LÁMINA DE ANATOMÍA
CUERPOS DESNUDOS
Imagen: Lámina “Diferenciació Sexual”.
Museo Pedagógico de Castellón. Universidad Jaume I.
En 1972 y 1974 la NASA lanzó al espacio las sondas Pioneer 10 y Pioneer11. La primera de ellas se encuentra hoy a más de 18 mil millones de kilómetros de la Tierra y seguirá alejándose de nuestra casa, a no ser que algún objeto estelar o una civilización extraterreste se interponga en su camino. Fue Carl Sagan, el mediático astrónomo y divulgador científico, quien propuso montar en las Pioner unas pequeñas placas de aluminio bañadas en oro. A modo de mensaje en una botella estos pedacitos de metal, meticulosamente diseñados para evitar su deterioro a causa del polvo cósmico, contienen unos pictogramas con información básica dirigida a los alienígenas: el camino hasta nuestro planeta, y qué se iban a encontrar al llegar a él. Entre los grabados destacan los cuerpos desnudos de un hombre y una mujer.
Las placas Pioneer fueron posteriormente mejoradas para ser enviadas como disco de gramófono en las sondas Voyager. Con esto los científicos consiguieron incluir más información sobre la Tierra. Sin embargo, sorprende que los pictogramas con los cuerpos humanos desaparecieran del grabado. Demasiado blancos y demasiado desnudos. Fueron tantas las críticas que los científicos prefirieron descartarlos. También se señaló que el cuerpo de la mujer carecía de vagina, aunque este hecho no fue relevante para la mayor parte de críticos. Por otro lado, parece que nadie reparó en la distribución espacial de las figuras: el hombre a la izquierda y la mujer a la derecha, tal y como podría observarlos cualquier ser, alienígena o no, con dos ojos en la cara. Es decir, las figuras se dispusieron con el hombre en primer lugar, si tenemos en cuenta cómo se leen los textos en la cultura occidental. Y en cuanto a sus posturas, el hombre aparece con su brazo derecho levantado, símbolo no solo de saludo y de paz, sino también de quien pide la palabra. La mujer, mientras tanto, mantiene una actitud pasiva, con ambos brazos pegados a sus muslos. Hay aquí un claro mensaje dirigido a los extraterrestres: “cuando lleguen ustedes a la Tierra, hablen con quien se parece al que levanta la mano”.
A diferencia de Leonardo Da Vinci, quien pensó que con el dibujo anatómico de un hombre bastaba para simbolizar la centralidad de nuestra especie en un nuevo paradigma de pensamiento, Carl Sagan sí tuvo en cuenta a la mujer a la hora de presentarnos ante la inteligencia extraterrestre, aunque fuese en una posición secundaria y desprovista de vagina, única parte visible de su aparato reproductor. No deja de ser significativa esta ausencia, cuando es precisamente la parte del cuerpo encargada de gestar la vida.
La lámina sobre diferenciación sexual editada por la Conselleria de Cultura, Educación y Ciencia de la Generalitat Valenciana en la década de 1980, presenta otra disposición de los cuerpos humanos. No solo es que el cuerpo de la mujer y del hombre aparezcan de frente y de perfil sino que, a diferencia de la placas Pioneer, ambas figuras mantienen la misma posición neutra, y es el cuerpo de la mujer el primero que leemos de izquierda a derecha. Hoy en día podríamos criticar que estos cuerpos siguen siendo excesivamente blancos. También podríamos argumentar que son cuerpos decididamente heteronormativos, cuestiones estas que la sociedad y la escuela de finales del siglo XX atendieron vagamente, al igual que la sexualidad, pensándola poco más allá de su función reproductora. La lámina pertenece a una colección de cuatro títulos de las que esta es la primera. Las otras tres corresponden a los genitales femeninos, a sus funciones, y a los genitales masculinos. La información que contiene era prácticamente todo lo que se podía aprender en aquella escuela sobre sexualidad: que una minúscula variación en uno de los 23 pares de cromosomas causaba por sí sola las notables diferencias anatómicas que experimentan las niñas y los niños al crecer, desde la forma de la pelvis, más ancha en las mujeres precisamente para gestar la vida, hasta la distribución de la grasa y del vello corporal. Vello que, por cierto, utilizó el dibujante para ocultar una vez más los órganos sexuales femeninos.
Hoy en día, cuando el discurso sobre la diferenciación sexual se centra tanto o más en lo cultural que en lo biológico, cabría preguntarse qué pictogramas humanos deberíamos enviar al espacio. Y, todavía más, si los extraterrestres llegan algún día a visitarnos, ¿sabrían con quién hay que hablar?