140. JULIA BALBILA

140. JULIA BALBILA

Julia Balbila pertenecía a una familia ilustre, descendiente de monarcas y de príncipes helenísticos. Era hermana del cónsul Cayo Julio Antíoco Epifanes Filopapos y prima de Cayo Julio Euricles Herculano, pariente a su vez de Hérodes Ático, conocido por el Odeón ubicado a los pies de la Acrópolis. Todos eran destacados miembros de la corte de Adriano, con el que compartían inquietudes culturales. Fue amiga íntima y confidente de Sabina, esposa de Adriano. Compuso cuatro epigramas en griego grabados en el Coloso de Memnón en Tebas (Egipto), con motivo de su visita acompañando al emperador y su esposa el 21 de noviembre del año 130.

Roma

Thebae

La peculiaridad de Julia Balbila, que no fue la única mujer en dejar constancia en el monumento de su talento, no radica únicamente en sus dotes como poetisa, sino también por el lugar en el que se hallaron sus poemas, redactados además en dialecto eólico, propio de otra gran poetisa griega Safo de Lesbos que vivió en los siglos VII-VI a. C. Por aquel entonces, el llamado Coloso de Memnón, que no era otro que la más septentrional de las dos estatuas del faraón de la XVIII dinastía Amenhotep III (1413-1377), emitía unos sonidos al alba debido a un fenómeno físico – que llevó a los testigos del prodigio a identificarlo con el héroe Memnón, hijo de la diosa Aurora.

El fenómeno se dio a conocer con más fuerza en época romana, siendo una visita obligada para aquellos que viajaban a Egipto. Con los primeros rayos del sol la estatua emitía un sonido agudo, suscitando el asombro de los asistentes, aunque sin descartar que fuera un montaje. Por último, esta mujer aparece como personaje secundario en la obra Memorias de Adriano de M. Yourcenar, en las que la autora se permite la licencia de mostrarla como un personaje que Adriano desprecia por su prolijidad y vacuidad.

Anthony Álvarez Melero

Universidad de Sevilla

Inscripción de Julia Balbila. Siglo II. Tebas.

Fuentes principales

Bernand, E., Les inscriptions grecques et latines du Colosse de Memnon  (Paris 1960) nº 28-31.

Selección bibliográfica

Cirio, A.M., Gli epigrammi di Giulia Balbilla (ricordi di una dama di corte) e altri testi al femminile sul colosso di Memnone (Lecce 2011).

Rosenmeyer, P., “Greek Verse Inscriptions in Roman Egypt: Julia Balbilla’s Sapphic Voice”, ClAnt 27 (2008) 334-357.

Stein, A., Petersen, L., Prosopographia Imperii Romani, saec. I. II. III, iteratis curis ediderunt E. Groag et A. Stein (Berlin 1952-1966).

139. VIBIA SABINA

139. VIBIA SABINA

Frente a la casi invisible e irrelevante mención que hacen las fuentes sobre Vibia Sabina, se ha conservado un abundante y variado legado, tanto numismático como epigráfico, que ayuda a esclarecer los detalles de su vida. Fue una de las emperatrices consortes más representadas del Imperio romano y jugó un importante papel dentro de la dinastía Ulpio-Elia. Nació en el año 86 y era hija de Matidia la Mayor, sobrina del emperador Trajano, y de su segundo esposo, el cónsul Lucio Vibio Sabino. Si bien no resta apenas información sobre sus primeros años de vida, se sabe que su madre y Plotina idearon el matrimonio de la joven con el futuro emperador Adriano, que se llevó a cabo en el año 100. 

Roma

De esta forma se afianzó la posición del heredero de Trajano. Sabina pasó a ser esposa imperial en el año 117 y jugaría un papel determinante como figura de referencia en las políticas religiosas y culturales de su marido. Adriano divinizó a Matidia la Mayor, asimilando su culto con el de Eleusis. Sabina, por su parte, ostentó el título de “hija de la divina Augusta”, relacionándola con la diosa Koré. Esta asimilación de las tradiciones romanas con los cultos orientales formaba parte de la nueva estrategia de renovación del Imperio que llevó a cabo Adriano, entre otras muchas disposiciones. Así, conseguía integrar de forma general las dos partes del Imperio. Sabina sirvió además para transmitir todos los valores esperados de la domus. Se la representó como una mujer severa, austera y de carácter fuerte. 

