175. ELIA LICINIA VALERIANA

175. ELIA LICINIA VALERIANA

Al morir entre mediados del siglo II y principios del siglo III Elia Licinia Valeriana, hija de Quinto, una joven de la élite de Itálica (Santiponce, Sevilla), el consejo municipal de la ciudad le concedió en su entierro los honores oficiales, a saber, un emplazamiento de prestigio en el cementerio local y una estatua, todo ello sufragado por la ciudad. Su padre, Elio Prisco, y su marido, Laberio Firmano, aceptaron el honor y asumieron los gastos, a pesar del compromiso municipal. Conocemos todo esto gracias a la inscripción del pedestal de la estatua, hallada en un gran mausoleo, probablemente copia de otra idéntica dispuesta en un lugar público de la ciudad. 

Italica

La atribución de funerales públicos era un reconocimiento poco frecuente, destinado a los más altos personajes locales, entre los cuales aparecen en rarísimas ocasiones mujeres. Ella, como hija y esposa de miembros de la élite municipal de Itálica, mereció ser honrada con este monumento. De hecho, el gentilicio Aelius, que llevan padre e hija, indicaría un parentesco con la familia del emperador Adriano. Nada se sabe de la familia de su esposo, Laberio Firmano, aunque sería rico y noble. Además, el nombre de Elia Licinia Valeriana se puede asociar al de su madre, que podría pertenecer a la familia Licinia, otra importante estirpe local.

Elia Licinia Valeria tuvo un padre y una madre de alta alcurnia y se casó con un personaje importante. Su familia debió participar activamente en la vida de la ciudad, ocupando magistraturas y ofreciendo donaciones evergéticas. Esto no le salvó de una muerte prematura, al parecer joven y sin haber tenido hijos. La ciudad quiso recordar para siempre su figura, aunque se tratara en realidad de una forma de honrar indirectamente a su padre y a su esposo, quienes, encantados con la distinción, y a pesar del duelo, se apresuraron a devolver los gastos ocasionados por el dispendio público. El homenaje oficial femenino de Elia Licinia Valeria hija de Quinto se convirtió así en un nuevo acto evergético que aumentó el prestigio y el honor de los suyos.

Milagros Navarro Caballero

Centre National de la Recherche Scientifique de l’Université Bordeaux-Montaigne

Epígrafe funerario dedicado a Elia Licina Valeriana. Siglo III. Itálica.

Fuentes principales

CIL, II, 1130; CILA Se, 389.

Selección bibliográfica

Navarro Caballero, M., Perfectissima femina. Femmes de l’élite dans l’Hispanie romaine (Bordeaux 2017).

174. AFIA

174. AFIA

Afia fue una niña, con edad de menstruar pero que no estaba todavía casada, que vivió entre mediados de los siglos II y III en la ciudad lidia de Maeonia, actual Manisa (Turquía). Apenas contamos con datos sobre ella, pero sabemos que se quedó embarazada, hecho que mancillaría su honor y comprometía las posibilidades de contraer matrimonio. Estas referencias se encuentran en una inscripción llamada “de confesión” propias de la región de Lidia, muy relacionadas con los dioses persas Men y Anaitis. La inscripción que narra su historia fue depositada por Sintique, una mujer cercana a su círculo íntimo y a la que Afia había robado un zafiro. 

Maeonia

La joven Afia, que debía sospechar su embarazo, tomó el zafiro de Sintique, con el que haría una pócima abortiva quemándolo e irrigando con ella su vagina. Sintique, al darse cuenta del robo, debió colocar una oración en el templo del dios Men en busca de justicia para recuperar el zafiro.  Afia, al no tener efecto la pócima, confesó su embarazo y devolvió la piedra. Sintique no cumplió con la obligación de publicitar el favor del dios, cediendo a los ruegos de la madre de Afia que quería ocultar el robo y el embarazo. Men, furioso por la impiedad de Sintique, mató a su hijo Heráclides. La venganza del dios obligó a Sintique a confesar los hechos en un texto que mandó redactar y por el que se conocen estos hechos. En este relato, el dios Men fue quien desfloró a la joven. 

