TÍTULO DE MAESTRA

                               MAESTRAS A DESTIEMPO

Heliodoro Manuel Pérez Moreno

Universidad de Huelva

heliodoro.perez@dedu.uhu.es

Imagen: Título de Maestra de Primera Enseñanza.

Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva.

Como en tantos otros ámbitos de la vida social, la formación deliberada y sistemática de las mujeres para la obtención del Título de Maestra en una institución específica fue a destiempo con respecto a la de los hombres. En perspectiva histórica, el tempo en la adquisición de las competencias en las denominadas Escuelas Normales – las “Normales”- para ejercer el noble arte y oficio de enseñar fue diferente en virtud del género de los/as aspirantes.

 

La primera Escuela Normal masculina o Seminario Central de Maestros del Reino se inauguró en Madrid el 8 de marzo de 1839, gracias a las arduas gestiones de Pablo Montesino, su primer Director, y de Antonio Gil de Zárate, Director General de Instrucción Primaria en la época. Una vez erigida la Escuela Normal Central de Madrid, se multiplicaron con rapidez las Escuelas Normales masculinas por las provincias españolas. Ya en 1845 funcionaban 42 Escuelas, careciendo solo 7 provincias de este tipo de institución. Este número se moderó por disposición del Gobierno de Narváez en 1849, cuando se diferenció entre Escuelas Normales Elementales (cuyos titulados Maestros Elementales atenderían a escolares de 6 a 9 años) y Escuelas Normales Superiores (donde se otorgaba el grado de Maestros Superiores para impartir docencia a niños de 10 a 12 años). Así, las 42 Normales referidas se redujeron a 32, 10 Superiores en las capitales de los distritos universitarios y 22 Elementales en las provincias.

La Ley de Instrucción Pública de 9 de septiembre de 1857, conocida como Ley Moyano, propiciaría de nuevo el aumento y la dispersión por la geografía de las Escuelas Normales masculinas, al disponer en su texto la erección de estos centros en todas las provincias, además de la Normal Central de la capital de España. Sin embargo, hecho que subraya el desfase de la formación institucional como Maestras, la referida Ley no disponía, sino que solo sugería la creación de Escuelas Normales femeninas. Así, 19 años después de la instauración de la Escuela Normal Central masculina, vería la luz la Escuela Normal Central para Maestras de Madrid, en 1858. No obstante, al margen de sugerencias legislativas, hay que dejar constancia que de manera espontánea se habían establecido antes algunas en concretas provincias. La primera en Pamplona en 1847, a la que siguió la de Logroño en 1851, después Álava, Cáceres y Zaragoza en 1856, y Cádiz, Segovia y Teruel en1857. Coetáneas a la Central madrileña aparecieron las de Cuenca, Granada, Huesca y Teruel. Y enseguida, bajo el amparo de la Ley Moyano, se crearon 18 más. En cualquier caso, una institucionalización formativa y una expansión espacial significativamente a la zaga de los centros de formación masculinos.

El Título de Maestra que tomamos como referencia para esta reseña se obtuvo en la Escuela de Magisterio femenina de Huelva. La denominación de “Escuelas de Magisterio” tomó el relevo oficialmente a las tradicionales “Escuelas Normales” entre 1942 y 1967, aunque nunca se perdió la expresión normalista de manera oficiosa y social, y menos entre los estudiantes y egresados. En el caso de la provincia de Huelva, la formación institucional a destiempo de las Maestras fue especialmente acusada. La Escuela Normal masculina de Huelva data de 1859. Y hasta 68 años después no se crearía la Escuela Normal femenina, en 1927. La disonancia temporal y la precariedad en su formación como Maestras, con respecto a los candidatos a Maestros, se hicieron también patentes en los edificios que fueron albergando las Normales. En más de una ocasión los inmuebles que abandonaba la Escuela Normal masculina en la ciudad de Huelva, por tener unas condiciones susceptibles de mejora -por expresarlo moderadamente-, fueron después ocupados por la Normal femenina.

En el concierto nacional, con la salvedad del Plan de Estudios profesional de 1931 (desarrollado durante la II República), tanto la institución normalista como las experiencias formativas para ser docentes de enseñanza primaria comenzaron a ser comunes para hombres y mujeres a partir del Plan de estudios de 1967 (con alguna reminiscencia diferencial del pasado en particulares materias). Hasta aquí, toda una esforzada carrera femenina, con un sentido también metafórico (al acreditativo se suma el psicomotor), la de Maestra (y la de las aspirantes a Maestras), siguiendo incansables durante años la estela de la carrera masculina, la de Maestro (y la de los aspirantes a Maestros). Una historia más que nos insta a combatir y a evitar el “a destiempo” entre congéneres.