Sin embargo, Vibia Sabina y Adriano no gozaron de un matrimonio feliz. Su pétrea voluntad y posición hacían imposible la sumisión de la esposa a su marido, ocasionando constantes desacuerdos y conflictos. Vibia Sabina no podía comprender la relación de Adriano con Antinoo, a quien quiso divinizar. Estos hechos mancillaban el nombre de su linaje.  Veía en Adriano una aberración de la naturaleza dada la relación que mantenía con Antinoo y su constante esfuerzo por divinizarlo. Además, los problemas se acrecentaban al no tener descendientes con el emperador. La continuidad, por tanto, de la dinastía radicaba en la elección de un nuevo heredero. Esta situación trascendió al ámbito público. Vibia Sabina se posicionó en contra de la adopción de Lucio Ceyonio Cómodo, ya que pretendía continuar la línea de sucesión con sangre de su propia familia. Murió en el 137 y, un año más tarde, recibió la consagración divina del Senado. Su apoteosis está representada en el relieve del Arco di Portogallo, en Roma, donde es conducida por un águila hacia el cielo, figura alegórica de la eternidad. 

Patricia Téllez Francisco

Universidad de Sevilla

Busto de Vibia Sabina. Siglo II. Museo del Prado, Madrid.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, Epítome del libro 69.

Historia Augusta, Adriano,10.13.

Selección bibliográfica

Carandini, A. Vibia Sabina: funzione politica, iconografia e il problema del classicismo adrianeo (Firenze 1969).

Hidalgo de la Vega, M.ªJ. Las emperatrices romanas: sueños de púrpura y poder oculto (Salamanca 2012). 

Hidalgo de la Vega, M.ªJ. “Plotina, Sabina y las dos Faustinas: la función de las Augustas en la política imperial” Stud.Hist. (2000) 191-224. 

Pavón, P., “Mujer y mos maiorum en la época de Trajano y Adriano”, en Caballos Rufino, A.F. (ed.), De Trajano a Adriano. Roma matura, Roma mutans (Sevilla 2018) 175-195.

138. DOMICIA PAULINA LA MENOR

138. DOMICIA PAULINA la Menor

Elia Domicia Paulina, la Menor, fue una matrona de una ilustre familia de la Bética que nació a finales del siglo I. Su padre era el senador Publio Elio Adriano y su hermano menor sería el futuro emperador Adriano. No se sabe su lugar de nacimiento, si fue en Roma o en Itálica. Mientras tanto, su madre, Domicia Paulina, la Mayor, pertenecía a otra prestigiosa familia hispana de rango ecuestre que procedía de Gades. Sus progenitores fallecieron cuando ella y su hermano eran muy jóvenes, por lo que fueron criados por Trajano y por el general Publio Acilio Aciano. 

Roma

Siendo bastante joven contrajo matrimonio con el senador Lucio Julio Urso Serviano, un hombre mucho mayor que ella. Parece que tuvieron dos hijos. Preocupada por la vida disoluta de Adriano, acudió a su tío Trajano para que pusiera orden para que terminara con esta situación. Esto no fue bien aceptado por parte de Adriano lo que acarreó una serie de consecuencias. Así, Domicia Paulina no recibió el título de Augusta, ni tampoco le fueron concedidos otros honores o privilegios por parte de su hermano. Adriano no tuvo en cuenta a la descendencia de su hermana para la sucesión al trono. A pesar de ello, fue una mujer muy respetada y gozó de un destacado prestigio en el seno de la corte imperial. Murió en Roma en torno al año 130, siendo sepultada sin grandes honores públicos, por lo que el emperador fue muy criticado por ello. No obstante, Adriano impuso el nombre de su hermana a una tribu y a varias aldeas egipcias cercanas a la ciudad que había fundado en honor a Antínoo. 

Francisco Cidoncha Redondo

Escuela Universitaria “Francisco Maldonado” de Osuna (Sevilla)

Ettore Forti (aprox. 1890). Nuevo amigo. Colección privada.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 69.11.4 (5); 69.17.2. 

Historia Augusta, Adriano, 1.2; 2.6; 8.11; 15.8 (4).

Plinio el Menor, Epístolas, 6.26.

Selección bibliográfica

Martínez López, C., “La experiencia silenciada. Las mujeres en la Andalucía antigua: estado de la cuestión”, en Las Mujeres en la Historia de Andalucía. Actas del II Congreso de Historia de Andalucía (Córdoba 1991) 11-22. 

