180. JULIA MESA

180. JULIA MESA

Julia Mesa fue esposa de Cayo Julio Avito Alexiano, noble romano originario de Siria, que fue reconocida como Augusta entre los años 218 y 224 por ser la abuela de los emperadores Heliogábalo y Severo Alejandro. Era hermana de Julia Domna y probablemente nació en torno al año 165, pasando su juventud en Emesa (actual Homs, en Siria). Provenía de una familia de la aristocracia local vinculada al sacerdocio del dios El-Gabal ya que su padre, Julio Basiano, era sumo sacerdote de dicha divinidad. Gracias a esta posición, Mesa tuvo una elevada formación.

Roma

Su marido escaló del cursus honorum ecuestre al senatorial siendo promovido por Septimio Severo y llegando al consulado. Mesa y Alexiano tuvieron dos hijas llamadas Julia Soemias y Julia Mamea, mujeres importantes para el devenir posterior del Imperio. Juntas, madre e hijas, resultaron fundamentales para devolver el poder a la dinastía Severa después del asesinato de Caracalla en el año 217. Gracias a su fortuna e influencia, y junto con el apoyo de caballeros y senadores de Emesa, hicieron que las tropas orientales abandonasen al nuevo emperador, Macrino, en favor del joven Heliogábalo, hijo de Julia Soemias.

Una vez que este llegó al poder, Mesa fue nombrada Augusta y recibió los títulos de Mater Castrorum et Senatus, de forma similar a los que había ostentado anteriormente su hermana. Dada la corta edad del nuevo emperador, fueron Mesa y Soemias quienes se encargaron de aconsejar al príncipe y, debido su influencia, llegando a acompañarlo en las sesiones del Senado, un hecho insólito hasta el momento. Según las fuentes, este necesitaba de la presencia de su abuela para adquirir seguridad. 

Debido a los actos impropios de Heliogábalo, Mesa propició la promoción de su otro nieto, Alexiano, hijo de Julia Mamea. Convenció a Heliogábalo para que lo adoptase. El emperador y su madre, Soemnias, fueron asesinados por la guardia pretoriana a la vez que se elevaba al principado a Alexiano que tomó el nombre de Alejandro. Mesa murió al poco tiempo de comenzar el reinado de su nieto. Al igual que su hermana, Julia Domna, fue divinizada tras su muerte.

Adrián Gordón Zan

Universidad de Zaragoza

Áureo de Julia Mesa con reverso de Juno (RIC IV, II, pág.49, n. 253) N. 659065001

© The Trustees of the British Museum

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 79. 24.3; 80.17.2.

Herodiano, Historia del Imperio romano después de Marco Aurelio, 5.3.1; 6.1.4.

Historia Augusta, Opelio Macrino, 9.1.; Heliogábalo, 32.1.

Selección bibliográfica

Levick, B., Julia Domna: Syrian Empress (London – New York 2006).

Icks, M., The Crimes of Elagabalus. The Life and Legacy of Rome’s Decadent Boy Emperor (London 2011).

Rowan, C., “The Public Image of the Severian Women”, PBSR 79 (2011) 241-273.

Conesa Navarro, P.D., “Julia Maesa y Julia Soemias en la corte de Heliogábalo: el poder femenino de la domus Severiana”, SHHA 37 (2019) 185-223.

179. CLODIA LETA

179. CLODIA LETA

Vestal violada por Caracalla hacia el año 213 y, a pesar de su inocencia, acusada de incesto. Junto a ella, también fueron acusadas del mismo crimen las vestales de origen senatorial Aurelia Severa, Pomponia Rufina y Canucia Crescentina. Todas fueron enterradas vivas salvo la última quien se suicidó tirándose desde lo alto de la Casa de las Vestales. 

Roma

José Carlos Saquete

Universidad de Sevilla

Estatuas en la Casa de las Vestales. Foro imperial, Roma.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 78, 16.

