16. EMILIA

16. EMILIA

Emilia era una virgen vestal que fue castigada por haber dejado extinguirse el fuego. Esta podría ser la vestal que, según Livio, fue azotada con varas por el pontífice máximo Publio Licinio en 206 a. C. por este motivo. Otros autores cuentan otra versión. Parece que Emilia había entregado el cuidado del fuego a una vestal joven que estaba aprendiendo y éste se apagó por un descuido. 

El presagio funesto llevó a una investigación de los pontífices y Emilia invocó a la diosa con los brazos sobre el altar para que la castigara si era culpable o la salvara si era inocente, como lo había sido durante los treinta años que llevaba ejerciendo los ritos sagrados. Entonces, la sacerdotisa rasgó su vestido y dejó caer un trozo de este sobre las cenizas frías y el fuego ardió con gran fuerza, siendo salvada por la intervención milagrosa de Vesta. Esta leyenda parece haber mitificado un hecho real.

 

Roma

José Carlos Saquete

Universidad de Sevilla

Francisco de Goya (1771). Sacrificio a Vesta. Colección privada

Fuentes principales

Dionisio de Halicarnaso, Historia Antigua de Roma, 2. 68.3-5.

Livio, Historia de Roma desde su fundación, 83.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 1.7.

Selección bibliográfica

Kowalewski, B., Frauengestalten im Geschichtswerk des T. Livius (München 2002).

Rüpke, J., Fasti Sacerdotum: Die Mitglieder der Priesterschaften und das sakrale Funktionspersonal römischer, griechischer, orientalischer und jüdisch-christlicher Kulte in der Stadt Rom von 300 v. Chr. bis 499 n. Chr. (Stuttgart 2005).

Saquete, J.C., Las vírgenes vestales. Un sacerdocio femenino en la religión pública romana, Anejos de AEspA 21 (Madrid 2000).

15. CLUVIA FÁCULA

15. CLUVIA FÁCULA

Era una prostituta que alimentó en secreto a los prisioneros romanos recluidos en Capua durante el asedio que la ciudad sufrió en la Segunda Guerra Púnica.

Recibió la libertad del Senado romano cuando Quinto Fulvio tomó la ciudad y al igual que Vestia Opia es utilizada para poner de manifiesto la gratitud de Roma con quienes estaban de su lado.

Capua

José Carlos Saquete

Universidad de Sevilla

Fresco de un lupanar en Pompeya, ca. siglo III a. C. Nápoles.

Fuentes principales

Livio, Historia de Roma desde su fundación, 7.34-35.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 1.6.4.

Selección bibliográfica

Kowalewski, B., Frauengestalten im Geschichtswerk des T. Livius (München 2002).

14. VESTIA OPIA

14. VESTIA OPIA

Vestia Opia era una matrona que durante el asedio de Capua en la Segunda Guerra Púnica realizaba diariamente un sacrificio rogando por el triunfo de las tropas romanas. Solo ella y otra mujer, Cluvia Facula, estuvieron del lado romano, ya que la ciudad era partidaria de Aníbal.

Una vez tomada de nuevo, el Senado romano le otorgó la libertad y le permitió pedir todo lo que quisiera. Valerio Máximo utilizó su historia para demostrar la gratitud de los romanos.

Capua

José Carlos Saquete

Universidad de Sevilla

Sir Lawrence Alma-Tadema (1860). The vintage Festival. Colección privada.

Fuentes principales

Livio, Historia de Roma desde su fundación, 26.33-34.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 5.2.1.

Selección bibliográfica

Kowalewski, B., Frauengestalten im Geschichtswerk des T. Livius (München 2002).

13. OPIMIA

13. OPIMIA

Vestal enterrada viva en 216 a. C. tras ser acusada de incesto junto con Floronia, que se suicidó. La condena de estas dos vestales se produce en el contexto de la Segunda Guerra Púnica, un momento de pánico general y presagios funestos debido a las derrotas infligidas por Aníbal y que vio apagarse dos veces el fuego sagrado de Vesta.  

El culpable del estupro cometido contra Floronia, fue el escriba de los pontífices, Lucio Cantilio, quien fue azotado con varas hasta la muerte por el pontífice máximo en el Comicio. 

