Mucho se ha hablado y escrito sobre la Guerra Civil española. Y no siempre con criterios adecuados. En los últimos tiempos ha circulado con insistencia por los medios de comunicación la idea de la existencia de una Tercera España conformando aquellos acontecimientos, definiéndola como conjunto de españoles que no comulgaban ni con el bando republicano ni con el bando fascista. Una España, esa Tercera, integrada por los españoles, dicen, que no estuvieron en la contienda ni con unos ni con otros, como si eso hubiera sido posible; que, juiciosos y sabios, aquellos españoles optaron por situarse por encima de los acontecimientos, salvando responsabilidades y dando un supuesto ejemplo de mesura, cuyo testigo parecen tomar los adalides de esa hoy llamada Tercera España.
Nada más lejos de la realidad en el caso de Chaves Nogales, a quien se pretende erigir en ideólogo de una corriente que lo situaría lejos de los llamados “dos bandos” que, según los defensores de esa Tercera España, causaron la guerra civil. Esta torcida y tendenciosa interpretación de los acontecimientos históricos pretenden situar al periodista como paladín de una cierta indefinición que se sale de la historia para situarse por encima de ella, al tiempo que coloca al lector en un nivel de incompetencia que lo hace incapaz de entender el mensaje de un periodista que, manteniendo su independencia profesional, conserva sin embargo su ideología, ajena a extremismos. Al tiempo que esa misma idea tergiversa los acontecimientos pretendiendo dejar a la posteridad la idea de que la guerra fue irremediable por el enfrentamiento entre españoles y decidida por la propia esencia de la República.
Chaves Nogales salió de España al saberse perseguido y en riesgo de perder la vida como defensor de la República, como tantos otros españoles. Salió cuando el trabajo del informador se presentaba violentado por la fuerza de las pistolas y el espacio de la redacción era un campo de escombros. Como intelectual pudo sentirse aislado en medio del caos causado por el enfrentamiento final, sintiendo que su pensamiento, producto de sus conocimientos del panorama europeo y expresión de una subjetividad que encierra un punto de vista personal, carecía de sitio en la España de ese momento. Anduvo peregrino por Europa también como otros muchos españoles. Y nunca volvió, como Antonio Machado, Manuel Azaña, Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Salvador de Madariaga, Luis Cernuda, Arturo Barea, Ramón J. Sender y tantos y tantos otros: intelectuales, profesores, médicos, científicos… Lo mejor de España hubo de salir a un exilio del que nunca volvió. Al igual que ellos, Chaves Nogales nunca abdicó de su republicanismo. Ni de su pertenencia a la Masonería (que fue la causa de su condena por parte del Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo); y siempre defendió los principios que el sistema republicano había querido para una España que merecía salir de la barbarie y la ignorancia.
No hubo “dos bandos” en España, enfrentados, que causaran la guerra con sus enfrentamientos. Había, sí, una España que había optado por la República y un general que propició un golpe de Estado contra ella, ayudado por las fuerzas de la reacción. A partir de ahí las posturas se radicalizaron. La República, con equivocaciones que llevaron al empleo de la violencia en los primeros momentos del golpe, acabó vencida y humillada, y sobre ella se produjo el mayor ensañamiento de los vencedores, que duró cuarenta largos años. El fascismo vigente en este país, que se mantuvo incomparablemente más tiempo que en cualquier otro país europeo, dejó a España herida de muerte e incapaz, hasta la fecha, de disfrutar de la concordia y el perdón. Por ello la humanidad en el retrato de los hechos que presenta Chaves Nogales en estas narraciones, el reconocimiento del bien y el mal allá donde se encontraran, el sentimiento de soledad, confusión e intento desesperado de comprensión a que lo abocaron los acontecimientos de última hora que se aprecia en los relatos de este libro, debería servir para unir a todos los españoles en el deseo de que aquello no se repita nunca más.
Tomares (Sevilla), verano de 2022.