Herodiano, Historia del Imperio romano después de Marco Aurelio, 4.6.4 (sin nombrarla).

Selección bibliográfica

Rüpke, J., Fasti Sacerdotum: Die Mitglieder der Priesterschaften und das sakrale Funktionspersonal römischer, griechischer, orientalischer und jüdisch-christlicher Kulte in der Stadt Rom von 300 v. Chr. bis 499 n. Chr. (Stuttgart 2005).

Saquete, J.C., Las vírgenes vestales. Un sacerdocio femenino en la religión pública romana, Anejos de AEspA 21 (Madrid 2000).

 

178. JULIA DOMNA

178. JULIA DOMNA

Julia Domna fue la esposa del emperador Septimio Severo y madre de los emperadores Caracalla y Geta.  Nació entre el 170 y el 174 en la ciudad siria de Emesa (actual Homs). Su padre era Julio Basiano, aristócrata y sumo sacerdote del dios local El-Gabal. Tanto ella como su hermana, Julia Mesa, recibieron una destacada formación. Poco después, en el año 190, Severo fue nombrado cónsul, por lo que Domna pasó a ser una de las primeras damas de la sociedad romana. Sin embargo, tras la muerte de Cómodo a finales del año 192 se desató una guerra civil que culminó con el ascenso al poder imperial de Severo, convirtiendo inmediatamente a Julia Domna en Augusta. 

Roma

Antes y durante el gobierno de su marido, Julia lo acompañó en todos los desplazamientos relacionados con su carrera administrativa y militar.  En el año 195, recibió el título de Mater Castrorum, es decir, madre de los campamentos, un honor que también había recibido Faustina la Menor. Esta había sido la primera en recibir este título, el cual asociaba a las mujeres de la familia imperial con el ejército mediante una maternidad institucional. A lo largo de su vida, Julia recibió otros títulos como el Mater Augusti et Caesaris desde el año 197 y Mater Imperatoris destinati desde el 209. Durante el gobierno de su hijo Caracalla, Domna recibió el título de Mater Augusti et catrorum et senatus et patriae, es decir, madre del Augusto, de los campamentos, del Senado y de la patria, constituyendo un referente para el resto de las esposas imperiales del siglo III.

Las fuentes clásicas presentan a Julia como una mujer que influía sobre su marido, que estaba presente en las audiencias con los dirigentes extranjeros. Tras la muerte de Severo, se mantuvo asociada al poder, desempeñando labores políticas durante el gobierno de Caracalla. Tanto es así, que pasó a encargarse de la correspondencia imperial en latín y griego, en cuyas respuestas se incluía su nombre junto al del emperador o las legiones. Otro aspecto destacable de la vida de Domna fue su inquietud por la filosofía y la creación de un círculo de filósofos. Este estaba conformado, con seguridad, por Filóstrato, Filisco de Tesalia y Gordiano, que posteriormente se convertiría en el emperador Gordiano I. Aunque las fuentes apunten a que se trataba de un refugio intelectual al verse apartada del poder por Plauciano, prefecto del pretorio de Septimio Severo, Julia mantuvo este interés durante el gobierno de Caracalla, lo que indicaría que se debía a sus inquietudes.  

Tras el asesinato de Caracalla, Julia conservó el trato como Augusta, sus títulos e incluso una guardia pretoriana. Sin embargo, se suicidó poco después, en la segunda mitad del año 217, ya que padecía un cáncer de pecho. Sus cenizas fueron llevadas al mausoleo de Augusto en Roma, aunque posteriormente se depositaron junto a las de su marido en el mausoleo de Adriano. Fue consagrada al morir, recibiendo el título de Diva Iulia.  

Adrián Gordón Zan

Universidad de Zaragoza

Busto de Julia Domna. Siglo III. Museos Vaticanos, Roma.

Fuentes principales

Dion Casio, Historia romana, 75-80.

