70. AGRIPINA LA MAYOR

70. AGRIPINA LA MAYOR

Agripina la Mayor era hija del general vencedor en la batalla de Accio, Marco Vipsanio Agripa, y de Julia la Mayor, hija de Augusto. Pertenecía, por tanto, a la domus imperial de su abuelo. Su vida se desenvolvió entre la fortuna de formar parte de la primera de las familias de Roma y la desgracia que ello también conllevaba. Su padre murió cuando tenía dos años de vida, hecho que le obligó a padecer a un padrastro, Tiberio, al que no quería y que luego, por razones dinásticas, se convirtió en su suegro. Como el resto de sus hermanos, fue alejada de su madre Julia cuando Augusto decretó el destierro de esta a la isla Pandataria. 

Sus hermanos Lucio y Cayo fueron designados por su abuelo Césares y, por tanto, sucesores del Imperio, pero murieron en su juventud. Entonces Augusto decidió nombrar heredero a Tiberio, el hijo de Livia, pero con la condición de que este adoptara a Germánico, su sobrino e hijo de su hermano Druso el Mayor.

Roma

Esto ocurrió en el año 4 a. C., momento en que así mismo se celebró el matrimonio dinástico entre Germánico, nieto de Livia, pero también sobrino nieto de Augusto, y Agripina la Mayor, nieta de este. Estos esponsales se celebraron con la intención de asegurar una pareja imperial que sucediera a Tiberio y asentara la dinastía Julio-Claudia. Tuvieron nueve hijos, de los que seis sobrevivieron a la infancia: Nerón, Druso, Calígula, Agripina, Julia Drusila y Julia Livila. 

          Agripina amó intensamente a su marido hasta la muerte de este en extrañas circunstancias. Estuvo a su lado en todos los destinos que le fueron asignados como miembro de la casa del emperador, demostrando la entereza de carácter de una mujer que se sabía parte del sistema imperial y descendiente del divino Augusto. La muerte de Germánico, acaecida en el año 19 bajo el reinado de Tiberio, tío y padre adoptivo del finado, estuvo envuelta por sospechosas implicaciones, según Tácito y sus fuentes, que apuntan a altos miembros de la corte y familiares directos del propio Germánico. Este acontecimiento truncó el futuro glorioso al que estaba destinada la pareja formada por Germánico y Agripina. Ella asumió la defensa de los derechos dinásticos que tenían sus hijos tanto por vía paterna como materna, y se enfrentó con osada valentía y sin miedo a su enemigo que no era otro que el mismo emperador Tiberio.

        Este, si seguimos el relato de Tácito, hizo todo lo posible por hacer desaparecer la casa de Germánico, desterrando y acabando con la vida de Nerón y Druso, pero también con la de Agripina que luchó hasta su muerte por sus vástagos. Aunque no lo pudo ver, el destino hizo que su hijo Calígula ocupara el puesto que le habría correspondido a su marido Germánico, como también hizo que su hija Agripina desempeñara el que le estaba reservado a ella. 

 

Pilar Pavón

Universidad de Sevilla

Sir Lawrence Alma-Tadema (1866). Agripina visita las cenizas de Germánico. Colección Pérez Simón, México D.F.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 60.31.8; 33.9.

Suetonio, Vida de los doce césares, Augusto, 64.86; Tiberio, 7.53; Calígula, 8. 26.27.29.43.44; Nerón, 7.28.34; Galba, 5. 

Tácito, Anales, 2. 43; 55-57, 71-72, 75; 3.1; 4.23.52.67.

Selección bibliográfica

Lindsay, H., “A Fertile Marriage: Agrippina and the Chronology of Her Children by Germanicus”, Latomus 54, 1 (1995) 3-17.

Pavón, P., “Livia contra Agripina: odio, enemistad y ambición femeninas según el relato taciteo”, en Marco Simón, F., Pina Polo, F., Remesal Rodríguez, J., (eds.), Enemistad y odio en el mundo antiguo. Col·lecció 75 Instrumenta (Barcelona 2021) 95-112.

Pavón, P. “Fulvia y Agripina la Mayor: paradigmas de matronas extravagantes”, en J. Mangas Manjarrés, J., Padilla Arroba, A. (eds), Gratias tibi agimus. Homenaje al Prof. Cristóbal González Román (Granada 2021) 541-570.