Quizás el padre de la criatura fuera el hijo de Sintique, Heráclides, de trece años. En primer lugar, porque la edad podría ser cercana a la de Afia; y, por otro lado, porque quizá habría una relación de confianza entre las madres, que hubiera favorecido una convivencia y, que facilitara a aquella la existencia del zafiro.  Afia, a pesar de su limitada capacidad de acción como niña, decidió poner en marcha un arriesgado plan para evitar la vergüenza y las penurias de una maternidad fuera del matrimonio y, posiblemente, en solitario, tratando de tomar el control de su propio cuerpo a través de un ritual abortivo. 

Lidia González Estrada

Universidad de Oviedo

Epígrafe funerario dedicado a Afia. Siglo III. Museo Arqueológico de Manisa, Turquía.

Fuentes principales

SEG 37.1001.

Die Beichtinschriften Westkleinasiens (Bonn 1994) n. 59. 

Selección bibliográfica

Chaniotis, A., “Constructing the Fear of Gods: Epigraphic Evidence from Sanctuaries of Greece and Asia Minor”, en Chaniotis, A. (ed.), Unveiling Emotions: Sources and Methods for the Study of Emotions in the Greek World (Stuttgart 2012) 205-234. 

Dasen, V., “Représenter l’invisible. La vie utérine et l’embryon sur les gemmes magiques”, en Dasen, V. (ed.), L’embryon humain à travers l’histoire: images, savoirs et rites (Gollion 2007) 41-64.

Ricl, M., “The Appeal to Divine Justice in the Lydian Confession-Inscriptions”, en Schwertheim, E. (ed.), Forschungen in Lydien (Bonn 1995) 67-76.

173. GENETIVA

173. GENETIVA

Genetiva vivió entre los siglos II y III en una localidad secundaria de la ciudad de los Bitúriges Cubos, provincia de Aquitania, (actual Baugy, Francia). El texto de su epitafio, muy simple, solo indica su nombre, Genetiva, un antropónimo latino apreciado en las regiones célticas como era aquella en la que nació. Su uso se explica por su cercanía con el elemento celta genos, “origen”. Se trataba por tanto de una mujer del pueblo, nacida en una familia local y cuyo único nombre parece indicar que, a pesar de la fecha avanzada en la que vivió, no había recibido la ciudadanía romana y seguía siendo por tanto peregrina.

            

Aquitania

A su muerte, su familia, de la que nada se sabe, le erigió una estela funeraria de gran calidad. Entre las pilastras que sostienen el entablamento, en un nicho, fue tallado el retrato de medio cuerpo de Genetiva, ligeramente girado hacia su izquierda. Su cabello, con largos mechones que terminan en rizos, enmarcando su rostro redondo. Es este elemento el que permite fechar el monumento. Los ojos de la difunta son suaves y destacan por el párpado superior algo caído. La boca ha desaparecido. Va vestida con una túnica cubierta por un manto con marcados pliegues delante y mangas muy anchas. Se trata de la vestimenta local, típica de las comunidades galas. Sus brazos cruzados terminan en unas manos desproporcionadas. La de la derecha sostiene un huso y la izquierda una madeja de lana de gruesa fibra enrollada con cuidado. Completa la escena un telar vertical a dos barras representado contra la pared derecha del nicho.

En su última imagen, la familia de la difunta pudo querer representarla como una matrona lanifica, la esposa virtuosa por excelencia que, sin mezclarse con el mundo exterior, permanecía en casa trabajando la lana. Sin embargo, este no parece ser el objetivo buscado al enterrar a Genetiva, una mujer corriente, peregrina, perteneciente a la comunidad gala trabajadora y artesanal de un pueblo en Aquitania. 

