66. HELVIA

66. HELVIA

El nombre de Helvia se conoce gracias a la obra que le dedicó su hijo Séneca, una de sus famosas Consolaciones. En ella, esta mujer de la Bética figura con las virtudes femeninas más admiradas en su época y propias de las matronas. Destacó su vida abnegada entregada a su familia, esposo e hijos. Para reconstruir su biografía, contamos también con testimonios epigráficos que ilustran lo que pudo ser la vida de muchas damas de las oligarquías de las provincias romanas, y de su contribución al ascenso social de sus familias.

Sobre la familia de este personaje, el nombre de Helvia ya es evocador. En el municipio de Urgavo (Arjona, Jaén), se conoce a Marco Helvio Novato, al que se identifica con su padre. Aquí debió nacer Helvia. Al parecer su progenitor disponía de una fortuna notable y llegó a ser dunviro y pontífice en esta ciudad.

Urgavo

De su madre, se sabe que falleció dándole a luz. Su padre se volvió a casar, convivió con su madrastra y sus otros hermanos, con los que parece mantuvo una cordial relación. 

Para ampliar la fortuna y las alianzas políticas, Helvia contrajo matrimonio con Lucio Aneo Séneca en el año 5; él tenía unos 50 años y ella tan solo 16. Su marido pertenecía al orden ecuestre y disfrutaba de un notable patrimonio, gracias al negocio del vino y el aceite. Quizá con ascendencia itálica, su familia se había establecido en la ciudad vecina de Córdoba. De esta unión nacieron tres hijos, uno de ellos el famoso Séneca. Para mejorar su educación y favorecer su carrera política, Séneca y sus hermanos se trasladaron con su padre a Roma. Helvia, la madre, permaneció en la Bética, atendiendo la casa y los negocios familiares, aunque viajaba a la Urbe para visitarlos.

Cuando llegaron a la edad adulta, sus hijos ocuparon cargos importantes en la administración. Marco Aneo Mela fue procurador, y padre del famoso poeta Lucano; el segundo accedió al consulado, tras ser adoptado y cambiar su nombre a Lucio Junio Galo Aneano. El último, Lucio Aneo Séneca, llegaría más lejos, como preceptor y consejero de Nerón. Sin embargo, años más tarde, cayó en desgracia y fue exiliado.

En este tiempo, Séneca le dedica una de sus Consolaciones para calmar su dolor ante su propio exilio, y reconfortarla porque en menos de un mes perdió a su esposo, a tres de sus nietos y a su tío. Helvia, en el retrato que hace su hijo de ella, fue una madre y mujer de extraordinario comportamiento, un auténtico ejemplo para las matronas, que contribuyó al ascenso de su familia. Desconocemos la fecha de la muerte de Helvia, pero probablemente ni conoció los éxitos de Séneca ni su trágico final.

Rosa María Cid López

Universidad de Oviedo

Monumento a Helvia, siglo XX. Arjona, Jaén.

Fuentes principales

CIL II 2115 = CIL II2 7.76.

Séneca, Diálogos. Consolaciones a Marcia. A su madre Helvia y a Polibio; Apocoloquintosis del divino Claudio, 4.2.

Selección bibliográfica

Gloyn, L., The Ethics of the Family in Seneca (Cambridge-New York 2017). 

Mangas, J., “Modelos de mujer en Séneca”, en Cid López, R.M.ª, González González, M., Mitos femeninos de la cultura clásica  (Oviedo 2003) 287-299.

Mirón Pérez, M.ªD., “Helvia y los viajes. A propósito de Séneca, Ad Helvetiam matrem de consolatione”, LEC 76 (2008) 233-254. 

Wilcox A., “Exemplary Grief: Gender and Virtue in Seneca’s Consolations to Women”, Helios 33, 1 (2006) 73-100.

65. MUNACIA PLANCINA

65. MUNACIA PLANCINA

Munacia Plancina fue una adinerada matrona ubicada cronológicamente durante los gobiernos sucesivos de Augusto y Tiberio y perteneciente a la gens Munatia. Su abuelo fue Lucio Munacio Planco, cónsul en el 42 a. C. y censor en el 22 a. C. Su hermano, homónimo de su abuelo, fue cónsul en el 13 y uno de los senadores enviados por Tiberio para parlamentar con Germánico durante el amotinamiento de las legiones de Germania del año 14. 

Munacia Plancina posiblemente sería la segunda esposa de Gneo Calpurnio Pisón, cónsul en el 7 a. C. y gobernador de varias provincias, como África Proconsular, Hispania Citerior Tarraconense y Siria. Como era lo habitual en este período, las esposas de los gobernadores los acompañaban durante sus mandatos provinciales y eso hizo Munacia Plancina.

