonio imperial duró un año ante la falta de hijos. Sin embargo, a Paulina se le impusieron unas cláusulas como la prohibición de mantener una relación con otro hombre. Esta disposición no se tuvo en cuenta tiempo después cuando, una vez muerto el emperador, Paulina fue propuesta como candidata para desposar a Claudio tras la muerte de Mesalina. La candidatura de Paulina a esposa imperial compitió contra otras dos mujeres: Elia Petina y Agripina la Menor, hermana de Calígula y, por tanto, antigua cuñada suya. Se alegó que Paulina era la aspirante ideal porque no tenía hijos de matrimonios anteriores, por lo que no interferiría en los intereses dinásticos en favor de sus vástagos. Sin embargo, la candidatura no prosperó y Claudio contrajo matrimonio con Agripina. Ésta hizo de Paulina su enemiga y orquestó una conspiración para acabar con ella. 

Agripina acusó a su antigua cuñada de haber consultado los astros del oráculo de Apolo de Claro para saber con antelación la decisión sobre el matrimonio con Claudio. El emperador, cegado por el testimonio de su esposa y alegando que la presencia de Paulina podría ser un peligro para el Imperio, la condenó al destierro y a la privación de todos sus bienes. Tácito señala que no se le dio la posibilidad de defenderse y que se envió a un tribuno para acelerar su muerte, por lo que se vio abocada al suicidio. La vida de Lolia Paulina estuvo marcada por el matrimonio, tanto por los que contrajo como por el que no. En la información disponible, no obstante, encontramos la imagen de una mujer que no tuvo opción de tomar decisiones, sino que se vio obligada a responder a lo que los varones dispusieron sobre su vida. 

Marta Moreno

Universidad de Sevilla

John William Waterhouse (1880). Dolce Far Niente. Kirkcaldy Galleries, Kirkcaldy.

Fuentes principales

Suetonio, Vida de los doce césares, Calígula, 25.

Tácito, Anales, 12.1.22.

Selección bibliográfica

Cenerini, F., La donna romana. Modelli e realtà (Bologna 20132).

Hidalgo de la Vega, M.ªJ., Las emperatrices romanas. Sueños de púrpura y poder oculto (Salamanca 2012).

Kavanagh, B.J., “Lollia Saturnina”, ZPE 136 (2001) 229-232.

Wardle, D., “Caligula and his Wives”, Latomus 57 (1998) 109-126.

 

80. JUNIA CALVINA

80. JUNIA CALVINA

Era hija de Marco Junio Silano Torcuato y de Emilia Lépida, la hija de Julia la Menor, nieta de Julia la Mayor y bisnieta de Augusto. Así pues, Junia Calvina era tataranieta y descendiente directa del primer Princeps. Era una mujer muy hermosa y provocativa, según Tácito y Séneca, que la definen como la mujer más deliciosa de su tiempo. Su hermano Lucio Junio Silano Torcuato había sido prometido a Octavia, hija del emperador Claudio nacida de su matrimonio con Mesalina.

 

Roma

Tras la muerte de ésta, el emperador decidió casarse con su sobrina Agripina la Menor, lo que trajo la ruina de ambos hermanos en el año 49.  Aquella quería casar a su hijo Nerón con Octavia, así que el compromiso entre esta y Lucio Junio se deshizo. Agripina acusó a Junia Calvina y a su hermano de mantener relaciones incestuosas, de modo que Silano perdió su dignidad senatorial. El día de la boda entre Nerón y Octavia, Silano se suicidó y su hermana fue desterrada de Italia hasta que Nerón le permitió regresar tras la muerte de su madre Agripina. 

José Carlos Saquete

Universidad de Sevilla

Ettore Forti (1890 aprox.). La alcoba. Colección privada.

Fuentes principales

Séneca, Apocolocintosis, 8.

Suetonio, Vida de los doce césares, Vespasiano, 23.

Tácito, Anales, 12.4.8.1.