Roma

José Carlos Saquete

Universidad de Sevilla

Pietro Saja (1803). Virgen vestal condenada a muerte. Palazzo Reale, Caserta.

Fuentes principales

Livio, Historia de Roma desde su fundación, 22.57.2.

Plutarco, Fábulas, 18.3.

Selección bibliográfica

Saquete, J.C., Las vírgenes vestales. Un sacerdocio femenino en la religión pública romana, Anejos de AEspA 21 (Madrid 2000).

Kowalewski, B., Frauengestalten im Geschichtswerk des T. Livius (München 2002).

Rüpke, J., Fasti Sacerdotum: Die Mitglieder der Priesterschaften und das sakrale Funktionspersonal römischer, griechischer, orientalischer und jüdisch-christlicher Kulte in der Stadt Rom von 300 v. Chr. bis 499 n. Chr. (Stuttgart 2005).

12. EMILIA TERCIA

12. EMILIA TERCIA

Emilia Tercia nació en Roma hacia el 230 en el seno de una de las más nobles familias romanas de época republicana, perteneciente a la gens Aemilia. En esa época la Urbe, tras vencer a Cartago en la Primera Guerra Púnica (264-241 a. C.), iniciaba su apogeo expansivo por el Mediterráneo. Su padre, el dos veces cónsul, Lucio Emilio Paulo, murió heroicamente en la batalla de Cannas (216 a. C.) frente a Aníbal. Nada se sabe de su madre. Su hermano, Lucio Emilio Paulo Macedónico, ostentó también varias veces el consulado como su padre y venció al rey Perseo de Macedonia en la batalla de Pidna (168 a. C.).

            Su marido fue el famoso vencedor del cartaginés Aníbal, Publio Cornelio Escipión, apodado Africano. De este matrimonio nacieron dos varones Publio y Lucio Cornelio Escipión y dos mujeres: Cornelia la Mayor y Cornelia la Menor.

Roma

Esta última pasó a la historia de Roma no solo por ser la hija del Africano y la madre de los Gracos, sino también por representar al ideal de matrona tradicional. Emilia fue, por tanto, hija, esposa, hermana, madre y abuela de importantes figuras de la República que entregaron sus vidas por la defensa de Roma.

Disfrutó de un gran patrimonio y de una libertad inusitada para las mujeres de su época debido al carácter abierto de su marido a quien profesó una gran fidelidad y lealtad, que demostró al no poner en evidencia la infidelidad que aquel, héroe de Roma, cometía contra ella y con una esclava. Al quedarse viuda dio la libertad a la esclava y la casó con un liberto suyo. Dejó su inmensa fortuna a su nieto adoptivo Lucio Cornelio Escipión Emiliano, nacido de su hermano Paulo Emilio, pero adoptado por su hijo Publio Cornelio Escipión. Aquel se casó posteriormente con Sempronia, nieta de Emilia e hija de Cornelia. Murió hacia el 163 a. C. 

Pilar Pavón

Universidad de Sevilla

Juan Jiménez Martín (1895 aprox.). Tocador de una dama romana. Museo del Prado, Madrid.

Fuentes principales

Polibio, Historias, 3.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 6.7.1.

Selección bibliográfica

Dixon, S., “Polybius on Roman Women and Property”, AJPh 106 (1985) 147-170.

Dixon, S., The Roman Mother (London 1990).

Scullard, H.H., Scipio Africanus: Soldier and Politician (London 1970).

11. VIRGINIA

11. VIRGINIA

Virginia fue una joven plebeya protagonista de una leyenda ubicada durante las luchas patricio-plebeyas en torno al año 451 a. C. Este conflicto se originó a comienzos de la República y surgió por las reivindicaciones de los grupos plebeyos que buscaban incorporarse en las instituciones políticas y religiosas republicanas.

Era la hija del plebeyo Lucio Virginio, centurión en el Álgido y hombre modélico tanto en su vida privada como en el ejército. Virginio había prometido a su hija a Lucio Icilio, antiguo tribuno de la plebe y firme defensor de los derechos de los plebeyos. El patricio Apio Claudio, miembro de la comisión decenviral encargada de la redacción de las Doce Tablas, se obsesionó perdidamente con la joven Virginia y trató de seducirla con regalos y promesas.