Roma

En Siria, cumpliendo órdenes dadas por Livia, viuda de Augusto, Plancina vigiló muy de cerca los movimientos de Agripina la Mayor, esposa de Germánico César, quien había sido enviado en ese momento por Tiberio para apaciguar las provincias orientales del Imperio. Sin embargo, Plancina no se circunscribió exclusivamente a esas tareas y a difamar a Agripina, sino, como expone Tácito, en el año 18, tomaría parte activa en la labor de gobierno de su marido al acompañarlo a los campamentos militares y al dirigir determinadas actividades del entrenamiento del ejército.  Tras una expedición de Germánico y Agripina a Egipto en 19, el sucesor de Tiberio y nieto de Livia, enfermó repentinamente y falleció en octubre de ese mismo año en su residencia de Dafne (Antioquía). Antes de morir, Germánico reunió a sus amigos y a su esposa y culpó al matrimonio de Pisón y Plancina de su envenenamiento. Además, destituyó a Calpurnio Pisón como gobernador. Plancina y su marido, que se declaraban inocentes, no ocultaron la alegría por el fallecimiento del César y decidieron alzarse, sin éxito, contra el nuevo gobernador de la provincia, Gneo Sencio Saturnino. 

En el 20, Plancina y Pisón regresaron a Roma para ser juzgados por varios crímenes, entre ellos el de envenenamiento y el de lesa majestad. Aunque en un primer momento prepararon una defensa conjunta, Plancina decidió separar la suya de la de su marido, al interceder Livia por ella ante su hijo. Siendo evidente que Pisón sería condenado por lesa majestad al haberse rebelado contra la nueva autoridad romana en Siria, decidió suicidarse anticipándose a la pena capital. De este modo, las causas de la sospechosa muerte de Germánico quedaron irresolutas, pues la envenenadora siria, llamada Martina, que habría preparado el veneno bajo las órdenes de Plancina, fue hallada muerta antes del juicio. Plancina consiguió, gracias a la intervención de Livia, ser exonerada de los delitos que se le imputaban. Pero, en 33, una vez fallecida su protectora, Tiberio volvió a acusarla por el asesinato de Germánico, viéndose forzada a suicidarse ante la inminente e ineludible condena a muerte.

Daniel León Ardoy

Universidad de Sevilla

Sir Lawrence Alma-Tadema (1867). El coleccionista de fotos en el momento de Augusto. Colección privada.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 57.18; 58.22; 59.20.

Tácito, Anales, 2.43, 55, 71, 74-75, 80, 82; 3.13, 15, 17; 6.26.

Selección bibliográfica

Caballos, A., Eck, W., Fernández, F., El senadoconsulto de Gneo Pisón padre (Sevilla 1996).   

García, M., “Maleficio y veneno en la muerte de Germánico”, Potestas 2 (2009) 57-71. 

Marshall, A.J., “Women on Trial Before the Roman Senate”, EMC 34, 9 (1990) 333-366.

Raepsaet-Charlier, M.-Th., “Epouses et familles de magistrats dans les provinces romaines aux deux premiers siècles de l’empire”, Historia 31, 1 (1982) 56-69.

Rapke, T.T., “Tiberius, Piso, and Germanicus”, AClass 25 (1982) 61-69. 

64. EUMAQUIA

64. EUMAQUIA

Un edificio de innegable protagonismo en el foro de Pompeya se conoce por el nombre de una mujer, Eumaquia, hija de Lucio. Ella ordenó construirlo siguiendo los modelos edilicios de época augustea, financiándolo con su propio dinero, probablemente en época de Tiberio. Eumaquia dejó constancia que hizo el complejo arquitectónico con pórtico, galería o calcídico y una cripta, en su nombre y en el de su hijo y con su dinero, consagrando la obra a la Concordia Augusta. Su familia paterna pudo ser de origen campano, o incluso griego. No debieron formar parte de la élite municipal de la ciudad, pero contaban con una gran fortuna, acumulada probablemente gracias a los negocios de exportación. Eumaquia contrajo matrimonio con Marco Numistrio Frontón, con quien tuvo un hijo del mismo nombre, mencionado en la inscripción.

