217. OLIMPIA

217. OLIMPIA

Olimpia nació en Constantinopla a mediados del siglo IV, en una familia noble. Aunque se desconoce la fecha exacta de su nacimiento, así como el nombre de sus padres, si se sabe que su abuelo fue el cristiano Flavio Ablabio, prefecto del Pretorio de Oriente y cónsul bajo Constantino. Se quedó huérfana muy joven y el senador Procopio, en calidad de tutor, se encargó de administrar la herencia de Olimpia, tal como la ley establecía en caso de orfandad de una muchacha menor de 30 años. A partir de ese momento su educación fue encomendada a una mujer profundamente cristiana, Teodosia, hermana del obispo Anfiloquio de Iconio y prima de Gregorio de Nacianzo, futuro obispo de la capital. Bajo la orientación de ambos se fue forjando la personalidad de Olimpia.

Constantinopolis

Juan Crisóstomo, su confesor, señala en una de las cartas que le dirige, la inclinación de Olimpia, desde muy temprana edad, al ascetismo. Sin embargo Procopio, su tutor, a instancias del emperador Teodosio el Grande, eligió a Nebridio, prefecto de Constantinopla y pariente de la emperatriz Elia Flacila, como esposo. El matrimonio de Olimpia y Nebridio duró tan solo unos meses debido al temprano fallecimiento de este.  No obstante, la casa imperial continuó buscando un posible pretendiente para la joven, como Elpidio, también familiar del emperador. A pesar de las presiones, ella se mantuvo firme, abrazó el ascetismo y fue consagrada como diaconisa por el obispo de Constantinopla Nectario a los 30 años, en contra de la normativa eclesiástica que establecía una edad no inferior a los 60. Seguidamente, realizó donaciones extraordinariamente generosas a la Iglesia, al clero, a distintas instituciones y a particulares de Constantinopla y otros lugares de Oriente, lapidando casi por completo su fortuna. Con esta se fundaron hospitales, hospicios y un monasterio femenino, construido junto a la Iglesia de Santa Sofía y al lado de la casa episcopal. 

Allí transcurrían los días para Olimpia, en medio de las renuncias y mortificaciones físicas como la frugalidad en las comidas, la escasez de horas de sueño y la ausencia de higiene excepto por exigencia de la enfermedad.  El obispo cayó en desgracia, víctima de la confabulación en la que participaron, entre otros, Teófilo de Alejandría, miembros de la casa imperial e incluso la emperatriz Eudoxia, provocando su deposición y exilio en el 404. Olimpia sirviéndose de su influencia ante las autoridades civiles y eclesiásticas, intentó conseguir, sin éxito, la vuelta de su amigo. Fue víctima de persecuciones por parte de los enemigos de Juan Crisóstomo, que la llevaron a juicio ante el prefecto, siendo exiliada a Nicomedia hasta su muerte. Lo más doloroso para ella resultó, sin ninguna duda, la ausencia de Juan. Si bien es cierto que la comunicación entre ambos fue fluida, el desánimo y el abandono fueron haciendo mella en la diaconisa, hasta que terminaron con su vida. 

Juana Torres

Universidad de Cantabria

Icono ortodoxo que representa a la diaconesa Olimpia. Procedencia desconocida.

Fuentes principales

Juan Crisóstomo, Epístolas a Olimpia.

Paladio de Helenópolis, Diálogo sobre la vida de Juan Crisóstomo, 20.31-151.; Historia lausíaca, 5-6.

Sócrates, Historia eclesiástica, 5-7.

Sozomeno, Historia eclesiástica, 7. 

Vida anónima de Olimpia.

Selección bibliográfica

Rivas Rebaque, F., Santa Olimpia, noble cristiana y diaconisa (Barcelona 2018).

Teja, R., Olimpiade la diaconessa (Donne d’Oriente e d’Occidente, 3) (Milano 1997).

Torres, J., La mujer en la epistolografía griega cristiana: tipología y praxis social (Santander 1990).

Torres, J., “Mulieres diaconissae: Ejemplos paradigmáticos en la iglesia oriental” Studia Ephemeridis Augustinianum 117 (2010) 625-638.

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