Roma

Pero, cuando esta lo rechazó en varias ocasiones, preservando así su pudor, el magistrado ideó un cruel plan para poseerla por la fuerza. Encargó a su cliente Marco Claudio que reclamase a Virginia como esclava cuando esta paseaba por el foro. Una muchedumbre popular trató de impedir que Marco Claudio se llevase a Virginia a casa de Apio Claudio. Marco Claudio decidió citarla inmediatamente ante un tribunal judicial presidido por el autor intelectual del plan, Apio Claudio. Marco expuso una falsa declaración argumentando que Virginia había nacido como esclava en su casa. Puesto que en ese momento Lucio Virginio no se encontraba en Roma, los defensores de la joven, entre los que estaban su prometido y sus familiares, consiguieron que Apio aplazara el juicio hasta la llegada de su padre al día siguiente. 

Cuando Virginio llegó a Roma, enterado de la grave situación, llevó al foro a su hija para que diera comienzo el proceso donde había una alborotada multitud de plebeyos. El padre de la joven y su prometido suplicaron ayuda a la gente que asistía al juicio, lamentándose de la injusticia que se pretendía cometer. De nada sirvió ya que Apio Claudio falló a favor de Marco Claudio, y decretó que Virginia fuese tenida por su esclava. Virginio rogó al decenviro poder despedirse de su hija, a lo que Apio aceptó. En ese momento, Lucio Virginio ejerció su derecho de vida y muerte sobre sus familiares, como paterfamilias, clavando un cuchillo en el pecho de Virginia para “liberarla” de la sentencia de la única manera posible que tenía. Este trágico suceso provocó el final de la comisión decenviral. La leyenda de Virginia ponía de manifiesto el abuso del poder de los patricios, al tiempo que resaltaba que para una joven era preferible antes perder la vida que el honor. 

Daniel León Ardoy

Universidad de Sevilla

Francesco de Mura (1760 aprox.), La muerte de Virginia. Manchester Art Gallery, Manchester.

Fuentes principales

Cicerón, Sobre la República, 2.63.

Dionisio de Halicarnaso, Historia Antigua de Roma, 11.28-46.

Livio, Historia de Roma desde su fundación, 3.44-55.

Selección bibliográfica

Cantarella, E., Pasado próximo: mujeres romanas de Tácita a Sulpicia (Madrid 1997).

Cenerini, F., La donna romana (Bologna 2009). 

Ciccotti, E., Donne e politica negli ultimi anni della Repubblica romana (Napoli 1985).

10. VETURIA

10. VETURIA

El nombre de Veturia está unido ineludiblemente al de su hijo Cayo Marcio, miembro de la antigua gens Marcia que venció a la ciudad volsca de Coriolos hacia el 493 a. C. Esta victoria le valió el apodo de Coriolano.

            En el contexto de las luchas patricio-plebeyas se sitúa esta leyenda romana donde destaca la valentía y el amor por la familia y la patria de la anciana matrona Veturia. Así, el joven patricio, Cayo Mario Coriolano, se mostró contrario a las reclamaciones que hicieron los plebeyos a comienzos de la República patricia, que había surgido tras la caída de la Monarquía, y que no los integraba en las instituciones del Estado. Esta postura le granjeó enemigos que impidieron su ascenso al consulado, además de una condena por desfalco y sedición que lo llevó al destierro.

Roma

Ante esta tesitura, Coriolano ofreció sus servicios militares a los volscos y a otros enemigos de Roma para presentarle batalla. De esta manera, comandando el ejército enemigo atacó las tierras del sur de la ciudad y se presentó ante los muros de la Urbe. Ninguna estrategia ofrecida por el Senado consiguió hacer desistir a Coriolano de atacar su propia patria. En un intento desesperado, y cuando ya casi todo estaba perdido, las autoridades se dirigieron a la madre del patricio para que obtuviera de él la deposición de las armas.