Su monumento forma parte de una serie de estelas en las que se mostró el éxito social de los artesanos y comerciantes del lugar. Dado el contexto, Genetiva sería una trabajadora que ejerció una actividad económica real de tejedora-hilandera, como ponen de manifiesto las grandes manos que sostienen los instrumentos de su trabajo. Su monumento es por tanto una prueba de la actividad laboral femenina en las provincias galas. 

Milagros Navarro Caballero

Centre National de la Recherche Scientifique de l’Université Bordeaux-Montaigne

Epígrafe funerario dedicado a Genetiva. Siglo III. Baugy.

Fuentes principales

Kisch de, Y., “Informations archéologiques. Circonscription du Centre, Cher”, Gallia 38, 2 (1980) 311-318.

Selección bibliográfica

Fonvielle, M.-E., Leday, A., “La necropole gallo-romaine d’Alléans à Baugy. Premères observations surles rites funéraires”, Cahiers du Berry 61 (1980) 12-22.

Dondin-Payre, M., Navarro Caballero, M., Gorrochategui, J., “Métiers et savoir-faire dans la cité des Bituriges Cubes: le silence des mots, le langage des images”, en Bouet, A., Petit-Aupert, C. (eds), Bibere, ridere, gaudere, studere, hoc est uiuere. Hommages à Francis Tassaux (Burdeos 2018) 112-113.

Navarro Caballero, M., Gorrochategui, J., Dondin-Paure, M., “La práctica epigráfica en la ciuitas de los Bituriges Cubi, provincia de Aquitania: la localidad de Baugy”, en Dopico, M.ªD., Villanueva, M. (eds)., Aut oppressi serviunt, Philtáte 5 (Lugo 2021) 265-294.

172. JULIA MAYANA

172. JULIA MAYANA

Se conoce a Julia Mayana por un epitafio que recuerda su muerte, acontecida en Lugdunum (la actual Lyon) entre mediados del siglo II y las primeras décadas del III. El hermano e hijo de Julia Mayana quisieron recordarla como madre y esposa cumplidora con lo que la sociedad romana esperaba de una mujer por el hecho de serlo: que compartiera su vida con un único hombre y procreara hijos legítimos, es decir, habidos dentro del matrimonio. Los hombres de la familia aprovecharon la ocasión para señalar públicamente al esposo de Julia Mayana como responsable de su muerte. No se hizo constar su nombre, sino que se le identificó como “un muy cruel marido”, contraponiendo así su vileza al virtuosismo de la difunta. 

Lugdunum

Para imponer un castigo a quien daba muerte a la esposa, se aplicaba la lex Cornelia de sicariis y veneficis que penaba el delito con la deportación o exilio, normalmente en una isla o en un oasis. No obstante, a partir del último tercio del siglo II, la condición social del homicida y el adulterio de la víctima podían modificar la pena. No hay duda de que Julia Mayana no murió por haber cometido adulterio, ya que, de haber sido así, nunca sus parientes habrían denunciado públicamente el crimen ni se habrían puesto de su lado. 

Conviene recordar que en la sociedad romana operaba un código ético que imponía la obligación de vengar la muerte de un pariente, pero al mismo tiempo prohibía acusar a otro familiar si era el culpable de haberla ocasionado. Es posible que los parientes masculinos de nuestra protagonista, a quienes correspondía presentar denuncia ante los tribunales, renunciaran a hacerlo. Esto explicaría su intención de tomar venganza condenando socialmente a quien había matado a su ejemplar madre y hermana. Este interesante epitafio evidencia que la muerte de Julia Mayana fue considerada un acto de violencia privada, una afrenta al amor, al honor y al interés familiar. 

Marta González Herrero

Universidad de Oviedo

Epígrafe funerario dedicado a Julia Mayana. Siglo III. Lyon.

Fuentes principales

CIL XIII, 2182.