Mirón Pérez, M.D., “Paulina, (Elia) Domicia”, en Mujeres en la Historia de España (Madrid 2000) 69-71. 

Raepsaet-Charlier, M.-Th., Prosopographie des femmes de l’ordre sénatorial (Ier-IIer s.) (Leuven 1987).

137. CRETONIA MÁXIMA

137. CRETONIA MÁXIMA

Una placa de mármol grabada en el siglo II hallada en Augusta Emerita (Mérida) menciona a la ciudadana romana Cretonia Máxima, de la tribu Papiria que murió a los ochenta años. Junto a ella se enterró su hijo, Publio Aplanio Marciano que falleció a los 33 años. Cretonia Máxima es de las contadas mujeres portadoras de la tribu Papiria, conocida en el Imperio romano, elemento onomástico que confirma su condición jurídica de ciudadana romana. Por tanto, disfrutaba del ius connubium o derecho de contraer matrimonio protegido por las leyes, un privilegio reservado a ciudadanos romanos y latinos hasta la constitución imperial dada por Caracalla en 212. 

Emerita Augusta

Su esposo se encontraba en la misma situación, puesto que el hijo de ambos no tomó la origo por nacimiento de la madre (pacensis), por lo que hubo de heredar la de su progenitor (emeritensis). Esto significa que Marciano fue habido en matrimonio legítimo, porque sólo así su padre, oriundo de Augusta Emerita, pudo transmitírsela. Cretonia Máxima y su esposo eran originarios de lugares distintos, concretamente de dos colonias lusitanas. El origen de ella se encontraba en Pax Iulia y el de su marido en Augusta Emerita. No hay duda de que la pareja hizo su vida en la capital de Lusitania, donde esta mujer estaba arraigada hasta el punto de desear ser enterrada en la ciudad. En el epitafio se indicó que fue ella misma quien dispuso en vida la tumba para sí y para su vástago. Ella tomó el domicilio de su marido tras casarse, tal como estipulaba el derecho romano si la mujer contraía nupcias con un matrimonio legítimo, situación que pervivía tras quedarse viuda. La ciudad donde se estableció decidió hacerla su ciudadana y transferirla de tribu. Así se deduce del hecho de que Cretonia Máxima porte la tribu Papiria, usual en Augusta Emerita, y no la Galeria, común en Pax Iulia.

Este ficticio origen emeritense fue beneficioso para ella, al quedar liberada de realizar contribuciones tanto en el lugar donde residía como en aquel de donde era originaria. En el caso de las mujeres, esta presión económica no cambió hasta que Marco Aurelio y Vero determinaron que, mientras estuvieran casadas en matrimonio legítimo, debían contribuir solo en el lugar de origen del esposo. La nueva origo administrativa en absoluto perturbó el sentimiento de pertenencia cívica por nacimiento de esta mujer, quien se identificó orgullosa en el epitafio como una pacensis.

Marta González Herrero

Universidad de Oviedo

Epitafio de Cretonia Máxima y su hijo Marciano (HEpOl. 20234)

Fotografía cortesía del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz

Fuentes principales

HEp. 20234.

Selección bibliográfica

Forni, G., “Doppia tribù di cittadini e cambiamenti di tribù romane. Probabile connessione con l’esercizio dei diritti politici in municipi e colonie”, en Tetraonyma: miscellanea greco-romana (Genova 1966) 139-155.

Gagliardi, L., Mobilità e integrazione delle persone nei centri cittadini romani. Aspetti giuridici 1: La classificazione degli incolae (Milano 2006).

González Herrero, M., “Mujeres agregadas en el Occidente romano a comunidades cívicas a las que no pertenecían por origo natural” en Pavón, P. (ed.), Conditio feminae. Imágenes de la realidad femenina en el mundo romano (Roma 2021) 553-573.

136. LUTACIA LUPATA

136. LUTACIA LUPATA

Lutacia Lupata vivió en la colonia Augusta Emerita, capital de la provincia hispana de Lusitania. El único documento que nos confirma su existencia es una estela de mármol que se encuentra en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida. El tipo de monumento funerario es un ejemplo único en la colonia, y se fecha sin problemas a mediados del siglo II por la tipología del peinado de la joven difunta y por las fórmulas funerarias. La edícula, en forma de templete, posee una estructura arquitectónica flanqueada por columnas en sus cuatro esquinas y rematada en una cubierta ligeramente curva. El retrato individual de la joven es una evocadora representación de una emeritense, de 16 años, Lutacia, a quien su protectora Lutacia Severa, de la que toma el nombre, dedica la obra con su hermoso retrato.