Pompeya

En otro epígrafe del año 3, da a conocer el cargo de duoviro, la máxima magistratura responsable de la administración de la ciudad, que ostentó el marido. El prestigio de su familia política, unido a la inmensa fortuna de la suya propia, brindó a Eumaquia el acceso al codiciado cargo de sacerdotisa pública, que ella alude en su inscripción. Probablemente Eumaquia era viuda cuando dedicó la inscripción de dedicación de su edificio, porque su esposo no aparece mencionado.

Su sacerdocio público y la extraordinaria donación a su ciudad implican que estaba inmersa en un ambicioso proyecto de promoción política de la carrera administrativa de su hijo, en la que aspiraría a ingresar en el ejercicio de las magistraturas, transformando su capital económico en capital de mérito público y cívico. Los restos decorativos conservados atestiguan la riqueza, magnificencia y exquisito nivel artístico del complejo, un edificio multifuncional que contaba con una estatua de su promotora, Eumaquia, colocada en un lugar central y dedicada por los fullones o gremio de lavanderos y tintoreros de Pompeya, de los que pudo ser su patrona. Eumaquia encarna un extraordinario ejemplo de matrona romana influyente de inicios de la época imperial, esposa y madre, mujer de negocios y administradora de sus propios recursos, consciente de las obligaciones y ventajas de su puesto social. 

Henar Gallego

Universidad de Valladolid

Estatua de Eumaquia (siglo I d.C.). Museo Nazionale Archeologico di Napoli, Nápoles.

Fuentes principales

CIL X, 810, 892.

Selección bibliográfica

Spano, G., “L’edifizio di Eumachia in Pompei”, Rendiconti Accademia di Archeologia, Lettre et Belle Arti di Napoli,  36 (1961) 5-35.

Martínez López, C., Gallego Franco, H., Mirón Pérez, M.ªD., Oria Segura, M., Constructoras de ciudad. Mujeres y arquitectura en el occidente romano (Colección Mujeres, Historia y Feminismos 4) (Granada 2019).

63. FABIA ARETÉ

63. FABIA ARETÉ

La esclava Areté fue manumitida por la pareja formada por el ciudadano romano Marco Fabio Regilo y Fabia, convirtiéndose entonces en su liberta. Atendiendo a su nombre – significa “excelencia, virtud”- esta mujer era de origen griego y cuando adquirió la libertad tomó el gentilicio de su patrono (Fabius) y comenzó a usar Areté como cognomen

Fabia Areté vivió en Roma durante la primera mitad del siglo I. Hizo grabar un epitafio sobre un monumento que señalaba el lugar donde sus patronos habían sido enterrados y lo serían ella y los suyos. El monumento funerario serviría para aglutinar a la familia y allegados de los difuntos como espacio de referencia para celebrar ceremonias y ritos antes, durante y después de la inhumación de sus restos mortales o cenizas. 

Roma

La dedicante quiso recordar en el epitafio los nombres de, al menos, 22 personas, indicando su condición social y, algunas veces, la profesión que ejercían. Entre ellos encontramos a un buen número de Marcii Fabii y Fabiae, sin duda también libertos de la pareja. Fabia Areté trabajaba como archimima (la expresión utilizada es archimima temporis sui prima diurna). Conocemos con seguridad la actividad de los archimimi varones, quienes se encargaban de la dirección artística de las obras y de distribuir papeles. Estos actores también desempeñaban el papel protagonista, lo que les convertía en el principal reclamo para que su compañía teatral fuese contratada. 

Puesto que Fabia Areté aparece inmediatamente nombrada después de sus patronos en el monumento funerario, no hay duda del lugar sobresaliente que ocupaba en el grupo actoral del que formaba parte. Como los archimimi, es posible que fuera la directora y que ella misma realizara interpretaciones diversas en escena. El término diurna nos informa sobre su compromiso perpetuo con Marco Fabio Regilo, es decir, no era contratada puntualmente para espectáculos (el salario que recibía se denomina diurnus). Su profesión apunta a que la familia que heredó el monumento era la propia compañía de actores de la que estaba al frente.

Marta González Herrero

Universidad de Oviedo

Fragmento de placa de mármol con mención de la archimima Fabia Areté. Fotografía obtenida de EAGLE.

Epigraphic Databank of Rome.

Fuentes principales

CIL VI, 10107.

Selección bibliográfica

Gregori, G.L., “I protagonisti della scena teatrale nella documentazione epigrafica di Roma”, ScAnt 12 (2004) 575-590.

Lorenzo, H., “Mujeres en la escena romana a través de la epigrafía”, Tycho 6 (2018) 39-74.

Malaspina, E., “La terminologia latina delle profesioni femminile nel mondo antico”, MedAnt  6 (1) (2003) 347-391.

