40. HORTENSIA

40. HORTENSIA

Hortensia fue hija de Quinto Hortensio Hórtalo y, probablemente, de Lutacia, su primera esposa. Su padre, famoso orador, fue uno de los principales rivales a los que se tuvo que enfrentar Marco Tulio Cicerón en los tribunales. Como integrante de una familia aristocrática, es de suponer que Hortensia tuvo temprano acceso a una educación bilingüe que era, entonces, característica de la élite social. Pudo, también, haber consultado textos sobre retórica en la biblioteca de su padre. Quintiliano, alabó la preocupación de Hortensio por educar a su hija. La fama de Hortensia procede de su habilidad oratoria, que tuvo ocasión de demostrar en un contexto político muy peculiar. 

Roma

Hortensia irrumpió -acompañada de otras matronas romanas- en el foro y ocupó los rostra, la tribuna de los oradores, con motivo de un impuesto especial que había sido aprobado por los integrantes del Segundo Triunvirato y que grababa a las 1400 mujeres más ricas de la ciudad. Hortensia y el resto de las mujeres habían tratado, previamente, de solucionar su demanda consultando a mujeres como Fulvia, la esposa del triunviro Marco Antonio y Octavia, la hermana de Octaviano. Solo se dirigieron al foro cuando vieron que las conversaciones con las mujeres cercanas de los triunviros habían fracasado.

Según Valerio Máximo, Hortensia mostró, en su famoso discurso, una elocuencia idéntica a la de su padre. Gracias a las palabras pronunciadas por ella, afirma, parecía que su padre estaba vivo en su persona. El discurso de esta mujer se ha conservado gracias al escritor Apiano del siglo II. Su contenido puede calificarse como abiertamente hostil a los dirigentes políticos del momento. Tras justificar los motivos que las llevaron a invadir los rostra, Hortensia señaló que era un impuesto injusto, pues las mujeres romanas no podían participar -como los hombres- ni de las magistraturas ni de los generalatos. No existía, en consecuencia, motivo alguno que justificara que parte de su patrimonio engrosara las arcas de un Estado que iba a emplearlo, no en una guerra contra pueblos extranjeros, sino en un conflicto fratricida. 

            La excepcional figura de Hortensia demuestra no solo la capacidad de determinadas familias aristocráticas de seguir proporcionando individuos sobresalientes, sino también el enorme potencial de movilización del que podían hacer gala las romanas. Pese a su brillante discurso, el éxito de Hortensia fue limitado. Así, de las 1400 mujeres que, inicialmente, estaban sujetas al mencionado tributo, al final solo 400 terminaron pagándolo. No sabemos si Hortensia fue de las afortunadas o no. Sin embargo, sí podemos afirmar que los actos que protagonizó no volverían a ser emulados a lo largo de toda la historia de Roma.

Borja Méndez Santiago

Universidad de Oviedo

Sir Lawrence Alma-Tadema (1888). El poeta favorito. Lady Lever Art Gallery, Liverpool.

Fuentes principales

Apiano, Historia romana, 4.32-34.

Quintiliano, Instituciones oratorias, 1.1.6.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 8.3.3.

Selección bibliográfica

Cid López, R.M.ª, “Mujeres y actividades políticas en la República. Las matronas rebeldes y sus antecesoras en la Roma antigua”, en Domínguez Arranz, A. (ed.), Mujeres en la Antigüedad clásica. Género, poder y conflicto (Madrid 2010) 125-151.

Hopwood, B., “Hortensia Speaks: An Authentic Voice of Resistance?”, en Welch, K. (ed.), Appian’s Roman History. Empire and Civil War (Swansea 2015) 305-322.

López López, A., “Hortensia, primera oradora romana”, FlorIlib 3 (1992) 317-332.

Lucchelli, T.M., Rohr Vio, F., “La ricchezza delle matrone: Ortensia nella dialettica politica al tramonto della Repubblica”, en Bielman Sánchez, A. et al. (dirs.), Femmes influentes dans le monde hellénistique et à Rome (IIIe siècle av. J.-C. – Ier siècle apr. J.-C.) (Grenoble 2021) 175-196.

39. TULIA

39. TULIA

Tulia fue una dama romana de finales de la República romana, hija del orador Marco Tulio Cicerón. No pasó a la historia por grandes o relevantes hechos en su vida. Fue una mujer romana tradicional, fiel a los designios que su padre marcó para ella y con una vida no exenta de desdichas. Muy escasa es la información disponible sobre el aspecto físico de Tulia. Todo lo que ha llegado hasta nosotros sobre ella procede del propio Cicerón quien habla de la belleza de su hija y de su delicada salud.