Emerita Augusta

Lutacia Severa tuvo el infortunio de sobrevivir a su pupila, pero hizo lo posible por dejar constancia de su corta existencia para que el tiempo no borrara su memoria. La idílica visión de la joven tañendo un instrumento musical, como referencia explícita de su cuidada formación cultural en el mundo de la música, contrasta con la hipótesis en cuanto a su cognomen Lupata. Este término Lupata, poco usual, se relaciona con su origo, pues podría indicar que se trataba de una joven procedente de una baja extracción social, aludiendo al oficio de su madre, Lupa, prostituta. Las protagonistas de este interesante monumento son dos mujeres, una joven difunta que ha superado las adversidades de la vida a las que estaba destinada por su origen materno gracias a la protección y cuidado de su madre adoptiva, empleando un término actual. Esa mujer la recogió y ofreció una vida mejor que concluye a los 16 años y que se sintetiza en esa escena de ocio vinculada a la música. Su protectora, Lutacia Severa, no hace sino recordar la realidad de su breve existencia, su origen humilde y su nueva vida dedicada al enriquecimiento del espíritu.  

Trinidad Nogales Basarrate

Museo Nacional de Arte Romano de Mérida

Estela Lutatia Lupata. Siglo II. Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, Mérida.

Fuentes principales

HEp. 20062.

Selección bibliográfica

Alvar, A., Edmondson, J., Ramírez, J.L., Hidalgo, L.A. Si muero, no me olvides. Miradas sobre la sociedad de Augusta Emerita a través de la epigrafía funeraria. (Alcalá de Henares 2021) 174-179.

Nogales Basarrate, T., El retrato privado en Augusta Emerita (Badajoz 1997) 103-105, nº 69. Lám. LXIII A-D LXIV A-C.

Nogales Basarrate, T., “Mulieres emeritenses: presencia femenina en Augusta Emerita, entre la visibilidad y marginalidad”, Pavón, P. (ed.), Conditio feminae. Imágenes de la realidad femenina en el mundo romano (Roma 2021) 371-408.

135. SEBOTIS

135. SEBOTIS

Publio Quinto Minicio Marcelo grabó un epitafio dedicado a su difunta esposa, Sebotis, en algún momento del siglo II. Su marido pertenecía a la tribu Palatina, la más frecuente en Roma entre libertos, sobre todo entre los hijos de estos nacidos libres. Tal circunstancia apunta a que esta mujer no pertenecía a la élite social y, sin embargo, Minicio Marcelo construyó en el epitafio que le dedica a su esposa una imagen idílica ajustada al modelo de feminidad propio de la matrona romana. 

Sebotis es presentada como una mujer diligente y fiel a su marido durante el matrimonio, al que llegó virgen y a una edad muy temprana. Igualmente, Publio dice que Sebotis no salía en público ni a las termas ni a ningún otro sitio sin su compañía, aspecto en el que centraremos nuestra atención por no ser habitual en epitafios.

Roma

Los recintos termales eran espacios para la relajación y el entretenimiento, a través de la práctica deportiva y de la relación social, pero también lugar de encuentros para tratar asuntos políticos y negocios de manera informal. Las termas eran vistas como un lugar peligroso para una mujer honesta, dado que esta podía contemplar la desnudez masculina y cometer adulterio. Los baños de estancia única acabaron sustituyendo a los que disponían de dependencias para que hombres y mujeres se bañasen por separado. En Ostia no se han localizado baños independientes, aunque es posible que se reservaran determinadas horas para que acudieran a las termas las mujeres y otra franja horaria para que lo hicieran los hombres. 

Confirma este prejuicio moral que Publio Quinto Minicio Marcelo atribuya a su esposa, cuando trata de presentarla como una mujer de comportamiento intachable, la decisión de no haber querido bañarse sin su compañía. El modelo de feminidad ideal propició el desarrollo de conductas de control que limitaban la vida de las mujeres. Estas se detectan tanto en las relaciones de pareja como en el ámbito familiar, incluso fomentadas por los propios progenitores desde la domus. Las fuentes literarias muestran cómo los hombres de la familia podían llegar a reprimir comportamientos considerados inapropiados según las directrices dictadas por el estereotipo de mujer ideal, condicionando así el desarrollo personal de sus hijas y esposas. 