Shotter, D., “Agrippina the Elder: A Woman in a Man’s World”, Historia 49, 3 (2000) 341-357.

69. ANIA RUFILA

69. ANIA RUFILA

Ania Rufila fue una mujer romana del siglo I de la que se sabe muy poco. Podemos afirmar que fue coetánea a Druso el Menor, quien la condenó a prisión. Su nombre aparece vinculado a una inquietud de carácter jurídico surgida en el Senado y que consistía en la invocación de la figura del emperador para conseguir la impunidad. A este principio se acogió Ania Rufila para así poder increpar a las puertas de la curia al senador Gayo Cestio, que la denunció en la asamblea. 

La base de la protección que otorgaba la representación escultórica del príncipe era su carácter divino, que empezó a desarrollarse en vida de los emperadores a medida que el Principado se prolongaba en el tiempo.

Roma

En el caso que nos ocupa, según la descripción de Gayo Cestio, la acusada había empleado la imagen de Tiberio para obtener la impunidad cuando el senador la encausó por fraude. Pero, según éste, Ania Rufila, empleando la protección que le brindaba la figura del emperador, lo hostigaba e increpaba sin tener ninguna posibilidad de defenderse porque la mujer estaba amparada. 

Gayo Cestio apeló a Druso el Menor, hijo de Tiberio, y le conminó a dar una solución a un problema que no era sólo suyo, pues otros miembros de la cámara también tomaron partido y secundaron esta moción. Druso condenó a Ania Rufila a prisión. 

Esta es la única información conocida sobre su biografía que, no obstante, fue un ejemplo de acción pública por parte de las mujeres. Su nombre, aunque en clave negativa, aparece en los Anales de Tácito, dejando testigo de las actuaciones puntuales de algunas mujeres en la esfera pública. Casos como el de Ania Rufila no son frecuentes, pero tampoco inexistentes, por eso recogerlo es de gran utilidad para componer una imagen lo más fiel posible de la realidad de las mujeres en la Antigua Roma. Pues, si bien es cierto que el ámbito femenino por antonomasia era el privado, no podemos obviar la existencia de determinadas mujeres que constituyeron una excepcionalidad en sí mismas.

Ania Rufila, anteriormente acusada de fraude, fue condenada por increpar a un senador. Este hecho también tiene relevancia, pues pone de manifiesto que ella había estado desempeñando actividades fuera del ámbito del hogar que, además, eran fraudulentas. En conclusión, podemos señalar que la afirmación de que la mujer romana carecía de un lugar en el ámbito público es incompleta, porque excluye a mujeres como Ania Rufila, entre otras. 

Marta Moreno

Universidad de Sevilla

Sir Lawrence Alma-Tadema (1860 aprox.). Tras la audiencia. Colección privada.

Fuentes principales

Tácito, Anales, 3.36.

Selección bibliográfica

Cantarella, E., Pasado próximo. Mujeres romanas de Tácita a Sulpicia (Madrid 1997; 1ª ed. en italiano, 1996).

Cenerini, F., La donna romana. Modelli e realtà (Bologna 20132).

Cid López, R.M.ª, “Domus, mujeres y género. Imágenes y espacios de la dependencia femenina”, en García Sánchez, M., Garraffoni, R.S. (eds.), Mujeres, género y estudios clásicos: un diálogo entre España y Brasil (Barcelona 2019) 173-191.

Mentxaka, R., “El derecho de asilo en la Antigüedad clásica, en particular en el derecho romano”, en Tamayo Errazquin, J.Á. (ed.), Cristianismo y mundo romano (Bilbao – Guipuzkoa 2008) 171-191. 

68. JULIA LA MENOR

68. JULIA LA MENOR

Julia la Menor, que vivió entre el 19 a. C. y el 28 d. C., pertenecía a la domus Augusta durante el gobierno de la dinastía Julio-Claudia. Era hija de Marco Vipsanio Agripa y de Julia la Mayor, hija del emperador Augusto. Por tanto, Julia la Menor sería nieta del Princeps por vía materna. Fruto del segundo matrimonio de Julia la Mayor con Agripa nacieron Gayo y Lucio Césares (que fueron adoptados por su abuelo Augusto), Julia la Menor, Agripina la Mayor y Agripa Póstumo. Nacida en el año 19 a. C., Julia la Menor pasó su infancia en la casa de Augusto hasta que en el año 4 a. C. fue casada con Lucio Emilio Paulo. Ambos nietos de Escribonia, ya que la primera era hija de Julia la Mayor y, el segundo, era hijo de Cornelia