Como todas las mujeres en Roma, Tulia sirvió como instrumento de la política matrimonial de su familia. La persona elegida por Cicerón para ser su esposo fue Cayo Pisón Frugi, con el que se casaría en el año 66 a. C., siendo todavía una niña.

Roma

Desde entonces la alianza entre las dos familias debió ser constante. Sin embargo, finalizó cuando Tulia enviudó al llegar a la veintena. El nuevo pretendiente fue Furio Crásipes, un hombre del que se sabe muy poco. El matrimonio duró unos cinco años, pues en torno al 51 a. C. ya se había efectuado el divorcio de la pareja, parece que de mutuo acuerdo por los problemas que tenía Tulia para tener descendencia. El siguiente candidato fue Publio Cornelio Dolabela, quien fue elegido por Terencia, a pesar de que Cicerón no estaba muy conforme. De hecho, el matrimonio resultó ser muy infeliz, pues Dolabela, hombre muy endeudado, reclamaba constantemente la dote. Tulia, soportaba esta situación, haciendo honor a su padre manteniendo un perfil bajo y estoico, porque sabía la importancia de la alianza con Dolabela. La pérdida de un hijo y el maltrato sufrido a manos de su marido hicieron ceder a su padre, que terminó acordando el divorcio. Tulia, muy debilitada y embarazada de su segundo hijo, murió en el parto, en casa de su padre.

Destacan las enormes muestras de amor que Cicerón siempre tuvo para con su hija. El mazazo de su muerte fue demoledor para el orador, quien tardó bastante tiempo en recuperarse. Es muy característico el hecho de que Cicerón plantease la edificación de un santuario donde adorar a Tulia, es decir, planeaba su deificación, su apoteosis. Si esto se hubiese llevado a cabo, se trataría de un antecedente a la costumbre de divinizar a algunos miembros de las dinastías imperiales. El proyecto nunca llegó a materializarse. Es significativo que, a pesar del cariño demostrado, Cicerón siempre antepuso sus intereses personales y las alianzas mediante el matrimonio de su hija, que la propia felicidad de esta. Y, sin embargo, son constantes y numerosas las referencias del amor hacia su hija: “delicia de mi alma”, “mi pequeña” o “mi Tuliola” son algunos de los apelativos recurrentes. Tulia fue siempre, por encima de todo, su niña.

Antonio Fajardo Alonso

Universidad de Sevilla

Sir Lawrence Alma-Tadema (1893). En mi estudio. Colección privada.

Fuentes principales

Cicerón, Cartas a Ático, 2.8; Cartas a los familiares, 7.23. 

Selección bibliográfica

Everitt, A., Cicerón (Barcelona 2007; 1ª ed. en inglés, 2001).

Muñiz Coello, J., “Cicerón y el santuario de Tulia. Teoría religiosa y práctica financiera”, ARYS 1 (1998) 119-137.

Pina Polo, F., Marco Tulio Cicerón (Barcelona 2005).

Serrato Garrido, M., “Matrimonio y política a través del epistolario de Cicerón: Tulia y Dolabela”, Anales de la Universidad de Cádiz 7-8, 2 (1991) 579-592.

Treggiari, S., Terentia, Tullia and Publilia, the Women of Cicero’s Family (New York 2007).

38. TERENCIA

38. TERENCIA

Terencia fue una matrona romana que vivió a finales de la República romana, en el siglo I a. C. No se tiene mucha información sobre sus primeros años de vida, así como tampoco existe una descripción de su apariencia. Sin embargo, esto no quiere decir que se conozca poco de ella, pues al ser la esposa de Marco Tulio Cicerón, el afamado orador romano, son abundantes los datos disponibles. Aparece de forma constante en varios de los escritos de su marido, en especial en sus epístolas, lo que supone todo un privilegio de cara a la investigación de su vida.

Terencia fue una acomodada mujer romana, proveniente de una rica y prestigiosa familia. El matrimonio con Cicerón tenía el objetivo de forjar una alianza política y económica entre ambas familias. Prueba de ello es la cuantiosa dote que aportó Terencia al matrimonio y que benefició la carrera política de Cicerón. 

