204. SUSANA

204. SUSANA

Susana fue una diaconisa que nació a finales del siglo III en Palestina. Su padre Artemios era pagano y su madre, Marta, judía. Susana se hizo cristiana y su compromiso religioso fue tan fuerte que abrazó el ascetismo. En una práctica habitual entre las ascetas, se deshizo de todos sus bienes, liberó a sus esclavos y asumió una identidad travestida para, como monje, ingresar en un monasterio de Jerusalén. Contamos con otros casos de santas travestidas que hacen del cambio de indumentaria un primer peldaño en el camino de la perfección espiritual que le permitiría alcanzar a Dios. 

Eleuteropolis

El descubrimiento del verdadero sexo de la devota suele producirse tras su fallecimiento, al preparar al cadáver para su sepultura o como, en este caso, en un episodio en el que se duda de la moralidad de la protagonista. Susana como miembro de la comunidad jerosolimitana fue acusada de seducir a una monja enamorada de él/ella. En ese momento, Susana solicitó al obispo Cleofás de Eleuterópolis que convocara a dos diaconisas y dos vírgenes consagradas, con objeto de revelar su verdadero sexo ante ellas. Llama la atención el número de testigos que precisa. Las dos diaconisas presentes pudieron formar parte de la iglesia de Cleofás mientras que las dos vírgenes no estaban ordenadas y tenían por lo tanto el mismo estatus que Susana. Cuando las testigos llegaron, entraron todas en el diaconicón y allí se desnudó ante sus hermanas para mostrar que era mujer de nacimiento y virgen como ellas. Allí también les confesó que, para salvar su alma, había tomado los hábitos de un monje y cambió su nombre a Juan, aunque su nombre real era el de Susana. Entonces, las lágrimas y gritos de las testigos fueron tales que alertaron al obispo, el resto de los monjes y los lacios que acudieron veloces ante el temor de que hubiera sucedido algo improcedente. Allí, las cuatro testigos reprodujeron la confesión de Susana y confirmaron su condición de mujer, alabaron su fe, su modestia y castidad. 

Sin embargo, los hasta entonces compañeros de monasterio, no conformes con el resultado, se lanzaron a apedrear al que consideraban falso asceta y el obispo entonces la tomó bajo su protección, la llevó a Eleuterópolis y la nombró superiora del monasterio de las vírgenes, ordenándola además diaconisa. En este, como en otros casos, podemos comprobar que la dirección de un monasterio femenino no exigía la ordenación al diaconado y también que, las diaconisas podían formar parte de una comunidad monástica sin asumir las tareas de dirección. Ejemplos como el de Susana permiten comprobar la vitalidad del diaconado femenino en Oriente, el único cargo dentro de la jerarquía eclesiástica al que tenían acceso las mujeres. Comportaba una ordenación ante el obispo y un conjunto de responsabilidades eclesiásticas siempre orientadas al cuidado exclusivo de las devotas de la congregación.  Murió en prisión y por lo tanto como confesora (dando testimonio de su fe, aunque sin llegar a morir bajo suplicio como los mártires) durante el gobierno del emperador Juliano.

Clelia Martínez Maza

Universidad de Málaga

Fresco de Santa Susana "la Diaconisa". Procedencia desconocida.

Fuentes principales

Hechos de los santos, 46.151- 60.

Selección bibliográfica

Madigan, K., Osiek, C., Ordained Women in the Early Church. A Documentary History (Baltimore 2005).

Torres, J., “Mulieres diaconissae. Ejemplos paradigmáticos en la Iglesia oriental de los ss. IV-V”, Diakonía, Diaconiae, Diaconato. Semantica e Storia nei Padri della Chiesa, Studia Ephemeridis Augustinianum 117 (Roma 2010) 625-638.

Wijngaards, J., No Women in Holy Orders? The Women Deacons of the Early Church (Norwich 2002).

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