SEVILLA / 9 de junio de 2022.
En las series de televisión, una vez pasado el ecuador del serial, siempre hay un capítulo fuera de la trama. Ese capítulo sirve para desengrasar, para permitir que el público respire, para aumentar la intriga… Por lo general, en esos capítulos nunca sucede nada y hay gente que opta, directamente, por saltárselos. Os avisamos que este post es como uno de esos capítulos, –insertado en mitad de la serie dedicada a Arquitectura Saludable– pero os aconsejamos no saltároslo, porque presenta aspectos y conceptos sobre los que vais a tener que trabajar, más pronto que tarde, en vuestros proyectos y edificios.
Y es que hace apenas dos meses, el pasado viernes 1 de abril se publicó en el BOE la Ley 6/2022 que establece y regula la accesibilidad cognitiva y sus condiciones de exigencia y aplicación en edificios, ciudades, transportes. Esta legislación modifica el texto de la Ley General de derechos de las personas con discapacidad y de su inclusión social. La nueva normativa tendrá especial incidencia en el futuro en el diseño y proyectación de edificios y entornos urbanos, por lo que merece la pena pararse un momento, para reflexionar sobre su repercusión en los próximos años en el desempeño de la profesión arquitectónica.
En España la accesibilidad en edificios y entornos se encuentra regulada desde el año 2003, en la Ley 51/2003, de igualdad de oportunidades, no discriminación y accesibilidad universal de las personas con discapacidad. Sin embargo, tanto esa ley como el resto de normativa solo contemplan un tipo de usuarios: personas con diversidad funcional física o sensorial.
La accesibilidad es una condición previa para que, cualquier tipo de persona, con diversidad funcional física, sensorial pero también cognitiva, pueda vivir de forma independiente y participar plenamente en la sociedad en igualdad. La accesibilidad debe considerarse una reafirmación del aspecto social del derecho al acceso de todas las personas.
La accesibilidad universal es única, en ella está incluida la accesibilidad cognitiva, que se define como la característica que permite la fácil comprensión, comunicación e interacción de todas las personas con entornos, procesos, actividades, bienes, productos, servicios, objetos o instrumentos, herramientas y dispositivos. Se trata de una definición sobre la que existe un amplio consenso técnico, académico y social.
No se detiene ahí la accesibilidad cognitiva, sino que contribuyen a ella un amplio repertorio de sistemas y tecnologías articuladas en torno a modos, medios y formatos alternativos de comunicación. Entre los recursos que facilitan esta accesibilidad está el diseño de edificios y proyectación de espacios de manera que, su formalización y construcción arquitectónica, permita interpretar y comprender bien esos entornos construidos, sus usos e interacciones.
Las personas con dificultades de comprensión y comunicación todavía se enfrentan a diario con entornos cognitivamente no accesibles, caracterizados por la presencia de barreras técnicas y ambientales. Límites que impone un entorno físico que se puede proyectar, planificar y adaptar. Sin embargo, hasta el momento, la accesibilidad cognitiva no ha sido suficientemente considerada a la hora de desarrollar e instaurar actuaciones relacionadas con la accesibilidad universal.
Por ejemplo, no se introducen medidas concretas relacionadas con edificios y la planificación de ciudades en los Planes de Demencia, en el Plan Integral de Alzheimer y otras demencias (2019-2023) o a la hora de reservar un porcentaje de viviendas adaptadas, destinadas a estos colectivos de personas con problemas cognitivos; tal y como se hace, desde hace décadas, con casas destinadas a personas con diversidad funcional física o sensorial. Resulta patente que existe una falta de conciencia sobre la importancia del espacio físico en las personas con carencias cognitivas y un déficit normativo sobre accesibilidad cognitiva. Situación que es necesario superar.