Roma

Aquella destacó por el control personal de sus finanzas, algo que teóricamente no podían hacer las mujeres romanas, pero que Terencia fue capaz de sortear mediante la utilización de agentes que intercedían por ella en los negocios. De este modo, era capaz de manejar grandes sumas de dinero y propiedades llevando a cabo tratos con comerciantes o banqueros. El culmen de todo ello fue la aparente intención de hacer testamento, algo que sorprendió a Cicerón.

En lo personal, su matrimonio al principio fue correcto, algo entendible al ser concertado, pero parece que fue evolucionando hacia un genuino amor, fruto del cual nacieron su hija Tulia y su hijo Marco. Terencia era una mujer fuerte que apoyó la carrera política de su marido. A pesar de todo, no dejó de ser fiel a las tradiciones y al cuidado del hogar. El principal problema a la hora de estudiar a Terencia es que la información que existe sobre ella es parcial y negativa, pues Cicerón y Plutarco, ven en Terencia a una mujer demasiado independiente, que se aleja de los estándares del momento. A esto se añade el hecho de que la pareja terminó separándose, aunque se desconocen las razones.  En cualquier caso, Cicerón pasa del afecto a la frialdad en sus epístolas, contribuyendo a que perviva la imagen negativa sobre ella.

Al final, la figura de Terencia es la de una mujer autoritaria y capaz, que llevaba a cabo sus propios negocios con soltura y que tenía gran influencia sobre su marido. Sin embargo, esta visión oculta su faceta de madre y querida esposa que siempre sacaba adelante a su familia. Supuestamente se casó dos veces más, una de ellas con el historiador Salustio, y quizás con Marco Valerio Mesana Corvino, llegando a la avanzada edad de ciento tres años.

Antonio Fajardo Alonso

Universidad de Sevilla

Lawrence Alma-Tadema (1889). El encuentro silencioso. National Art Gallery, Londres.

Fuentes principales

Cicerón, Cartas a Ático, 65; Cartas a los familiares

Plutarco, Vidas paralelas, Cicerón, 4.4-7; 33.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 7.6.

Selección bibliográfica

Everitt, A., Cicerón (Barcelona 2007, 1ª ed. en inglés, 2001).

Muñoz Martín, M.N., “Terencia”, en Pociña Pérez, A., García González, J. M.ª, En Grecia y Roma III: Mujeres reales y ficticias (Motril 2009) 301-321.

37. CLEOPATRA

37. CLEOPATRA

Cleopatra fue la última reina de la dinastía ptolemaica que gobernó Egipto antes de ser convertido en provincia romana. Por sus relaciones con poderosos políticos de su tiempo, como amante de César, esposa de Marco Antonio y enemiga de Octavio, ya en vida, se convirtió en un mito que ha pervivido en la cultura occidental hasta el presente. Pero, en realidad, su biografía es sólo la de un relevante personaje histórico que vivió en momentos de profundas transformaciones del Mediterráneo, en el siglo I a. C

En Alejandría nació Cleopatra en el año 69 a. C. Su infancia transcurrió en los extraordinarios palacios alejandrinos, junto a sus hermanas y hermanos. Recibió una exquisita educación y llegó a hablar siete lenguas, incluida la egipcia.

Alexandria

Al parecer estaba muy ligada a su padre, Ptolomeo XII Auletes o el flautista, bajo cuyo reinado se acentuó la debilidad de Egipto ante el creciente poder de Roma. Tras los complots urdidos por sus hermanos, muerto su progenitor, Cleopatra le sucede en el año 51 a. C.; para ello debió casarse con su hermano, Ptolomeo XIII. Poco después, se enfrentó a los consejeros de su consorte. La rivalidad desembocó en la Guerra Alejandrina, en la que intervino César, apoyando y otorgando la victoria a Cleopatra. De su relación con él, nació su hijo Cesarión. Para afianzar la alianza con Roma, viajó a la Urbs. Quizás albergaba la esperanza de que su hijo pudiera recibir la herencia política paterna. El asesinato de César, el 15 de marzo del 44 a. C., truncó estos planes y la reina regresó de inmediato a Egipto. 

Esta muerte violenta provocó una nueva guerra civil en Roma y el ascenso de Marco Antonio y Octavio, unidos en la persecución de los cesaricidas. En este escenario, Cleopatra se alía con Marco Antonio, con quien inicia una relación marcada por los intereses políticos. Marco Antonio, tras la muerte de Fulvia, contrajo matrimonio con Octavia, la hermana de su rival. Sin embargo, regresó a Egipto, divorciándose de Octavia y casándose con Cleopatra. De esta unión nacieron varios hijos y un proyecto político que pretendía gobernar el Mediterráneo desde Alejandría.   

