150. CORNELIA TIQUÉ
Un gran altar funerario procedente de Roma guarda el recuerdo del trágico final de Cornelia Tiqué y su hija Julia Segunda. La pieza llegada a nosotros corresponde a la cara frontal del altar. En ella se muestran en relieve los retratos de una mujer y una niña, en tamaño natural, junto a las inscripciones latinas que las identifican. En el lateral izquierdo se encuentra el final de las líneas de otra inscripción, consistente en un carmen sepulcral.
Julio Segundo dedicó el altar de mármol a su esposa Cornelia Tiqué y a su hija Julia Segunda. Su nombre podía leerse en sentido vertical, enlazando las letras iniciales de los catorce versos hexámetros que componen el epigrama.
Roma
Gracias a él sabemos que las dos mujeres fueron víctimas de un naufragio. Se ahogaron junto a la costa del noreste hispano. Madre e hija aparecen representadas con gran detalle y marcando la diferencia de edad entre ambas. La madre va vestida como una matrona, con túnica, estola y palla, y la hija solo con túnica y palla. Cornelia Tiqué lleva el pelo ondulado, con raya en medio, y trenzas enrolladas en la parte superior, al estilo de la emperatriz Faustina la Mayor. El peinado de Julia Segunda corresponde a su edad. Debajo de los retratos se encuentran las dedicatorias a las difuntas. De Cornelia Tiqué se recuerda su afecto y piedad como esposa y madre. El padre destaca la belleza y la buena educación de la niña que superaba a sus congéneres.
En el relieve del frontón dos sillas vacías simbolizan la doble pérdida. Un carcaj y un arco remiten a la joven difunta, pues son atributos de la diosa Diana/Artemisa, protectora de las jóvenes solteras. La madre es evocada con los símbolos de Fortuna/Tyche: una cornucopia, una antorcha, un timón y una rueda. Sin duda esta asimilación se debe a que su nombre coincidía con el de la diosa, al tiempo que evocaba su cruel destino. Cornelia Tiqué podría ser una liberta, teniendo en cuenta que lleva un cognomen griego. Fue madre a una edad bastante tardía para la época, a los 27 años. Murió con 39 y su hija con 11. El cognomen latino de esta última coincide con el del padre, lo que sugiere que era de condición libre. A juzgar por la riqueza del monumento, el nivel económico de la familia debió de ser elevado.
Madre e hija realizaron un viaje en barco, probablemente en solitario, pues en la inscripción no se habla de la muerte de otros familiares. No se precisan los motivos del desplazamiento, pero sabemos que las mujeres en ocasiones viajaban solas para visitar a familiares. Teniendo en cuenta el lugar donde se hundió el barco, es posible que Cornelia Tiqué tuviera parientes en Hispania.
Alicia Ruiz-Gutiérrez
Universidad de Cantabria
Monumento funerario de Cornelia Tiqué y su hija Julia Segunda. ca. 151-200, Roma. Museo del Louvre, París.
Fuentes principales
AE 2013, 152; 2015, 94 y 604.
CIL VI, 20674.
Selección bibliográfica
Foubert, L., “The Spinning of the Wheels: Women’s Travel Stories in Latin Funerary Inscriptions”, Gerión 38, 1 (2020) 137-156.
Hemelrijk, E.A., Women and Society in the Roman World. A Sourcebook of Inscriptions from the Roman West (Cambridge 2021).
Huskinson, J., “Bad Deaths, Better Memories”, en Hope, V.H., Huskinson, J. (eds.), Memory and Mourning: Studies on Roman Death (Oxford 2011) 113-125.