En 1925, este profesor donó en vida su repertorio bibliográfico a la Facultad de Filosofía y Letras, una entidad a la que estuvo ligado 45 años, primero como alumno en Derecho y en Filosofía y Letras (1877-1881) y más tarde, como docente (1891-1932), obteniendo la cátedra de Historia Universal en 1898. El Fondo Hazañas se compone de unos 9.000 registros aproximadamente de diversa índole (folletos, devocionarios, novelas, manuales, diccionarios, atlas…), temática (historia, arte, lingüística, literatura, filosofía, derecho, religión…) y en diferentes idiomas (español, francés, inglés, alemán, latín, portugués e italiano). Son textos publicados en el siglo XIX mayoritariamente, aunque podemos hallar registros fechados desde el siglo XVII al XX, además de dos incunables Diui Bernardi abbatis ad sororem (1492) y Deuotissime B. Bonauenture cardinalis meditationes (1497).
El propósito de esa donación no era otro que facilitar una multitud de fuentes de información a los alumnos de futuras generaciones para que pudieran consultar personalmente los datos que necesitaran y aprender por sí solos[2]. Siguiendo esa premisa, el Fondo Hazañas se presenta como un recurso útil y gratuito de investigación, pero la mayoría de alumnos y profesores de la Universidad de Sevilla ignoran su existencia. Dentro de su legado material podemos subrayar su repertorio hemerogáfico, en el que encontramos un centenar de publicaciones periódicas en su mayoría nacionales. En general son números sueltos, aunque también atesoró colecciones completas como la Revue Hispanique (Gil, 2009: 41). Se conservan cabeceras desde el siglo XVIII hasta el XX de corte político, cultural, satírico o religioso, tanto de carácter conservador como liberal, a saber: El Zurriago, Diario de los literatos de España, El Tío Tremenda o los críticos del Malecón, Vistazos, El Cisne, La Ilustración Española y Americana, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, el Semanario Pintoresco Español, Blanco y Negro…
© Estantería repleta de ejemplares conservada en el Fondo Hazañas (Broullón-Lozano y Casas-Delgado, 2017).
[2] Así expresa dicha idea el propio Hazañas en un fragmento del artículo titulado Las Jurdes, publicado en 1922 en El Correo de Andalucía: “Tengo por costumbre cuando a los escolares, por razón de oficio, me dirijo, no sólo entregarme a ellos por completo, esto es, decirles cuanto sé sin reserva alguna, sino indicarles los orígenes de mi conocimiento, para que acudiendo a ellos, los que así lo deseen, puedan aprender por sí, que es la mejor manera de hacerlo, y descubrir algo que puede haber pasado inadvertido para mí” (Hazañas y la Rúa, 1922: 33).