Roma

Sobre el 3 a. C. nació Emilia Lépida, primogénita de Julia la Menor y Emilio Paulo, quien estuvo prometida durante varios años con el futuro emperador Claudio. La vida de Julia la Menor tuvo trágicas coincidencias con la de su madre, pues también fue acusada públicamente de adulterio y condenada al exilio. Posiblemente influida por la ideología política y por la aversión de su madre hacia Tiberio, Julia la Menor se había convertido junto con su marido, Lucio Emilio Paulo, en los opositores a la designación de aquel como sucesor de Augusto y al afianzamiento de la gens Claudia dentro de la domus Augusta

Aunque no disponemos de bastante información acerca de la presunta conspiración encabezada por Julia la Menor y su esposo, según varios autores, éstos y su círculo más próximo podrían haber pretendido aupar a Agripa Póstumo como principal sucesor de Augusto. Asimismo, el poeta Ovidio sería otro de los damnificados por la represión de la supuesta conjura de Julia la Menor, pues fue condenado al exilio en Tomis (actual Constanza, Rumania). Como se ha mencionado, se utilizó como pretexto la acusación de adulterio para juzgar a Julia la Menor y relegarla de por vida a la isla de Tremiti. Augusto se negó a que su hija y su nieta tuvieran derecho a ser enterradas en su mausoleo cuando murieran. Posiblemente Lucio Emilio Paulo fuese condenado a muerte al descubrir la conspiración. A su vez, se rompió el compromiso de Claudio con Emilia Lépida, quien años más tarde se casaría con Marco Junio Silano Torcuato. 

Daniel León Ardoy

Universidad de Sevilla

Joseph Wright of Derby (1780). Una gruta en el golfo de Salerno, con la figura de Julia, desterrada de Roma. Colección Privada.

Fuentes principales

Plinio el Mayor, Historia natural, 7.58, 75 y 149.

Suetonio, Vida de los doce césares, 64.1-2 y 65.1.

Tácito, Anales, 3.24.2 y 4.71.4.

Selección bibliográfica

Cenerini, F., Dive e donne: Mogli, madri, figlie e sorelle degli imperatori romani da Augusto a Commodo (Bologna 2009).

Levick, B., “The fall of Julia the Younger”, Latomus 35.2 (1976) 301-339. 

Meise, E., Untersuchungen zur Geschichte der Julish-Claudischen Dynastie (München 1969).  

67. COLEUTIS

67. COLEUTIS

La documentación papirácea egipcia es una de las principales fuentes de información para conocer aspectos de la vida cotidiana del Egipto romano. Un porcentaje importante corresponde a contratos de trabajo o servicios que sacan a la luz cómo funcionaban muchas relaciones sociales durante esa época.

            Uno de estos papiros, fechado entre el 24 y el 25, permite conocer la historia de la pequeña Coleutis. En él se recogía la cláusula por la que su padre la ponía al servicio de un tercero durante un año, a modo de pago de una deuda de cuarenta y ocho dracmas. Las condiciones no debían ser fáciles para esta niña.

Tebtunis

Tenía que permanecer en todo momento con Harmisis, acreedor de su padre, cumpliendo lo que ordenase, sin poder ausentarse ni de día ni de noche, y acompañándole por todo Egipto. Su padre, Pabeleo, no podía retirarla, si ello ocurría o si la niña se escapaba, el progenitor tenía que hacer frente al pago de las cuarenta y ocho dracmas a las que se sumarían intereses. El mal comportamiento de la menor también era penado económicamente. 

            De esta manera, su labor se concebía como un pago por un endeudamiento contraído por su padre y no a modo de instrucción en un oficio, como sí se recoge en otros muchos documentos para otras menores. Su caso no es el único. Sabemos que muchas niñas fueron entregadas por sus propios padres, cumpliendo todas las cláusulas y permaneciendo con el maestro durante el periodo que les fueron confiadas, encargándose este de su sustento y manutención. Se corría el riesgo de que, si la deuda no era saldada, su trabajo temporal pasaría a un régimen de esclavitud. Así, con su labor se beneficiaban las familias como los acreedores y, además, la propia aprendiz, que asimilaba de esta manera un oficio mientras generaba riqueza económica. 