62. MENFIS

62. MENFIS

Menfis, una esclava que se dice libraria de una tal Pompeya, vivió en Roma en la primera mitad del siglo I. La conocemos a través de la transmisión manuscrita de un códice conservado en Nápoles y redactado por un conocido anticuario y falsario de inscripciones del siglo XVI llamado Pirro Ligorio. Por esta razón, el epitafio de Menfis, al parecer grabado en una placa de mármol, se consideró falso desde su primera edición en 1876 hasta momentos muy recientes, cuando se ha reivindicado su autenticidad. Junto a su epitafio se encuentran los de otros dos personajes de similar condición servil y libre.

Roma

La inscripción que recuerda a Menfis es realmente simple. Solo se nos ha transmitido su nombre, su condición de esclava de Pompeya, su edad al fallecer -20 años- y el oficio de libraria que desempeñaba. De qué modo haya de interpretarse este término en la inscripción de Menfis nos lleva a uno de los problemas recurrentes de la epigrafía, la ambigüedad en el contenido semántico de los vocablos referidos a profesiones y oficios. En general se admite que los librarii son copistas, escribanos o secretarios dedicados a la escritura de cartas, a la copia de epístolas y otras obras literarias, a su edición y corrección, que también gestionaban archivos y bibliotecas personales, como sabemos por los textos de Cicerón. Pero también se les ha considerado como comerciantes de libros salidos de talleres de copias, o tenedores de libros de caja y contables como empleados en la administración pública a diversos niveles. No obstante, mientras que el término masculino se entiende usualmente como “individuos vinculados de algún modo con los libros o con la escritura”, en el femenino se han expresado dudas en ocasiones sobre su significado y a qué tipo de oficio se está aludiendo. 

Para algunos hay dudas sobre si con ese término se estaría haciendo referencia a lanipendiae o expertas en hilatura o a auténticas librariae a modo de escribientes, copistas o secretarias dedicadas a los libros. En este sentido es evidente la importancia de la tarea del copista en las bibliotecas privadas como medio fácil y cómodo de construir una biblioteca por parte de gentes con fortuna y riquezas que disponen de esclavos instruidos como Menfis para reproducir manuscritos. La copia de obras literarias es precisamente una de las actividades realizadas por librariae en época tardoantigua según algunos textos relativos al surgimiento del monasticismo en el contexto del cristianismo primitivo. 

Menfis, con nombre griego, era una esclava. También los son muchas de las otras mujeres que conocemos desempeñando esta función de escribas o amanuenses, y otras son libertas. Sabemos además que estas escribas femeninas solían estar al servicio personal de mujeres de las clases aristocráticas y acomodadas, que operaban siempre en el medio urbano. También se ha señalado, a partir de evidencia iconográfica, que algunas podían ejercer sus funciones por cuenta propia fuera de la casa en la que usualmente estaban empleadas. Por otro lado, la existencia de esta función aboga por un grado de alfabetización entre ciertas mujeres, superior, o más complejo, que el normalmente considerado para ellas.

Salvador Ordoñez Agulla

Universidad de Sevilla

Sir Lawrence Alma-Tadema (1839). Comparaciones. Colección privada.

Fuentes principales

CIL VI 977a = AE2005, 182 = EDR 163753.

Selección bibliográfica

Haines-Eitzen, K., “Girls Trained in Beautiful Writing’: Female Scribes in Roman Antiquity and Early Christianity”, JECS 6 (1998) 629-646.

McDonnell, M., “Writing, Copying, and Autograph Manuscripts in Ancient Rome”, CQ 46 (1996) 469-491.

Rossi, R.F., “Librarius”, en Dizionario Epigrafico di Antichita Romane IV (Roma 1958) 955-965.

Segenni, S., “Donne e lavoro intellettuale”, en Buonopane, A., Cenerini, F. (eds.), Donna e lavoro nella documentazione epigrafica (Faenza 2003) 154-161.

61. VIPSANIA

61. VIPSANIA

Vipsania Agripina fue la única hija de Marco Vipsanio Agripa y su primera esposa Pompeya Cecilia Ática, hija a su vez de Tito Pompeyo Ático. Nació en el año 33 a. C. y cuando apenas contaba con un año, fue prometida con Tiberio. Perdió a su madre a una edad temprana, por lo que vivió con su padre Agripa hasta el año 19 a. C., momento en el que se casó con Tiberio. Paralelamente, su padre contrajo matrimonio con Julia, la hija de Augusto. De esta manera, los Vipsanii quedarían doblemente vinculados a la casa imperial. De la unión de Vipsania y Tiberio nació Druso Julio César, más conocido como Druso el Menor, que se casaría con Claudia Livia Julia Livila. 

