suyo era la literatura y el periodismo”, afirmaba González Cuevas (1989, p. 77).[7] Desde que en 1916 conociera a John Walter, propietario del mastodonte inglés The Times, se encargó de cubrir la información del mundo hispánico durante la Gran Guerra. También colaboró en El Sol (Madrid, 1917-1939),[8] el periódico de los intelectuales. Además, Javier Solana, su sobrino, recuerda la voz potente de su tío en sus frecuentes intervenciones en la BBC, ya desde el exilio, para reflexionar sobre la situación de España en la posguerra, tal y como relata en el prólogo del libro que se reseña. Cabe plantear, por tanto, la cuestión sobre qué concepción del periodismo tuvieron los intelectuales del periodo de entreguerras en Europa y durante la II República en España. De forma indiciaria, Cintas Guillén enuncia que tanto el periodista Chaves Nogales como De Madariaga y Rojo comparten la concepción del periodismo no como un medio para pontificar, sino para alegar hechos (p. 30). Esta pregunta, lanzada pero no desarrollada en el estudio, podría ser una hipótesis de estudio futura.
Por el contrario, en el estudio de Cintas Guillén se realiza un gran esfuerzo por situar los artículos y, por ende, el pensamiento de Salvador de Madariaga, en su contexto sociopolítico. Reflejo de ello es el análisis de algunos de los artículos publicados en el periódico Ahora, que leídos desde la contemporaneidad podrían ser interpretados de forma errónea. “¿Democracia o libertad?”, publicado el 17 de abril de 1935, toma su sentido en el contexto de crisis de los sistemas demoliberales tras la I Guerra Mundial, basados en la combinación del sufragio universal para testar la voluntad de la mayoría con la protección en el ordenamiento jurídico de la propiedad privada. En el periodo de entreguerras (1919-39), muchos pensadores considerados liberales empezaron a cuestionar la validez de dicho sistema, debido a la amenaza de una posible revolución: “…el desarrollo de un potente movimiento obrero, que ponía en cuestión el precario statu quo burgués, les hará dudar, como en otros países europeos ya había ocurrido, de la viabilidad del sistema demoliberal” (González Cuevas, 1989, p. 77).
De tal forma que De Madariaga planteaba la siguiente idea: “… ha de ser objeto de preocupación y meditación para los intelectuales el antagonismo natural entre la democracia al uso y la libertad” (p. 131). Ortega y Gasset ya había reflexionado sobre la necesidad de diferenciar entre la democracia y el liberalismo, apuntando en torno a 1925 que la democracia como sistema político no nos salva del absolutismo. También se hizo evidente que las libertades individuales que defendía el liberalismo como antídoto ante el absolutismo se acaban reduciendo a la mera defensa de la propiedad privada. Así, De Madariaga afirma: “La democracia al uso se alimenta de igualitarismo, que, a su vez, se nutre de envidia” (pp. 131-132). No es por ello extraño que en este periodo aflore la teoría del elitismo democrático, toda una paradoja materializada tanto en la idea del
[7]Escribió el artículo “La crisis del liberalismo en Salvador de Madariaga”, que se publicó en Cuadernos de Historia Contemporánea, nº. 11, 1989. Editorial Universidad Complutense. Madrid, pp. 73-102.
[8]De Madariaga fue uno de los destacados colaboradores de este periódico. Escribió distintas secciones como: “Nuestras crónicas de Londres” y “Desde fuera”, y utilizó el seudónimo de Sancho Quijano, o Corpus Barga, siendo corresponsal en París.