Marta Álvaro Bernal

Universidad de Sevilla

Gustave Boulanger (1882). Mercado de esclavos. Colección privada

Fuentes principales

Pap. Mich. X, 587.

Selección bibliográfica

Álvaro Bernal, M., “Niñas y trabajo infantil en la antigua Roma” en Rubiera Cancelas, C. (ed.), Las edades vulnerables. Infancia y vejez en la Antigüedad (Gijón 2018) 163-183.

Freu, C., “Apprendre et exercer un métier dans l’Égypte romaine” en Monteix, N., Tran, N. (eds.), Les savoirs professionnels des gens de métier Études sur le monde du travail dans les societés urbaines de l’Empire romain (Naples 2011) 27-40.

Migliardi Zingale, L., “Riflessioni in tema di apprendistato femminile e arte della tessitura: in margine a P. Oxy. LXVII 4596”, Aegyptus 87 (2007) 199-208.

Porena, P., “Il lavoro infantile” en Marcone, A. (ed.), Storia del lavoro in Italia. L’età. romana. Liberi, semiliberi e schiavi in una società premoderna (Roma 2016) 663-685.

66. HELVIA

66. HELVIA

El nombre de Helvia se conoce gracias a la obra que le dedicó su hijo Séneca, una de sus famosas Consolaciones. En ella, esta mujer de la Bética figura con las virtudes femeninas más admiradas en su época y propias de las matronas. Destacó su vida abnegada entregada a su familia, esposo e hijos. Para reconstruir su biografía, contamos también con testimonios epigráficos que ilustran lo que pudo ser la vida de muchas damas de las oligarquías de las provincias romanas, y de su contribución al ascenso social de sus familias.

Sobre la familia de este personaje, el nombre de Helvia ya es evocador. En el municipio de Urgavo (Arjona, Jaén), se conoce a Marco Helvio Novato, al que se identifica con su padre. Aquí debió nacer Helvia. Al parecer su progenitor disponía de una fortuna notable y llegó a ser dunviro y pontífice en esta ciudad.

Urgavo

De su madre, se sabe que falleció dándole a luz. Su padre se volvió a casar, convivió con su madrastra y sus otros hermanos, con los que parece mantuvo una cordial relación. 

Para ampliar la fortuna y las alianzas políticas, Helvia contrajo matrimonio con Lucio Aneo Séneca en el año 5; él tenía unos 50 años y ella tan solo 16. Su marido pertenecía al orden ecuestre y disfrutaba de un notable patrimonio, gracias al negocio del vino y el aceite. Quizá con ascendencia itálica, su familia se había establecido en la ciudad vecina de Córdoba. De esta unión nacieron tres hijos, uno de ellos el famoso Séneca. Para mejorar su educación y favorecer su carrera política, Séneca y sus hermanos se trasladaron con su padre a Roma. Helvia, la madre, permaneció en la Bética, atendiendo la casa y los negocios familiares, aunque viajaba a la Urbe para visitarlos.

Cuando llegaron a la edad adulta, sus hijos ocuparon cargos importantes en la administración. Marco Aneo Mela fue procurador, y padre del famoso poeta Lucano; el segundo accedió al consulado, tras ser adoptado y cambiar su nombre a Lucio Junio Galo Aneano. El último, Lucio Aneo Séneca, llegaría más lejos, como preceptor y consejero de Nerón. Sin embargo, años más tarde, cayó en desgracia y fue exiliado.

En este tiempo, Séneca le dedica una de sus Consolaciones para calmar su dolor ante su propio exilio, y reconfortarla porque en menos de un mes perdió a su esposo, a tres de sus nietos y a su tío. Helvia, en el retrato que hace su hijo de ella, fue una madre y mujer de extraordinario comportamiento, un auténtico ejemplo para las matronas, que contribuyó al ascenso de su familia. Desconocemos la fecha de la muerte de Helvia, pero probablemente ni conoció los éxitos de Séneca ni su trágico final.

Rosa María Cid López

Universidad de Oviedo

Monumento a Helvia, siglo XX. Arjona, Jaén.