Estas acciones fueron el pretexto para otra nueva guerra civil, que terminó con la victoria de Octavio en Actio, en el año 31 a. C. Aceptada la derrota y el fracaso de su proyecto político, Cleopatra y Marco Antonio se dieron muerte un año después. El suicidio de Cleopatra simbolizó el triunfo de Roma sobre Egipto, de Occidente frente a un Oriente, identificado con una mujer, que había sido vencida, al igual que su reino.

 

Rosa María Cid López

Universidad de Oviedo

Busto de Cleopatra VII. Siglos I a. C. Altas Museum, Berlín.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 39.55-56; 62-63; 42; 43; 50.51.

Plutarco, Vidas paralelas, Demetrio-Antonio, 10-86.

Suetonio, Vidas de los doce césares, Julio 35.1; 52.1-2; Augusto, 17.69.2.  

Selección bibliográfica

Cid López, R.M.ª, “Cleopatra: Mitos literarios  e historiográficos en torno a una reina”, SHHA 18 (2000) 139-141.

Cid López, R.M.ª, “Cleopatra. Entre Oriente y Occidente”, en Díaz Sánchez, P., Fuente, M.ªJ., Franco Rubio, G. (eds.), Impulsando la historia desde la historia de las mujeres. La estela de Cristina Segura (Huelva 2012) 143-155. 

Goldsworthy, A., Antony and Cleopatra (New Haven-London 2010). 

Hughes-Hallett, L., Cleopatra, la mujer, la reina, la leyenda (Madrid 2017. 1ª edición inglesa, 1990).

Legras, B., Cléopâtre l´Egyptienne (Paris 2021). 

Puyadas Rupérez, V., Cleopatra VII. La creación de una imagen. Representación pública y legitimación política en la antigüedad (Zaragoza 2016).

36. FONTEYA

36. FONTEYA

Virgen vestal, hermana de Fonteyo, defendido por Cicerón en 69 a. C., e hija del legado Marco Fonteyo, muerto en Asculum en 91-90 a. C. durante la guerra de los aliados. Cicéron la define como un modelo de virtud en el cumplimiento de su sacerdocio y, de hecho, utiliza su imagen para defender a Fonteyo, haciendo referencia a los ritos ejecutados por ella y al riesgo que suponía rechazar los ruegos por su hermano, ya que las plegarias de las vestales eran atendidas por los dioses, y al peligro de que sus lágrimas pudiesen apagar el fuego sagrado.

Roma

José Carlos Saquete

Universidad de Sevilla

Sir Frederic Leighton (1880). Virgen vestal. The Fitzwilliam Museum Syndicate, Cambridge.

Fuentes principales

Cicerón, En defensa de Marco Fonteyo, 21.

Selección bibliográfica

Rüpke, J., Fasti Sacerdotum: Die Mitglieder der Priesterschaften und das sakrale Funktionspersonal römischer, griechischer, orientalischer und jüdisch-christlicher Kulte in der Stadt Rom von 300 v. Chr. bis 499 n. Chr. (Stuttgart 2005).

Saquete, J.C., Las vírgenes vestales. Un sacerdocio femenino en la religión pública romana, Anejos de AEspA 21 (Madrid 2000).

35. PORCIA

35. PORCIA

Porcia vivió en el siglo I a. C. Fue hija de Marco Porcio Catón (Catón el Menor), y de su primera esposa Atilia. No disponemos de información alguna acerca de su infancia y primera juventud. Tan solo sabemos que, cuando era apenas una niña, Catón acusó a Atilia de adulterio y se divorció de ella. Porcia se casó con Marco Calpurnio Bíbulo, cónsul en el 59 a. C., importante aliado político de su padre. Según Plutarco tuvieron dos hijos, aunque es posible que uno de ellos, llamado Cneo Calpurnio Bíbulo, procediera de un anterior matrimonio de su marido. 

Una anécdota, recogida por Plutarco, cuenta que Quinto Hortensio, cónsul en el 69 a. C., intentó convencer a Catón para que le diera a su hija Porcia como esposa. Este, sin embargo, respetando el matrimonio de su hija, le cedió a su propia esposa Marcia. 