Esta falta de desarrollo normativo tiene graves consecuencias en la vida de estas personas, porque impide u obstaculiza que un gran número de ellas puedan vivir de forma independiente y participen plenamente en la sociedad en igualdad de condiciones que las demás. Por ello, es necesario garantizar, de forma efectiva, la accesibilidad cognitiva a un colectivo con dificultades, tanto en el entorno físico como en los servicios e instalaciones de uso público y privado, en zonas urbanas y rurales.
La accesibilidad cognitiva se despliega y hace efectiva a través de la compresión y orientación en edificios y entornos. Esto presupone una estrategia de ‘Diseño Universal’ o ‘Diseño para todas las personas’, y se entiende sin perjuicio de los ajustes razonables que deban adoptarse en espacios habitables, destinados a facilitar la seguridad y confort de las personas. Un determinado espacio puede afectar a la calidad de la cognición espacial y social de una persona, lo que implica que habitar en ciertos entornos puede tener efectos perjudiciales o beneficiosos sobre la misma.
De una forma directa y primaria, para facilitar la accesibilidad cognitiva, se emplean en los edificios recursos ‘de lectura fácil’, apoyados en comunicación gráfica con señalética, codificación de colores, mapas, etc. También recursos de comunicación auditiva, comoseñales acústicas o mensajes verbales. Igualmente, se usan recursos de comunicación táctil como maquetas de alto relieve, pavimentos podotáctiles contrastados, etc. Incluso se utilizan sistemas aumentativos y alternativos de comunicación, tales como bucles magnéticos, pantallas, códigos Navilens o QR, o realidad virtual, etc. En general, los anteriores recursos no pertenecen al ámbito disciplinar estrictamente arquitectónico, sino a otros campos de trabajo que, no obstante, la arquitectura integra en los edificios y entornos urbanos que construye.
Sin embargo, hay otros recursos menos técnicos y más abstractos que también contribuyen a facilitar la accesibilidad cognitiva y que tienen una especial trascendencia. Son aquellos, directamente relacionados con el material del proyecto arquitectónico o con las pautas que influyen en el diseño de los edificios y entornos.
Para atender a la accesibilidad cognitiva en los edificios, los proyectos deben incorporar soluciones inclusivas que sigan los criterios DALCO (Deambulación, Aprehensión, Localización y Comunicación). Además de estudiar una cuidada elaboración de itinerarios, con distribuciones que fomenten la orientación por medio del uso de patrones identificables o la incorporación de hitos y/o referencias distintivas. En los edificios es importante aportar a los usuarios la capacidad de controlar su propia experiencia, con la posibilidad de tomar decisiones por sí mismos evitando, en la medida de lo posible, servicios centralizados, controlados o tutelados por terceros.
Sin embargo, el aspecto más importante, para alcanzar la máxima accesibilidad cognitiva, es dotar de significado a los edificios y entornos. Producir emoción con una arquitectura cargada de significado. En la importancia del sentido de los espacios, radica la capacidad de un entorno para comunicar, ser comprensible y fortalecer la integración social de todas las personas. Este es un camino todavía por recorrer, aunque poco a poco se van dando pasos.
En el próximo post volveremos a la trama de la serie. Mostraremos tres iniciativas internacionales de Arquitectura Saludable, realizadas durante los últimos treinta años por diferentes arquitecto/as, y que integran de forma innovadora el aspecto cognitivo y emocional en los edificios. No os lo perdáis.
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José Manuel Mera Gómez es Ingeniero de la Edificación y Arquitecto Técnico en el CEAPAT / IMSERSO / Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030. Investigador del Grupo Healthy Architecture & City (TEP-965).
Santiago Quesada García es Doctor Arquitecto, Profesor Titular Universidad, Investigador Responsable del grupo Healthy Architecture & City (TEP-965) e Investigador Principal de los proyectos ALZARQ del Ministerio de Ciencia e Innovación y DETER de la Junta de Andalucía.
Post publicado en el Boletín del IUACC nº 139 del 09 junio de 2022
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Imagen del post:
Portada de la revista The New Yorker, obra de Lorni Sue Johnson (1985), artista con amnesia