Fuentes principales

CIL II 2115 = CIL II2 7.76.

Séneca, Diálogos. Consolaciones a Marcia. A su madre Helvia y a Polibio; Apocoloquintosis del divino Claudio, 4.2.

Selección bibliográfica

Gloyn, L., The Ethics of the Family in Seneca (Cambridge-New York 2017). 

Mangas, J., “Modelos de mujer en Séneca”, en Cid López, R.M.ª, González González, M., Mitos femeninos de la cultura clásica  (Oviedo 2003) 287-299.

Mirón Pérez, M.ªD., “Helvia y los viajes. A propósito de Séneca, Ad Helvetiam matrem de consolatione”, LEC 76 (2008) 233-254. 

Wilcox A., “Exemplary Grief: Gender and Virtue in Seneca’s Consolations to Women”, Helios 33, 1 (2006) 73-100.

65. MUNACIA PLANCINA

65. MUNACIA PLANCINA

Munacia Plancina fue una adinerada matrona ubicada cronológicamente durante los gobiernos sucesivos de Augusto y Tiberio y perteneciente a la gens Munatia. Su abuelo fue Lucio Munacio Planco, cónsul en el 42 a. C. y censor en el 22 a. C. Su hermano, homónimo de su abuelo, fue cónsul en el 13 y uno de los senadores enviados por Tiberio para parlamentar con Germánico durante el amotinamiento de las legiones de Germania del año 14. 

Munacia Plancina posiblemente sería la segunda esposa de Gneo Calpurnio Pisón, cónsul en el 7 a. C. y gobernador de varias provincias, como África Proconsular, Hispania Citerior Tarraconense y Siria. Como era lo habitual en este período, las esposas de los gobernadores los acompañaban durante sus mandatos provinciales y eso hizo Munacia Plancina.

Roma

En Siria, cumpliendo órdenes dadas por Livia, viuda de Augusto, Plancina vigiló muy de cerca los movimientos de Agripina la Mayor, esposa de Germánico César, quien había sido enviado en ese momento por Tiberio para apaciguar las provincias orientales del Imperio. Sin embargo, Plancina no se circunscribió exclusivamente a esas tareas y a difamar a Agripina, sino, como expone Tácito, en el año 18, tomaría parte activa en la labor de gobierno de su marido al acompañarlo a los campamentos militares y al dirigir determinadas actividades del entrenamiento del ejército.  Tras una expedición de Germánico y Agripina a Egipto en 19, el sucesor de Tiberio y nieto de Livia, enfermó repentinamente y falleció en octubre de ese mismo año en su residencia de Dafne (Antioquía). Antes de morir, Germánico reunió a sus amigos y a su esposa y culpó al matrimonio de Pisón y Plancina de su envenenamiento. Además, destituyó a Calpurnio Pisón como gobernador. Plancina y su marido, que se declaraban inocentes, no ocultaron la alegría por el fallecimiento del César y decidieron alzarse, sin éxito, contra el nuevo gobernador de la provincia, Gneo Sencio Saturnino. 

En el 20, Plancina y Pisón regresaron a Roma para ser juzgados por varios crímenes, entre ellos el de envenenamiento y el de lesa majestad. Aunque en un primer momento prepararon una defensa conjunta, Plancina decidió separar la suya de la de su marido, al interceder Livia por ella ante su hijo. Siendo evidente que Pisón sería condenado por lesa majestad al haberse rebelado contra la nueva autoridad romana en Siria, decidió suicidarse anticipándose a la pena capital. De este modo, las causas de la sospechosa muerte de Germánico quedaron irresolutas, pues la envenenadora siria, llamada Martina, que habría preparado el veneno bajo las órdenes de Plancina, fue hallada muerta antes del juicio. Plancina consiguió, gracias a la intervención de Livia, ser exonerada de los delitos que se le imputaban. Pero, en 33, una vez fallecida su protectora, Tiberio volvió a acusarla por el asesinato de Germánico, viéndose forzada a suicidarse ante la inminente e ineludible condena a muerte.

Daniel León Ardoy

Universidad de Sevilla

Sir Lawrence Alma-Tadema (1867). El coleccionista de fotos en el momento de Augusto. Colección privada.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 57.18; 58.22; 59.20.

Tácito, Anales, 2.43, 55, 71, 74-75, 80, 82; 3.13, 15, 17; 6.26.