Selección bibliográfica

La Bédoyère, G. de, Domina. Las mujeres que construyeron la Roma Imperial (Barcelona 2019).

 

79. EMILIA LÉPIDA

79. EMILIA LÉPIDA

Fue una matrona que vivió entre los años 3 a. C. y el 43 d. C. Pertenecía a la dinastía Julio-Claudia, pues era hija del cónsul Lucio Emilio Paulo y Julia la Menor, nieta del emperador Augusto. Aunque se conserva poca información sobre su vida, se sabe que siendo muy joven estuvo comprometida con el emperador Claudio.

Sin embargo, al descubrirse que sus padres formaban parte del grupo de opositores al emperador se rompió el acuerdo y este enlace matrimonial nunca tuvo lugar. Además, sus progenitores sufrieron las penas correspondientes: Julia la Menor fue condenada al exilio, acusada en el año 8 de adulterio, y su padre fue ajusticiado al conspirar contra Augusto. 

 

Roma

Lépida se casó con Marco Junio Silano Torcuato, miembro de la familia de los Junios Silanos. Del matrimonio nacieron cinco hijos, descendientes directos por línea materna del emperador Augusto, a saber: Marco Junio Silano, Junia Calvina, Décimo Junio Silano Torcuato, Lucio Junio Silano y Junia Lépida. Emilia Lépida consiguió escapar de los infortunios del destino viviendo una vida serena con su esposo y ocupándose de la crianza de sus hijos. A todos ellos se les auguraba una prometedora carrera en el ámbito político. No se conocen las causas de su muerte. Tampoco vivió lo suficiente como para ver la desgracia que se cernía sobre su descendencia, quienes sufrieron las consecuencias de una etapa convulsa protagonizada por Nerón y Agripina. 

Patricia Téllez Francisco

Universidad de Sevilla

Ettore Forti (1890 aprox.). Palacio romano. Colección privada.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 59.

Suetonio, Vida de los doce césares, Calígula, 24-36. 

Tácito, Anales, 14.2.

Selección bibliográfica

Devillers, O., Hurlet, F., “La portée des impostures dans les Annales de Tacite : la légitimé impériale à l’ouevre”, en Giua, M.A., Ripensando Tacito (e Ronald Syme). Storia e storiografia, Memorie e atti di convengi, 41 (Firenze 2006).

Fasolini, D., Aggiornamento bibliografico ed epigrafico ragionato sull’imperatore Claudio (Milano 2006).

78. JULIA, hija de Druso el Menor

78. JULIA, hija de Druso el Menor

Julia fue la hija de Druso el Menor y su mujer, Claudia Livia, más conocida como Livila. Era la mayor de los tres vástagos del matrimonio. Sus hermanos menores fueron gemelos, lo que otorgó gran estima a sus padres tanto dentro del entorno familiar como en Roma, pues los embarazos múltiples eran poco frecuentes y se consideraban una bendición. Sobre ella tenemos poca información. La primera mención que hacen las fuentes a su figura hace alusión a un momento trascendente en la vida de toda fémina romana, su matrimonio. Su primer marido, pues luego quedó viuda y se volvió a casar, fue Nerón César, uno de los hijos de Germánico y Agripina la Mayor. 

 

Roma

Sin embargo, su matrimonio con Nerón César finalizó con la muerte de éste que fue condenado por Tiberio. También fue un hecho relevante en la vida de Julia la muerte de su padre, Druso, quien habría sido asesinado por su esposa y su amante Sejano. Livila fue condenada por ello. Por tanto, su familia volvía a estar implicada en acusaciones que desembocaban en condenas a muerte. Pero, tras los escandalosos hechos, Julia volvió a contraer matrimonio, en esta ocasión con el orador Rubelio Blando, miembro de una familia modesta. Por ello, estos esponsales no fueron del agrado de Roma, posiblemente al ver cómo una julio-claudia que había estado casada con uno de los candidatos a ocupar el trono imperial, emparentaba con una familia de menor rango.