Selección bibliográfica

Casella, V., “I Kissed you Before I Killed you: alcuni casi di uxoricidio nella Roma antica”, Epigraphica 79 (2017) 275-291.

González Herrero, M., “Epitafios-denuncia del homicidio de dos mujeres romanas”, Conimbriga 55 (2016) 269-287, DOI: https://doi.org/10.14195/1647-8657 55 14

Pavón, P., “El uxoricidio de Iulia Maiana, manu mariti interfecta (CIL XIII, 2182)”, Habis 42 (2011) 253-262.

171. PERPETUA

171. PERPETUA

Vibia Perpetua es el nombre de una de las primeras y más famosas mártires cristianas cuyas actas han sido objeto de múltiples estudios. Fue, probablemente, una ciudadana romana, nacida avanzado el siglo II en el seno de una familia asentada en el Norte de África, que había recibido una sólida educación, pues, al parecer, se expresaba en latín y griego. Fue detenida en Thuburbo Minus junto con Felicidad, Revocato, Saturnino y Segundo y, al igual que ellos, procesada en Cartago ante el gobernador del África Proconsular, Hilariano allá por los inicios del 203. 

Carthago

Cuando fue condenada a morir en el anfiteatro de la capital con motivo de los juegos organizados para celebrar el decimocuarto cumpleaños del César Geta luchando contra las fieras, tenía veintidós años, estaba casada y tenía un hijo recién nacido al que amamantaba. Toda la información que tenemos sobre Perpetua procede de uno de los escasísimos documentos martiriales encabezado por nombres de mujer. Ahora bien, la fuente originariamente no tenía título, ni fecha, ni localización geográfica. Ello, ha conducido a denominarla de diferentes maneras si bien la mayoría de los editores han coincidido en titularla: “Passio (Sanctarum) Perpetuae et Felicitatis” o “Passio Sanctae Perpetuae”. 

El hecho de que el documento se denomine passio nos coloca ante una composición escrita sobre la condena y muerte de los mártires que, tomando el acta procesal como base, ha sido reelaborada excluyendo las partes que no interesan al redactor cristiano. Además, sabemos que presenta problemas de autoría (por ejemplo, se interpreta que una parte la pudiera haber escrito el mismísimo Tertuliano) ya que se pueden distinguir al menos tres manos en la construcción narrativa; tampoco conocemos la lengua en la que fue escrita, si bien se acepta que fuera el latín, pese a la existencia de una versión en griego. 

De la narración de los hechos se deduce que estamos ante una mujer fuerte, valiente, y lejana a la idea que existía en la sociedad pagana de su época sobre el sexo débil. Debido a su origen, formación y personalidad fue capaz de, estando retenida en muy malas condiciones físicas, tener criterio y fuerza para pararse a escribir los hechos referidos al proceso, así como los sentimientos que le embargaron a partir del arresto, con la intención de dar testimonio de su fe cristiana.

Rosa Mentxaka

Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

Anfiteatro de Carthago. Siglos I-II, ampliado en el siglo III. Actual Túnez.

Fuentes principales

La pasión de Perpetua y Felicidad. 

Selección bibliográfica

Bremmer J. N., Formisano M., Perpetua’s Passions. Multidisciplinary Approaches to the Passio Perpetuae et Felicitatis (Oxford 2012)

Carfora, A., La Passione di Perpetua e Felicità. Donne martirio e spettacolo della morte nel cristianesimo delle origini (Trapani 2018).

Mentxaka, R., “La persécution du christianisme à l’époque de Septime Sevère: Considérations juridiques sur la passion de Perpétue et Felicité”, Église et pouvoir politique. Actes des Journées internationales d’histoire du Droit d’Angers (Angers 1987) 63-82.

Mentxaka, R, “Género y violencia(s) en la pasión de Perpetua y Felicidad”, INDEX 40 (2012) 447-474.