Roma

Sin embargo, poco tiempo después falleció su padre Agripa. Al dejar a Julia, la hija de Augusto viuda, este decidió casarla de nuevo. El candidato perfecto era Tibero; por lo que ordenó que la feliz pareja se divorciara. Se dice que, aunque ambos aceptaron esta disposición por parte de Augusto, nunca se olvidaron. Vipsania se volvió a casar con Cayo Asinio Galo, cónsul que jugó un destacado papel en la oposición de Tiberio. Juntos tuvieron cinco hijos: Gayo Asinio Polio, Marco Asinio Agripa, Asinio Salonino, Servio Asinio Celer, Asinio Gayo y Cneo Asinio. Todos ellos desarrollaron una importante carrera política. Al haber sido madre de seis hijos, se le concedió el ius trium liberorum, por lo que no necesitó un tutor y recibió los derechos de herencia. 

Murió de causas naturales en el año 20, siendo muy querida y recordada por su segundo marido e hijos. Fue honrada como madre y esposa. Retratada como una mujer ejemplar, fuerte e independiente, que tuvo que vivir separada de su verdadero amor, aceptando de forma estoica los designios de su destino.

Patricia Téllez Francisco

Universidad de Sevilla

Busto velado de Vipsania Agripina (siglo I a. C.). Museo Archeologico della Maremma, Grosseto.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 57.1.6.

Suetonio, Vida de los doce Césares, Tiberio, (nota al capítulo) 4.4.

Tácito, Anales, 1, 12.

Selección bibliográfica

Seager, R. “Tiberius’ First Steps in Public Life”, en Seager, R. (ed.), Tiberius (California 1972).

Swindle, J.M., “A Rethorical Use of Women in Tacitus‘Annales”, Studia Antiqua 3, 1 (2003).

60. ANTONIA LA MENOR

60. ANTONIA LA MENOR

  Antonia era hija de Octavia, la hermana de Augusto, y de Marco Antonio. Nació en Atenas y se crio sin la presencia de su padre que vivía una relación adulterina con la reina de Egipto, Cleopatra VII, con la que se casaría tras divorciarse de su madre. Su infancia transcurrió en Roma junto a estas y a sus tíos Octavio y Livia. Cuando Octavio se convirtió en Princeps pasó a formar parte de la domus Augusta y fue casada con Druso el Mayor, hijo de su tía política Livia. Con él tuvo tres vástagos: Germánico Julio César, Livila y Claudio Druso, quien fue el cuarto emperador de Roma. De esa unión surgieron los cimientos familiares de los que se nutrió la dinastía Julio-Claudia. Antonia fue madre del emperador Claudio, abuela de Calígula y bisabuela de Nerón.

Roma

Desde muy niña tuvo que acostumbrarse a la proyección pública de su familia y a soportar la desgracia. Quedó viuda joven y mantuvo un papel discreto en el seno de la casa imperial, sin gozar de la amistad de su suegra, ni tampoco de la de su nuera, Agripina la Menor. Soportó con entereza la muerte sospechosa de su hijo Germánico, haciéndose cargo del cuidado de sus nietos, junto con aquella, preocupada, tras este acontecimiento funesto en recuperar la dignidad imperial de sus hijos varones. 

            Descubrió ante su cuñado Tiberio la conjura en la que participaban su hija Livila y el prefecto del pretorio, Sejano. Según la versión de los hechos dada por Dion Casio, Antonia recibió a su hija culpable, quien la encerró en una de las habitaciones de palacio donde la dejó morir de inanición. Esta forma de pena capital era la más antigua aplicada en el seno de las familias romanas a las mujeres que faltaban a la castidad y al pudor. 

            Cuando su nieto Calígula accedió al trono imperial le concedió el título de Augusta que ella rechazó sin reparos. La compleja y delirante personalidad de aquel se manifestó pronto en su forma de gobierno y en su comportamiento diario. Mandó asesinar a su primo Gemelo, hijo de su tía Livila y de Druso el Menor, hijo de Tiberio, bajo la infundada sospecha de conspiración contra su persona. Antonia, abuela de ambos, no pudo soportar más tanta desgracia y se suicidó. Otras versiones contemplan la posibilidad de que hubiera sido envenenada por su nieto Calígula. Al llegar al poder, Claudio concedió honores fúnebres a su madre y le otorgó el título póstumo de Augusta, a pesar de que ella nunca había sentido especial predilección por su hijo pequeño. Antonia fue un vehículo eficaz de la política hereditaria de su tío Augusto, cuyos efectos sufrió durante toda su vida.

