39. TULIA
Tulia fue una dama romana de finales de la República romana, hija del orador Marco Tulio Cicerón. No pasó a la historia por grandes o relevantes hechos en su vida. Fue una mujer romana tradicional, fiel a los designios que su padre marcó para ella y con una vida no exenta de desdichas. Muy escasa es la información disponible sobre el aspecto físico de Tulia. Todo lo que ha llegado hasta nosotros sobre ella procede del propio Cicerón quien habla de la belleza de su hija y de su delicada salud.
Como todas las mujeres en Roma, Tulia sirvió como instrumento de la política matrimonial de su familia. La persona elegida por Cicerón para ser su esposo fue Cayo Pisón Frugi, con el que se casaría en el año 66 a. C., siendo todavía una niña.
Roma
Desde entonces la alianza entre las dos familias debió ser constante. Sin embargo, finalizó cuando Tulia enviudó al llegar a la veintena. El nuevo pretendiente fue Furio Crásipes, un hombre del que se sabe muy poco. El matrimonio duró unos cinco años, pues en torno al 51 a. C. ya se había efectuado el divorcio de la pareja, parece que de mutuo acuerdo por los problemas que tenía Tulia para tener descendencia. El siguiente candidato fue Publio Cornelio Dolabela, quien fue elegido por Terencia, a pesar de que Cicerón no estaba muy conforme. De hecho, el matrimonio resultó ser muy infeliz, pues Dolabela, hombre muy endeudado, reclamaba constantemente la dote. Tulia, soportaba esta situación, haciendo honor a su padre manteniendo un perfil bajo y estoico, porque sabía la importancia de la alianza con Dolabela. La pérdida de un hijo y el maltrato sufrido a manos de su marido hicieron ceder a su padre, que terminó acordando el divorcio. Tulia, muy debilitada y embarazada de su segundo hijo, murió en el parto, en casa de su padre.
Destacan las enormes muestras de amor que Cicerón siempre tuvo para con su hija. El mazazo de su muerte fue demoledor para el orador, quien tardó bastante tiempo en recuperarse. Es muy característico el hecho de que Cicerón plantease la edificación de un santuario donde adorar a Tulia, es decir, planeaba su deificación, su apoteosis. Si esto se hubiese llevado a cabo, se trataría de un antecedente a la costumbre de divinizar a algunos miembros de las dinastías imperiales. El proyecto nunca llegó a materializarse. Es significativo que, a pesar del cariño demostrado, Cicerón siempre antepuso sus intereses personales y las alianzas mediante el matrimonio de su hija, que la propia felicidad de esta. Y, sin embargo, son constantes y numerosas las referencias del amor hacia su hija: “delicia de mi alma”, “mi pequeña” o “mi Tuliola” son algunos de los apelativos recurrentes. Tulia fue siempre, por encima de todo, su niña.
Antonio Fajardo Alonso
Universidad de Sevilla
Fuentes principales
Cicerón, Cartas a Ático, 2.8; Cartas a los familiares, 7.23.
Selección bibliográfica
Everitt, A., Cicerón (Barcelona 2007; 1ª ed. en inglés, 2001).
Muñiz Coello, J., “Cicerón y el santuario de Tulia. Teoría religiosa y práctica financiera”, ARYS 1 (1998) 119-137.
Pina Polo, F., Marco Tulio Cicerón (Barcelona 2005).
Serrato Garrido, M., “Matrimonio y política a través del epistolario de Cicerón: Tulia y Dolabela”, Anales de la Universidad de Cádiz 7-8, 2 (1991) 579-592.
Treggiari, S., Terentia, Tullia and Publilia, the Women of Cicero’s Family (New York 2007).