En sus comienzos, Espejo Cala, que provenía del campo de la filología, trabajó sobre la relación entre periodismo y literatura; poco a poco, se fue adentrando en el campo del periodismo y de su historia, hasta convertirse en una referencia para el resto de historiadores de la comunicación. La originalidad de su trabajo reside en la construcción de una perspectiva teórica híbrida y compleja que va de la historia social desde abajo a la historia feminista, de la historia crítica a los estudios decoloniales, y que potencia alguna de las partes que configuran el todo en función del objeto de estudio. Este es, también, diverso: el gaceterismo, las relaciones de sucesos y el protoperiodismo barrocos, los pliegos de cordel y la subliteratura noticiosa popular moderna, la historia del periodismo andaluz, la historia de los y las periodistas locales, etc.
La otra gran virtud de Carmen es también académica, pero va más allá de la academia. Si ha conseguido formar equipos y tiene un magnífico plantel de profesores que la reconocen como su mentora, es porque predica con el ejemplo, porque ofrece su trabajo a cambio de colmar su pasión por el conocimiento, porque es tolerante con las posiciones ajenas y no pierde punto en entrar en diálogo con ellas, porque sabe hacer de la afabilidad el instrumento para allanar voluntades y poner en marcha iniciativas, porque comparte en vez de apropiarse, porque da sin preocuparse del fiel de la balanza o de los equilibrios perfectos. A todo ello se le llama bonhomía, y la Universidad española necesita pertrecharse de cátedras que tengan esta cualidad por bandera, sin menoscabo de la inteligencia, la competencia y la calidad científica, que también aporta.
Lo dicho: enhorabuena, Carmen.