Roma

Para ello no precisó del consentimiento de la afectada, sino tan solo el de su padre que seguía manteniendo la patria potestas sobre su hija. Bíbulo falleció poco después de la batalla de Farsalia (48 a. C.), dejando a Porcia viuda con apenas veinte años. Su siguiente marido sería su primo, el famoso Marco Junio Bruto. Pese a las evidentes motivaciones políticas de este enlace, leemos en las fuentes antiguas que esta mujer albergaba un gran amor por su marido, hijo de su tía Servilia. 

Porcia aparece en la literatura antigua como una esposa abnegada. Así, durante los preparativos del asesinato de Julio César, Plutarco afirma que Porcia, percatándose del nerviosismo de su marido, decidió someterse a una prueba para demostrarle a Bruto que ella era una persona en la que confiar tal importante secreto. De esta forma, se hizo un corte en uno de sus muslos con una navaja de afeitar. Cuando se encontraba delirando por la fiebre, le mostró a Bruto que ella era capaz de soportar dolores físicos, superando la supuesta debilidad femenina. En consecuencia, resulta bastante probable imaginar que esta mujer conociera los planes de su marido de primera mano, tal y como leemos en la obra de Dion Casio y deducimos del enorme nerviosismo demostrado por Porcia durante los idus de marzo. Cuando, tras el asesinato, Bruto tuvo que abandonar Roma, ella se quedó en Italia. Plutarco nos la muestra, deshecha en lágrimas, mientras contemplaba un cuadro en el que se representaba la despedida de Héctor y Andrómaca sobre las murallas de Troya. Esta escena prefigura el fatal desenlace que se aproximaba.

Cuando, tras la famosa batalla de Filipos (42 a. C.) Porcia recibió la noticia del fallecimiento de Bruto, le invadió una profunda pena que no pasó inadvertida para sus familiares y amigos. Como afirman tanto Plutarco, como Valerio Máximo, Porcia fue objeto de una estrecha vigilancia para velar por su integridad física. Para eludirla, esta mujer tuvo que suicidarse ingiriendo carbones encendidos. Porcia, en lo sucesivo, sería recordada como exemplum del amor conyugal, prefigurando las acciones de otras conocidas matronas posteriores que, como Arria, la esposa de Aulo Cecina Peto, cónsul en el año 37, decidieron no sobrevivir a sus maridos.

Borja Méndez Santiago

Universidad de Oviedo

Elisabetta Sirani (1664). Porcia hiriéndose en el muslo. Colección Privada.

Fuentes principales

Plutarco, Vidas paralelas, Bruto, 13.53.5-53.6.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 4.6.

Selección bibliográfica

Cantarella, E., Pasado próximo. Mujeres romanas de Tácita a Sulpicia (Valencia 1997; 1ª. ed. en italiano, 1996).

Cenerini, F., “Vivo igni devorato (Vell. Pat. 88.3): gli strani suicidi di Porcia e Servilia”, en Corda, A.M., Floris, P. (eds.), Ruri mea vixi colendo. Studi in onore di Franco Porrà (Ortacesus 2012) 101-120.

Tempest, K., Brutus: The Noble Conspirator (London 2017).

34. FULVIA

34. FULVIA

Fulvia Flaca Bambalia fue una mujer muy influyente de la República tardía. Nació en el siglo I a. C. Fue la única hija de Marco Fulvio Bambalión y Sempronia, hija de Cayo Sempronio Tuditano, lo que la convertía en heredera de dos distinguidas familias. De su infancia y adolescencia nada sabemos. Su notoriedad se debió a sus enlaces matrimoniales con tres políticos populares: Publio Clodio Pulcro, Cayo Escribonio Curión y Marco Antonio. 

En el año 52 a. C., tras el asesinato de su primer esposo, Clodio, a manos de su adversario Milón, Fulvia apareció por primera vez en la esfera pública romana. Durante los funerales de su marido, atendiendo a los deberes de la piedad, exhibió en el atrio de su casa el cuerpo sin vida de aquel. Días después asistió al juicio contra Milón, acompañada por su madre.

Roma

Algunos autores afirman que los sollozos de las dos mujeres conmovieron a los presentes favoreciendo la condena del acusado. Tras este dramático suceso, permaneció vinculada al círculo de los populares, casándose con el amigo de su marido, Cayo Escribonio Curión.  

Su último matrimonio con el triunviro Marco Antonio catapultó a Fulvia a la primera plana de la política, convirtiéndola en la principal receptora de las diatribas vertidas contra su marido. Las fuentes ofrecen una imagen muy negativa de ella, calificándola de avara, codiciosa, celosa y cruel. Episodios como el de la cabeza cercenada de Cicerón, su asistencia a la ejecución de los soldados en Bríndisi, o la supuesta orden que dio para ajusticiar a un hombre llamado Rufo, han contribuido a la perpetuación de un estereotipo sobre Fulvia como una mujer violenta y sanguinaria. 