Marta González Herrero

Universidad de Oviedo

Pedro Weingärtner (1900). En el caldarium. Acervo da Pinacoteca APLUB, Porto Alegre.

Fuentes principales

AE 1987, 179.

Selección bibliográfica

Castresana, A., Catálogo de virtudes femeninas (Madrid 1993).

Fagan, G.G., Bathing in Public in the Roman World (Michigan 1999).

García González, J.J., González Herrero, M., “Violencia silenciosa contra la mujer romana: conductas de control a la luz del monumento epigráfico”, en Gonzales, A. (ed.), Praxis e ideologías de la violencia. Para una anatomía de la dependencia en las sociedades patriarcales esclavistas desde la Antigüedad (Franche-Comté 2019) 523-543.

134. PLANCIA MAGNA

134. PLANCIA MAGNA

Plancia Magna fue una rica evergeta de Perge, capital de la provincia romana de Panfilia, situada en el sur de la actual Turquía. Nació en el seno de una familia ilustre. Su padre fue el senador Marco Plancio Varo, que fue pretor durante el reinado de Nerón y gobernador de Bitinia y Ponto en época de Vespasiano. Su madre, Julia, era hija del rey Tigranes VI de Armenia, y se sabe que desempeñó la función de sacerdotisa de Artemisa, principal divinidad de Perge. Del matrimonio nació también un varón, Gayo Plancio Varo, que llegó a ser cónsul en una fecha indeterminada, durante el reinado de Adriano. 

 

Perge

La noble Plancia Magna se casó con Gayo Julio Cornudo Tértulo, cónsul sufecto en el año 100 junto con Plinio el Menor, y fue madre de Gayo Julio Plancio Varo Cornudo. Sobresalió en la esfera pública, superando con creces lo que cabía esperar de una matrona de la élite, y fue reconocida por ello. Siguiendo los pasos de su madre, fue sacerdotisa de Artemisa Pergaia o Diana Pergensis, así como de Magna Mater y del culto imperial. Plancia Magna destacó por sus obras de munificencia en Perge, donde sufragó la reparación de la puerta de acceso principal a la ciudad. Junto a esta puerta se construyó un patio delimitado por muros revestidos de mármol que contenían nichos con estatuas, organizados en dos niveles. En el superior se incluyeron imágenes de dioses, figuras mitológicas y personajes históricos, y en el superior estatuas de Marco Plancio Varo y Gayo Plancio Varo, en calidad de fundadores de la ciudad. Estos últimos aparecen designados en las inscripciones, respectivamente, como “padre de Plancia Magna” y “hermano de Plancia Manga”, quedando así de manifiesto el protagonismo de la mecenas y la exaltación de los Plancii en el paisaje urbano de la ciudad. 

El conjunto monumental se completó con un gran arco, que incluía estatuas de varios miembros de la familia imperial Ulpio-Elia. El arco estaba adornado también con estatuas de Diana y otras deidades de la ciudad. Una inscripción con grandes letras de bronce mencionaba a Plancia Magna como donante de la construcción. Su nombre podía ser leído también en las bases de las estatuas, tanto en latín como en griego, y de este modo quedó unido para siempre a la memoria cívica de Perge. Era lo primero que se encontraba el visitante cuando accedía al centro urbano. En reconocimiento a su generosidad, la ciudad otorgó a Plancia Magna el título honorífico de demiourgos, usado como epónimo para designar el año. Era una alta distinción, completamente inusual tratándose de una mujer. Su monumento funerario se situó junto a la puerta que ella misma se había ocupado de reconstruir y ampliar. En la epigrafía fue recordada como “hija de la ciudad”.

Alicia Ruiz-Gutiérrez

Universidad de Cantabria

Estatua de Plancia Magna. Siglo II. Antalya Museum, Turquía.

Fuentes principales

AE 1958, 76 y 77; 1965, 210 y 211; 1988, 1037 y 1038; 1996, 1513.

SEG 46, 1701.

Selección bibliográfica

Boatwright, M.T., “Plancia Magna of Perge: Women’s Roles and Status in Roman Asia Minor”, en Pomeroy, S.B. (ed.), Women’s History and Ancient History (Chapel Hill 1991) 249-272.

