35. PORCIA

Porcia vivió en el siglo I a. C. Fue hija de Marco Porcio Catón (Catón el Menor), y de su primera esposa Atilia. No disponemos de información alguna acerca de su infancia y primera juventud. Tan solo sabemos que, cuando era apenas una niña, Catón acusó a Atilia de adulterio y se divorció de ella. Porcia se casó con Marco Calpurnio Bíbulo, cónsul en el 59 a. C., importante aliado político de su padre. Según Plutarco tuvieron dos hijos, aunque es posible que uno de ellos, llamado Cneo Calpurnio Bíbulo, procediera de un anterior matrimonio de su marido. 

Una anécdota, recogida por Plutarco, cuenta que Quinto Hortensio, cónsul en el 69 a. C., intentó convencer a Catón para que le diera a su hija Porcia como esposa. Este, sin embargo, respetando el matrimonio de su hija, le cedió a su propia esposa Marcia. 

Roma

Para ello no precisó del consentimiento de la afectada, sino tan solo el de su padre que seguía manteniendo la patria potestas sobre su hija. Bíbulo falleció poco después de la batalla de Farsalia (48 a. C.), dejando a Porcia viuda con apenas veinte años. Su siguiente marido sería su primo, el famoso Marco Junio Bruto. Pese a las evidentes motivaciones políticas de este enlace, leemos en las fuentes antiguas que esta mujer albergaba un gran amor por su marido, hijo de su tía Servilia. 

Porcia aparece en la literatura antigua como una esposa abnegada. Así, durante los preparativos del asesinato de Julio César, Plutarco afirma que Porcia, percatándose del nerviosismo de su marido, decidió someterse a una prueba para demostrarle a Bruto que ella era una persona en la que confiar tal importante secreto. De esta forma, se hizo un corte en uno de sus muslos con una navaja de afeitar. Cuando se encontraba delirando por la fiebre, le mostró a Bruto que ella era capaz de soportar dolores físicos, superando la supuesta debilidad femenina. En consecuencia, resulta bastante probable imaginar que esta mujer conociera los planes de su marido de primera mano, tal y como leemos en la obra de Dion Casio y deducimos del enorme nerviosismo demostrado por Porcia durante los idus de marzo. Cuando, tras el asesinato, Bruto tuvo que abandonar Roma, ella se quedó en Italia. Plutarco nos la muestra, deshecha en lágrimas, mientras contemplaba un cuadro en el que se representaba la despedida de Héctor y Andrómaca sobre las murallas de Troya. Esta escena prefigura el fatal desenlace que se aproximaba.

Cuando, tras la famosa batalla de Filipos (42 a. C.) Porcia recibió la noticia del fallecimiento de Bruto, le invadió una profunda pena que no pasó inadvertida para sus familiares y amigos. Como afirman tanto Plutarco, como Valerio Máximo, Porcia fue objeto de una estrecha vigilancia para velar por su integridad física. Para eludirla, esta mujer tuvo que suicidarse ingiriendo carbones encendidos. Porcia, en lo sucesivo, sería recordada como exemplum del amor conyugal, prefigurando las acciones de otras conocidas matronas posteriores que, como Arria, la esposa de Aulo Cecina Peto, cónsul en el año 37, decidieron no sobrevivir a sus maridos.

Borja Méndez Santiago

Universidad de Oviedo

Elisabetta Sirani (1664). Porcia hiriéndose en el muslo. Colección Privada.

Fuentes principales

Plutarco, Vidas paralelas, Bruto, 13.53.5-53.6.

Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, 4.6.

Selección bibliográfica

Cantarella, E., Pasado próximo. Mujeres romanas de Tácita a Sulpicia (Valencia 1997; 1ª. ed. en italiano, 1996).

Cenerini, F., “Vivo igni devorato (Vell. Pat. 88.3): gli strani suicidi di Porcia e Servilia”, en Corda, A.M., Floris, P. (eds.), Ruri mea vixi colendo. Studi in onore di Franco Porrà (Ortacesus 2012) 101-120.

Tempest, K., Brutus: The Noble Conspirator (London 2017).