Selección bibliográfica

Caballos, A., Eck, W., Fernández, F., El senadoconsulto de Gneo Pisón padre (Sevilla 1996).   

García, M., “Maleficio y veneno en la muerte de Germánico”, Potestas 2 (2009) 57-71. 

Marshall, A.J., “Women on Trial Before the Roman Senate”, EMC 34, 9 (1990) 333-366.

Raepsaet-Charlier, M.-Th., “Epouses et familles de magistrats dans les provinces romaines aux deux premiers siècles de l’empire”, Historia 31, 1 (1982) 56-69.

Rapke, T.T., “Tiberius, Piso, and Germanicus”, AClass 25 (1982) 61-69. 

64. EUMAQUIA

64. EUMAQUIA

Un edificio de innegable protagonismo en el foro de Pompeya se conoce por el nombre de una mujer, Eumaquia, hija de Lucio. Ella ordenó construirlo siguiendo los modelos edilicios de época augustea, financiándolo con su propio dinero, probablemente en época de Tiberio. Eumaquia dejó constancia que hizo el complejo arquitectónico con pórtico, galería o calcídico y una cripta, en su nombre y en el de su hijo y con su dinero, consagrando la obra a la Concordia Augusta. Su familia paterna pudo ser de origen campano, o incluso griego. No debieron formar parte de la élite municipal de la ciudad, pero contaban con una gran fortuna, acumulada probablemente gracias a los negocios de exportación. Eumaquia contrajo matrimonio con Marco Numistrio Frontón, con quien tuvo un hijo del mismo nombre, mencionado en la inscripción.

Pompeya

En otro epígrafe del año 3, da a conocer el cargo de duoviro, la máxima magistratura responsable de la administración de la ciudad, que ostentó el marido. El prestigio de su familia política, unido a la inmensa fortuna de la suya propia, brindó a Eumaquia el acceso al codiciado cargo de sacerdotisa pública, que ella alude en su inscripción. Probablemente Eumaquia era viuda cuando dedicó la inscripción de dedicación de su edificio, porque su esposo no aparece mencionado.

Su sacerdocio público y la extraordinaria donación a su ciudad implican que estaba inmersa en un ambicioso proyecto de promoción política de la carrera administrativa de su hijo, en la que aspiraría a ingresar en el ejercicio de las magistraturas, transformando su capital económico en capital de mérito público y cívico. Los restos decorativos conservados atestiguan la riqueza, magnificencia y exquisito nivel artístico del complejo, un edificio multifuncional que contaba con una estatua de su promotora, Eumaquia, colocada en un lugar central y dedicada por los fullones o gremio de lavanderos y tintoreros de Pompeya, de los que pudo ser su patrona. Eumaquia encarna un extraordinario ejemplo de matrona romana influyente de inicios de la época imperial, esposa y madre, mujer de negocios y administradora de sus propios recursos, consciente de las obligaciones y ventajas de su puesto social. 

Henar Gallego

Universidad de Valladolid

Estatua de Eumaquia (siglo I d.C.). Museo Nazionale Archeologico di Napoli, Nápoles.

Fuentes principales

CIL X, 810, 892.

Selección bibliográfica

Spano, G., “L’edifizio di Eumachia in Pompei”, Rendiconti Accademia di Archeologia, Lettre et Belle Arti di Napoli,  36 (1961) 5-35.

Martínez López, C., Gallego Franco, H., Mirón Pérez, M.ªD., Oria Segura, M., Constructoras de ciudad. Mujeres y arquitectura en el occidente romano (Colección Mujeres, Historia y Feminismos 4) (Granada 2019).

63. FABIA ARETÉ

63. FABIA ARETÉ

La esclava Areté fue manumitida por la pareja formada por el ciudadano romano Marco Fabio Regilo y Fabia, convirtiéndose entonces en su liberta. Atendiendo a su nombre – significa “excelencia, virtud”- esta mujer era de origen griego y cuando adquirió la libertad tomó el gentilicio de su patrono (Fabius) y comenzó a usar Areté como cognomen

Fabia Areté vivió en Roma durante la primera mitad del siglo I. Hizo grabar un epitafio sobre un monumento que señalaba el lugar donde sus patronos habían sido enterrados y lo serían ella y los suyos. El monumento funerario serviría para aglutinar a la familia y allegados de los difuntos como espacio de referencia para celebrar ceremonias y ritos antes, durante y después de la inhumación de sus restos mortales o cenizas. 