170. ATALANTA

170. ATALANTA

Atalanta fue una prominente mujer de la pequeña pero floreciente ciudad de Termesos, en Pisidia (Asia Menor), que vivió a finales del siglo II. Pertenecía a una rica y eminente familia de la oligarquía local. Como tal, se nos presenta adornada de las virtudes de la nobleza, particularmente de la templanza y la modestia, cualidades ideales que formaban parte del perfil adecuado de toda mujer de la élite. Ciudadana activa y benefactora, su actuación pública es propia del estilo oligárquico de moda entre las élites urbanas en el siglo II en el Oriente romano, la philotimia para con su comunidad, esto es, la distinción y honra que confieren la liberalidad y la munificencia cívicas.

 

Termesos

Conocemos a Atalanta, ya viuda, a través de tres inscripciones grabadas en los pedestales que sostenían las correspondientes estatuas de la matrona. Al menos dos de ellas se erigen en un punto muy especial de la topografía urbana, uno de los lugares públicos más visibles y considerados social e ideológicamente: el ágora, junto a la stoa del rey Átalo de Pérgamo. Una de ellas, con una imagen de tamaño natural en bronce, se acompaña de un largo texto que recoge el contenido de un decreto de la asamblea de la ciudad por el que se acuerda conceder a Atalanta una estatua con su propia imagen y una corona de oro. Los motivos para tal distinción son variados: prodigalidad en los gastos, adelanto de dinero y suscripciones públicas, ofrecimiento de regalos y desempeño de sacerdocios. Con todo, la razón principal es el aprovisionamiento de grano a los almacenes de la ciudad durante un periodo de escasez y necesidad. Atalanta ha sido clasificada entre las más grandes benefactoras del periodo imperial en el Oriente romano, con unas evergesías que excedían las que practicaban sus contemporáneos masculinos.

Un segundo monumento se erigió junto al anterior, esta vez por los artesanos de la ciudad. Ubicada al margen de las élites dirigentes, la asociación de los artesanos buscaba hacerse un hueco en el mundo cívico reclamando un lugar en la sociedad dirigente apelando a la misma cualidad de Atalanta, la philotimia. Dado el férreo control que las instituciones urbanas y las autoridades ejercían sobre el espacio público, cabe pensar que Atalanta facilitó la obtención del permiso para ubicar la estatua junto a la oficial y la libertad de elección de su texto. Los miembros de las asociaciones profesionales, en este caso “los artistas de Dionisos” -relacionados con la música y el teatro-, pertenecientes a los estratos medios y bajos urbanos, podían ponerse así en el centro de la atención pública vinculándose con notables de la ciudad mediante los homenajes que les erigían.

Salvador Ordóñez Agulla

Universidad de Sevilla

Anfiteatro de Térmesos. Turquía.

Fuentes principales

TAM III.1, 4; TAM III.1, 62; SEG 41, 1258.

Selección bibliográfica

Siekierka, P., Stebnicka, K., Wolicki, A., Women and the Polis. Public Honorific Inscriptions for Women in the Greek Cities from the Late Classical to the Roman Period. Volume I (Berlin- New York 2021).

Van Bremen, R., The Limits of Participation: Women and Civic Life in the Greek East in the Hellenistic and Roman Periods (Amsterdam 1996).

Van Nijf, O.M., “Public Space and the political culture of Roman Termessos”, en Van Nijf, O.M., Alston, R. (eds.), Political Culture in the Greek City after the Classical Age (Leuven – Paris- Walpole 2011) 215-242.

169. CREPERIA TRIFENA

169. CREPERIA TRIFENA

Creperia Trifena fue una joven que vivió en Roma en la segunda mitad del siglo II. No sabemos la edad exacta del fallecimiento, pero se estima que murió entre los catorce y los diecisiete años. Su tumba se halló durante las labores de construcción del actual Palacio de Justicia de la capital italiana, zona de necrópolis en época de Domiciano. El sarcófago fue descubierto junto al de un varón, Lucio Creperio Eodo.