Pilar Pavón

Universidad de Sevilla

Hera Ludovisi, retrato colosal de Antonia la Menor. Siglo I a. C. Palazzo Altemps, Roma.

Foto de la autora Patricia Téllez Francisco

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 57.12.4.

Suetonio, Vida de los doce césares, Cayo Calígula, 1.3.27. 

Tácito, Anales, 3.3.

Selección bibliográfica

Kokkinos, N., Antonia Augusta: Portrait of a Great Roman Lady (London 1992).

Núñez Paz, M.ª.I., “Antonia Minor. Más allá del exemplum matronae”, Rodríguez López, R., Bravo Bosch, M.ªJ. (eds.), Mujeres en tiempos de Augusto. Realidad social e imposición legal (Valencia 2016) 471-494.

Pavón, P., “Mujeres de Germánico: visibles y marginadas según la historiografía altoimperial”, González Fernández, J., Bermejo Meléndez, J. (eds.), Germanicus Caesar, entre la historia y la leyenda, Onoba monografías 7 (Huelva 2020) 79-98.

Segenni, S., “Antonia Minore e la domus Augusta”, SCO, 44 (1994) 297-331.

59. JULIA LA MAYOR

59. JULIA LA MAYOR

Julia nació en el seno de la gens Iulia en el año 39 a. C. Fue bisnieta por parte de madre del gran Pompeyo y del dictador Sila e hija de Octavio, por entonces conocido como hijo del divino Julio César. Octavio reconoció su paternidad, pero repudió a Escribonia, alejándola de Julia. En el 37 a. C., cuando tenía dos años fue prometida a Marco Antonio Antilo, de diez años, hijo de Marco Antonio y Fulvia, pero el matrimonio no se concretó al estallar la guerra civil antes de que Julia alcanzara la edad para casarse.

Mientras tanto su vida parecía apacible en el hogar de Octavio, educada en un principio por su madrastra Livia, pues la presencia de Octavio era intermitente.

Roma

Allí, la presencia de su tía Octavia, de sus primos y de los hijos de Marco Antonio con Fulvia y Cleopatra era constante. Esta familia se había distinguido por el amor a las letras y por genes intelectualmente brillantes. Julia, embebida por este contexto, gozó de un carácter afable y de gran erudición. En el 29 a. C., Julia tiene 10 años, y su padre celebra su triunfo sobre Egipto. 

Octavio, ya Augusto, perseveró en su proyecto imperial, y casó a Julia en el 25 a. C., a la edad de 14 años, con su primo Marco Claudio Marcelo, de 17 años, hijo de Octavia. Por entonces, la maquinaria publicitaria creó en Julia un ídolo del pueblo; y en las estatuas que se le erigían se asemejaba a una Venus. Y mientras Julia disfrutaba de todas las dichas que la naturaleza y del progreso de la Urbe; tan atrevida en sus atavíos como le permite su belleza, y rodeada de sus amigos. Pero con 16 años Julia se quedó viuda y sin hijos. En el 21 a. C., una vez más por intereses políticos de su padre, para asegurarse un sucesor en el Imperio, y teniendo 18 años, Julia contrajo matrimonio con Agripa de 42 años. Para ello, él tuvo que divorciarse de su segunda esposa, Claudia Marcela la Mayor, hija de Octavia y de su primer marido. Julia engendró cinco hijos y vivió una óptima relación de pareja, plena de cultura y de cambios de residencia por provincias fascinantes. 

Más tarde volvió a enviudar y fue obligada a casarse con Tiberio. Por entonces, Julia participó en la lucha política contra los Claudios y su propio padre. En el año 2 a. C. Julia fue acusada de adulterio y traición por su padre Augusto ante el Senado, siendo condenada al destierro a la isla Pandataria, a donde le acompañó su madre Escribonia. Recibió además una pena complementaria, la damnatio memoriae, haciéndose destruir los retratos de Julia y eliminando las referencias escritas a su persona. Y lo peor de todo es que la imagen infamante de Julia ha traspasado los siglos, generación tras generación, reproduciendo los tópicos contra las mujeres.  

Rosalía Rodríguez López

Universidad de Almería

Posible retrato de Julia la Mayor. Siglo I. Altes Museum, Berlín.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 53.27.4; 54.15-19.

Séneca, Sobre los beneficios, 6.32.