            Veturia, acompañada de la esposa de Coriolano, llamada Volumnia, y junto con otras matronas, se dirigió al campamento de su hijo. Allí frente a él apeló a los valores que la tradición romana dirigía hacia los dioses, la patria y la familia. Le hizo ver que, si atacaba Roma, lo haría contra ella, su esposa y sus hijos a los que les aguardaría un destino funesto. Se lamentó de haber parido a un hijo que se había convertido en enemigo del lugar que lo había visto nacer. Coriolano fue desarmado por las palabras de su madre y retiró su asedio a Roma. El Senado levantó en honor de las mujeres un templo a la fortuna de estas por haber conseguido la retirada de Coriolano. Este, sin embargo, acabó siendo ajusticiado por los volscos.

            Esta leyenda rememora el sentido tradicional de la familia romana y del Estado, cuyos valores eran transmitidos por las madres a sus hijos. El nombre de Veturia evoca la venerable ancianidad de la madre entregada a su vástago, mientras que el de Volumnia recuerda a la joven embarazada que tenía ante sí la responsabilidad de dar a luz a los futuros ciudadanos de Roma.

Pilar Pavón

Universidad de Sevilla

Ciro Ferri, (1680-89). Coroliano a las puertas de Roma. Sanssouci Picture Gallery, Postdam.

Fuentes principales

Dionisio de Halicarnaso, Historia Antigua de Roma, 7.64.6.

Livio, Historia de Roma desde su fundación, 2.40.

Plutarco, Vidas paralelas. Vida de Coriolano, 4.7.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 2.5.

Selección bibliográfica

Bailón García, M., “El papel social y religioso de la mujer romana. Fortuna Muliebris como forma de integración en los cultos oficiales”, Habis 43 (2012) 101-118.

Bonjour, M., “Les personnages féminins et la terre natale dans l’épisode de Coriolan (Liv., 2,40)”, REL 53 (1975) 157-181.

Redondo Moyano, E., “El encuentro de Veturia y Coriolano (D. H. Antiquitates Romanae 8.44-53)”, Studia Philologica Valentina 18 (2016) 335-342.

Valette, E., “Les “discours” de Veturia, Valeria et Hersilia”, Cahiers «Mondes anciens» 3 (2012) 1-19, on line : https://mondesanciens.revues.org/782

9. CLELIA

9. CLELIA

Clelia es una de las figuras míticas femeninas más destacadas de las leyendas fundacionales romanas. Las acciones de esta mujer están más próximas al ámbito de actuación masculino que del femenino. Sus hazañas se sitúan en el año 509 a. C., una vez iniciada la República. 

Tarquinio el Soberbio, tras ser expulsado, pidió ayuda al rey etrusco Porsena para recuperar su trono. Porsena estableció un largo asedio contra la ciudad de Roma. El final de la guerra entre ambos bandos llegó por medio de un tratado donde se establecía, entre otras cuestiones, la entrega de cien vírgenes al rey etrusco. Una de ellas era Clelia.

Roma

Una vez en el campamento enemigo, la joven Clelia, se valió de una estratagema para engañar a los guardias que custodiaban a las rehenes y las incitó a atravesar el río Tíber, único obstáculo entre ellas y su hogar. Finalmente, consiguieron pasar el río mientras que estaban siendo atacadas por los soldados de Porsena. Esta heroicidad transmitida por la analística romana fue ensalzada en época augustea y considerada ardua, incluso para los hombres.

Existen distintas versiones sobre el final de la leyenda. En algunas, al llegar a la ciudad, las rehenes fueron devueltas de nuevo al rey etrusco, que impresionado por la acción de Clelia, le concedió un regalo: en unas variantes la libertad y en otras un caballo. Livio menciona que, al enterarse Porsena de la hazaña de Clelia, exigió su vuelta al campamento. Una vez allí, alabó su valentía y le permitió escoger a otros tantos rehenes a los que les concedería la libertad. Ella eligió a los más susceptibles de ser ultrajados: los niños. La historiografía romana mostraba con esto la nobleza del carácter de Clelia.  

Al final Clelia consiguió regresar a Roma, siendo premiada como ninguna otra mujer lo había sido antes, con la dedicación en su honor de una estatua ecuestre en la vía Sacra. Dionisio de Halicarnaso menciona de que la estatua había sido destruida en su época, mientras que Plutarco y Servio hablan de ella como si todavía estuviese en pie, siendo probable que fuese reconstruida durante el gobierno de Augusto o Tiberio como una forma de conmemorar las leyendas fundacionales.