Roma

El caso de Creperia es bastante significativo por el carácter extraordinario de su ajuar, compuesto por joyas dispuestas sobre la difunta: una corona de flores con cierre de plata sobre la frente, un collar de oro y esmeraldas sobre el cuello, dos pendientes de oro y perla junto la cabeza, y un broche de oro con una amatista tallada sobre el pecho. Además, tres anillos de dimensiones muy pequeñas se encontraban entre los dedos de la niña. Uno de ellos se ha interpretado como un anillo nupcial en función del relieve que contiene: dos manos estrechadas que se acompañan de espigas, símbolo de prosperidad y concordia. En el anillo podemos leer Fileto, presumiblemente, el nombre de su prometido. 

El carácter del ajuar funerario, unido a la edad de la niña, ha llevado a muchos investigadores a considerarla como una joven destinada a contraer un matrimonio, truncado por una temprana muerte. Hipótesis que se ha apoyado, además en el carácter nupcial del ajuar, en que su cuerpo se encontraba depositado justo al lado del de Lucio Creperio Eodo, quizá su padre o su hermano. Sin embargo, no podemos rechazar taxativamente la posibilidad de que Creperia ya fuera uxor en el momento de su defunción y que Fileto fuera, para entonces, su marido legítimo. 

            De cualquier modo, el sarcófago de Creperia, al igual que otros conservados como el de la momia de Grotarossa, son ejemplos que de estas jóvenes se tenía en el mundo romano. Eran niñas cuyo cambio de estado a la adultez no se alcanzaba con la madurez física, sino con la unión en matrimonio, momento a partir del cual adquirían el rol de cuidadoras del hogar. Así se ve en otros objetos relacionados con el menaje doméstico que formaban parte de estos ajuares, como vajillas, husos o ruecas y que se complementan con las noticias literarias y las evidencias epigráficas de estas jóvenes en tránsito.

Marta Álvaro Bernal

Universidad de Sevilla

Relieve del sarcófago de Creperia Trifena. Siglo II. Roma.

Fuentes principales

CIL VI, 35061.

Selección bibliográfica

Bedini, A., Mistero di una fanciulla. Ori e gioielli della Roma di Marco Aurelio da una nuova scoperta archeologica (Milano 1995).

Martin Kilcher, S., “Mors immatura in the Roman World. A Mirror of Society and Tradition”, en Pearce, J., Millet, M., Struck, M. (eds.), Burial, Society and Context in the Roman World (Oxford 2000) 63-77.

Talamo, E., Mura Somella, A. (eds.), Crepereia Tryphaena: le scoperte archeologiche nell’area del Palazzo di Giustizia (Roma 1983).

168. AXULA

168. AXULA

Axula, nombre galo poco corriente, fue una niña que vivió entre el 161 y el 170 en Burdigala, capital de la provincia romana de Aquitania. Se la conoce por una estela hallada en Burdeos. La familia, desolada por su temprana muerte, le erigió una estela arquitectónica de cabecera triangular. Axula aparece representada de cuerpo entero, vestida a la moda local, con una túnica de manga larga que solo le llegaba hasta las pantorrillas. Su peinado, compuesto por dos rollos frontales echados hacia atrás y atados en un moño, recuerdan a los tocados de la emperatriz Faustina la Menor. Axula llevaba en sus manos un espejo y una cestita de frutas, símbolos propios de su condición femenina en este tipo de monumentos. 

Burdigala

Como es habitual en las personas que no poseían la ciudadanía romana aparece su filiación. Conocemos así el nombre de su padre, Cintugeno, un antropónimo galo que significa el primogénito. Lo realmente significativo es que el padre dejó constancia del apelativo cariñoso con el que se dirigía a ella, “hijita querida”. Axula la hija de Cintugeno, fallecida en Burdigala en la década de los años 60 de la segunda centuria fue una niña amada por los suyos, por su familia, perteneciente al ámbito artesanal y comercial de la ciudad, de origen eminentemente local.