Ng, D.Y., “Monuments, Memory, and Status Recognition in Roman Asia Minor”, en Galinsky, K. (ed.), Memory in Ancient Rome and Early Christianity (Oxford 2016) 235-262.

Jameson, S., “Cornutus Tertullus and the Plancii of Perge”, JRS 55 (1965) 54-58.

133. PRIMA FLORENCIA

133. PRIMA FLORENCIA

La familia de Prima Florencia vivió en Roma en algún momento del siglo II. Murió con tan solo dieciséis años, estando ya casada. Su nombre se conoce ya que sus padres, Restituto Piscinense y Prima Restituta, quisieron perpetuar el recuerdo de su hija dedicándole un epitafio que se encargó de hacer un pariente de sangre de la difunta.

Podemos leer la inscripción sobre una placa de mármol blanco adosada a la pared de la tumba, hoy depositada en el almacén de la necrópolis de Ostia, en el área de Isola Sacra a dos decenas de kilómetros al oeste de Roma. El epitafio nos da a conocer que Prima Florencia fue arrojada al Tíber por su marido Orfeo.

Roma

La onomástica griega del uxoricida hace pensar en una extracción social humilde, lo mismo que Piscinense si es que está aludiendo a la relación del padre con el teñido de tejidos. Los progenitores de la joven no solo pretendieron que su hija siguiera presente en la memoria de los demás, sino que todo aquel que contemplara el monumento funerario pudiera conocer el nombre de quien había acabado con su vida. 

Resulta ciertamente llamativa la intervención de un pariente de sangre en la grabación de este epitafio de denuncia dedicado por los padres de Prima Florencia. Los contados procesos judiciales que conocemos por las fuentes literarias muestran cómo la persecución del homicidio, excepción hecha del parricidio, movilizaba a la parentela próxima de la persona fallecida y, de no haberla, a sus amigos. Cuando se trataba de crímenes de sangre -como el que nos ocupa- era norma que fueran los parientes masculinos de la víctima quienes presentaran la acusación. Se comprende así que también sea un hombre emparentado con Prima Florencia quien se sienta y esté legitimado por la sociedad para señalar públicamente al culpable.

Marta González Herrero

Universidad de Oviedo

Estela funeraria dedicada a Prima Florencia. Siglo II. Roma.

Fuentes principales

AE 1987, 0177k (5).

Selección bibliográfica

Botta, F., “El deber de venganza en la Roma antigua”, Revista General de Derecho Romano 21 (2013) 1-23.

Casella, V., “I Kissed You before I Killed You: alcuni casi de uxoricidio nella Roma antica”, Epigraphica 79 (2017) 275-291.

González Herrero, M., “Epitafios-denuncia del homicidio de dos mujeres romanas”, Conimbriga 55 (2016) 269-287.

132. UMBRICIA

132. UMBRICIA

Umbricia vivió a principios del siglo II, pero poco se sabe de su nacimiento y linaje. Su nombre nos ha llegado a través de la referencia del jurisconsulto romano Domicio Ulpiano a una resolución de carácter jurídico dictada por Adriano. Esta se refiere a la pena de exilio a la que fue sentenciada esta mujer y revela una cuestión de tipo social de gran interés: la relación entre personas propietarias y esclavas y el abuso de autoridad que las matronas podían llegar a ejercer sobre las esclavas. El exilio se aplicó como condena en diferentes delitos. En cuanto a las mujeres, el adulterio o la colaboración en complots contra la máxima autoridad imperial fueron delitos penados con la expulsión a un lugar alejado de Roma, pero el caso de Umbricia, en época del emperador Adriano, nos revela que hubo otras infracciones menos comunes castigadas con esta pena.

Roma

Se le debe a Augusto haber puesto en marcha una ley que prohibía, salvo casos extremos, que los esclavos rebeldes o malhechores fueran echados a las fieras, y Claudio dispuso que se diera asistencia por parte del Estado a las personas de condición esclava que hubieran sido abandonadas a causa de la vejez o la enfermedad y se las pusiera en libertad. En cuanto a Adriano fue más allá en esta protección al prohibir que se castigara o matara o a una persona esclava sin el mandato previo de un magistrado, y su sucesor Antonino Pío puso limitaciones a la potestad disciplinaria de los propietarios que, sin atisbo de indulgencia hacia la población servil, a veces, se excedían aplicando el látigo. 

