SALAMANCA / 5 de marzo de 2018.

 

Cuando la enfermedad de Alzheimer entra en un hogar, una serie de cambios se desencadenan en la vida diaria de sus moradores, su forma de habitar cambia inevitablemente. Ante algunos comportamientos de usuarios con problemas de memoria cabe preguntarse si están condicionados por su estado o por su entorno. Si es esto último, ¿cómo proyectar estos espacios para la ausencia de memoria? La forma de abordar este problema desde la arquitectura supone ver a la persona no como un enfermo con un conjunto de síntomas sino como un habitante que vive en un entorno físico que puede ser proyectado o modificado para adecuarlo a sus peculiares y cambiantes necesidades. La arquitectura aborda este problema buscando conocer las demandas concretas de estos habitantes en su experiencia diaria del espacio doméstico aportando soluciones desde la seguridad, la accesibilidad y la personalización, con el objetivo de desarrollar espacios y soluciones que sirvan para proyectar y construir un entorno que complemente las carencias del enfermo, se adapte a la evolución de la dolencia y que, en definitiva, mejore su calidad de vida. Estas cuestiones han sido abordadas por Santiago Quesada-García y Pablo Valero-Flores, en un reciente artículo titulado: Proyectar espacios para habitantes con Alzheimer, una visión desde la arquitectura que ha sido publicado en la revista Arte, Individuo y Sociedad de la Universidad Complutense de Madrid.

Las relaciones entre espacio y sociedad han sido ampliamente desarrolladas por disciplinas como la psicología o la sociología, transciendo el ámbito de la arquitectura y dando lugar, recientemente, a nuevas ramas de conocimiento como la neuroarquitectura, fundada en el año 2003 por la Academy of Neuroscience For Architecture -ANFA- en San Diego (EE.UU.).

El diseño y proyectación de espacios domésticos, adaptados y adaptables, destinados a enfermos con enfermedad de alzhéimer, es uno de los aspectos de los que se ocupa la disciplina arquitectónica. Las viviendas son entornos artificiales construidos no solamente como protección frente a las inclemencias atmosféricas sino que son micromundos que expresan y se adaptan a diferentes estructuras familiares, estilos de vida, hábitos y gustos. El hogar doméstico es un espacio repleto de símbolos que configuran un archivo de recuerdos. La casa es un almacén de memorias creado por multitud de elementos (mobiliario, estancias, visuales, texturas, materiales…) que generan un constante intercambio referencial con el mecanismo de la mente que interactúa en función de los estímulos sensoriales que el habitante siente (Bartra, 2006). Uno de los objetivos que persigue la personalización del espacio, por parte de la arquitectura, es estimular y mantener lo más vivo posible esas reminiscencias del entorno cercano del habitante con problemas de memoria, como un medio para su estimulación sensorial y estabilización emocional.

En el caso del habitante con enfermedad de alzhéimer, la memoria semántica está dañada, deja de lanzar nexos de unión con el contexto que lo rodea, por lo que, para retomarlos le correspondería al entorno mantener viva, en lo posible, esa conexión. La arquitectura a través de sus recursos compositivos e integrando tecnologías emergentes, es capaz de proyectar determinados espacios que se pueden configurar como un exocerebro o memoria externa que está en condiciones de interactuar con el habitante y complementar sus carencias; manteniendo, prolongando o adaptando su contacto vital con el medio. Por ejemplo, puede ser que el enfermo no recuerde donde está el baño pero, sin embargo, es posible enseñarle o condicionarle determinados recorridos o actividades que lo lleven al mismo.

Frente a aspectos como la seguridad y la accesibilidad, bastante desarrollados e implantados (aunque con normativa solamente aplicable a personas con diversidad funcional física o sensorial, no cognitiva) lo que distingue la proyectación de espacios para enfermos con demencia es la personalización. Para conseguirla existen diferentes pautas proyectuales que trabajan con aspectos como:

  • La organización y diseño de la ubicación y relación entre las diferentes estancias de la vivienda, diseñando adecuadamente los recorridos entre las mismas.
  • Proyectar visuales cruzadas y diagonales, tanto entre estancias como con espacios exteriores, de manera que se produzca una orientación y referencias constantes.
  • Control de la luz natural y artificial, graduando la intensidad y tipo de iluminación óptima, regulando persianas y luminarias por medio de sensores según las horas del día.
  • Selección de determinados materiales con acabados y textura cálidos, colores contrastados y fácilmente reconocibles.
  • Acústica adecuada para evitar el ruido en exceso, utilizando determinados materiales en las habitaciones que absorban los sonidos contaminantes.
  • El control térmico es también muy importante en todas las estancias de la vivienda. Es necesario diseñarlo para las necesidades específicas de cada usuario, ya que este confort ambiental condiciona en gran medida el estado de ánimo y la ansiedad de la persona con demencia.

 

Santiago Quesada-García es Dr. Arquitecto, Investigador Responsable del grupo Healthy Architecture & City (TEP-965)
Pablo J. Valero Flores es Dr. Arquitecto e Investigador del grupo Healthy Architecture & City (TEP-965)

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Repositorios científicos donde se encuentra alojado este artículo:


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Post publicado en el blog del CRE Alzheimer de Salamanca el 5 marzo de 2018