Herodiano, Historia del Imperio romano después de Marco Aurelio, 2.9.2; 4.13.8.

Historia Augusta, Caracalla, 8.1.; Geta, 3.1.

Selección bibliográfica

Conesa Navarro, P.D., “Faustina la Menor y Julia Domna como matres castrorum. Dos mujeres al servicio de la propaganda imperial de las dinastías Antonina y Severa”, Lucentum 38 (2019) 281-299.

Langford, J., Maternal Megalomania: Julia Domna and the Imperial Politics of Motherhood (Baltimore 2013).

Levick, B., Julia Domna: Syrian Empress (London – New York 2006).

Rowan, C., “The Public Image of the Severian Women”, PBSR 79 (2011) 241-273.

177. ASICIA VICTORIA

177. ASICIA VICTORIA

El grupo de inscripciones que se refieren a Asicia Victoria en Thugga (Dougga, Túnez) nos informan de que era miembro de una familia notable de la ciudad, cuyos miembros varones formaban parte del senado local. Ella misma pagó la cantidad de 20.000 sestercios para adornar con balaustradas de bronce la tribuna de los oradores del foro.

También su padre, Asicio Adjutor, se implicó en la realización de obras para el templo de Minerva, erigido por la matrona Julia Paula Lenatiana, sacerdotisa perpetua. Asicia Victoria asume, por tanto, el comportamiento evergético propio de las élites municipales.

Thugga

Se conoce también el nombre de su marido, Marco Vibio Félix Marciano, cuya familia era igualmente de rango decurional, y el nombre de la hija de ambos, Vibia Asicianes, e incluso el de uno de sus nietos, Minerviano. La promesa de Asicia Victoria de ornamentar la tribuna de los oradores coincide con un momento político importante para la ciudad, su reconocimiento como municipio romano en el año 205. Ello es prueba de que estas matronas ricas eran conocedoras de la dinámica política de sus comunidades. Su gesto tiene una enorme carga simbólica, ya que elige decorar y realzar el lugar desde donde los oradores se dirigían hacia sus conciudadanos.

Por las fuentes epigráficas, se sabe que desempeñó el cargo de sacerdotisa perpetua. Como gesto de agradecimiento a la ciudad por el honor recibido, realizó el pago en metálico, aumentando la cantidad habitual. Además, donó 100.000 sestercios con motivo de la concesión de su hija, Asicia Asicianes, del sacerdocio del culto imperial, también con carácter perpetuo. Con esta cantidad se creó una fundación con repartos de dinero y banquetes para los senadores locales y decuriones; y se pagaron juegos escénicos y un gimnasio para el pueblo. Esta suma es una de las más altas entre las fundaciones que conocemos en el norte de África. Es un gesto que sitúa a Asicia Victoria como uno de los pilares más importantes de la promoción pública y política de su familia. Prueba de ello es también la estatua que ella y su marido erigieron, presumiblemente en el foro, para honrar a su padre, Asicio Adjutor, cuya colocación es autorizada por el senado local. 

No es de extrañar que uno de sus nietos, Minerviano, patrono de Thugga, erigiera una estatua en homenaje a su abuela. Asicia Victoria fue homenajeada por el senado de su ciudad nada menos que con dos de estatuas públicas, situadas en el foro. También fue homenajeada su hija Asicianes con una estatua pública, quien debía a su madre su promoción pública privilegiada.

Henar Gallego

Universidad de Valladolid

Epígrafe dedicado a Asicia Victoria. Siglo III. Dougga.

Fuentes principales

CIL VIII, 1491, 1495, 26589, 26590, 26591, 26592, 26593.

Selección bibliográfica

Bertolazzi, R., “Priestesses’ Euergetism in Roman Africa: the Case of Thugga”, Epigraphica 78 (2016) 85-109.