Más allá de esta cuestionable imagen que nos transmiten los autores clásicos, Fulvia fue capaz de participar en política: un mundo exclusivo de hombres. De sus tres matrimonios tuvo cuatro hijos y una hija: Publio Clodio, Gayo Curión, Marco Antonio Antilo, Julo Antonio y Clodia. Esta última estuvo brevemente casada con Octaviano, quien la repudió, granjeándose la enemistad con Fulvia. Por otra parte, su hijo Julo, terminó integrándose en la familia de Augusto, al casarse con una de sus sobrinas, Marcela la Mayor.

Asimismo, Fulvia pervivió en el imaginario romano debido a su participación en la guerra de Perusa, donde actuó como un verdadero general, reclutando soldados o comandando las tropas junto a su cuñado Lucio Antonio. Tras la derrota, Fulvia murió en Grecia. Su fallecimiento resultó especialmente beneficioso para los dos triunviros, quiénes encontraron en ella a una culpable común que justificase la necesidad de establecer una nueva tregua.

Julia Guantes García

Universidad de Oviedo

Denario de Fulvia. ca. 41-40 a. C. Anverso: Busto de Fulvia. Reverso: Atenea sujetando lanza y escudo. Leyenda: [Φ]ΟΥΛΟVΙΑΝΩ[Ν] / [Z]MEΡTOΡΙΓΟΣ ΦΙΛΩΝΙΔΟΥ]

Fuentes principales

Cicerón, Cartas a Ático, 14.12.1; En defensa de Milón, 10.28; Filípicas, 2.30.31.37.44; 3.2.6; 5.4.11, 8.22; 6.2.4; 12.1.2; 13.8.18.

Dion Casio, Historia romana, 47.8; 48.4-15; 28. 

Plutarco, Vidas paralelas, Antonio, 10.20.28.30. 

Selección bibliográfica

Delia, D. “Fulvia Reconsidered”, en Pomeroy, S.B. (ed.)., Women’s History and Ancient History (Chapel Hill 1991) 197-217.

Guantes García, J., Méndez Santiago, B., “Pro Fulvia. Imágenes de una matrona denostada”, Athenaeum (en prensa). 

Hallet, J.P., “Fulvia: The Representation of an Elite Roman Woman Warrior”, en Fabre-Serris, J., Keith, A. (eds.), Women & War in Antiquity (Baltimore 2015) 247-265.

López Pérez, M., “Fulvia Flacca Bambalia, la primera mujer al servicio del poder en Roma, o la creación de un personaje literario”, en Bravo Castañeda et alii (eds.), Mujer y poder en la antigua Roma (Salamanca 2018) 85-101.

Masi Doria, C., Cascione, C., “Fulvia. Nemica di Ottaviano e prima principessa romana”, en Rodríguez López, R., Bravo Bosch, M.ªJ. (eds.), Mujeres en tiempos de Augusto: realidad social e imposición legal (Valencia 2016) 209-236.

33. SASIA

33. SASIA

Sasia fue una mujer que habría quedado relegada en los márgenes de la historia si no se hubiese encontrado con Cicerón como adversario en un proceso judicial. Es, de hecho, coprotagonista en una de las más interesantes causas penales: el proceso contra Cluencio, en el que participó Cicerón como defensor mientras ocupaba el cargo de pretor en el año 66 a. C. La información que se conserva sobre Sasia se encuentra en el texto que dejó escrito el autor sobre la defensa de su cliente.

Nuestra protagonista vivió en el siglo I a. C. Pertenecía a la élite de un pequeño municipio de Italia, Larino (Campobasso, Italia) y representa la antítesis del modelo femenino de la cultura romana tradicional. Estuvo casada en tres ocasiones. La primera con Aulo Cluencio con quien tuvo a sus hijos Cluencia y Cluencio.

Larinum

Cuando enviudó se casó con su yerno, Aulo Melino, después de haberle hecho repudiar a su hija. Por último, se esposó con Estacio Opiánico quien bajo sus indicaciones, mató a su marido durante las proscripciones de época del dictador Sila.

