© Papeleta impresa por el Sindicato que enumera las promesas de Egocheaga si gana las elecciones. Fuente: documento cedido por la familia Chaparro.
La glorificación de Egocheaga rozó en ocasiones la veneración religiosa y estuvo inflamada por la devoción creciente que le profesaban sus allegados en el Sindicato. Estos se dedicaron a exaltar su moral privada y pública, su actividad organizativa y su capacidad de lucha, su vigor doctrinal y su especial sensibilidad hacia el sufrimiento de los trabajadores. La exaltación de su figura fue el resultado de una cuidada planificación propagandística. Sólo así podía disponer de la legitimidad y la popularidad suficientes para enfrentarse al orden establecido –e incontestable hasta entonces– de la Compañía. Además, cuanto más alto fuera el pedestal al que se subía Egocheaga, más difícil les resultaría destruirlo a los críticos que tenía entre la aristocracia obrera de la comarca.
Las elecciones constituían un mecanismo fundamental para la formación cultural de la clase obrera mediante la combinación del lenguaje, presente en los periódicos o en los pasquines difundidos por el Sindicato, y la experiencia, de asistir a un mitin o de votar. Egocheaga no consiguió el escaño que le hubiera dado la inmunidad parlamentaria que necesitaba para librarse de la persecución judicial de la Compañía, pero la propaganda electoral lanzada por el Sindicato durante los pocos meses que duró la campaña, de enero a marzo de 1914, fue un claro ejemplo de la generalización de un nuevo lenguaje de clase.
La cuestión de la unidad salió a relucir de nuevo, como cuando se declaró la huelga en 1913: «la importancia de todo esto no está en la elección de diputado, está en que, ahora y con este motivo, estrecharemos más y más los lazos de unión entre nosotros»[10]. Pero eso no era suficiente. Había que educar políticamente a unos obreros que ignoraban los mecanismos electorales y sólo conocían el caciquismo que imperaba en España en tiempos de la Restauración borbónica. Para combatir este arraigado clientelismo político, que en Riotinto adquiría también una dimensión colonial y empresarial, el Sindicato organizaba diariamente unas sesiones de instrucción y recomendaba a los asociados que asistieran a ellas. Las sesiones se celebraban en todas las sedes municipales de la organización sindical y, en ellas, se daban las normas de conductas y las obligaciones que tenían los electores.
[10] AFRT. Legajo 1838. El Sindicato de Riotinto a los obreros mineros. El primer diputado de los sindicatos. Votemos al compañero Egocheaga. El Comité organizador. Riotinto, 20 de febrero de 1914.