El Digesto contemplaba que no era lícito que los ciudadanos romanos sometieran a tratos excesivos a sus esclavos. De modo que a Umbricia se le castigó por haber infringido vejaciones a sus ancillae o esclavas de cámara. Si bien el jurista no ofrece detalles acerca de esas faltas ni quién elevó la denuncia, poetas como Marcial o Juvenal, ilustran sobre estos abusos. Estos escritos moralizantes, por lo general, trataban a las dominae o señoras de la casa con menosprecio, pues, a su juicio, estaban dispuestas a someter a sus esclavas a maltratos por motivos triviales y no les consentían deslices, ni siquiera por aquellas que carecían de experiencia. El de Umbricia es de los pocos casos que conocemos de matronas de la élite a las que se desterró por una actividad considerada delictiva. Es incierto si su conducta fue tan abusiva como para acabar siendo relegada por un lustro a una isla, pero es de suponer que Adriano pretendía un efecto ejemplarizante que hiciese desistir de procederes calificados de “atroces” hacia las esclavas. 

Almudena Domínguez Arranz

Universidad de Zaragoza

Sir Lawrence Alma-Tadema (1883). Tímido. Colección privada.

Fuentes principales

Marcial, Epigramas, 2. 

Ulpiano, Sobre el oficio del procónsul.

Selección bibliográfica

Bradley, K., Slaves and Masters in the Roman Empire: A Study in Social Control (Brussels 1984).

Cenerini, F., La donna romana. Modelli e realtà (Bologna 20132).

Pavón, P., “Prácticas abusivas de la domus reguladas por la legislación de Adriano (D. 1.6.2.0 y 48.9.5.0)”, SDHI 76 (2010) 135-146.

131. EMILIA SEXTINA

131. EMILIA SEXTINA

Emilia Sextina, hija de Décimo, nació en Vienna (Vienne, Francia) y vivió en el siglo II. Fue esposa de Namio Materno, oficial del ejército destacado en la Mauritania Tingitana (Marruecos), cerca de la ciudad romana de Volubilis.  No dudó en cruzar el Mediterráneo para acompañar a su marido en su destino militar. Lo que se sabe de ella procede de un epígrafe donde se menciona que fue elegida dos veces sacerdotisa del culto imperial en su patria de adopción, Volubilis. Cada año, en cada ciudad del Imperio, se elegía a un sacerdote y a una sacerdotisa que debían ocuparse del culto a los miembros divinizados de las familias imperiales. En este caso, salió elegida dos veces (sin que se sepa si fueron dos años seguidos), todo un hito para una mujer que no era oriunda de la ciudad, sino forastera.

Volubilis

A su muerte, el consistorio local de Volubilis decretó un homenaje póstumo por sus acciones benéficas y las virtudes morales de ella y de su marido. Dicho homenaje consistió en concederle un lugar público de enterramiento, sufragar los gastos del funeral y erigirle una estatua. Era un honor poco común dado que ese tipo de costes solían sufragarlos los familiares del difunto y no las autoridades locales. Materno, satisfecho, reembolsó el gasto y alivió así las maltrechas finanzas de Volubilis en la que no había nacido, pero en la que, con su difunta esposa, se había establecido e integrado. Ella había contribuido al asentamiento de la pareja ocupándose específicamente del culto al emperador y ambos, a su manera, establecieron vínculos duraderos con esta ciudad.

Anthony Álvarez Melero

Universidad de Sevilla

Epígrafe funerario de Emilia Sextina. Siglo II. Volubilis.

Fuentes principales

AE 1916, 91 = ILAfr 625 = ILM 123 = IAM II/1, 430.

Selección bibliográfica

Álvarez Melero, A., Prosopographie de la parentèle féminine des chevaliers romains (Sevilla 2021).

Christol, M., “Les hommages publics de Volubilis: épigraphie et vie municipale”, en Mastino, A. (ed.), L’Africa romana. Atti del III convegno di studio su «L’Africa romana» Sassari, 13-15 dicembre 1985 (Sassari 1986) 83-96.

Hamdoune, C., “Une Gauloise à Volubilis”, en Hamdoune, C. (ed.), Ubique amici. Mélanges offerts à Jean-Marie Lassère (Montpellier 2001) 225-237.

Ladjimi-Sébaï, L., “À propos du flaminat féminin dans les provinces africaines”, MEFRA 102, 2 (1990) 664-682.