ARQUITECTURA SALUDABLE PARA EL ENVEJECIMIENTO POBLACIONAL

El desarrollo de estudios e investigaciones comparativas entre la tercera y cuarta edad, con el propósito de definir y desarrollar su máxima calidad de vida, influye en el conocimiento práctico de sus formas de vida, necesidades y demandas habitacionales. Las personas que mantienen una funcionalidad óptima, es decir, autonomía e independencia personal tienen una mayor calidad de vida frente a situaciones de dependencia. Proyectar adecuadamente el entorno y medio físico destinado al envejecimiento de la población es fundamental para conseguir esos objetivos.

La investigación en esta línea está centrada en tres aspectos: en primer lugar, en el estudio y desarrollo del modelo salutogénico; en segundo lugar, en el modelo de patrimonio en salud y, por último, la realización de mapas o etiquetados en el territorio de activos en salud. Desde este punto de vista, el bienestar es uno de los objetivos principales de la Arquitectura Saludable que se centra en dos elementos básicos: sentirse bien y funcionar correctamente. Por tanto, la arquitectura tiene la capacidad de influir sobre el modo en el que el ser humano se relaciona con el entorno, creando escenarios que favorezcan un modo de vida saludable.

El bienestar está íntimamente ligado a la forma en la que el organismo interactúa con el medio; éste produce sobre los cuerpos una serie estímulos que se manifiestan continuamente, de modo no consciente, pero que tienen un efecto acumulativo sobre el organismo. La luz, la temperatura, el sonido, la materialidad o capacidad para generar espacios de colectividad constituyen herramientas o material de proyecto para la Arquitectura Saludable. Los hallazgos y resultados que se obtienen de investigaciones centradas en el entorno habitado por la población de personas mayores son extensibles, posteriormente, al resto de la sociedad con el consiguiente valor añadido que ello conlleva.