Martínez López, C., Gallego Franco, H., Mirón Pérez, M.ªD., Oria Segura, M., Constructoras de ciudad. Mujeres y arquitectura en el occidente romano (Colección Mujeres, Historia y Feminismos 4) (Granada 2019).

176. MEMORIA CALQUISIA

176. MEMORIA CALQUISIA

Memoria Calquisia nació entre finales del siglo II y principios del III, en el seno de una familia aristocrática del municipio romano lusitano de Myrtilis (Mértola, Portugal). De su padre se conoce solo parte de su identidad, Cayo Memorio, así como que murió joven, dejando a su esposa, Junia Leónica, sola al cuidado de su única hija. A pesar de las críticas que recaían en las viudas que se volvían a casar, la madre de Memoria Calcisia contrajo un nuevo matrimonio. Su segundo esposo fue un notable más distinguido aún si cabe que el primero. 

Se llamaba Aponio Lupiano. Aunque no se puede asegurar a ciencia cierta, es muy posible que parte de su familia viviera en el municipio romano que se situaba en Bobadela.

Myrtilis

 Sus miembros pertenecieron a las altas esferas provinciales, como Sexto Aponio Lupiano, quien fuera sacerdote provincial. El distinguido círculo al que pertenecía Memoria Calquisia por nacimiento debió acrecentarse con su matrimonio, aunque nuestros datos son escasos al respecto. De dicha unión nació una niña, María Sidonia, hija de Lucio. El esposo falleció probablemente pronto, sin darle más hijos, pero junto a él, Memoria Calquisia pudo ocupar las altas esferas provinciales. En efecto, fue sacerdotisa de la provincia de Lusitania, seguramente al mismo tiempo que su esposo. Ambos se ocuparían de dirigir desde la capital provincial, Augusta Emerita, los ritos debidos al culto imperial. Pudieron así mezclarse con la nobleza provincial y acercarse al selecto círculo que giraba en torno al gobernador provincial.

A pesar del éxito y de las riquezas que la rodearon, Memoria Calquisia no pudo evitar el fallecimiento de su esposo y de su única hija. Murió ella poco tiempo después, dejando a su madre, Junia Leónica, desesperada, puesto que acababa de perder a su segundo marido. Así, uniendo a sus seres queridos en un gran mausoleo, Junia Leónica enterró en él a su segundo esposo, Aponio Lupiano, a su nieta, Maria Sidonia, y a su queridísima hija Memoria Calquisia. 

El testimonio de Memoria Calquisia muestra la importancia de las élites lusitanas entre finales del siglo II y principios del siglo III. Manifiesta también el comportamiento de la nobleza provincial a la que pertenecía, en el que, a pesar de los impedimentos sociales, las viudas distinguidas volvían a casarse para mantener la situación de las familias, como hizo su madre Junia Leónica. La vida de Memoria Calquisia y de los suyos pone de deja ver además la alta mortalidad existente en el mundo romano.  Memoria Calquisia es una de las pocas sacerdotisas de la provincia de Lusitania conocidas hasta el momento.

Milagros Navarro Caballero

Centre National de la Recherche Scientifique de l’Université Bordeaux-Montaigne

Fragmento del epígrafe dedicado a Memoria Calquisia. Siglo III. Mértola.

Fuentes principales

CIL II, 122 (=5189).

AE 1969-1970, 214.

Selección bibliográfica

Delgado, J.A., “Flamines provinciae Lusitaniae”, Gerión 17 (1999) 433-461.

Encarnação, J. d’, “A flamínica Calquísia, de Mértola”, Mátria (Revista do Centro de Investigação Prof. Doutor Joaquim Veríssimo Serrão, Sentarém) 21, 9 (2020) 41-67.

Fishwick, D., The Imperial Cult in the Latin West. Studies in the Ruler Cult of the Western Provinces of the Roman Empire, vol. III. Part 2: The provincial centre; provincial cult (Leiden – New York 2002).

Navarro Caballero, M. Perfectissima femina. Femmes de l’élite dans l’Hispanie romaine (Bordeaux 2017).