Milagros Navarro Caballero

Centre National de la Recherche Scientifique de l’Université Bordeaux-Montaigne

Epígrafe funerario dedicado a Axula. Siglo II. Burdeos.

Fuentes principales

CIL XIII, 672.

Selección bibliográfica

Maurin, L., Navarro Caballero, M., Inscriptions Latines d’Aquitaine: Bordeaux (Bordeaux 2010).

Navarro Caballero, M., “Muerte y duelo entre las mujeres de Burdigala”, en Pavón, P. (ed.) Conditio feminae. Imágenes de la realidad femenina en el mundo romano (Roma 2021) 441-472.

Navarro Caballero, M., Maurin, L.: “Onomástica y sociedad en la ciuitas de los Bitúriges Viviscos” en Ruiz de Urbina, E., Vallejo, J.M. (eds.), Métodos y técnicas en Ciencias de la Antigüedad. Estudios sobre investigación y docencia, Anejos de Veleia 16 (Vitoria 2018) 128-133.

Remy, B., Mathieu, N., Les femmes en Gaule romaine. Ier sièclav. J.-C. – Ve siècle apr. J.-C. (Paris 2009) 10-28.s

167. AVETA

167. AVETA

Aveta fue una joven peregrina, es decir, no tenía la ciudadanía romana, que vivió en Burdigala (Burdeos, Francia) a finales del siglo II. Murió a los 25 años sin haber contraído matrimonio. Su deceso fue especialmente terrible para su madre, Cintugena, quien había perdido a su esposo con anterioridad. Viuda y con gran dolor ante la pérdida de su única hija, erigió un monumento funerario entrañable y atípico. Se trata de una estela arquitectónica de cabecera triangular en cuyo nicho central madre e hija fueron representadas de cuerpo entero, estando aún Cintugena viva. La diferencia de tamaño refleja que, para ella, Aveta seguía siendo una niña. La madre se representó también en la sepultura probablemente por la tristeza de quedarse sola y esperando ser enterrada con su hija. 

Burdigala

Aveta y su madre fueron reproducidas siguiendo la moda típica de las ciudades de la Galia Comata: Cintugena vestían una túnica corta cubierta por un abrigo, y su hija, una túnica corta y con una especie de delantal. La madre expone de forma poco grácil un espejo y la niña una flor y una cestita de frutas. Se trata de símbolos femeninos frecuentes en las sepulturas de la ciudad. El peinado de la madre permite fechar el monumento en el reinado de Marco Aurelio.  Ambas fueron mujeres locales como ponen de manifiesto sus vestimentas y sus nombres de origen galo. Cintugena significa en lengua céltica “primogénita”.  Su familia pertenecería a un pequeño grupo acomodado y laborioso de Burdigala que le permitió levantar este tipo de monumento funerario.  Mujer de condición peregrina, sin haber recibido la ciudadanía romana.

Milagros Navarro Caballero

Centre National de la Recherche Scientifique de l’Université Bordeaux-Montaigne

Estela funeraria dedicada a Aveta. Siglo II. Burdeos.

Fuentes principales

CIL XIII, 664.

Selección bibliográfica

Maurin, L., Navarro Caballero, M., Inscriptions Latines d’Aquitaine: Bordeaux (Bordeaux 2010) n. 65, 254-255.

Navarro Caballero, M., “Muerte y duelo entre las mujeres de Burdigala”, en Pavón, P. (ed.) Conditio feminae. Imágenes de la realidad femenina en el mundo romano (Roma 2021) 441-470.

