Lafont intentó huir del camión que la llevaba a su fusilamiento junto a otros presos, pero volvió a ser capturada
Pero la suerte quiso que ese mismo año, durante una entrevista, Renée Lafont volviera a aparecer (metafóricamente hablando) ante Hidalgo. El investigador estaba recogiendo un testimonio proporcionado por Luis De la Fuente Román, quien había sido testigo de lo siguiente: la noche del 1 de septiembre de 1936, un camión en el que viajaban ocho prisioneros se aproximó a la rotonda de la Victoria (en la actual avenida del Conde de Vallellano); el vehículo tomó la salida que se dirigía al cementerio de la Salud, en cuya tapia norte (Arroyo del Moro) las tropas sublevadas llevaban a cabo el fusilamiento de sus rehenes. Cuando los presos comprendieron su destino, rompieron a gritar. En medio del tumulto, una persona (que el testigo identificó como mujer) saltó del camión y trató de escapar. Para su desgracia, el intento fue infructuoso, pues sus captores se detuvieron, volvieron a aprehenderla y continuaron su camino. Unos minutos después, se oían las descargas de los disparos. A la mañana siguiente, los sepultureros trasladaron los cadáveres al interior del cementerio usando carretillas. En el cuartel, De la Fuente oyó comentar que la mujer fusilada la noche anterior era francesa.
La búsqueda que no cesa
A partir de ese momento, Hidalgo se compromete a desenterrar toda información a su alcance acerca de Renée Lafont. Pronto encontró referencias a su detención en los periódicos locales La Voz de Córdoba, El Defensor de Córdoba y Guión. Los tres medios habían publicado noticias sobre Renée Lafont en los días posteriores a su muerte pero, si bien narraban cómo se había producido la detención de la periodista con todo lujo de detalles (como su ropa y objetos personales), no mencionaban el fusilamiento. Se deduce que los periódicos habían obtenido la información de autoridades militares, en cuyo registro se encuentra la narración del episodio. Sin embargo, ¿por qué difundir la captura de una reportera extranjera, una vez ocurrida su muerte, pero silenciando su asesinato? Puede que se tratara de convertir el “castigo” a Lafont en ejemplar para el resto de la población, pero sin llegar a generar un conflicto internacional con Francia. Una precaución quizás innecesaria, dado que, como señala Hidalgo, las repercusiones mediáticas de la muerte de Lafont en Francia fueron escasas, a diferencia de lo que estaba ocurriendo, en el mismo momento, con periodistas hombres (es el caso, por ejemplo, de Guy de Traversay). Sólo el periódico para el que Lafont trabajaba cuando la mataron, Le Populaire, se hizo eco de su fallecimiento, un mes después y respetando la versión militar. Lamentablemente, no podemos decir que esta última parte se salga de la norma: en palabras de Letty Cottin: “Oprimidos los hombres, es una tragedia. Oprimidas las mujeres, es tradición”.