Roma

La dedicante quiso recordar en el epitafio los nombres de, al menos, 22 personas, indicando su condición social y, algunas veces, la profesión que ejercían. Entre ellos encontramos a un buen número de Marcii Fabii y Fabiae, sin duda también libertos de la pareja. Fabia Areté trabajaba como archimima (la expresión utilizada es archimima temporis sui prima diurna). Conocemos con seguridad la actividad de los archimimi varones, quienes se encargaban de la dirección artística de las obras y de distribuir papeles. Estos actores también desempeñaban el papel protagonista, lo que les convertía en el principal reclamo para que su compañía teatral fuese contratada. 

Puesto que Fabia Areté aparece inmediatamente nombrada después de sus patronos en el monumento funerario, no hay duda del lugar sobresaliente que ocupaba en el grupo actoral del que formaba parte. Como los archimimi, es posible que fuera la directora y que ella misma realizara interpretaciones diversas en escena. El término diurna nos informa sobre su compromiso perpetuo con Marco Fabio Regilo, es decir, no era contratada puntualmente para espectáculos (el salario que recibía se denomina diurnus). Su profesión apunta a que la familia que heredó el monumento era la propia compañía de actores de la que estaba al frente.

Marta González Herrero

Universidad de Oviedo

Fragmento de placa de mármol con mención de la archimima Fabia Areté. Fotografía obtenida de EAGLE.

Epigraphic Databank of Rome.

Fuentes principales

CIL VI, 10107.

Selección bibliográfica

Gregori, G.L., “I protagonisti della scena teatrale nella documentazione epigrafica di Roma”, ScAnt 12 (2004) 575-590.

Lorenzo, H., “Mujeres en la escena romana a través de la epigrafía”, Tycho 6 (2018) 39-74.

Malaspina, E., “La terminologia latina delle profesioni femminile nel mondo antico”, MedAnt  6 (1) (2003) 347-391.

62. MENFIS

62. MENFIS

Menfis, una esclava que se dice libraria de una tal Pompeya, vivió en Roma en la primera mitad del siglo I. La conocemos a través de la transmisión manuscrita de un códice conservado en Nápoles y redactado por un conocido anticuario y falsario de inscripciones del siglo XVI llamado Pirro Ligorio. Por esta razón, el epitafio de Menfis, al parecer grabado en una placa de mármol, se consideró falso desde su primera edición en 1876 hasta momentos muy recientes, cuando se ha reivindicado su autenticidad. Junto a su epitafio se encuentran los de otros dos personajes de similar condición servil y libre.

Roma

La inscripción que recuerda a Menfis es realmente simple. Solo se nos ha transmitido su nombre, su condición de esclava de Pompeya, su edad al fallecer -20 años- y el oficio de libraria que desempeñaba. De qué modo haya de interpretarse este término en la inscripción de Menfis nos lleva a uno de los problemas recurrentes de la epigrafía, la ambigüedad en el contenido semántico de los vocablos referidos a profesiones y oficios. En general se admite que los librarii son copistas, escribanos o secretarios dedicados a la escritura de cartas, a la copia de epístolas y otras obras literarias, a su edición y corrección, que también gestionaban archivos y bibliotecas personales, como sabemos por los textos de Cicerón. Pero también se les ha considerado como comerciantes de libros salidos de talleres de copias, o tenedores de libros de caja y contables como empleados en la administración pública a diversos niveles. No obstante, mientras que el término masculino se entiende usualmente como “individuos vinculados de algún modo con los libros o con la escritura”, en el femenino se han expresado dudas en ocasiones sobre su significado y a qué tipo de oficio se está aludiendo. 

Para algunos hay dudas sobre si con ese término se estaría haciendo referencia a lanipendiae o expertas en hilatura o a auténticas librariae a modo de escribientes, copistas o secretarias dedicadas a los libros. En este sentido es evidente la importancia de la tarea del copista en las bibliotecas privadas como medio fácil y cómodo de construir una biblioteca por parte de gentes con fortuna y riquezas que disponen de esclavos instruidos como Menfis para reproducir manuscritos. La copia de obras literarias es precisamente una de las actividades realizadas por librariae en época tardoantigua según algunos textos relativos al surgimiento del monasticismo en el contexto del cristianismo primitivo. 