Suetonio, Vida de los doce césares, 63; 66.6.

Tácito, Anales, 1.8; 1.53.

Selección bibliográfica

Cid López, R.M.ª, “Imágenes femeninas en Tácito: las mujeres de la familia de Augusto según los Anales”, Corona spicea: in memoriam Cristobal Rodríguez Alonso (Oviedo 1999) 63-78. 

Cohen, S.T., “Augustus, Julia and the Development of Exile ad insulam”, CQ 58,1 (2008) 206-217.

Domínguez Arranz, A., “La mujer y su papel en la continuidad del poder. Iulia Augusti, ¿una mujer incómoda al régimen?” en Domínguez Arranz, A., Mujeres en la Antigüedad clásica (Madrid 2010) 153-227.

Rodríguez López, R., “Julia Maior. La auctoritas de la gens Julia” en Rodríguez López, R., Bravo Bosch, M.ªJ., Mujeres en tiempos de Augusto: realidad social e imposición legal (Valencia 2016) 431-460.

Salles, C., L’art de vivre au temps de Julie, fille d’Auguste (Paris 2000).

58. URGULANIA

58. URGULANIA

Urgulania fue una mujer romana del siglo I sobre cuya biografía tenemos pocos datos, pero lo que las fuentes nos permiten saber de ella es que alcanzó una situación de gran privilegio. De su familia podemos destacar que fue la abuela de Urgulanila, la primera esposa de Claudio de la que éste se separó. Otro de sus nietos fue Marco Plaucio Silvano, pretor romano acusado de asesinato. Sin embargo, su fama no se debió a ningún miembro de su familia, sino a sí misma y a la estrecha amistad que la unía a Livia. En cualquier caso, su importancia fue manifiesta porque, habiendo sido acusada y llamada a comparecer ante el Senado, ella rehusó. Se amparó en la relación con Livia y evitó intervenir y dar explicaciones en la cámara. 

Roma

De este hecho reseñable se llega a varias conclusiones. Por un lado, el considerable peso que tendría Urgulania, pues la intervención en el Senado estaba prohibida para las mujeres, a excepción de las vestales. Las demás debían remitir una carta que se leía en la cámara, negándoles así la posibilidad de matizar una información o rebatir alguna acusación. En consecuencia, la invitación que se le hizo para defenderse de los cargos denota su posición relevante. Pero esa situación de privilegio está relacionada con la segunda conclusión: la fuerza del vínculo con Livia. Sólo alguien que contaba con el favor de la Augusta en cualquier circunstancia se habría atrevido a negarse a comparecer ante tal llamamiento. 

Existe otro dato que denota la fuerza de carácter de Urgulania. Se trata de un hecho acontecido a su nieto, pero en el que ella como abuela vertió una opinión muy tajante. Silvano, el nieto, fue acusado de asesinato y, en medio del proceso, recibió una carta de Urgulania. En ella, le instaba a acabar con su vida antes de que se emitiese un veredicto. Con esto, la mujer intentaba evitar que su nieto, su familia y ella misma, se vieran relacionados con una sentencia por asesinato. Esto refuerza la idea del carácter decidido, pragmático y, ciertamente orgulloso, de Urgulania. Los escasos datos que tenemos sobre la vida de esta fémina la presentan como un modelo de mujer severa, que no se dejó impresionar ante nada y que poseyó influencias muy importantes en un momento en el que tenerlas le sirvió para lograr sus intereses.

Marta Moreno

Universidad de Sevilla

Retrato de una anciana procedente de El Fayún. Siglo II. Antikensammlung der Staatliche Museen, Berlin.

Fuentes principales

Tácito, Anales, 2.34-35.

Selección bibliográfica

Cenerini, F., La donna romana, Modelli e realtà (Bologna 20132).  

Garnsey, P., “Legal privilege in the Roman Empire”, P&P (1968) 3-24.

Syme, R., “Some Pisones in Tacitus”, JRS 46 (1956) 17-21.

57. LIVIA

57. LIVIA

Livia fue una de las mujeres más notables de la Antigüedad, que vivió entre el final de la República y el Principado. Al ser la esposa de Augusto y madre del emperador Tiberio tuvo un protagonismo que ninguna mujer había tenido antes en la sociedad romana. Su nacimiento se sitúa entre los años 59 y 58 a. C., en el seno de una aristocrática familia perteneciente a la gens Claudia.

Con 16 años se casó con Tiberio Claudio Nerón, un familiar de la misma gens. Con él tuvo a sus dos hijos Tiberio y Druso. Con 19 años, y embarazada del segundo, inició su relación con Octavio. Poco después, celebraron su matrimonio, en el año 38 a. C. 