 

175. ELIA LICINIA VALERIANA

175. ELIA LICINIA VALERIANA

Al morir entre mediados del siglo II y principios del siglo III Elia Licinia Valeriana, hija de Quinto, una joven de la élite de Itálica (Santiponce, Sevilla), el consejo municipal de la ciudad le concedió en su entierro los honores oficiales, a saber, un emplazamiento de prestigio en el cementerio local y una estatua, todo ello sufragado por la ciudad. Su padre, Elio Prisco, y su marido, Laberio Firmano, aceptaron el honor y asumieron los gastos, a pesar del compromiso municipal. Conocemos todo esto gracias a la inscripción del pedestal de la estatua, hallada en un gran mausoleo, probablemente copia de otra idéntica dispuesta en un lugar público de la ciudad. 

Italica

La atribución de funerales públicos era un reconocimiento poco frecuente, destinado a los más altos personajes locales, entre los cuales aparecen en rarísimas ocasiones mujeres. Ella, como hija y esposa de miembros de la élite municipal de Itálica, mereció ser honrada con este monumento. De hecho, el gentilicio Aelius, que llevan padre e hija, indicaría un parentesco con la familia del emperador Adriano. Nada se sabe de la familia de su esposo, Laberio Firmano, aunque sería rico y noble. Además, el nombre de Elia Licinia Valeriana se puede asociar al de su madre, que podría pertenecer a la familia Licinia, otra importante estirpe local.

Elia Licinia Valeria tuvo un padre y una madre de alta alcurnia y se casó con un personaje importante. Su familia debió participar activamente en la vida de la ciudad, ocupando magistraturas y ofreciendo donaciones evergéticas. Esto no le salvó de una muerte prematura, al parecer joven y sin haber tenido hijos. La ciudad quiso recordar para siempre su figura, aunque se tratara en realidad de una forma de honrar indirectamente a su padre y a su esposo, quienes, encantados con la distinción, y a pesar del duelo, se apresuraron a devolver los gastos ocasionados por el dispendio público. El homenaje oficial femenino de Elia Licinia Valeria hija de Quinto se convirtió así en un nuevo acto evergético que aumentó el prestigio y el honor de los suyos.

Milagros Navarro Caballero

Centre National de la Recherche Scientifique de l’Université Bordeaux-Montaigne

Epígrafe funerario dedicado a Elia Licina Valeriana. Siglo III. Itálica.

Fuentes principales

CIL, II, 1130; CILA Se, 389.

Selección bibliográfica

Navarro Caballero, M., Perfectissima femina. Femmes de l’élite dans l’Hispanie romaine (Bordeaux 2017).

174. AFIA

174. AFIA

Afia fue una niña, con edad de menstruar pero que no estaba todavía casada, que vivió entre mediados de los siglos II y III en la ciudad lidia de Maeonia, actual Manisa (Turquía). Apenas contamos con datos sobre ella, pero sabemos que se quedó embarazada, hecho que mancillaría su honor y comprometía las posibilidades de contraer matrimonio. Estas referencias se encuentran en una inscripción llamada “de confesión” propias de la región de Lidia, muy relacionadas con los dioses persas Men y Anaitis. La inscripción que narra su historia fue depositada por Sintique, una mujer cercana a su círculo íntimo y a la que Afia había robado un zafiro. 

Maeonia

La joven Afia, que debía sospechar su embarazo, tomó el zafiro de Sintique, con el que haría una pócima abortiva quemándolo e irrigando con ella su vagina. Sintique, al darse cuenta del robo, debió colocar una oración en el templo del dios Men en busca de justicia para recuperar el zafiro.  Afia, al no tener efecto la pócima, confesó su embarazo y devolvió la piedra. Sintique no cumplió con la obligación de publicitar el favor del dios, cediendo a los ruegos de la madre de Afia que quería ocultar el robo y el embarazo. Men, furioso por la impiedad de Sintique, mató a su hijo Heráclides. La venganza del dios obligó a Sintique a confesar los hechos en un texto que mandó redactar y por el que se conocen estos hechos. En este relato, el dios Men fue quien desfloró a la joven. 

