También cobró una verdadera significación las reflexiones expuestas al público por el catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Valladolid y uno de los historiadores que inició la investigación en la prensa regional, provincial y local en España, Celso Almuiña Fernández. Tras recorrer las aportaciones metodológicas en el estudio de la historia de la comunicación social y reivindicar una historia cultural de la opinión pública -o publicitada- en España, disertó sobre los apriorismos que tienden a asumirse en el estudio de la prensa de provincias, siempre analizada en comparación con un modelo generalizado, “centralizado y uniformador”, un modelo dominante que “es en gran medida falso”, porque sobrevuela las realidades sociales que determinan la formación de la opinión pública en diferentes zonas (regiones, provincias, islas, etc.).
El antídoto anunciado fue realizar estudios de microhistoria para así considerar tanto los elementos marginalizadores de un grupo y/o realidad sociales como la consideración de diferentes formas de comunicación (oralidad, manuscrito, impreso…) desarrolladas en torno a las necesidades comunicativas del grupo, evitando de este modo considerar como dominante una “cultura ilustrada que llega sólo a unos pocos”. Por ello, Almuiña Fernández indicó la necesidad de que los/as investigadores se educasen en aprehender la complejidad, ya que tanto la realidad histórica como el presente informativo sólo pueden reconstruirse a partir de la suma de cosmovisiones particulares.
Revisado algunos de los lugares comunes que impregnan la historia de la prensa y del periodismo en España, Manuel Poggio Capote y Antonio Lorenzo Tena narraron en su intervención los orígenes de la imprenta y las primeras publicaciones periódicas en La Palma. Esta temática ya había sido abordada con profusión por Poggio Capote en su Tesis Doctoral[6], además de haber publicado, junto a Luis Regueira Benítez, un artículo sobre los orígenes de la imprenta en las Islas Canarias[7]. En este último texto se cuenta que el primer taller tipográfico que se instaló en Canarias se situó en Tenerife gracias a la protección que el impresor sevillano Pedro José Pablo Díaz y Romero consiguió del comandante general Juan de Urbina en 1751. Con posterioridad, el arte tipográfico llegaría a Gran Canarias, dado que el presidente de la Sociedad Económica local, José Viera y Clavijo, solicitó la importación de una imprenta de Cádiz, aunque el taller no se puso en marcha hasta septiembre de 1800.
[6]Dirigida por Juan María de la Obra Sierra y Gloria Rokiski Lázaro, el título de su Tesis Doctoral fue: La imprenta en la isla de La Palma (1835-1960), investigación defendida en la Universidad Complutense de Madrid en 2017. Véase: https://eprints.ucm.es/46912/. [7]El artículo mencionado se titula “La introducción de la imprenta en canarias: un ciclo de 200 años (1750-1950)” y se publicó en Catharum: Revista de Ciencias y Humanidades, núm. 17, 2018, págs. 23-30.