Además de estos datos, poco más se sabe de la figura de esta mujer hasta su final. Como si de una paradoja se tratase, también su propia muerte se enmarca en una conspiración, en este caso, urdida por Mesalina, la esposa de Claudio. No conocemos los detalles de su muerte porque el relato de Tácito está perdido en esta parte. En conclusión, la vida de esta mujer estuvo marcada por la tragedia, materializada en varias conspiraciones en las que se vio envuelta tanto su familia como ella misma. Su biografía, que deja poca información, muestra a una matrona del momento cuya principal forma de intervenir en la vida pública era el matrimonio y los hijos.

Marta Moreno

Universidad de Sevilla

Ettore Forti (aprox. 1890). Dentro de villa romana. Colección privada.

Fuentes principales

Tácito, Anales, 2.84.

Suetonio, Vida de los doce Césares, Tiberio, 61.

Selección bibliográfica

Bellemore, J., “The Wife of Sejanus”, ZPE 109 (1995)255-266.

Hidalgo de la Vega, M.ªJ., Las emperatrices romanas. Sueños de púrpura y poder oculto (Salamanca 2012).

Pavón, P., “Mujeres de Germánico: visibles y marginadas según la historiografía altoimperial”, en González Fernández, J., Bermejo Meléndez, J. (eds.), Germanicus Caesar. Entre la Historia y la leyenda (Huelva 2021) 79-98. 

77. APICATA

77. APICATA

Sobre Apicata las fuentes aportan poca información. Su nombre queda relegado a un segundo plano, pero cobra relevancia en un determinado momento de su vida cuando descubre una conspiración en el seno de la familia imperial Julio-Claudia. Apicata fue la primera esposa de Sejano, el prefecto del pretorio de Tiberio que alcanzó gran relevancia en el círculo más próximo al emperador hasta que fue ajusticiado en el año 31. El ascenso de su carrera fue fulgurante hasta llegar a detentar el poder cuando el emperador se retiró a la isla de Capri, pero ese ascenso no estuvo exento de deslealtades y conjuras en contra de sus adversarios políticos.

Entre ellos se encontraba Druso el Menor, el hijo de Tiberio, cuya muerte se saldó con la del pretoriano, pero también con la de Apicata. 

 

Roma

Con la muerte de Germánico en el año 19, Sejano vio despejado su camino hacia el poder, pero aún quedaba un rival fuerte, Druso el Menor. Según las fuentes, Sejano entabló una relación con Claudia Livia Julia Livila, la mujer de aquel.  Para ello, rompió su unión con Apicata, quien le había dado tres hijos, demostrando así que sus intenciones de casarse con Livila eran ciertas. Desvelada la conspiración, Sejano fue ajusticiado por orden de Tiberio. La condena del prefecto del pretorio se saldó también con la muerte de sus hijos, motivando la acción de Apicata. Ésta, ante la muerte de sus vástagos, decidió acabar con su vida, pero, previamente al suicido, escribió una carta al emperador en la que revelaba la verdad de los hechos. En ella acusó a Livila como inductora del asesinato de su marido. 

Como se ha mencionado anteriormente, la información sobre Apicata es muy limitada. Sin embargo, su figura es determinante en un momento clave de la historia de la familia Julio-Claudia. Su actuación permitió sacar a la luz la naturaleza de un complot que se saldó con la muerte de uno de los miembros de la familia a manos de su propia esposa y la condena de ésta última. Apicata se muestra como una mujer resignada que acepta la separación de su marido sin tomar medidas en su contra – ya entonces podría haber mencionado la relación que lo unía a Livila-, pero como una madre abnegada que sólo ante la muerte de sus hijos decide mostrar la verdad de los acontecimientos. 

Marta Moreno

Universidad de Sevilla

John William Waterhouse (1873). Desaparecido pero no olvidado. Colección privada.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 58.11.

Suetonio, Vida de los doce césares, Tiberio, 55.

Tácito, Anales, 4.3.11.