Cicerón en su discurso En defensa de Aulo Cluencio, muestra a una Sasia libidinosa, llena de costumbres perversas, que le quita el marido a la hija y que ataca a su hijo con el último de sus maridos. La intención de Sasia y de Opiánico era, según el relato ciceroniano, quedarse con la herencia del hijo de la primera, Cluencio, para lo cual tramaron matarlo. De hecho, Opiánico trató sin éxito de envenenarlo y fue condenado al exilio, muriendo en el año 72 a. C. Sasia, en connivencia con el hijo de Opiánico, acusó a su propio hijo Cluencio de haber envenenado a su padrastro, además de haber corrompido a los jueces en el proceso contra Estacio Opiánico. Cicerón asumió la defensa de Cluencio, quien salió absuelto de los cargos.

El jurista presionó al auditorio argumentando que todos los testimonios habían sido buscados y predispuestos desde el inicio por Sasia gracias a sus recursos y a sus elevados medios económicos. Así, el autor la describe como una mujer temeraria, rica y cruel que prepara a los acusadores, instruye los testimonios, se alegra de las condiciones miserables del hijo y que está dispuesta a todo por ver derramar la sangre de su propio hijo. Es un monstruo, la antítesis de lo que se espera que sea. Es una madre que no atiende a sus deberes sagrados. El autor la representa con tintes psicológicos negativos: insensata y loca. También la describe con caracterizaciones positivas masculinas, pero negativas si las posee una mujer: audaz y rica. Ambas calificaciones sirven para mostrar su comportamiento despiadado y brutal.

La historia de Sasia muestra la corrupción de las clases terratenientes de los municipios itálicos y de la propia capital romana donde debió haber mujeres emancipadas, con aspiraciones económicas y sociales, alejadas del modelo tradicional de la matrona. Sasia es un “monstruo” ciceroniano, como Quelidón, Clodia y Fulvia, pero, en parte, diferente a ellas. Su perfil es verdaderamente único en la tradición que tenemos y, por lo tanto, merece atención.

Carla Masi Doria

Università degli Studi di Napoli

Sir Lawrence Alma-Tadema (1866). Preparando las festividades. Colección privada.

Fuentes principales

Cicerón, En defensa de Aulo Cluencio, 5.

Selección bibliográfica

Citroni Marchetti, S., “Lo spazio straniato. Percorsi psicologici e percezione del tribunale nelle orazioni di Cicerone “pro Fonteio”, “pro Q. Roscio comoedo”, “pro Cluentio” [Parte II: Racconto e ipnosi nella “Pro Cluentio”]”, Materiali e discussioni 36 (1996) 33-71.

Classen, C.J., Diritto, retorica, politica. La strategia retorica di Cicerone (Darmastad 1985), (trad. it. Bologna 1998)

Giuffrè, V., Imputati, avvocati e giudici nella pro Cluentio ciceroniana (Napoli 1993).

Ige, S., “Rhetoric and the feminine character: Cicero’s portrayal of Sassia and Fulvia”, Akroterion 48 (2003) 45-57.

Patimo, V.M., “Sassia: un’amante ‘elegiaca’ ante litteram nella Pro Cluentio”, Estudios Clásicos 135 (2009) 30-49.

Peppe, L., Civis Romana. Forme giuridiche e modelli sociali dell’appartenenza e dell’identità femminili in Roma antica (Lecce 2016).

32. AURELIA FILEMATIÓN

32. AURELIA FILEMATIÓN

La liberta Aurelia Filematión vivió en Roma a principios del siglo I a. C. Antes de ser manumitida había sido esclava de Lucio Aurelio. Conoció de niña al que acabaría siendo su esposo, Aurelio Hermia, liberto del mismo patrono. Algunas pinceladas sobre la vida en común de esta pareja de colibertos pueden extraerse de su epitafio.

La inscripción, en verso, está dividida en dos partes. En la primera, el marido, que se presenta como un carnicero de la colina Viminal, se dirige al lector para recordar a Filematión, fallecida antes que él. Dice de ella que fue su única esposa, de cuerpo casto, fiel a su fiel esposo y que nunca falló en su deber, movida por la avaricia. En la segunda parte es ella la que habla. Se califica a sí misma de casta, modesta y recatada, fiel a su esposo, a quien confiesa echar de menos con tristeza.

Roma

Este la había acogido cuando solo tenía siete años y había sido como un padre para ella. Añade que al marido le fue bien en todo gracias a que ella cumplió de forma asidua con su deber. Este hecho, incluso, se alude en dos ocasiones. Murió a la edad de cuarenta años. La inscripción no dice nada sobre la existencia de hijos comunes.