Roma

Con él recibió extraordinarios honores que la convertían en inviolable por la concesión de la sacrosanctitas, además de permitirle controlar su rico patrimonio sin la presencia de un tutor.

Se promovió su popularidad en la sociedad imperial a través de estatuas y acuñaciones monetarias. Cuando Octavio venció a Marco Antonio y se convirtió en el dueño del Mediterráneo, el protagonismo de Livia aumentó, junto con el de su cuñada Octavia, representando ambas el perfecto modelo tradicional de matrona romana que precisaba Augusto. Además, se involucró en las tareas de gobierno, apoyando hábil e incondicionalmente a su esposo en la construcción del Principado, y en la formación del sistema dinástico del que derivó la llamada domus Augusta. 

       Augusto buscó, a través de los matrimonios de su hija Julia y sus nietos, Cayo y Lucio, un heredero para su legado político. Al morir prematuramente su sobrino Marcelo y sus nietos, estableció alianzas con los parientes de Livia. Se acabó imponiendo la rama de los Claudios, como se refleja en el matrimonio entre Germánico, nieto de Livia, y Agripina la Mayor, nieta de Augusto. Los siguientes príncipes de esta dinastía hasta llegar a Nerón son descendientes de esta pareja. 

Tiberio sucedió a Augusto, tras su muerte, en el año 14, gracias a la labor de Livia. Ella jugó un papel crucial en los homenajes dispensados al Augusto fallecido, al conseguir su reconocimiento como divo Augusto. Desde ese momento, Augusto recibió culto por decisión del Senado y con el apoyo popular, y su familia exhibió una ascendencia divina.

            Paradójicamente, Tiberio no fue muy considerado con ella. Quizá para evitar la imagen de varón dominado por una mujer, la alejó del poder, retirándose a Capri. Livia se volcó entonces en los deberes religiosos y falleció en el 29, con 86 años. Tiberio no acudió al funeral y rehusó los honores ofrecidos por el Senado. Livia gozó de reconocimiento público, como se evidencia en los numerosos homenajes recibidos en Roma y las provincias. Su nieto Claudio la divinizó, reforzando el prestigio de la dinastía Julio-Claudia y la domus Augusta.

Rosa María Cid López

Universidad de Oviedo

Detalle de la estatua de Livia Drusila (siglo I a. C.). Museo Arqueológico Nacional, Madrid.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 51.13; 53. 4.5; 54. 7.1; 19.3; 23.6; 55.2.4; 8.1, 9.8; 11.1, 14.2-22.1; 56.30.5-87.4; 57.2.3.12.6; 18.6; 58.2.1; 60.5.2-3

Suetonio, Vidas de los doce césares, Augusto, 29.4; 40. 3;  45.1;  62.2; 63.1; 69.1; 73; 84.2; 99.1; 101.2; Tiberio, 4; 3; 6.1-2; 7.1; 10.2; 12.1;13.2; 14.2;  21.2; 22.50; 2; 51.1-2; 61.1; Calígula, 7; 10.1; 15.2; 16.3;  Claudio, 1.1; 3.2; 4.1; 4.6; 11.2.

Tácito, Anales, 1.3;3-4; 4.5; 5.1-4; 6.2-3; 8.1; 10.5; 13.5;  14.1; 33.1-3; 2.14.1; 34.2-3; 43.4; 50.1-2; 77.2; 82.1; 3.3; 1-3;15.1; 16.3;17.2-4; 18.3;  34.6; 64.1-2; 71.1; 4.8.3; 12. 3-4; 16.4; 21.1; 22.2; 37.1; 40.2; 57.3; 71.4; 5.1.1-4; 2.2; 3.1.

Selección bibliográfica

Barret, A.A., Livia: primera dama de la Roma imperial (Madrid 2004; 1ª ed. en inglés, 2002).

Bartman, E., Portraits of Livia. Imaging the Imperial Woman in Augustan Rome (Cambridge-New York- Melbourne 1999).

Cenerini, F., “An exceptional and eternal couple: Augusta and Livia”, en Bielman Sánchez, A., Power Couples in Antiquity. Transversal Perspectives (London – New York 2019).

Cid López, R.M.ª, “Imágenes del poder femenino en la Roma antigua. Entre Livia y Agripina” Asparkía 25 (2014) 179-201.

Hidalgo de la Vega, M.ªJ., Las emperatrices romanas. Sueños de púrpura y poder oculto (Salamanca 2012).