La figura de Clelia sirvió como un ejemplo en la transmisión de valores y entrega por el Estado. Con su leyenda los autores clásicos se encargaron de destacar este valor cívico, al que los jóvenes varones debían tratar de imitar y superar. En época imperial, Séneca recomendaba a las mujeres alcanzar la virtus masculina, en su Consolación a Marcia, emulando el ejemplo de Clelia.

Julia Guantes García

Universidad de Oviedo

Peter Paul Rubens (1630-1640). Clelia pasando el Tíber. Museo del Louvre, París.

Fuentes principales

Dionisio de Halicarnaso, Historia Antigua de Roma, 5.32-35.

Plutarco, Vidas paralelas. Vida de Publícola, 18-19. 

Séneca, Consolación a Marcia, 16.1-5. 

Selección bibliográfica

Arcella, L., “Il mito di Cloelia i Valerii”, SMSR 9 (1985) 21-42.

Conde Guerri, E., “Evocación de la doncella Cloelia”, Helmantica 29, 88-90 (1978) 289-312.

Flory, M.B., “Livia and the History of Public Honorific Statues for Women in Rome”, TAPhA 123 (1993) 287-308.

Guantes García, J., “La leyenda de Cloelia: el exemplum de la heroína”, en Castillo, S., Uría González, J. (eds.), Sociedades y culturas: IX Congreso de Historia Social (Oviedo 2019) 525-542. 

Mustakallio, K., “Women Outside their Homes, the Female Voice in Early Republican Memory: Reconsidering Cloelia and Veturia”, Index 40 (2012) 165-174.

8. LUCRECIA

8. LUCRECIA

Lucrecia es reconocida como la mayor representante del honor en la antigua Roma. En la época más arcaica, las costumbres de los antepasados -los mores maiorum- y el honor de la familia, quedaban reflejados en la buena fama de las mujeres y constituían los bienes más preciados para la tradición y el derecho. La controvertida leyenda de Lucrecia, máximo ejemplo de virtud, refiere un episodio de violencia sexual cometido por Sexto Tarquinio, hijo del rey etrusco Tarquinio “El Soberbio”, que condujo al derrocamiento de la Monarquía y a la instauración de la República romana. 

La joven Lucrecia estaba casada con Lucio Tarquinio Colatino, primo de su violador. Era ejemplo de mujer virtuosa y buena esposa. Sexto Tarquinio, fuertemente atraído por ella, urdió un plan para conseguir yacer con Lucrecia, utilizando amenazas y engaños que, a pesar de la resistencia de la víctima, acaba con la violación de la joven patricia. 

Roma

Cuando Lucrecia lo rechazó, este amenazó con matarla y colocar a su lado a un esclavo desnudo para poder justificar después que había vengado el deshonor de la familia al haberla encontrado en flagrante adulterio. Ante tal posibilidad, al saber que el honor de su marido y de su padre serían mancillados, a pesar de su virtud inquebrantable, la voluntad de Lucrecia cedió. Tras la afrenta, mandó llamar a su marido y a su padre, Espurio Lucrecio, para que acudieran a su encuentro cada uno con un amigo fiel, porque había sucedido un hecho terrible. La víctima relató la violencia sufrida y la necesaria venganza que debían realizar los miembros de su familia ante la afrenta brutal, añadiendo que se absolvía de la culpa pero no del castigo. A continuación justificó su suicidio, declarando que desde ese momento ninguna mujer deshonrada podría tomarla como ejemplo para seguir con vida. Casi de inmediato, se clavó un cuchillo en el corazón que terminó con su vida pero que restituyó su bien más preciado, el honor.

La consecuencia política más importante del ultraje sufrido por Lucrecia fue sin duda la deposición del último rey etrusco y su expulsión de Roma junto con toda su familia, lo que trajo consigo la sustitución del sistema monárquico por el régimen republicano en el año 509 a. C. Lucrecia es una de las madres fundadoras de la República romana, ya que justifica el cambio de un modelo agotado de gobierno, por otro nuevo. Su figura puede ser considerada un modelo femenino paradigmático de la tradición romana. 