Selección bibliográfica

Bellemore, J., “The Wife of Sejanus”, ZPE 109 (1995) 255-266.

Hidalgo de la Vega, M.ªJ., Las emperatrices romanas. Sueños de púrpura y poder oculto (Salamanca 2012).

Kokkinos, N., Antonia Augusta: Portrait of a Great Roman Lady (London 2002). 

76. SOSIA GALA

76. SOSIA GALA

Sosia fue una mujer romana del siglo I. Su madurez transcurrió durante el reinado de Tiberio, pues se vio involucrada en algunas intrigas palaciegas que acabaron con su destierro. Sobre su vida conocemos pocos detalles, sólo que su marido fue Gayo Silio, amigo y compañero de Germánico.  La amistad que unió a ambos se reflejó en sus esposas, por lo que Sosia Gala frecuentaba la casa de Agripina la Mayor. Y fueron precisamente esos lazos los que condujeron a Sosia a la desgracia, pues con la muerte de Germánico se inauguraron una serie de complots que supusieron las condenas de su familia y amigos. 

 

Roma

Las consecuencias no se hicieron esperar y dieron comienzo unos procesos de acusaciones y condenas infundadas en contra del círculo de Germánico y Agripina. Uno de los encausados fue Gayo Silio, al que se acusaba de haber desoído órdenes y haberse enriquecido durante la guerra mediante el cobro de impuestos que revertía en sus propias riquezas. Silio, ante tales acusaciones en el Senado acabó con su vida. El proceso abierto contra su marido tuvo lógicas consecuencias en Sosia Gala, pues también ella fue acusada de cómplice. La condena sobre ella, en cambio, fue el destierro. De esta forma, se dejaba sola a Agripina, pues se apartaba de ella a uno de sus apoyos. 

La condena de Gala también implicaba la pérdida de sus bienes, sin embargo, la decisión de qué se haría con ellos fue causa de una discusión entre los senadores. Asinio Galo, quien propuso el exilio, era partidario de entregar una parte de la riqueza a los hijos del matrimonio y de subastar el resto. Pero, otra facción de la cámara apostaba por legar tres cuartas partes a los descendientes y repartir el cuarto restante entre los acusadores. Sea como fuere, Sosia Gala se vio privada de ellos. Ella es otro exponente de los riesgos que implicaba la vida cerca del poder. Las intrigas entre las diferentes facciones en pos del mismo se saldaban con la victoria de unos, pero con la consecuente derrota de otros. Sosia es el ejemplo de la suerte que corrían quienes se encontraban entre los segundos. La vida de Sosia muestra como el sino de una esposa estaba estrechamente vinculado al del marido. Por tanto, la caída en desgracia de uno repercutía en la otra.

El caso de Gala ilustra la relevancia de la figura femenina en las altas esferas de la sociedad romana, pues si fue acusada de cómplice se debió a dos posibles motivos: que se consideraba que tenía algún tipo de influencia y podría resultar una amenaza o que fuera un castigo ejemplarizante para advertir a otros. En cualquier caso, si hubiese sido invisible, su nombre no habría estado dentro de aquella causa ni en las fuentes ni en estas páginas. 

Marta Moreno

Universidad de Sevilla

Ettore Forti (1890 aprox.). Detalle de una canción de amor pompeyana. Colección privada.

Fuentes principales

Tácito, Anales, 4.19.

Selección bibliográfica

Cenerini, F., La donna romana. Modelli e realtà (Bologna 20132).  

Hidalgo de la Vega, M.ªJ., Las emperatrices romanas. Sueños de púrpura y poder oculto (Salamanca 2012).

Pavón, P., “Mujeres de Germánico: visibles y marginadas según la historiografía altoimperial”, en González Fernández, J., Bermejo Meléndez, J. (eds.), Germanicus Caesar. Entre la Historia y la leyenda (Huelva 2021) 79-98. 

Meléndez, J. (eds.), Germanicus Caesar. Entre la historia y la leyenda (Huelva 2021) 79-98.