En el centro del monumento, aparecen retratados en un fino relieve Filematión y Hermia. El marido viste toga y la mujer se cubre con túnica y manto. Sus atuendos reflejan la dignidad de que gozaban como ciudadanos romanos, condición que habían adquirido a raíz de su manumisión. En el grabado, Filematión sostiene la mano derecha de su esposo y se la acerca a la boca con intención de besarla. Esta escena, poco común, podría interpretarse como un guiño cariñoso hacia la esposa, pues el cognomen Filematión deriva del término griego filema, que significa “beso”. 

La vida de Aurelia Filematión, casada con un coliberto al que dejó viudo, no tiene nada de extraño. El surgimiento de lazos de afecto entre los esclavos que convivían en un mismo espacio doméstico era algo común. Estos formaban parejas que podían terminar en matrimonios legítimos, una vez alcanzada la libertad, como ocurrió en este caso. También era común que las esposas de origen servil trabajaran junto con sus maridos en los negocios familiares, si bien el trabajo femenino es menos visible que el de los hombres en la epigrafía. La profesión de carnicero figura en la inscripción como un elemento distintivo de la identidad de Hermia, no de su mujer.

Alicia Ruiz-Gutiérrez

Universidad de Cantabria

Inscripción a Aurelia Filematión. Siglo I a. C. British Museum, Londres.

Fuentes principales

CIL I, 1221; VI, 9499.

ILS 793; 7472.

Selección bibliográfica

Hemelrijk, E.A., Women and Society in the Roman World. A Sourcebook of Inscriptions from the Roman West (Cambridge 2021).

Koortbojian, M., “The Freedman’s Voice: the Funerary Monument of Aurelius Hermia and Aurelia Philematio”, en D’Ambra, E., Métraux, G.P.R. (eds.), The Art of Citizens, Soldiers and Freedmen in the Roman World. BAR International Series 1526 (Oxford 2006) 91-99.

31. SEMPRONIA

31. SEMPRONIA

Sempronia fue una dama romana que participó en la conjura que Sergio Catilina organizó contra la República romana en el año 63 a. C. Estaba emparentada con la familia de los Sempronios Gracos. Su marido fue el cónsul del año 77 a. C. Décimo Junio Bruto con quien tuvo a Décimo Junio Bruto Albino, uno de los cesaricidas que participó en el asesinato de Julio César en los idus de marzo del año 44 a. C.

De ella ha dejado Salustio en su obra Conjuración de Catilina un retrato modelo de la mujer aristocrática subversiva que se sale de los cánones establecidos por la tradición para participar sin tapujos en política. Así, la describe el autor como una mujer inteligente y de gran belleza, afortunada por su familia de origen y por la que formó con su marido. 

Roma

Había recibido formación en literatura latina y griega y en las artes musicales, pues tocaba la lira y sabía bailar. Era libertina en su comportamiento con los hombres y su palabra no tenía valor cuando la daba. Dice Salustio también que había cometido perjurio en un juicio y que había participado en un crimen, aunque no dice de qué tipo. Su amor por el lujo la llevó a la ruina. Tenía, en definitiva, un bagaje vital mundano que la hacía tan atractiva para los varones como transgresora para la sociedad de su tiempo. 

La conjura contra el Estado fue abortada y denunciada ante el Senado por el Cicerón, cónsul de ese año. Este silencia la participación de Sempronia en la conjura en sus famosas Catilinarias, por lo que se ha pensado que aquella pudo actuar como posible informante del cónsul en determinados asuntos, pero en menor medida a la actuación que a este respecto había desarrollado una mujer llamada Fulvia, amante de uno de los conjurados, Quinto Curión. 

Sempronia es un ejemplo de matrona que rompe con los límites que la tradición estipula para sus congéneres, caracterizada como mujer sin escrúpulos, de gran inteligencia y saber mundano, elementos estos que la convierten en un producto de su tiempo y, por tanto, en una figura destacada de la crisis política de la República romana.

Pilar Pavón

Universidad de Sevilla

Sir Lawrence Alma-Tadema (1896). El mediodía susurrante. Sotheby's, Nueva York.

Fuentes principales

Cicerón, Catilinarias.

Salustio, Conjuración de Catilina, 25.

Selección bibliográfica

Ferrer Maestro, J.J., Catilina: Desigualdad y revolución (Madrid 2015).

Vindas, F., “Sempronia en la Conjuración de Catilina” Filología y Lingüística 4 (1) (1978) 13-16.