Navarro Caballero, M., Maurin, L., “Onomástica y sociedad en la ciuitas de los Bitúriges Viviscos”, en Ruiz de Urbina, E., Vallejo, J.M. (eds.), Métodos y técnicas en Ciencias de la Antigüedad. Estudios sobre investigación y docencia, Anejos de Veleia 16 (Vitoria 2018) 147-148.

Remy, B., Mathieu, N., Les femmes en Gaule romaine. Ier sièclav. J.-C. – Ve siècle apr. J.-C. (Paris 2009) 10-28.

166. ACILIA PLECUSA

166. ACILIA PLECUSA

Acilia Plecusa vivió en la segunda mitad del siglo II, en Singilia Barba (Cortijo del Castillón, Antequera, Málaga). Representa uno de los mejores ejemplos de promoción social femenina en Hispania. Era esclava de Manio Acilio Frontón, de rango ecuestre y de una importante familia. Durante su esclavitud tuvo un hijo, Flegonte, cuya paternidad ha sido atribuida a su propietario. Este último otorgó la libertad a Acilia Plecusa, tomando ella el nomen de su patrono. Contrajeron matrimonio, fruto del cual nació una hija llamada Acilia Septumia, de condición libre, a diferencia de su hermano, habido antes de la unión legítima del matrimonio. 

Singilia Barba

La información disponible sobre la vida de Acilia Plecusa procede de una serie de inscripciones preservadas, la mayor parte pertenecientes a pedestales de esculturas, además del mausoleo en el que se habrían depositado sus restos junto con los de otros integrantes de su familia. Fue una liberta que gozó de un gran reconocimiento e influencia a pesar de su pasado servil. El matrimonio se convirtió en el punto de partida de su ascenso social. Como ejemplo de su importancia, señalamos las inscripciones en las que los nombres de sus nietos, Manio Acilio Frontón y Acilia Sedata, aparecen vinculados al suyo, señal de cómo este último era rango de prestigio. Además, costeó estatuas tanto a su marido como a sus hijos, lo que se traduce en una gran capacidad económica. No fueron estos los únicos monumentos que sufragó. También honró con otra estatua la figura de Publio Magnio Rufo Magoniano, procurador de la Bética y Lusitania; claro ejemplo de la posición relevante que alcanza Acilia Plecusa, así como de su amistad con personajes notables en el contexto hispano. De hecho, se ha propuesto que pudiese incluso haber actuado como intermediaria entre los propietarios del valle del Genil y la administración imperial.

La esposa de este magistrado, Carulia Censolina, también fue honrada con una estatua por Acilia Plecusa, como reza otra inscripción preservada en la que la recuerda como “excelente amiga”. La ausencia del marido en estos testimonios, así como la libertad con la que actuaba, ha dado lugar a que se plantee que era viuda. Acilia Plecusa, desde la posición más baja de la sociedad romana, consiguió convertirse en una mujer destacada, influyente y muy bien relacionada. Todo ello lo hizo ostensible con una participación pública activa, vinculando su nombre al de personas relevantes y a la memoria de los espacios que habitó. De esta manera, a la vez que se presentaba como un sujeto cívico, mantenía también la proyección de su familia.

Carla Rubiera Cancelas

Universidad de Oviedo

Epígrafe funerario de Acilia Plecusa. Siglo II.

Fuentes principales

CIL II2/5, 780-782; 784-785; 796; 802-803.

Selección bibliográfica

Martín Ruiz, J.A., Palomo Laburu, A., “Acilia Plecusa, una mujer de la Bética romana”, Albahri entre Oriente y Occidente 5 (2019) 5-25.

Medina Quintana, S., Mujeres y economía en la Hispania romana. Oficios, riqueza y promoción social (Oviedo 2014).

Mirón Pérez, M.ªD., “Matrimonio y promoción social de las esclavas de la Bética: el caso de Acilia Plecusa”, en Hernández Guerra. L. (coord.), Actas del II Congreso Internacional de Historia Antigua. La Hispania de los Antoninos (98-120) (Valladolid 2004).