En noviembre de 1936 su esposa y sus hijos le aguardaban en Barcelona. En un coche ocupado por las familias de un compañero de redacción y la del propio periodista, abandonan España por la frontera francesa y llegan tras penosa travesía a los arrabales de un París pleno de exiliados de todos los exilios fascistas y nazis que se habían enseñoreado de Europa. París es ciudad que se pretende erigir como refugio europeo para los demócratas amenazados en sus respectivos países.
Se aloja en una pequeña vivienda (en una habitación con derecho al uso de la cocina) junto a su esposa, Ana, y sus hijos Pilar, Josefina y Pablo. Pilar, la mayor, había contraído una enfermedad en Barcelona y había que asistirla con urgencia en un hospital que visita cada día acompañada de su padre. El resto del día Manuel se ocupa en recorrer agencias de prensa y redacciones de periódicos a la búsqueda de una posibilidad de colaboración. Y por las noches, tras la agotadora jornada del que intenta sobrevivir en esta difícil situación, en aquella pequeña habitación, Chaves Nogales compone los relatos de A sangre y fuego.
En París contactó con Emery Reves, director-propietario de la agencia Cooperation Press Service, editora de artículos de autores de corte progresista que eran publicados en periódicos de todo el mundo. Chaves encuentra que la ocasión es propicia para llevar a América Latina la noticia del valor de la democracia amenazada en Europa. Con los relatos de A sangre y fuego no solo da noticia de lo que está ocurriendo en España, sino que transmite un mensaje de cordura en el caos de la situación, presentando los feroces acontecimientos con toda la crudeza con que se producen, pero sin el rencor ni los ánimos de revancha que según algunos acarrea el recuerdo de aquellos acontecimientos y que se advierten en otras narraciones de autores españoles que le son contemporáneos.
Son las ganas de vivir en los más difíciles momentos, la aceptación de la propia realidad como gozo de la vida, la buena mirada, el brillo del corazón los que impregnan estos relatos que, sin embargo, son la explicitación de la dura realidad que hubo de soportar el pueblo español, una parte, la más importante y numerosa del pueblo español, cuando otros españoles, movidos por aciagos resortes, decidieron hacerse dueños de las vidas y las haciendas y como tales actuaron, fuera de todo sentimiento de humanidad. Doble mirada pues la del periodista, desde la descarnada realidad de los violentos acontecimientos y la comprensión de las debilidades y flaquezas del ser humano.
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