Menfis, con nombre griego, era una esclava. También los son muchas de las otras mujeres que conocemos desempeñando esta función de escribas o amanuenses, y otras son libertas. Sabemos además que estas escribas femeninas solían estar al servicio personal de mujeres de las clases aristocráticas y acomodadas, que operaban siempre en el medio urbano. También se ha señalado, a partir de evidencia iconográfica, que algunas podían ejercer sus funciones por cuenta propia fuera de la casa en la que usualmente estaban empleadas. Por otro lado, la existencia de esta función aboga por un grado de alfabetización entre ciertas mujeres, superior, o más complejo, que el normalmente considerado para ellas.

Salvador Ordoñez Agulla

Universidad de Sevilla

Sir Lawrence Alma-Tadema (1839). Comparaciones. Colección privada.

Fuentes principales

CIL VI 977a = AE2005, 182 = EDR 163753.

Selección bibliográfica

Haines-Eitzen, K., “Girls Trained in Beautiful Writing’: Female Scribes in Roman Antiquity and Early Christianity”, JECS 6 (1998) 629-646.

McDonnell, M., “Writing, Copying, and Autograph Manuscripts in Ancient Rome”, CQ 46 (1996) 469-491.

Rossi, R.F., “Librarius”, en Dizionario Epigrafico di Antichita Romane IV (Roma 1958) 955-965.

Segenni, S., “Donne e lavoro intellettuale”, en Buonopane, A., Cenerini, F. (eds.), Donna e lavoro nella documentazione epigrafica (Faenza 2003) 154-161.

61. VIPSANIA

61. VIPSANIA

Vipsania Agripina fue la única hija de Marco Vipsanio Agripa y su primera esposa Pompeya Cecilia Ática, hija a su vez de Tito Pompeyo Ático. Nació en el año 33 a. C. y cuando apenas contaba con un año, fue prometida con Tiberio. Perdió a su madre a una edad temprana, por lo que vivió con su padre Agripa hasta el año 19 a. C., momento en el que se casó con Tiberio. Paralelamente, su padre contrajo matrimonio con Julia, la hija de Augusto. De esta manera, los Vipsanii quedarían doblemente vinculados a la casa imperial. De la unión de Vipsania y Tiberio nació Druso Julio César, más conocido como Druso el Menor, que se casaría con Claudia Livia Julia Livila. 

Roma

Sin embargo, poco tiempo después falleció su padre Agripa. Al dejar a Julia, la hija de Augusto viuda, este decidió casarla de nuevo. El candidato perfecto era Tibero; por lo que ordenó que la feliz pareja se divorciara. Se dice que, aunque ambos aceptaron esta disposición por parte de Augusto, nunca se olvidaron. Vipsania se volvió a casar con Cayo Asinio Galo, cónsul que jugó un destacado papel en la oposición de Tiberio. Juntos tuvieron cinco hijos: Gayo Asinio Polio, Marco Asinio Agripa, Asinio Salonino, Servio Asinio Celer, Asinio Gayo y Cneo Asinio. Todos ellos desarrollaron una importante carrera política. Al haber sido madre de seis hijos, se le concedió el ius trium liberorum, por lo que no necesitó un tutor y recibió los derechos de herencia. 

Murió de causas naturales en el año 20, siendo muy querida y recordada por su segundo marido e hijos. Fue honrada como madre y esposa. Retratada como una mujer ejemplar, fuerte e independiente, que tuvo que vivir separada de su verdadero amor, aceptando de forma estoica los designios de su destino.

Patricia Téllez Francisco

Universidad de Sevilla

Busto velado de Vipsania Agripina (siglo I a. C.). Museo Archeologico della Maremma, Grosseto.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 57.1.6.

Suetonio, Vida de los doce Césares, Tiberio, (nota al capítulo) 4.4.

Tácito, Anales, 1, 12.

Selección bibliográfica

Seager, R. “Tiberius’ First Steps in Public Life”, en Seager, R. (ed.), Tiberius (California 1972).

Swindle, J.M., “A Rethorical Use of Women in Tacitus‘Annales”, Studia Antiqua 3, 1 (2003).