Quizás el padre de la criatura fuera el hijo de Sintique, Heráclides, de trece años. En primer lugar, porque la edad podría ser cercana a la de Afia; y, por otro lado, porque quizá habría una relación de confianza entre las madres, que hubiera favorecido una convivencia y, que facilitara a aquella la existencia del zafiro.  Afia, a pesar de su limitada capacidad de acción como niña, decidió poner en marcha un arriesgado plan para evitar la vergüenza y las penurias de una maternidad fuera del matrimonio y, posiblemente, en solitario, tratando de tomar el control de su propio cuerpo a través de un ritual abortivo. 

Lidia González Estrada

Universidad de Oviedo

Epígrafe funerario dedicado a Afia. Siglo III. Museo Arqueológico de Manisa, Turquía.

Fuentes principales

SEG 37.1001.

Die Beichtinschriften Westkleinasiens (Bonn 1994) n. 59. 

Selección bibliográfica

Chaniotis, A., “Constructing the Fear of Gods: Epigraphic Evidence from Sanctuaries of Greece and Asia Minor”, en Chaniotis, A. (ed.), Unveiling Emotions: Sources and Methods for the Study of Emotions in the Greek World (Stuttgart 2012) 205-234. 

Dasen, V., “Représenter l’invisible. La vie utérine et l’embryon sur les gemmes magiques”, en Dasen, V. (ed.), L’embryon humain à travers l’histoire: images, savoirs et rites (Gollion 2007) 41-64.

Ricl, M., “The Appeal to Divine Justice in the Lydian Confession-Inscriptions”, en Schwertheim, E. (ed.), Forschungen in Lydien (Bonn 1995) 67-76.

173. GENETIVA

173. GENETIVA

Genetiva vivió entre los siglos II y III en una localidad secundaria de la ciudad de los Bitúriges Cubos, provincia de Aquitania, (actual Baugy, Francia). El texto de su epitafio, muy simple, solo indica su nombre, Genetiva, un antropónimo latino apreciado en las regiones célticas como era aquella en la que nació. Su uso se explica por su cercanía con el elemento celta genos, “origen”. Se trataba por tanto de una mujer del pueblo, nacida en una familia local y cuyo único nombre parece indicar que, a pesar de la fecha avanzada en la que vivió, no había recibido la ciudadanía romana y seguía siendo por tanto peregrina.

            

Aquitania

A su muerte, su familia, de la que nada se sabe, le erigió una estela funeraria de gran calidad. Entre las pilastras que sostienen el entablamento, en un nicho, fue tallado el retrato de medio cuerpo de Genetiva, ligeramente girado hacia su izquierda. Su cabello, con largos mechones que terminan en rizos, enmarcando su rostro redondo. Es este elemento el que permite fechar el monumento. Los ojos de la difunta son suaves y destacan por el párpado superior algo caído. La boca ha desaparecido. Va vestida con una túnica cubierta por un manto con marcados pliegues delante y mangas muy anchas. Se trata de la vestimenta local, típica de las comunidades galas. Sus brazos cruzados terminan en unas manos desproporcionadas. La de la derecha sostiene un huso y la izquierda una madeja de lana de gruesa fibra enrollada con cuidado. Completa la escena un telar vertical a dos barras representado contra la pared derecha del nicho.

En su última imagen, la familia de la difunta pudo querer representarla como una matrona lanifica, la esposa virtuosa por excelencia que, sin mezclarse con el mundo exterior, permanecía en casa trabajando la lana. Sin embargo, este no parece ser el objetivo buscado al enterrar a Genetiva, una mujer corriente, peregrina, perteneciente a la comunidad gala trabajadora y artesanal de un pueblo en Aquitania. 