María José Bravo Bosch

Universidad de Vigo

Jean-Jacques Lagrenée (1781). Los hijos de Tarquinio admirando las virtudes de Lucrecia. Museo del Louvre, París.

Fuentes principales

Cicerón, Sobre la República, 2.46; Sobre las leyes, 2.4.

Livio, Historia de Roma desde su fundación, 1-3, 58-60.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 6.1.1.

Selección bibliográfica

Bauman, R.A. “The Rape of Lucretia. “Quod metus causa” and the Criminal Law”, Latomus 52, 3 (1993) 550-566.

Bosch Bravo, M.ªJ., “El mito de Lucrecia y la familia romana” en Rodríguez López, R., Bravo Bosch, M.ªJ. (eds.), Mulier. Algunas historias e instituciones de Derecho romano (Madrid 2013) 19-35.

Donaldson, I., The Rapes of Lucretia: A Myth and its Transformations (New York 1982).

Guarino, A., “Il dossier di Lucrezia”, Labeo 5 (1959) 211-217.

7. TULIA, hija de Servio Tulio

7. TULIA, hija de Servio Tulio

 Según una leyenda romana, Tulia era la hija menor de Servio Tulio, segundo de los reyes etruscos que gobernaron Roma. Su madre fue Tarquinia, hija del rey Tarquinio Prisco y de su esposa Tanaquil. Para estrechar los lazos de parentesco en el seno de la familia reinante y cerrar las posibilidades de acceso a la monarquía a otros individuos, se la casó con su tío materno Arrunte Tarquinio. También su hermana homónima fue dada en matrimonio a Lucio Tarquinio, hermano de Arrunte.

Su carácter ambicioso y sin escrúpulos, según narra Livio, era muy parecido al de su cuñado Lucio y muy diferente al de su marido que era más sosegado. Tulia ideó un plan para acelerar aún más su cercanía al poder. Convenció a Lucio para que ambos mataran a sus respectivos cónyuges y poder así casarse, tras lo cual derrocarían al padre de ella. 

Roma

Las razones que argumentó fueron que Lucio era de estirpe real, hijo de Tarquinio Prisco y de Tanaquil, no como Servio Tulio, cuyos orígenes familiares eran oscuros, así como su ascenso al trono, pues lo había conseguido gracias a la intervención de su suegra Tanaquil. Instigado por las ansias de poder de su esposa y tras una fuerte discusión con Servio Tulio, lo agredió físicamente, quedando el rey malherido.

Los seguidores de Lucio consiguieron acabar con su vida. Inmediatamente después, Tulia proclamó rey a su marido. Su falta de piedad no acabó ahí, pues se decía en Roma que cuando regresaba a su casa en carro vio el cadáver de su padre tirado en la calle. Mandó al cochero que pasara el vehículo sobre los restos del rey difunto. La tradición romana colocaba el lugar de los hechos en una pequeña vía situada entre la cuesta Urbia y la colina Esquilina. Esta calle era recordada en la Urbe con el nombre de callejón del Crimen. Tulia es una figura legendaria, modelo de mujer desposeída de la piedad familiar y llena de una ambición ciega con la que alcanzó su objetivo: estar casada con el rey. Su marido consiguió reinar, pero fue el último rey de Roma.

Pilar Pavón

Universidad de Sevilla

Jean Bardin (1765). Tulia conduce el carro sobre el cadáver de su padre. Landesmuseum. Mainz.

Fuentes principales

Dionisio de Halicarnaso, Antigüedades romanas, 3.72.

Livio, Historia de Roma desde su fundación, 1.46-48.59.

Ovidio, Fastos, 6.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 6.1.

Selección bibliográfica

Gagé, J., “La mort de Servius Tullius et le char de Tullia”, RevBelPhilHist 41 (1963) 25-62.

Bellandi, F., “Scelus Tulliae: storiografia e tipología trágica in Dionigi, Livio, Ovidio, PP 31 (1976) 149-168.

Pavón, P., “Mujeres delitos y condenas en cuatro leyendas romanas”, Habis 37 (2006) 287-300.