La Arqueología como disciplina científica ha experimentado importantes cambios conceptuales y metodológicos a lo largo del siglo XX, que han afectado de forma crucial a su objeto de estudio. Del interés por los objetos singulares, casi siempre producido por y para las élites sociales, se pasó al análisis de sitios arqueológicos complejos, y con ellos del urbanismo antiguo, las relaciones sociales, la demografía, los intercambios, las prácticas funerarias, los modos de vida…
Es a partir de los años 1970, un decenio más tarde en España, cuando vuelve a cambiar la orientación de la disciplina, que empieza a interesarse por las relaciones intergrupales en marcos territoriales cada vez más amplios. Las herramientas de análisis se refinan, se adoptan métodos de análisis geográfico y se generaliza el uso de la informática y su capacidad de procesamiento de datos, como muestra la bibliografía de referencia en este campo.
En la actualidad, en una sociedad cada vez más preocupada por el efecto de sus propias acciones sobre el planeta, la Arqueología centra también su atención en las relaciones entre los grupos humanos y el medio físico, y en la huella que esta interacción ha dejado en el medio ambiente. Por otra parte, los restos arqueológicos han sido considerados legalmente como Patrimonio de la sociedad, con independencia de su monumentalidad o características estéticas y es la sociedad, a través de sus Instituciones, la que define los criterios para su gestión.
La realidad del Patrimonio Arqueológico muestra, sin embargo, la cara y la cruz de una misma moneda. Algunos lugares especialmente singulares han sido protegidos, investigados, conservados y, quizá lo más importante, devueltos a la sociedad para su disfrute cultural, lúdico, estético y económico. Al mismo tiempo, un riquísimo legado arqueológico, tanto en ámbitos rurales como urbanos, ha sufrido en los últimos decenios la fuerte presión de un crecimiento económico que se ha reflejado en nuestro territorio en forma de grandes infraestructuras, urbanizaciones turísticas y residenciales, conurbaciones, agricultura intensiva, etc. Las consecuencias del expolio arqueológico también se ha dejado sentir con fuerza y, a pesar de los importantes esfuerzos realizados para controlarlo mediante la aplicación de medidas legislativas y la implicación de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, sus efectos siguen constituyendo un problema de primera magnitud.
La especial vulnerabilidad del Patrimonio Arqueológico requiere del concurso de varias administraciones públicas a todas las escalas competenciales para que tenga éxito: la coordinación interinstitucional, la cooperación con las administraciones locales y la relación franca y abierta con los centros de investigación, pueden ser, en este contexto, las prioridades de la administración cultural en los próximos años.
Lejos de un modelo de desarrollo que se revela insostenible y del conservadurismo a ultranza, la única salida válida parece situarse en la planificación territorial y en la colaboración interinstitucional, de manera que los procesos de cambio en el territorio se ajusten a determinadas estrategias de desarrollo que garanticen el equilibrio territorial y la conservación de los recursos naturales y culturales. Solo el esfuerzo coordinado es garantía de éxito. Establecer los criterios de partida desde la propia administración cultural y trabajar en común para aprovechar las sinergias de las políticas territoriales es el mayor desafío de futuro.
Este tema de investigación del grupo Atlas se relaciona estrechamente con nuestro interés por los métodos y procedimientos de reconocimiento arqueológico del territorio.