Su monumento forma parte de una serie de estelas en las que se mostró el éxito social de los artesanos y comerciantes del lugar. Dado el contexto, Genetiva sería una trabajadora que ejerció una actividad económica real de tejedora-hilandera, como ponen de manifiesto las grandes manos que sostienen los instrumentos de su trabajo. Su monumento es por tanto una prueba de la actividad laboral femenina en las provincias galas. 

Milagros Navarro Caballero

Centre National de la Recherche Scientifique de l’Université Bordeaux-Montaigne

Epígrafe funerario dedicado a Genetiva. Siglo III. Baugy.

Fuentes principales

Kisch de, Y., “Informations archéologiques. Circonscription du Centre, Cher”, Gallia 38, 2 (1980) 311-318.

Selección bibliográfica

Fonvielle, M.-E., Leday, A., “La necropole gallo-romaine d’Alléans à Baugy. Premères observations surles rites funéraires”, Cahiers du Berry 61 (1980) 12-22.

Dondin-Payre, M., Navarro Caballero, M., Gorrochategui, J., “Métiers et savoir-faire dans la cité des Bituriges Cubes: le silence des mots, le langage des images”, en Bouet, A., Petit-Aupert, C. (eds), Bibere, ridere, gaudere, studere, hoc est uiuere. Hommages à Francis Tassaux (Burdeos 2018) 112-113.

Navarro Caballero, M., Gorrochategui, J., Dondin-Paure, M., “La práctica epigráfica en la ciuitas de los Bituriges Cubi, provincia de Aquitania: la localidad de Baugy”, en Dopico, M.ªD., Villanueva, M. (eds)., Aut oppressi serviunt, Philtáte 5 (Lugo 2021) 265-294.

172. JULIA MAYANA

172. JULIA MAYANA

Se conoce a Julia Mayana por un epitafio que recuerda su muerte, acontecida en Lugdunum (la actual Lyon) entre mediados del siglo II y las primeras décadas del III. El hermano e hijo de Julia Mayana quisieron recordarla como madre y esposa cumplidora con lo que la sociedad romana esperaba de una mujer por el hecho de serlo: que compartiera su vida con un único hombre y procreara hijos legítimos, es decir, habidos dentro del matrimonio. Los hombres de la familia aprovecharon la ocasión para señalar públicamente al esposo de Julia Mayana como responsable de su muerte. No se hizo constar su nombre, sino que se le identificó como “un muy cruel marido”, contraponiendo así su vileza al virtuosismo de la difunta. 

Lugdunum

Para imponer un castigo a quien daba muerte a la esposa, se aplicaba la lex Cornelia de sicariis y veneficis que penaba el delito con la deportación o exilio, normalmente en una isla o en un oasis. No obstante, a partir del último tercio del siglo II, la condición social del homicida y el adulterio de la víctima podían modificar la pena. No hay duda de que Julia Mayana no murió por haber cometido adulterio, ya que, de haber sido así, nunca sus parientes habrían denunciado públicamente el crimen ni se habrían puesto de su lado. 

Conviene recordar que en la sociedad romana operaba un código ético que imponía la obligación de vengar la muerte de un pariente, pero al mismo tiempo prohibía acusar a otro familiar si era el culpable de haberla ocasionado. Es posible que los parientes masculinos de nuestra protagonista, a quienes correspondía presentar denuncia ante los tribunales, renunciaran a hacerlo. Esto explicaría su intención de tomar venganza condenando socialmente a quien había matado a su ejemplar madre y hermana. Este interesante epitafio evidencia que la muerte de Julia Mayana fue considerada un acto de violencia privada, una afrenta al amor, al honor y al interés familiar. 

Marta González Herrero

Universidad de Oviedo

Epígrafe funerario dedicado a Julia Mayana. Siglo III. Lyon.

Fuentes principales

CIL XIII, 2182.

Selección bibliográfica

Casella, V., “I Kissed you Before I Killed you: alcuni casi di uxoricidio nella Roma antica”, Epigraphica 79 (2017) 275-291.

González Herrero, M., “Epitafios-denuncia del homicidio de dos mujeres romanas”, Conimbriga 55 (2016) 269-287, DOI: https://doi.org/10.14195/1647-8657 55 14

Pavón, P., “El uxoricidio de Iulia Maiana, manu mariti interfecta (CIL XIII, 2182)”, Habis 42 (2011) 253-262.

171. PERPETUA

171. PERPETUA

Vibia Perpetua es el nombre de una de las primeras y más famosas mártires cristianas cuyas actas han sido objeto de múltiples estudios. Fue, probablemente, una ciudadana romana, nacida avanzado el siglo II en el seno de una familia asentada en el Norte de África, que había recibido una sólida educación, pues, al parecer, se expresaba en latín y griego. Fue detenida en Thuburbo Minus junto con Felicidad, Revocato, Saturnino y Segundo y, al igual que ellos, procesada en Cartago ante el gobernador del África Proconsular, Hilariano allá por los inicios del 203. 

Carthago

Cuando fue condenada a morir en el anfiteatro de la capital con motivo de los juegos organizados para celebrar el decimocuarto cumpleaños del César Geta luchando contra las fieras, tenía veintidós años, estaba casada y tenía un hijo recién nacido al que amamantaba. Toda la información que tenemos sobre Perpetua procede de uno de los escasísimos documentos martiriales encabezado por nombres de mujer. Ahora bien, la fuente originariamente no tenía título, ni fecha, ni localización geográfica. Ello, ha conducido a denominarla de diferentes maneras si bien la mayoría de los editores han coincidido en titularla: “Passio (Sanctarum) Perpetuae et Felicitatis” o “Passio Sanctae Perpetuae”. 

El hecho de que el documento se denomine passio nos coloca ante una composición escrita sobre la condena y muerte de los mártires que, tomando el acta procesal como base, ha sido reelaborada excluyendo las partes que no interesan al redactor cristiano. Además, sabemos que presenta problemas de autoría (por ejemplo, se interpreta que una parte la pudiera haber escrito el mismísimo Tertuliano) ya que se pueden distinguir al menos tres manos en la construcción narrativa; tampoco conocemos la lengua en la que fue escrita, si bien se acepta que fuera el latín, pese a la existencia de una versión en griego. 

De la narración de los hechos se deduce que estamos ante una mujer fuerte, valiente, y lejana a la idea que existía en la sociedad pagana de su época sobre el sexo débil. Debido a su origen, formación y personalidad fue capaz de, estando retenida en muy malas condiciones físicas, tener criterio y fuerza para pararse a escribir los hechos referidos al proceso, así como los sentimientos que le embargaron a partir del arresto, con la intención de dar testimonio de su fe cristiana.

Rosa Mentxaka

Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

Anfiteatro de Carthago. Siglos I-II, ampliado en el siglo III. Actual Túnez.

Fuentes principales

La pasión de Perpetua y Felicidad. 

Selección bibliográfica

Bremmer J. N., Formisano M., Perpetua’s Passions. Multidisciplinary Approaches to the Passio Perpetuae et Felicitatis (Oxford 2012)

Carfora, A., La Passione di Perpetua e Felicità. Donne martirio e spettacolo della morte nel cristianesimo delle origini (Trapani 2018).

Mentxaka, R., “La persécution du christianisme à l’époque de Septime Sevère: Considérations juridiques sur la passion de Perpétue et Felicité”, Église et pouvoir politique. Actes des Journées internationales d’histoire du Droit d’Angers (Angers 1987) 63-82.

Mentxaka, R, “Género y violencia(s) en la pasión de Perpetua y Felicidad”, INDEX 40 (2012) 447-474.